Categoría: 1999 – XXXVII Congreso Nacional Belenista

D. José Torres Cabezón – Trofeo FEB 1999 – Asociación de Belenistas de La Rioja

11 Abr 99
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Logo de la Asociación de Belenistas de La RiojaNo disponemos ni de imagen ni del texto de este currículum, ya que no apareció en el libro del XXXVII Congreso Nacional Belenista 1999. Estamos trabajando para recuperarlo

D. Luis María Barril Viejo – Trofeo FEB 1999 – Asociación Belenista de Gijón

11 Abr 99
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Luis María Barril Viejo - Trofeo FEB 1999

Luis María Barril Viejo
Trofeo FEB 1999

Logo AB GijónEste carbayón de 35 años tuvo una vocación tardía para el mundo del belenismo, pero su entrega total a esta causa en los últimos diez años le han hecho recuperar el tiempo perdido y le conducen a ser un ejemplo a seguir.

Para él no hay una Navidad en diciembre; el año entero es un vivir inmerso en actividades belenistas: investigador de técnicas y materiales que refleja en un rosario continuado de pruebas, reconocido fotógrafo de nacimientos y dioramas, divulgador de conocimientos belenistas en diversos artículos y cursillos son solo algunos adornos de una biografía en la que hay que destacar ese amor por el belén que consigue transmitir y contagiar a todos los que le rodean.

No hay pausa en su trabajo, es como una obsesión que le lleva a perder el sueño -lo hemos comprobado viéndole trasnochar y madrugar de continuo- en busca de un acabado en un diorama o en conseguir un efecto determinado, sin embargo, ese ímpetu se vuelve todo paciencia cuando se trata de enseñar a los más jóvenes o responder a aquellas cuestiones del mundo del belén que él domina.

En la Navidad de 1998 su dirección artística en el belén monumental de Gijón ha sido la culminación, hasta el momento, de una carrera belenista que, dada su juventud, promete ser larga y fructífera.

D. Norberto Chiapuso Pascual – Trofeo FEB 1999 – Gipuzkoako Belenzaleen Elkartea “Francisco de Asís” Asociación Belenista de Gipuzkoa

11 Abr 99
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Norberto Chiapuso Pascual - Trofeo FEB 1999

Norberto Chiapuso Pascual
Trofeo FEB 1999

Logo de la Gipuzkoako Belenzaleen Elkartea “Francisco de Asís” Asociación Belenista de GipuzkoaNace en Donostia-San Sebastián el 15 de agosto de 1934, siendo uno de los primeros y más gratos recuerdos de su niñez el belén presente en las Navidades en su casa paterna. Esta imagen se le graba profundamente y ya de adolescente se presenta a los concursos infantiles de belenes portátiles que todos los años, desde su fundación, organiza la Asociación Belenista de Guipúzcoa, obteniendo varios premios.

Con el paso del tiempo se afirma y acrecienta si cabe su afición belenista, ingresando en nuestra Asociación en el año 1951; teniendo en cuenta que la misma fue fundada en 1947, es hoy en día uno de los socios más antiguos de la misma.

Desde el primer momento dentro de la Asociación es uno de sus miembros más activos, siendo elegido Secretario para los años 1980 a 1986.

Norberto, casado y con dos hijos, ha vivido y vive año tras año en su hogar profundamente el sentido cristiano de la Navidad apoyado en gran parte de la catequética de sus belenes.

Profesional de la restauración, en todo momento ha puesto su saber hacer, sus conocimientos y su trabajo, de forma totalmente desinteresada, al servicio de la Asociación, habiendo realizado a lo largo de estos casi 50 años, múltiples arreglos y reparaciones de figuras, grupos, belenes, etc.

Todos los años presenta en las exposiciones navideñas dos originales y bellos dioramas que siempre llevan su sello personal inconfundible. Además, realiza multitud de belenes para parroquias, conventos, residencias sacerdotales, sucursales de la Caja de Ahorros-Kutxa, etc.

