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Portada del boletín Ánfora n.º 24 (2018), de la Asociación Complutense de Belenistas

Maquetas y muñequitos, por Juan Pablo Cruz Fernández

01 Dic 18
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Maquetas y muñequitos

Artículo publicado en el boletín Ánfora n.º 24 de la Asociación Complutense de Belenistas

Isotipo de la Asociación Complutense de BelenistasA veces me pregunto si yo estoy muy equivocado y además no tengo ni idea de qué va la feria. Pero prefiero pensar que las cosas son como yo lo aprendí y que el belenismo es algo diferente.

El problema es que cada día veo que el interés de los belenistas se decanta hacia un maquetismo que es mejor cuanto más perfeccionista y fiel es la representación del motivo representado y, bien, no es problema, hasta que se convierte en obsesión. No se pueden hacer maquetas de catedrales o palacios a escala y después poner figuras a escala correspondiente. Nuestro cerebro no trabaja así, no es razonable buscar el misterio en un belén como si de buscar a “Wally” se tratara. Un belén es una representación más o menos artística del nacimiento del hijo de Dios y del “arte” del que estoy hablando no es la arquitectura y menos aún el urbanismo.

Quizás el arte que más se le aproxima sea la pintura, bien que en este caso estamos hablando de una “pintura” tridimensional, pero a la postre hay más similitudes entre estas dos disciplinas de lo que parece. Empezando por lo más fácil de comparar, en un diorama se fuerza el punto de vista, se cuida la perspectiva, se estudian los efectos de luces para lograr el color deseado y si bien es una creación tridimensional, se busca que por la embocadura se observe la escena que queremos representar. Y no es imprescindible una perfección técnica que respete escrupulosamente un escenario determinado, es más, el efecto puede ser más o menos abstracto o impresionista o cualquiera otra que se nos venga al magín. Nada de lo anterior tiene nada que ver con el maquetismo y sí mucho con la pintura, o sea, que si aceptamos las premisas anteriores no sé si deberíamos dar tanto bombo a los belenes “maqueta”.

En los belenes redondos (aquellos que se ven por varios costados) y en los de embocadura abierta, las cosas se complican, más en los primeros, pero se puede hacer una extrapolación a los segundos. El caso es que es prácticamente imposible mantener la perspectiva forzada cuando por el lateral se pueden ver los distintos términos en paralelo, así que hacemos “trampa” y, por lo menos en mi caso, ponemos el punto de fuga en un lugar indeterminado detrás de un monte que ocupa el centro del belén. Y digo “indeterminado” porque el punto de fuga en este caso recorre un circulo (más o menos) que corre en oposición al perímetro del belén, esto destroza cualquier intento de armonizar un concepto maquetista del belén con una escena impactante (supongo que es lo que estamos buscando) y artísticamente aceptable.

Tras este rollo, viene mi propuesta ¿por qué no hacemos belenes y dejamos de hacer maquetas en las que después se ponen “muñequitos”?

Juan Pablo Cruz Fernández

Portada del boletín Ánfora n.º 24 (2018), de la Asociación Complutense de Belenistas

Navidad que nos da la vida, por D. Juan Antonio Reig Pla

01 Dic 18
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Navidad que nos da la vida

Artículo publicado en el boletín Ánfora n.º 24 de la Asociación Complutense de Belenistas

Isotipo de la Asociación Complutense de BelenistasQueridos belenistas:

Las fechas de Navidad se acercan. Es tiempo de prepararnos interiormente y adentrarnos un paso más en el conocimiento profundo del gran misterio de nuestro Dios. ¡Cómo es nuestro Dios! ¡Cómo es nuestro Padre! Él, que ha puesto a nuestros pies la creación entera, que nos regala la vida segundo a segundo, que se arriesga a darnos la libertad de corresponderle; aún no tiene bastante. Nos lo regala todo, se ofrece Él mismo.

El Hijo de Dios, omnipotente y todopoderoso, se abaja, se humilla. Dios es ahora el niño Jesús, el hijo de una mujer sencilla y un pobre carpintero, que nace en terreno de rechazados; los pastores son sus primeros testigos. Dios se hace necesitado. Dios me necesita. ¿Es eso cierto? Siendo como soy, tan pecador, ¿qué interés puede tener Dios en mi?

Dios busca nuestra pobreza. “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Lc 5, 32). ¿Y no es nuestro pecado nuestra mayor pobreza? ¿No será éste el interés de Dios? ¡Dios me ama! Y con un amor absolutamente interesado, hasta el extremo de ofrecerse por mí. Este es el poder de Dios, el Amor infinito. El amor que debilita, que deja al amante a merced del amado. Dios está en manos de los hombres, en mis manos. El amor de Dios nos salva porque nos entrega su vida hasta las últimas consecuencias. Dios nos levanta, nos salva por el poder de su amor.

Pero, ¿cómo llegar a aceptar esta inmensidad? Que sea María, la mujer sencilla y humilde, la llena de gracia, quien nos muestre el camino y nos abra los ojos y el corazón para poder contemplar este misterio infinito que vosotros, queridos belenistas, vais a plasmar con vuestro arte.

+ Juan Antonio Reig Pla
Obispo Complutense

Portada del boletín Ánfora n.º 24 (2018), de la Asociación Complutense de Belenistas

¿Qué es Asociación?

01 Dic 18
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¿Qué es Asociación?

Artículo editorial publicado en el boletín Ánfora n.º 24 de la Asociación Complutense de Belenistas

Isotipo de la Asociación Complutense de BelenistasAsociación es ilusión, entrega, trabajo, esfuerzo, sacrificio y satisfacción.

Es dejar el ego en la puerta en pos de un objetivo común.

Es la oportunidad que te da la vida de ser todos iguales, porque participas en algo por voluntad propia, sin egoísmo y sin esperar nada a cambio, sólo la alegría de un niño, la felicitación de un padre cuando contemplan nuestro trabajo o el comentario del visitante anónimo.

Es como se abren las puertas para todos, porque todos somos iguales.

Es valorar el trabajo de cada uno de forma anónima, porque se trabaja por algo común y es la participación y las habilidades de todos puestas en conjunto, lo que la hará mejor.

Es cuidar, reconocer y orientar el talento, porque con el mismo, la asociación crecerá en sus realizaciones.

Es la tristeza cuando fallece un compañero con el que has compartido jornadas de duro trabajo, inquietudes y penas, pero también es el recuerdo de alguien que siempre pervivirá en nuestros corazones.

Asociación es reconocer nuestros defectos y nuestras virtudes, encontrando con ambas nuestro mejor sitio en el belén.

Es el sentimiento y la preocupación cuando uno de los nuestros se pone enfermo notándose su ausencia, pero es también la alegría cuando ves que no está solo, porque cuenta con el apoyo, la solidaridad, el cariño y la fuerza que todos le transmitimos, esperando una pronta recuperación.

Es buscar el mejor de los premios, el del reconocimiento de la gente, a la labor del conjunto.

Es el orgullo del trabajo en equipo, sin personalismos, con el único objetivo de mantener viva la llama del belenismo. Frente al premio individual la fuerza del grupo.

Asociación son las personas, con sus virtudes y sus defectos, es el equipo de anónimos, frente a aquellos que se creen estrellas del belén, sin haber demostrado nada.

Asociación es la alegría cuando uno nuevo llega y la curiosidad por lo que puede aportar y la tristeza cuando alguien con quien contabas, deja de participar sin encontrar el motivo que le ha llevado a dejarnos.

Asociación es felicidad cuando la juventud cruza la puerta, tenga esta 12 ó 21 años, porque son la esperanza de que esta tradición persistirá.

Es conseguir que todo el mundo se sienta participe e importante en el día a día.

Es que las cabezas visibles sean uno más, porque su cargo se reduce a una mera representatividad pero también es el respeto y reconocimiento a la labor desinteresada y entregada que realizan.

Asociación es la implicación de todos, es ver como a la llamada se acude como un solo individuo sin importar el momento ni la situación.

Asociación es el invierno con su frio y el verano con su calor.

En definitiva, Asociación, es el devenir de la vida a lo largo de un año.

In memoriam, José Herrera Catana

Recorte Logo de la Asociación Belenista de Oviedo

Una nueva Navidad, por Fr. Jesús Sanz Montes OFM, Arzobispo de Oviedo

01 Dic 16
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(Artículo publicado en la revista Navidad con Belén nº 23 (2016) de la Asociación Belenista de Oviedo)

Una nueva Navidad

Forma parte de todos los paisajes de diciembre: con nieve y bosques alpinos, en las estepas inmensas de tantos páramos, en una selva africana con su tundra impenetrable. Pero llegando estas calendas del final de cada año, la vida se pone navideña sea cual sea su escenario y sus paisajes.

La Navidad tiene esa cualidad: saberse adaptar a cada época, a cada entorno por fuera donde la vida pasa y a cada interno por dentro donde las cosas suceden. Y en todos esos momentos y lugares, la Navidad nos susurra de nuevo su mensaje como la vez primera. Un canto de gloria para el Dios de los cielos, con estrofas de paz para todos los hombres. Van transcurriendo los siglos, aparecen tantos momentos diversos y fugaces, y queda tenaz la Buena noticia pendiente de un nuevo reestreno, como si nunca antes se hubiera escuchado, como si su novedosa bondad nos estuviera esperando desde siempre.

Así nos volvemos a asomar a una Navidad inédita, la que corresponde celebrar este año 2016, tras haberla celebrado nada menos que 2016 veces. Pero aunque la Navidad sea la misma fiesta, nosotros no somos los mismos. Cada cual tiene su ingrediente de distinción que nos hace ser diferentes a como éramos el año pasado, o el anterior, o todos los años de antes. No así el mensaje navideño: Dios se hace hombre, viene a contarnos con nuestras lenguas lo que eternamente fue su Palabra; viene a repartirnos en todos los lares lo que en su infinito cielo no cabía en la tierra toda. Un Dios cercano, humanado, pequeño y vulnerable, así de humilde, así de bueno con un corazón misericordioso y amable.

Los belenes que ponemos en estas fechas con el mejor arte de nuestra imaginería, y los nacimientos vivientes en donde cada uno de nosotros es una figura ante el misterio de la santa Familia de Jesús, María y José, nos señalan esas dos cosas en medio de las cuales se decide nuestra esperanza, nuestro amor y nuestra fe: recordar lo que sucedió hace dos mil años, y sabernos parte de esa historia inacabada.

La Navidad es un hecho que sigue sucediendo si dejamos que Dios se haga hueco en nosotros y entre nosotros, acercándonos el milagro de ternura divina que ponga un bálsamo en nuestras asperezas humanas. Enciende una luz que acaba con nuestras penumbras todas y nos siembra una paz que pone en jaque mate todas nuestras guerras y violencias. Así lo vivimos con todo el envoltorio festivo y alegre de estos días entrañables. Viene en ayuda todo cuanto colabora con esta noble causa que hace memoria de lo que ya sucedió y al mismo tiempo nos compromete para desear y consentir que pueda seguir sucediendo.

El arte belenista se nutre de este hermoso y antiguo relato, y lo escenifica con gusto y talento cristiano, para que quien se asome a lo que representa el nacimiento, pueda descubrirse en él como quien participa en el belén viviente que cada día nos contempla.

+ Fr. Jesús Sanz Montes OFM, Arzobispo de Oviedo

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 10 - Asociación Belenista de Valladolid (2015)

Elementos simbólicos de nuestros belenes, por Juan Carlos Sánchez Gómez

27 Nov 15
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Elementos simbólicos de nuestros belenes

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 10 (2015) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidMuchos de los elementos protagonistas de la Navidad aparecen en los evangelios canónicos o sinópticos; y también gran parte de ellos en los evangelios apócrifos y otros están basados en leyendas medievales.

Toma relevancia, en el siglo III, el acontecimiento de la natividad del Niño Jesús a partir de los datos que se tienen de los textos bíblicos, y en el siglo VII se comenzará a celebrar con el esplendor e importancia litúrgica con que se conmemora en la iglesia actual.

Son muchos los elementos simbólicos del “Belén”, y este artículo destacará algunos de los elementos que contribuyen a su configuración, dando significado a cada uno de ellos. Tal es el menester, que habiendo personajes, lugares, escenas, animales y objetos en el “Belén”, en esta ocasión paso a explicar el grupo de los objetos, quedando pendientes los otros elementos de los ya citados.

Imagen 1: el pesebre

Imagen 1: El pesebre

El pesebre en donde recuestan al Niño Jesús inmediatamente después de su nacimiento es una cuna improvisada (ver Imagen 1). En todas las representaciones artísticas el Niño Jesús está entre María y José, que tuvieron que resguardarse en una de las cuevas destinadas a animales. De ahí que el Niño aparezca en un pesebre de piedra o de madera recostado entre pajas y protegido por el calor emitido por los animales.

Representa la fragilidad de la humanidad del Mesías como verdadero Dios y verdadero hombre, e igualmente simboliza la sencillez y la humildad con que nace el Mesías.

Expresión plástica con la que se nos está catequizando para no desear acumular bienes innecesarios, y vivir con lo imprescindible, para que no desarrolle la humanidad la codicia y la envidia. También nos insta a pensar, parafraseando a Santa Teresa de Jesús, que “quien a Dios tiene, nada le falta: solo Dios basta”.

En algunas representaciones medievales, en las escenas de la natividad de Jesús el pesebre fue sustituido, en ocasiones, por una especie de altar. En algunas de estas obras, en vez de situarse la escena en un establo, se sugiere una iglesia, con lo cual se realza su trascendencia. El pesebre en que (Jesús) reposa -dice la “Glosa Ordinaria”- es el mismo altar del sacrificio.

Imagen 2: la aureola, resplandor o corona

Imagen 2: La aureola,
resplandor o corona

La aureola, resplandor o corona generalmente aparecen remarcando las cabezas de los personajes sagrados (ver Imagen 2). Aunque a veces pueden estar combinadas entre ambas, pero lo más usual es que sólo se utilice un tipo de ellas. Estos elementos representan la diferencia entre la humanidad y la divinidad.

La aureola o nimbo es un halo de luz colocado sobre la cabeza de la Virgen, san José o el Niño Jesús.

El resplandor es un conjunto de rayos de luz que rodean la cabeza de las figuras sagradas.

La corona remarca la realeza divina de los personajes representados. Puede ser una corona real sencilla; una corona real con imperiales; o una corona real con imperiales y resplandor.

Imagen 3: la vara o bastón y los lirios

Imagen 3:
La vara o bastón y los lirios

La vara o bastón (ver Imagen 3) está asociado al mando y siempre se ha interpretado como uno de los símbolos del poder. La vara de mando (cetro) es en realidad un bastón delgado, corto, que ha perdido su utilidad práctica, quedándose limitado a sus funciones honoríficas o conjuratorias.