Importante coleccionista de figuras, ha regalado a nuestra Asociación muchas de ellas en reiteradas ocasiones, logrando a través de sus relaciones en el campo profesional varias donaciones de figuras con el mismo fin; facilitando en otras, posibilidades de auténticas oportunidades para su adquisición.

En nuestros cursillos de construcción de belenes, ha impartido enseñanzas sobre aplicaciones de pasta de papel, pintura e iluminación.

Otra interesante faceta es su coleccionismo filatélico y numismático, especializado en sellos de la Navidad de distintos países y en monedas de la época de Cristo.

Como lógico complemento de su afición filatélica, escribió en el año 1974 el Cuaderno n° 3 de nuestra serie de Temas Navideños titulado La Navidad en la filatelia, obteniendo la medalla de oro de escritos filatélicos sobre la Navidad en la Exposición del Atlántico de Canarias en el año 1982. Consigue varios premios más en otras exposiciones, entre los que podemos destacar la medalla de bronce en la de Valladolid en 1984.

Ha cedido en varias ocasiones sus colecciones tanto de sellos como de monedas para nuestras exposiciones así como tallas de cuadros de valor artístico.

En su dilatada pertenencia al belenismo asociativo ha asistido a múltiples Congresos Nacionales e Internacionales: entre los primeros recordamos los de San Sebastián, Pamplona, Barcelona, Santander, Bilbao y Madrid, y entre los segundos, los de San Sebastián, Innsbruck, Madrid y Génova.

Por lo expuesto, por la constante entrega y servicio al belenismo durante toda su vida, el pasado 8 de julio de 1999, la Junta Directiva de la Asociación Belenista de Gipúzcoa tomó, por unanimidad, el acuerdo de proponer por medio de su presidente a la FEB a Norberto Chiapuso Pascual para la concesión del Trofeo Federación Española de Belenistas 1999.

D. Plácido Valderrama Carranza – Trofeo FEB 1999 – Asociación Belenista de Burgos

11 Abr 99
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Plácido Valderrama Carranza - Trofeo FEB 1999

Plácido Valderrama Carranza
Trofeo FEB 1999

Logo AB BurgosNació en Solduengo de Bureba (Burgos) en 1950, donde pasó sus primeros años de vida en los que, en el seno de su familia, se formó en un sincero espíritu cristiano. Posteriormente se trasladó a San Sebastián, ciudad en la que residió siete años y donde realizó estudios de Maestría Industrial, en su rama Electrónica.

Trasladado a Burgos, donde fija su residencia, en 1978 ingresa en la Caja de Ahorros del Círculo como miembro de su Servicio de Mantenimiento de Instalaciones, y en esta empresa trabaja ininterrumpidamente hasta el día de hoy. Desde hace varios años es el responsable de este mismo servicio y, desde su puesto, colabora todas las Campañas de Navidad en el montaje de los belenes de las oficinas de dicha entidad en Burgos y provincia.

Casado y padre de familia, dotado de una sencillez y calidad humana extraordinaria, trabajador incansable, colabora con la Asociación Belenista en todas las ocasiones en que se solicita su apoyo.

Es el responsable, junto con su equipo, de la instalación y mantenimiento de los belenes monumentales y sociales que se colocan todos los años al aire libre o en diversas instituciones y por cuya conservación vela con extremado celo. También es el responsable del montaje de la exposición de dioramas de la Asociación que todas las Navidades se exhiben en una localidad diferente de la provincia de Burgos. Su buen hacer y dedicación quedaron especialmente de manifiesto durante la celebración del XXXVI Congreso Nacional Belenista, donde con generosidad y dedicación se encargó de la instalación de la exposición de dioramas y del acondicionamiento de las salas para las diversas actividades.

Por todo esto y por muchos otros motivos, consideramos que es la persona idónea para concederle el Trofeo Federación Española de Belenistas 1999.