La vara asume su valor de signo de elección divina en los relatos apócrifos sobre la selección de José para esposo de María. En dichos relatos una paloma blanca descendió sobre la cabeza de José y de la vara (bastón) seca que sostenía entre sus manos florecieron unos lirios (ver Imagen 3). Este acto simboliza el deseo de Dios de que entre los doce pretendientes presentes en el Templo para ser elegidos como esposo de María, fuera José el seleccionado {Protoevangelio de Santiago, VIII-IX; Libro sobre la Natividad de María, VIII).

Por otro lado, la vara aparece en las representaciones clásicas del belén tradicional, como alusión al elemento de todo viajero. La indumentaria del viajero incluía la vara, el sombrero de ala ancha y una especie de bolso de viaje. Esto se ha mantenido en algunas figuras de la Sagrada Familia, sobre todo en las de vestir.

El lirio simboliza la pureza y la inocencia y a lo místico. Desde la Edad Media es uno de los símbolos marianos aplicado a la Virgen. Su color blanco y la extrema suavidad de su tacto corroboran estas acepciones. También se asocia a las representaciones de diferentes santos que destacaron por su castidad. En ocasiones la vara de san José se encuentra remarcada con esta flor en alusión al respeto de José hacia María con la cual no mantuvo contacto camal y a su milagroso matrimonio.

Imagen 4: oro, incienso y mirra

Imagen 4: Oro, incienso y mirra

El oro, incienso y mirra (ver Imagen 4) son los presentes ofrecidos por los Reyes Magos, los cuales fueron los segundos destinatarios de la revelación del nacimiento de Cristo:

  • El oro hace alusión a la realeza del Niño Jesús que es agasajado con el tributo de un metal precioso que era una de las típicas ofrendas tributadas a los reyes, emperadores o a los dioses.
  • El incienso hace alusión a la divinidad de quien recibe dicho tributo, reservado en el mundo antiguo a los dioses o a ser quemado en los palacios. Reúne el incienso varios simbolismos convergentes: el humo, el perfume y las resinas incorruptibles con que se prepara. Así, el incienso se hace imagen visible de la oración, que, brotada de un corazón puro, se eleva hasta la divinidad, dejando un rastro oloroso. Ello lo convierte en atributo sacerdotal, lo cual explica que fuese uno de los regalos de los Magos a Jesús.
  • La mirra es exponente de la humanidad de Jesús, al ser empleada por los médicos de la antigüedad para curar heridas. También este presente entregado al Emmanuel hace referencia a su futuro martirio en la cruz, al ser la mirra uno de los elementos utilizados para el embalsamamiento con ungüentos aromáticos.

Juan Carlos Sánchez Gómez

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 10 - Asociación Belenista de Valladolid (2015)

Belenismo 2.0, por Héctor García Arias

27 Nov 15
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Belenismo 2.0

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 10 (2015) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidQuiero agradecer una vez más a Félix-Carmelo, y con ésta ya son tres, la oportunidad de poder participar en una nueva edición de la revista de la Asociación Belenista de Valladolid y poder compartir, con todos sus lectores, una breve reflexión sobre mis sentimientos relacionados con la Navidad y en esta ocasión sobre cómo veo yo el futuro de las asociaciones belenistas.

El primer año esta atalaya me dio ocasión de dedicar un pequeño homenaje a todos los que con su afición se dedican a “ese noble afán que se llama belenismo” y, especialmente y de forma póstuma, a mi padre Jesús García Alario.

El segundo, con mi recuerdo más sentido y especial para las 17 navidades que tuve la suerte de vivir y disfrutar con mi querido hijo Héctor, lo dediqué a reflejar el ambiente de añoranza que siempre rodea a las navidades pasadas y que, sin duda, constituyen la atmósfera con la que trabajan los belenistas.

En esta tercera ocasión, no me voy a dejar llevar mucho por la melancolía, que bien pudiera hacerlo, pues de nuevo otros seres queridos nos han dejado. Me gustaría dedicar esta nueva oportunidad para reflexionar acerca de los grandes retos a los que se enfrenta hoy la afición belenista, en una sociedad en la que las telecomunicaciones lo inundan todo y en la que lo global supera con creces a lo asociativo.

Dice un amigo mío, y yo lo comparto, que, tal y como están avanzando los tiempos, dentro de poco “lo que no pueda estar en la red tendrá que estar seguramente en un museo” y, apoyándome en este comentario, me gustaría exponer y compartir con los lectores acerca de cuál puede ser el futuro, según mi humilde opinión, del movimiento belenista.

Cada vez es más frecuente que las reuniones familiares o de amigos terminen compartiendo el último chiste que circula por la red y que previamente hemos descargado en nuestro teléfono móvil, provocando con ese simple gesto el que los demás asistentes hagan lo propio y aprovechen la ocasión para mostrar fotos, presentaciones o conectarse a Internet para cualquier cosa, convirtiéndose de esta forma los móviles, en definitiva las nuevas tecnologías, en los principales protagonistas de la reunión y, sustituyendo, en más ocasiones de las que sería deseable, lo que pudiera ser una agradable charla en familia, en una reunión individualizada en la que cada uno trastea con su smartphone o tablet.

Al margen de estas ocasiones en las que se hace un mal uso de las telecomunicaciones, lo cierto es que estas, las más de las veces, sirven para acercarnos, para estrechar lazos y sobre todo para difundir cualquier actividad.

Posibilitar la convivencia entre el belén tradicional y las nuevas tecnologías debe ser, en mi opinión, el objetivo que guíe las actuaciones presentes y futuras de cualquier organización belenista que quiera consolidarse y perdurar en el tiempo. Solo compaginando tradición e innovación tendrán el futuro asegurado.

Belenismo 2.0, imagen de recurso

La sociedad actual necesita que la bombardeen continuamente con mensajes de todo tipo y la Navidad no tiene porqué ser un tema de excepción. La necesidad de difundir lo realizado y compartir el trabajo con tanta ilusión creado, ha sido una necesidad que siempre ha estado presente. ¿Por qué no aprovechar las nuevas herramientas que la sociedad de la información pone a nuestro alcance día a día?

Por muy creativa que sea la actividad desarrollada por los belenistas, y lo es, y por mucha tradición que exista en algunas familias, que la hay, de traspasar todos estos conocimientos de padres a hijos, si esta actividad no se difunde de una forma más amplia, más atractiva y que conecte mejor con la sociedad actual, su futuro será muy incierto.

Pensando en esa creatividad desarrollada por los belenistas, más allá de su dominio en el manejo de la perspectiva, o de su imaginación para reproducir imágenes de hace 2.000 años, me viene a la memoria dos recuerdos de mi niñez. El primero corresponde a los desvelos de mi padre para hacer posible que el belén, que instalaba en una habitación de nuestra casa, tuviera un efecto gradual de amanecer o atardecer. En estos momentos, la parafernalia que tuvo que crear para que aquello sucediera nos causaría cuanto menos una leve sonrisa.

Y todo ese esfuerzo solo para conseguir que el belén fuera visto por el mayor número de personas posible y difundir ese noble afán.

El segundo recuerdo me lleva a los desvelos que tenían todo un grupo de pioneros belenistas, unidos solamente por el objetivo común de promocionar el belenismo, y que, con mucho trabajo y utilizando para este fin todas las herramientas que tenían en aquella época a su alcance, organizaban, entre otras actividades: belenes monumentales en la ciudad, mostrando con ello las ideas realizadas por muchos artistas nacionales; difundían a través de folletos las nuevas técnicas de construcción de dioramas; organizaban un belén viviente en la misa del Gallo, etc. Y todo ello sin contar con los múltiples concursos en residencias de ancianos, colegios, parroquias y ayuntamientos. Nada era suficiente para extender el belenismo, y ¡por qué no decirlo!, para hacer posible que la Navidad, año a año, por encima de otras tradiciones extranjeras, tuviera al belén como centro de su celebración.

Belenismo 2.0, imagen de recurso

En la actualidad las cosas han cambiado y la sociedad, como hemos comentado, ha evolucionado. ¿Por qué no utilizar las nuevas tecnologías para difundir todo este trabajo? ¿Por qué no compartir a través de estas redes, toda la tradición y la sabiduría acuñada con tanta ilusión año tras año?

Hoy, que todo se mide por la presencia en Internet y en las redes sociales, de tal modo que si no estás en ellas es como que no existes, basta echar una ojeada a las mismas para comprobar la escasísima presencia de nuestras organizaciones en las mismas, frente al claro avance de otras tradiciones navideñas.

Salvo excepciones, pocas son las asociaciones que apuestan por difundir el belenismo a través de estos medios y, cuando lo hacen, se reduce sin más a la mera difusión de fotos de alguna exposición.

Por ello, es necesario que sus dirigentes, aprovechando la imaginación que siempre ha acompañado a los belenistas, hagan una necesaria y profunda reflexión sobre cómo recuperar las iniciativas de antaño y fomentar el espíritu belenista, a través de las nuevas formas de comunicación, no sea que, por no reaccionar a tiempo, esta tradición, este “noble afán” pueda caer en el olvido. Algo, que ha podido ocurrir en muchas actividades u oficios, o por poner un ejemplo navideño, que está pasando con la tradición de felicitar las navidades por medio de un tarjetón navideño.

Tradición que se ha visto sustituida por una serie de pequeños mensajes prefabricados cada año por las compañías de telecomunicaciones, con el fin de fomentar la utilización masiva de esos pequeños inventos electrónicos. Felicitaciones en las que nadie aporta nada personal y que se envían a muchas personas simplemente apretando un botón, eliminando ese momento interno en el que pensamos en la persona a la que nos dirigimos y le damos, aunque sea con una simple firma, un recuerdo personal.

Ojalá que así sea.

Héctor García Arias

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 10 - Asociación Belenista de Valladolid (2015)

La alegría de la Navidad, por Juan Giner Pastor

27 Nov 15
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La alegría de la Navidad

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 10 (2015) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de Valladolid«Os anuncio una gran alegría: ha nacido el Salvador, que es el Cristo Señor». Así dice Lucas en el capítulo segundo de su Evangelio, describiendo la aparición del ángel a los pastores de Belén, y añade: «Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a la gente de buena voluntad!».

Y este mensaje de alegría, de gloria y de paz que resonó hace 2015 años es necesario que continúe resonando en nuestros corazones durante la Navidad, la fiesta más universal y entrañable. Una fiesta de inefable gozo; una fiesta tan dichosa, tan dichosa, que sin ella el mundo no tendría sentido para los cristianos; porque en la Navidad festejamos el nacimiento de quien vino a traerle al mundo la salvación. Pero, ¿cómo poder conjugar esta alegría de la Navidad que nos proclama el ángel de la Anunciata, con la realidad de un mundo repleto de desastres, de rencores, de envidias, de inconfesables ambiciones y de anhelos malvados? Un mundo estremecido por el terrorismo, el fanatismo, la pobreza, la emigración, la guerra…

Epifanía de Juan Giner¿Tiene sentido, pues, celebrar con alegría la Navidad nuevamente cada año, a pesar de tanto dolor, tantos sufrimientos e injusticias como asolan al orbe? ¿Por qué los belenistas volvemos a representar candorosamente las tiernas escenas del Nacimiento de Jesús en la cueva de Belén, del Anuncio del ángel a los pastores, del viaje ilusionado de los Magos de Oriente…?

Precisamente, porque celebrar la Navidad de Cristo es una invitación a la reflexión profunda, al examen de conciencia, al tranquilo repaso de nuestra propia vida. Celebrar la Navidad de Cristo es recordar que hemos de esforzarnos en mejorar día a día, porque siempre habrá metas que alcanzar más allá de la meta, si somos capaces de avanzar teniendo constantemente presente el mensaje de Jesús, porque Él es Camino, Verdad y Vida, algo que olvidamos continuamente, pero que no es una utopía irrealizable. Y, aunque es evidente que el mal existe en el mundo, también existe el bien, la bondad, siendo numerosos los ejemplos que nos ayudan y nos consuelan si sabemos encontrarlos entre la maraña de escándalos, de corrupciones, de engaños, de odios que los ocultan y que, tantas veces también, ocultan el auténtico sentido de la Navidad de Cristo, que hoy celebran tantos con despilfarro y juergas, con consumo alienante, con frenéticas ansias de insana diversión, hasta convertir los muchos valores de fe, de emoción, de afecto, de tradición, de familia, de raíces populares que la Navidad entraña, que la Navidad compendia y que la Navidad transmite, en unas fiestas desquiciadas sin ningún sentido para ellos.

Epifanía de Juan GinerLos belenistas sabemos que el belén difunde un mensaje que nos habla de humildad, como la de María aceptando la voluntad de Dios, ahora que sólo impera el afán de éxito, de triunfo, de imposición de nuestros intereses, pese a quien pese y caiga quien caiga. Un mensaje que nos habla de amor sincero, como el de María y José, como el de los pastores o los Magos, ahora que sólo el hedonismo está de moda. Un mensaje de sacrificio y resignación valerosa, como el de los Santos Inocentes, o el de la Sagrada Familia huyendo a Egipto, ahora que impera el egoísmo más atroz. Un mensaje que nos habla de hogar, como el de Nazaret, ahora que la familia está en crisis.

Contemplar los belenes es así algo trascendental en este mundo desquiciado y atroz. Y la necesidad de sentir el mensaje de paz y ternura que el belén transmite es lo que hace que todas las Navidades miles y miles de personas visiten las exposiciones realizadas por las asociaciones de belenistas y monten el belén en hogares, iglesias, instituciones hospitalarias y sociales, comercios, asociaciones festeras y culturales, residencias de ancianos, talleres o fábricas. Porque el belén se instala en todas partes y en todas partes esparce la buena nueva del amor de Dios que nace para todos, invitándonos a poner en práctica en nuestra vida el testimonio de humildad, de fe, de amor sincero, de familia y de sencillez que la Navidad nos ofrece. La manifestación de alegría que la Navidad es.

Ojalá que esta alegría nos siga iluminando, sin deslumbrarnos, para trabajar diariamente disfrutando de las pequeñas cosas que la vida nos depara; para comprender que la felicidad no depende de la riqueza ni del poder; que la felicidad brota íntima y profundamente de nuestra tranquilidad de espíritu, de nuestra conformidad responsable y sincera ante los designios de la voluntad divina, que nos ha creado a su imagen y semejanza, a imagen y semejanza de aquel niño nacido en Belén, el Cristo, Dios hecho hombre para mostrarnos que la auténtica realidad para una vida plena solo es el Amor.