Familia Artaiz-Urdaci – Trofeo FEB 1999 – Asociación de Belenistas de Pamplona

11 Abr 99
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Logo de la Asociación de Belenistas de PamplonaCada año nos parece que a través del paso de los días se nos van escapando diversos momentos que será difícil reproducir; la sociedad nos pone de nuevo en la realidad del día a día y nos presenta otras coyunturas, otras ocasiones que demuestran nuestro error; la sociedad corre y corre, los tiempos nos envuelven, todo se desarrolla a un ritmo vertiginoso y hay personas o grupos que, de repente, salen de esa situación y rompen los moldes; la semana acaba con el trabajo y llega el ocio, unos este lo emplean sabiamente, otros lo desperdician o lo acomodan a sus gustos.

La familia es una de las variedades elegidas para ese descanso, y dentro de las múltiples facetas y del gran abanico de posibilidades que este nos presenta, es interesante, muy interesante, la que eligió la Familia Artaiz-Urdaci: ellos han preferido la que a la vez que les produce solaz para el descanso, sirve para que otros centremos nuestro espíritu en la que es causa y raíz de nuestra existencia.

La Familia Artaiz-Urdaci, pastoreada por José Mari Artaiz, acompañado de su esposa, hijos, nietos, sobrinos, cuñado, «todos», desde hace 25 años -comenzaron en San Quirico el año 1974- han ido cada Navidad dejando en otras tantas cimas navarras un pequeño belén; ellos han sabido buscar en un recodo del camino o en la cima, un hueco, una hendidura rocosa, el sitio preferente donde dejar sencillas figuras de San José, la Virgen María y ese Niñito que es fuente de nuestros pensamientos, trabajos y devoción.

Nos llena de orgullo y responsabilidad contar con esta familia amiga que así hace público su amor al Niño de Belén y la Sagrada Familia: ojalá seáis por muchos años merecedores de este reconocimiento que hoy os hace la Federación Española de Belenistas en respuesta a nuestra petición.

Gracias, por vuestro amor.

D. Francisco Jiménez Moreno – Trofeo FEB 1999 – Asociación de Belenistas de Madrid

11 Abr 99
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Francisco Jiménez Moreno - Trofeo FEB 1999

Francisco Jiménez Moreno
Trofeo FEB 1999

Logo de la Asociación de Belenistas de Madrid (blanco y negro)Ingresó en nuestra Asociación el 24 de septiembre de 1991. El 21 de marzo de 1996 entra a formar parte de la Junta Directiva y desde entonces continúa como Vocal.

Antes de su ingreso ya trabajaba en la Asociación pues Josefina (su esposa) ya pertenecía a la misma.

Se puede decir sin temor a equivocarse que es de esas personas que encajan en cualquier parte y a la que puede encomendársele cualquier trabajo.

Participa activamente en las campañas, lo mismo podemos verle construyendo un diorama, que de monitor en los cursos o montando un belén en cualquier centro comercial.

Por su dominio en el campo de la electricidad, se ocupa de todo lo referente a la misma y también es el que se encarga de tener a punto todas las herramientas.

Por todo esto, la Asociación de Belenistas de Madrid propone que le sea otorgado el Trofeo Federación Española de Belenistas a D. Francisco Jiménez Moreno en el XXXVII Congreso Nacional, que tendrá lugar en Alicante, La Marina y Callosa de Segura.

Cartel XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999

XXXVII Congreso Nacional Belenista 1999 – Saludo conjunto de las entidades organizadoras

09 Abr 99
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Cartel XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999Logo XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999Ven a ver Belenes es el lema del XXXVII Congreso Nacional Belenista, porque las tres asociaciones que -por primera vez en la historia federativa- recibimos el encargo de la Federación Española de Belenistas para organizar conjuntamente la anual convivencia nacional, tuvimos muy claro desde el principio que el belén debía ser el protagonista fundamental de este Congreso a realizar en la provincia de Alicante, una de las de mayor actividad belenista de España, por las numerosas asociaciones que aquí desarrollan con entusiasmo ejemplar la modélica serie de iniciativas demostrativas de su categoría creativa y artística.