Juan Giner Pastor
Maestro Mayor Belenista, Medalla UN-FOE-PRAE 2000,
Insignia de Oro FEB 2004 y Trofeo FEB 1981

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 10 - Asociación Belenista de Valladolid (2015)

El belén como expresión patriótica, por Letizia Arbeteta Mira

27 Nov 15
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El belén como expresión patriótica

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 10 (2015) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidQuerido lector:

Había comenzado a redactar un texto sobre ciertos aspectos del belenismo poco conocidos, cuando cayó en mis manos un curioso librito, cuyo contenido deseo compartir contigo.

“Navidad”, libro editado en 1944 por la Regiduría Central de Prensa y Propaganda, imprimido en los talleres del Instituto Geográfico y Catastral, obra sin firma de autor o autores, a cargo de la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las JONSSe titula “Navidad” y fue editado en 1944 por la Regiduría Central de Prensa y Propaganda. Pulcramente imprimido en los talleres del Instituto Geográfico y Catastral, se trata de una obra sin firma de autor o autores, a cargo de la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

Tiene 64 páginas y numerosas ilustraciones, realizadas por una buena mano, en el estilo propio de la época. La firma “Lara” en algunas de ellas, hace posible que sean obra de Carlos Pascual de Lara, artista por reivindicar, miembro de la llamada Escuela de Vallecas, de gran importancia para la vanguardia española.

Su contenido constituye un precioso documento histórico, pues se trata de una serie de instrucciones sobre cómo celebrar la Navidad, visto desde la perspectiva oficial de la España de posguerra. Las cosas fueron como fueron y no es lugar este para juzgarlas, sino de recoger testimonios que puedan ser interesantes para la historia y trayectoria del belén en nuestro país.

La obrita está dirigida exclusivamente a mujeres, posiblemente jóvenes y de clase media-alta, a juzgar por las recetas de cenas de Navidad que contiene, para cuya elaboración es necesario contar con ingredientes tales como trufas, lenguado, langostinos, salmón, capones, pollo y otras exquisiteces que, en los años del hambre, no debían estar al alcance de muchos.

Aplicando el principio germánico de las tres kas (Kinder, Küche, Kirche, niños, cocina, iglesia), el sexo femenino tenía como fin dar hijos al varón, mantener la cohesión familiar y ser el corazón del hogar. Para ello, eran precisos ciertos conocimientos, no sólo culinarios sino también religiosos y culturales, pues se le asignaba un papel de transmisora de la tradición y los valores imperantes en la sociedad a las jóvenes generaciones.

“Navidad, fiesta de la vida”. “Hoy sabréis que viene el Señor, y nos salvará: y mañana veréis su Gloria”

“Navidad, fiesta de la vida”
“Hoy sabréis que viene el Señor, y nos salvará:
y mañana veréis su Gloria”

En esta línea, el libro se ha configurado como un manual: tras una breve introducción, titulada “Navidad, fiesta de la vida”, que explica en clave religiosa el sentido de la celebración, hay un apartado de villancicos populares, distribuidos por regiones, con todas sus letras adaptadas y en español, traducidos los originales de las lenguas respectivas, con sus correspondientes notaciones musicales.

Sigue el guion para representar un Auto de Navidad, construido con fragmentos de la literatura clásica española. A continuación el recetario ya comentado y por último, un capítulo final dedicado a los nacimientos.

En su introducción, se comienza declarando la incompatibilidad entre el Nacimiento y la tradición de los Reyes Magos con las costumbres foráneas del árbol de Navidad y Papá Noel:

“… La característica de los hogares españoles en la Navidad es el Nacimiento (…) Nada de árboles barrocos de chillonas luces y relumbrones presentes; el árbol de reminiscencias extranjeras no encaja en los hogares de España, austeros e idealistas. Nuestros niños sueñan con la visión luminosa de una estrella que guía a unos Magos que para ellos atraviesan el mundo cargados de presentes. La imaginación del niño español no se conforma con la pobre visión de un Papá Noel…”

Después de esta declaración (si no de guerra, al menos hostil), se pasa a definir el belén o Nacimiento como ocupación propiamente infantil y profundamente patriótica:

“… Nacimiento que las manos infantiles levantaron entre amores y risas.”
“Nacimiento: símbolo de la casa española que como ninguna otra debe ser santuario de virtudes y heroísmos”
.

Y a continuación, dirigida a las madres, presentes o futuras, la pregunta: ¿Queréis que pensemos todas juntas en la manera más fácil de instalar un Nacimiento?

Como respuesta, se recogen una serie de instrucciones al respecto, que determinan la forma y componentes del belén.

Un nacimiento ideal en los hogares españoles de los años 40 del siglo XX.

Primeramente, había que disponer una mesa de buen tamaño en un rincón de la habitación apropiada sobre la que se colocaría lienzo o papel para su protección y se reservaría el fondo, junto a la pared, para colocar las montañas. En su falda, ocupando un lugar principal, se colocaría la cueva o portal, hacia el que habrían de converger todos los planos visuales. Se recomendaba usar corcho, papel engomado o cartones recortados y pintados para su construcción, con una techumbre “medio hundida” de paja o heno.

Sobre el portal… “colocaremos la estrella de los Reyes Magos, con sus seis puntas y su rabo, que hace la delicia de los pequeños”.

Algo más atrás, en la misma ladera, se dispondría “un pequeño poblado de casitas y, en lo alto, el palacio de Herodes”.

En la mesa “se puede colocar el prado y si se quiere el desierto”. El prado tendría árboles, un río o lago con su puente, chozas de pastores, cabras, gallinas, ovejas y otros animales domésticos, además de figuras, como las “zagalas bailando” junto al portal, pastores y niños ofreciendo presentes. Por el desierto vendrían los Reyes Magos. Nótese que no se menciona la “Huida a Egipto”.

“Diversos caminitos o senderos de arena, hierba o piedrecillas y algún riachuelo completan magníficamente el paisaje”. Para el resto del montaje, se recomienda arena, serrín en su color natural y musgo.

Desde las montañas, “… se formarán unas rampitas, por las que bajan los pastores al prado y al Portal”.

En cuanto al desierto, es fácil de hacer, pues se trata de amontonar arena o serrín, incluso en una mesa o tablero suplementarios, ya que “a los chicos les hace ilusión que (el belén) sea grande”, siendo además un recurso barato, pues se reserva para las figuras de los Reyes Magos y su cabalgata o caravana. Por supuesto, se pueden colocar algunas palmeras.

Así diseñado el escenario, siguen algunas ideas relativas a la realización casera de varios elementos, así como técnicas constructivas básicas.

Por ejemplo, para simular la vegetación del prado, se propone el uso de musgo, natural o artificial, o bien el serrín teñido de verde, que se recomienda hacer en casa colocando el serrín en seco con el pigmento dentro de una caja que se cierra y se agita para su mezclado.

Las montañas pueden elaborarse con papel engomado, harpillera [sic] enyesada y materiales más engorrosos, como la arcilla y el cemento.

Si se trabaja con papel, se realiza previamente un armazón con tablillas, cartones, bolas de papel de periódico, etc., y se recubre con papel mojado en engrudo o agua de cola. Se recomienda el papel de estraza que posteriormente se pinta y, una vez seco, “se rocía con arcilla, algo de serrín verde y musgo desmenuzado”.

El procedimiento con arpillera o tela de saco impregnada en yeso es similar. Sin embargo, con relación al cemento, aunque “quedan muy bien los montes, su manipulación es poco agradable y por eso no recomendamos el empleo de este material”.

Nacimiento ideal en los hogares españoles de los años 40 del siglo XX

Nacimiento ideal en los hogares españoles de los años 40 del siglo XX

Para realizar casas y otras edificaciones, como los molinos, se recurre a uno de los modos tradicionales, el cartón recortado y pintado simulando paredes agrietadas, con techo de cartón ondulado, pajas o heno pegados en las techumbres, las puertas y ventanas con papel transparente de colores “para que pase la luz”.

Los árboles se realizan a base de ramitas y copos de musgo seco, las chumberas con cartón recortado, los juncos con agujas de pino, etc. Sobre las palmeras, se especifica:

“Se recortan las hojas en papel verde y en varios tamaños. A modo de nervio se les pone un alambrito delgado, sujeto con un papel de goma, y se dan cortes de tijera a la hoja doblada para simular las palmas. Para confeccionar el tronco emplearemos un alambre, un poco grueso, y lo cubriremos o vendaremos con tiras de papel marrón, sujetando las hojas con hilo en uno de los extremos, cuidando de poner las más pequeñas primero y después las mayores (…) cuidando de abrir bien las hojas, arquear un poco el tronco, etc., podrán competir nuestras palmeras con las del oasis del Sahara.”

“Ríos, lagos, nieve, escarcha”, elementos que “no pueden faltar en ningún Nacimiento”, los primeros realizados con espejos o papel de plata y como novedad, con dos placas de vidrio, la inferior pintada y cubierta de guijarros y otra encima, dejando un hueco, con los bordes disimulados en la tierra y la vegetación. Rizando el rizo, el anónimo autor (o autora) propone: “Si sobre este vidrio se hace correr un hilo de agua el efecto será completo, dando la sensación de un río caudaloso”. En efecto, de seguir al pie de la letra estas instrucciones sin más, la mesa y el suelo de la habitación donde está colocado el belén, pueden volverse “un río caudaloso”, una vez anegados prado y desierto.

Sin embargo, el mayor peligro podía residir en la costumbre de iluminar estos nacimientos caseros con lámparas incandescentes, que frecuentemente abrasaban por contacto materiales fácilmente combustibles como la paja o el papel.

La práctica de envolver las bombillas con papeles de seda de colores es responsable de aquellos incendios -afortunadamente de poca importancia en su mayoría y precedidos de un penetrante olor a quemado- que más de un belenista presenció en su lejana infancia.

Así, a la hora de iluminar el Nacimiento, se reconoce la tradición secular que considera el belén una representación nocturna: “Conviene poner a oscuras la habitación en la que se instale el Nacimiento, y éste no excesivamente iluminado. Las luces, naturalmente ocultas, se colocarán en la parte superior”.

Para lograr distintas escenificaciones, los recursos no pueden ser más primitivos. Por ejemplo, si se desea obtener el efecto de día, será preciso matizar la luz “cubriendo las bombillas con papeles de seda de colores suaves”, y si es de noche, los papeles serán azules, o bien se pintan las bombillas, pudiendo, como alternativa, colocarlas en un espacio, preparado al efecto, entre las montañas y el celaje. Este puede llevar encoladas estrellas de papel de plata, o, si se desea conseguir una sensación más realista de cielo estrellado, además de los consabidos agujeros en el papel, se colgará “pendiente de unos hilillos finísimos, una serie de lentejuelas que, oscilando suavemente a la menor corriente de aire, semejan a maravilla el parpadeo de los luceros”, técnica que nunca he visto aplicada y que, por curiosidad, pienso probar, aunque no debe ser fácil disponer de hilos tan sutiles.

En el portal, junto a las pajas, el papel, el musgo y el corcho, también se propone colocar una bombilla, pintada o envuelta en su papel correspondiente, y lo mismo en la hoguera de los pastores que, en este caso, tiene ya preparados los palos de la fogata.

Tradición y política
Ironías aparte, lo cierto es que este pequeño recetario de cómo construir un belén, posee un extraordinario valor documental, ya que es testimonio de la supervivencia de ciertas tradiciones, tanto iconográficas como de técnicas constructivas, que superaron el trauma de una guerra civil y el consiguiente cambio de las mentalidades.

Por otra parte, la promoción “desde arriba” de la tradición belenista, presentada como una actitud patriótica, puede explicar también el rechazo de ciertos sectores a los Nacimientos en general, proponiendo las modas foráneas, rechazadas por la Sección Femenina, como alternativa para la necesaria modernización del país.

Quizás a causa de publicaciones como la que se comenta, sin duda bienintencionada, aunque con su dosis de bonachona cursilería, acentuada por el abuso de diminutivos y expresiones decididamente ñoñas (la frase “pastorcitas muy requetepequeñísimas” se lleva la palma), sus recetas imposibles, frustrantes para la mayoría de la población y su ignorancia de las lenguas vernáculas, parte esencial de nuestra cultura, el belenismo y los belenes pasaron a encuadrarse bajo la etiqueta del nacionalcatolicismo y la ideología franquista, perdiéndose así la noción de su verdadera importancia, muy por encima de las tendencias políticas, ya que, como manifestación cultural secular, creadora de destrezas y saberes propios, el belén es patrimonio inmaterial de toda Europa y aún de la Humanidad.

Afortunadamente hoy, cuando tantas cosas parecen separarnos, la pasión por los belenes sigue uniendo a todos los “hombres de buena voluntad”.

Letizia Arbeteta Mira
Doctora en Historia del Arte

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 10 - Asociación Belenista de Valladolid (2015)

La «Anunciación» a san José, por Juan María Silvela Miláns del Bosch

27 Nov 15
Presidencia FEB
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La «Anunciación» a san José

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 10 (2015) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidHay dos personajes del Nuevo Testamento que en mis lecturas de exégesis nunca he llegado a entender del todo; son san Juan Bautista y san José. Sobre el primero de ellos, un libro, titulado Los esenios, Qumrán, Juan Bautista y Jesús de Hartmut Stegemann [1] me aclaró bastante el personaje, pero me quedan varias dudas sobre el mismo.

La más importante es la siguiente: si, como afirma Senén Vidal, en su libro El documento Q. Primeros dichos de Jesús [2], “la misión de Jesús tuvo sus inicios en la misión de Juan y siempre mantuvo una referencia a ella”, ¿cómo san Juan no reconoció a Jesús como el Mesías esperado, es decir: el “más fuerte”, anunciado por el propio Bautista?

Por otra parte, y siguiendo al citado autor, es evidente que Jesús, en su predicación sobre la llegada del Reino de Dios, se presentó “implícitamente” como Mesías en sus recorridos por los pueblos de Galilea. Este fue, sin duda, el motivo de la posterior pregunta de san Juan: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mateo 11, 3) [3]. Ante la contestación de Jesús a los discípulos de san Juan con la indicación de que se estaban cumpliendo los signos anunciados por el profeta Isaías de la llegada de los tiempos mesiánicos, desconocemos la contestación de El Bautista desde la cárcel.

Identificado san Juan como Elías por Mateo, pues se esperaba que éste último debía volver para ser el precursor del Mesías, no entiendo porqué san Juan no ordenó a su comunidad integrarse con los seguidores de Jesús. Ya sé que el Maestro había advertido con anterioridad a los discípulos de aquél que: “no se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan” (Mateo 9, 17) [3]. A pesar de esta advertencia y de la consideración de que la misión de san Juan pertenecía al Antiguo Testamento, ya superado, mientras que la misión de Jesús era hacer presente el Reino de Dios, es decir, era la “época nueva” (expresión de Senén Vidal), no me parece justificación suficiente a lo que no fue, en realidad, un decidido reconocimiento, pues solo una parte de la comunidad de El Bautista se haría cristiana.

Pero dejemos esta cuestión para un futuro artículo que escribiré cuando me haya informado más y vayamos a mis dudas sobre san José.

La "Anunciación" a san José (autor desconocido)

En la Palestina de la época no era posible realizar un repudio en secreto, pues era un acto público con testigos. Es una contradicción en sus términos y, por tanto, se debe intentar una interpretación del texto de la “anunciación” a san José de otra forma. Así lo hizo recientemente el exégeta Ignacio de la Potterie en su obra: María en el ministerio de la alianza [4].

Sin embargo, la Biblia de la Conferencia Episcopal sigue con la versión tradicional: “José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tu le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1, 19-21) [3].

Con todo, en el original griego de estos versículos [5] hay tres vocablos claves que nos van a permitir una interpretación distinta de la “anunciación” a san José.

El sueño de san José, 1790. Gaetano Gandolfi. Colección privada

El sueño de san José, 1790
Gaetano Gandolfi
Colección privada

Del primero que voy a tratar es del adjetivo dikaios, traducido normalmente por justo. Según Benedicto XVI, “la calificación de san José como hombre justo (zaddik) va mucho más allá de la decisión de aquel momento” [6]. Además, el papa advierte que esta calificación de san José “lo incluye entre los grandes patriarcas de la Antigua Alianza, comenzando por Abraham, “el justo”. Una descripción de un hombre con esta virtud se realiza en el salmo I [3]: “…su gozo es la ley del Señor” (versículo 2); y “Será como un árbol plantado al borde de la acequia; da fruto a su sazón” (versículo 3). Para Benedicto XVI, la voluntad de Dios no es para el justo una ley impuesta desde fuera, sino “gozo”. En Jeremías 17, 7, la descripción va más allá, pues el justo es el “bendito”, que “…confía en el Señor y pone en el Señor su confianza” [3]. En consecuencia, interpreto que este adjetivo, justo, si sólo se hubiera referido, con respecto a san José, a ser un exacto cumplidor de la Ley, debía haberle obligado a denunciar a su esposa, lo que traería inexorablemente su lapidación. Sin embargo, san José, por ser hombre justo, en diálogo constante con Dios, supo interpretar la ley con amor y estar preparado para actuar tal como quiso el Señor. Y esto es lo que quiere indicar Mateo con este adjetivo.

El segundo es el verbo apoluô, que se ha traducido normalmente por repudiar (es decir: que designa la acción de romper el vínculo matrimonial); pero también puede emplearse para señalar la acción dejar ir o separarse.

Por último, el tercero es el también verbo deigmatizô, del que Antonio Orozco [7] indica que no debe traducirse necesariamente por difamar. Este vocablo es muy raro en el griego de la koiné y, quizás por ello, se ha considerado sinónimo del verbo compuesto paradeigmatizô, que si que tiene el sentido de “exponer a la afrenta” o difamar. El primero puede traducirse, según este filósofo, por manifestar o dar a conocer.

En consecuencia, este último autor, siguiendo a Potterie, realiza la siguiente traducción de estos versículos “José, su esposo, como era justo y no quisiese revelar (el misterio de María), resolvió separarse de ella secretamente”. De esta forma, sí que entiendo la figura del Santo Patriarca, pero diversos exégetas modernos no suelen tener en cuenta esta forma de traducir los citados versículos, a pesar de que varios grandes padres de la Iglesia los interpretaron así.

Santo Tomás, siguiendo esta tradición de los Padres, aseguraría que “José quiso abandonar a María no porque tuviera ninguna sospecha de ella, sino porque, debido a su humildad, temía vivir unido a tanta santidad, por eso después le dijo el ángel: no temas”. En un pueblo pequeño y de escasos habitantes como Nazaret, donde las casas, según nos las describe el arqueólogo Joaquín González Echegaray [8], recientemente fallecido, constaban sólo de una o doble estancia (a veces, con una segunda planta de dormitorio único), unidas por espacios abiertos comunes, era muy difícil que cualquier asunto de su vida pasara inadvertido para sus vecinos; en consecuencia, es muy lógico que san José estuviera al tanto de todo. Además, según este autor, se debe tener en cuenta que Jesús seguramente sabía escribir y hablaba, además de su arameo natal, griego y hebreo; en consecuencia, podría deducirse que también su padre legal, que no era un pobre o obrero sin cualificar (ergates en griego), sino un artesano de la construcción o obrero especializado (tekton en griego), no debía ser un analfabeto, conocería bien el Antiguo Testamento y no pasaría inadvertida para él la profecía de Isaías: «Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo: Mirad, la virgen está encinta y da luz a un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel” (Dios con nosotros).

En este caso, la Biblia de la Conferencia Episcopal respeta la versión griega de los LXX (Isaías 7, 14) y traduce la palabra hebrea almah, que significa doncella, por virgen (parthénos en griego). Aparte de la discusión de si se puede utilizar estos versículos para justificar la concepción virginal de Jesús, pues el niño puede referirse a Ezequías hijo de Acaz, es muy probable que la versión de los LXX del Antiguo Testamento, que es tan inspirada como la hebrea, fuera conocida en la Galilea baja, pues estaba muy helenizada, y, por tanto, hubiera sido la que san José oyera o leyera. Desde luego, fue la que utilizaron los primeros cristianos.

Sueño de san José, 1625/1630. Gerard Seghers. Museo de Historia del Arte de Viena

Sueño de san José, 1625/1630
Gerard Seghers
Museo de Historia del Arte de Viena

También el teólogo José Antonio Sayés, en su espléndido libro Señor y Cristo [9], recoge la interpretación del exégeta Léon-Dufour [10], que reproduce la frase pronunciada por el ángel de la siguiente forma: “ciertamente que lo que ha sido concebido en ella (como tú ves) viene del Espíritu Santo”, basada en la traducción de la partícula griega gár (pues) por ciertamente, pero, a continuación, afirma que esta forma de traducir este versículo “presenta reparos serios”. A pesar de todo, en la nota 32 de la citada obra se hace eco de la opinión de Daniélou: “el anuncio a José no tiene por objeto la concepción virginal: esta le es ya conocida, pues en José no hay ninguna turbación psicológica acerca de la actitud que ha de tomar para con María. El anuncio tiene por objeto darle a conocer su propia relación respeto al niño que va a nacer, actitud que consistirá en asumir la paternidad legal, al fin de asegurar (y aquí volvemos a comprobar la intención de Mateo, que ya se adivina en la genealogía) su filiación davídica”. Es decir, ser el padre de Jesús según la Ley y hacerle descendiente de David.

En el arte y en determinada iconografía, es muy frecuente que se represente al Santo Patriarca viejo y en un segundo plano, como despistado. Pero su misión sería, al fin, reconocida cuando fue declarado patrono de la Iglesia por Pío IX el 8 de diciembre de 1871. Posteriormente, el papa León XIII, en su encíclica Quamquam pluries (1889), escribiría: “… si Dios le dio un esposo a la Virgen, no fue solo para darle un compañero en su vida, testigo de su virginidad, y defensor de su honestidad, sino también para hacerle partícipe de su excelsa dignidad en virtud del compromiso conyugal”. Además, Juan XXIII llegó a decir que “Nadie es tan grande después de la Virgen María” [11]. Y san Josemaría Escrivá, sobre los motivos para venerar a San José, afirmaba que: “fue un varón fuerte en la fe…; sacó adelante su familia -a Jesús y María-, con su trabajo esforzado; guardó la pureza de la Virgen, que era su esposa…; y respetó -amó- la libertad de Dios, que hizo la elección, no sólo de la Virgen como Madre, sino también de él como Esposo de Santa María” [12].

Todo ello me ha llevado a tenerle una gran y especial devoción. Aunque no tengo los suficientes conocimientos para discutir con los exégetas si la interpretación del pasaje del Evangelio de san Mateo, que describe la “anunciación” a San José expuesta en este artículo es la más correcta, no habiendo unanimidad, es la que he escogido, porque me permite comprender mejor al Santo Patriarca y me facilita la identificación con la Sagrada Familia, a la que tengo también una gran devoción.

Juan María Silvela Miláns del Bosch

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Referencias Bibliográficas

[1] STEGEMANN, Hartmut: Los esenios, Qumrán, Juan Bautista y Jesús. Ed. Trotta. Madrid, 1966 (6.ª edición)

[2] VIDAL, Senén: El documento Q. Primeros dichos de Jesús. Ed. Sal Terrae. Santander, 2011

[3] Sagrada Biblia: versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Ed. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 2010

[4] DE LA POTTERIE, Ignacio: María en el ministerio de la alianza. Ed. BAC. Madrid, 1993

[5] BOVER, José María y O’CALLAGHAN, José: Nuevo Testamento Trilingüe. Ed. BAC. Madrid, 2005 (6.ª edición)

[6] RATZINGER, Joseph: La infancia de Jesús. Ed. Planeta. Barcelona, 2012

[7] OROZCO DELCLÓS, Antonio: Madre de Dios y Madre nuestra. Ed. Rialp. Madrid, 1996

[8] GONZÁLEZ ECHEGARAY, Joaquín: Arqueología y Evangelios. Ed. Verbo Divino. Estella, 1999. También, GONZÁLEZ ECHEGARAY, Joaquín: Jesús en Galilea. Aproximación desde la arqueología. Ed. Verbo Divino. Estella, 2001

[9] SAYÉS BERMEJO, José Antonio: Señor y Cristo. Ed. Universidad de Navarra (EUNSA). Pamplona, 1995

[10] LÉON-DUFOUR, Xavier: Estudios de Evangelio (Estudio II: El anuncio a José). Ed. Estela. Barcelona, 1969

[11] JUAN XXIII: Decreto de la Sagrada Congregación de los Ritos del año 1962, por el que se incluía el nombre de san José en el Canon de la Misa

[12] ESCRIVÁ DE BALAGUER, Josemaría: Forja (552). Ed. Rialp. Madrid, 2008 (15.ª edición)

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 10 - Asociación Belenista de Valladolid (2015)

Belenes y belenistas, por José Luis Alonso Ponga

27 Nov 15
Presidencia FEB
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Belenes y belenistas

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 10 (2015) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEl belén sigue ocupando un lugar central en la Navidad, a pesar del aparente retroceso y cesión de terreno a otras formas de representar el espíritu navideño. Este causa interés y curiosidad a la mayoría de la población que recorre iglesias y lugares de exposición belenista en rutas culturales que no vemos en otros eventos, si exceptuamos la Semana Santa. Es el belén la representación del nacimiento de Cristo, pero también la representación de la quintaesencia de la infancia, de la ilusión incontaminada de los niños de hoy y de los que ya lo fuimos. Nos permite crear y diseñar espacios, llenarlos con figuras y escenas personalizadas, creernos artistas sublimes en el manejo de unas categorías estéticas que nacen de las creencias y de la tradición familiar.

En el belén, por un acuerdo tácito entre creadores y visitantes, cabe todo pues sus elementos dependen de la genialidad del autor dentro de unas coordenadas culturales en las que se espera que el artista cree, primero, su espacio expositivo para, a continuación, dominarlo, divertirse con él, crear escenas y paisajes, caminos y cuevas, ríos y fuentes, recovecos que juguetean a no dejarse ver, pero que muestran detalles espectaculares. La escasa información que os proporcionan los evangelios canónicos sobre el nacimiento y la infancia del Salvador, se suplió desde los siglos IV y V con relatos de evangelistas apócrifos, y más tarde con leyendas surgidas de las visiones que tuvieron algunos místicos medievales, difundidas a través de santorales y libros de devoción, cargadas de ternura y plagadas de hechos maravillosos, como corresponde al nacimiento de Dios.

Alrededor de los belenes se han desarrollado y desarrollan una serie de actividades sociales de gran importancia, tanto en los belenes monumentales de iglesias y espacios públicos como en los familiares. El belén de las iglesias tiene una función religiosa, más oficial y relacionada con la religiosidad hegemónica; mientras que el particular transmite una religiosidad más intimista y doméstica y es gestionado por el cabeza de familia. Por eso la tradición se transmite de padres a hijos, y aún hoy añoramos las escenas de los niños ayudando, es un decir, a la colocación de las figuras, cada uno según su criterio y visión.

Escena de un belén napolitano
El belén popular es el heredero del belén palaciego, también en las escenas porque los grandes diseñadores de belenes palaciegos y cultos envolvieron el misterio con hechos sacados de la vida cotidiana. En un intento de acercar a todos un suceso que ocurrió en la historia en un momento preciso del tiempo, pero que se conmemora cíclicamente. Por eso el belén es un hecho transcultural capaz de reflejar una idea en diversos tiempos y culturas.

El auge y desarrollo de los belenes, su popularización y creación colectiva, se debe a las asociaciones belenistas muy extendidas por todo el país. Con su ingenio e ilusión han sido capaces de enganchar a todos los públicos. A lo largo de su vida han conseguido crear uno de los patrimonios inmateriales más llamativos, activar una serie de estéticas que estaban ahí, despertar una serie de intereses en grupos de amigos y de familia, y poner en marcha rutas en las ciudades o entre las ciudades. Sin estas bases no sería viable crear una serie de actividades culturales y patrimoniales que generan un turismo religioso y profano, gastronómico y estético, una fuente más de autoestima y de riqueza para una nueva sociedad que comienza a celebrar las fiestas, cada vez más, fuera de casa y de la ciudad que habita todo el año.

Los belenistas mantienen la tradición heredada del siglo XVIII, cuando se extendió la costumbre de poner en los domicilios particulares escenas del nacimiento a imitación de lo que se hacía en los palacios y casonas nobiliarias. Con una maestría indiscutible, sobre las raíces de una cultura tradicional propia o ajena, crean cada vez mejores escenografías, dioramas de extraordinario valor con profundas perspectivas y efectos barrocos, con luces que juegan a disimular y a realzar otras bellezas. Ellos son los responsables de que año tras año podamos deleitarnos con las maravillas que se exponen en parroquias e iglesias a modo de auténticos monumentos efímeros que, sin duda, ponen una nota de belleza altruista en la monotonía de la Navidad mercantilista.

José Luis Alonso Ponga
Cátedra de Estudios sobre la Tradición (Universidad de Valladolid)