Así, la Asociación de Belenistas de Alicante, la Asociación Belenista «Amics del Betlem de La Marina» y la Asociación de Belenistas de Callosa de Segura, asumimos la responsabilidad de organizar el XXXVII Congreso Nacional Belenista con esta ilusión: que los belenistas que acudiesen a las tierras alicantinas pudiesen tener muchas oportunidades de ver el acrisolado trabajo belenista que se hace en nuestra provincia.

Y si en el mundo belenista Alicante tiene un bien ganado prestigio creativo y artístico, además los alicantinos somos también -sin falsas modestias- gentes amigables y alegres, entrañables y cariñosas, con la amabilidad que proporcionan milenios de apertura al Mediterráneo, auténtico camino de civilización y de historia, encrucijada de pueblos, de riqueza y de arte.

Os ofrecemos, pues, amigos congresistas, junto a nuestros belenes, nuestra cordialidad y nuestro deseo de que vuestra estancia en estas tierras os sea grata y provechosa. Desde las risueñas costas que el «Mare Nostrum» baña, a los pintorescos y agrestes paisajes montañosos; desde los abigarrados panoramas de las huertas feraces, a la actividad ejemplar de las laboriosas poblaciones industriales, la provincia de Alicante os saluda y os abraza, como nosotros, belenistas alicantinos, os abrazamos y nos ponemos a vuestra disposición de todo corazón.

Asociación de Belenistas de Alicante
Asociación Belenista «Amics del Betlem de La Marina»
Asociación de Belenistas de Callosa de Segura

Cartel XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999

Comunicaciones – XXXVII Congreso Nacional Belenista 1999 – Coplillas del Congreso de Alicante, por Ramón Villa Fernández

08 Abr 99
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Coplillas del Congreso de Alicante, por Ramón Villa Fernández

Cartel XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999

Caminante que en silencio,
reposas junto a un nogal,
presta atención a los versos,
que te voy a recitar.

Soy tu Ángel de La Guarda,
soy tu Luz de La Verdad,
y en buena nueva te anuncio,
que un Congreso empezará.

De belenes y dioramas,
de amistad y de hermandad,
con belenistas de España,
que a la cita acudirán.

En Alicante y su provincia,
y en abril a más tardar,
será un bonito Congreso,
al que debes de llegar.

Se comienza en La Marina,
y en las Fuentes del Algar,
Altea, Benidorm, Guadalest,
y Callosa d’en Sarriá.

Logo XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999Alicante, engalanada,
espera en festividad,
que el Museo de Belenes,
sea difícil de olvidar.

Y Callosa de Segura,
se ultima en preparar,
la muestra de artesanía,
que todos disfrutarán.

Ven a ver Belenes,
dicen los que allí van,
al Congreso de Alicante,
¡Belenistas junto al mar!

Ramón Villa Fernández – Asociación Belenista de Gijón

Cartel XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999

Comunicaciones – XXXVII Congreso Nacional Belenista 1999 – Historia de la Navidad, según Gabriel Miró

08 Abr 99
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Historia de la Navidad, según Gabriel Miró

Cartel XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999Logo XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999El gran escritor alicantino Gabriel Miró, que tan magistralmente supo describir en sus obras los paisajes de la provincia de Alicante, realizó con su afiligranada prosa esta narración de la Navidad, que transcribimos para deleite de los asistentes al XXXVII Congreso Nacional Belenista.

«Bethlehem sube por dos alcores de laderas plantadas. Tiene una claridad fresca, nítida, salina; una blancura de vallados, de cenáculos, de cisternas, de sepulcros y hornos. Sus viviendas se cuajan de sol como las celdillas de las mazorcas y de los panales. El cielo de su lado recibe un vaho de cal de las rampas y casas. Parece que exhale una pulverización de molino harinero. Tierno, juvenil, luminoso, está desvalido en las torvas soledades de los montes de Judá.

Bethlehem se ha quedado solo en su alegría y su gracia aldeana. Le rodea una tierra huesuda y convulsa. Sobre sus terrados y vergeles, respira la boca amarga y llameante del desierto. Del júbilo del ejido y de los huertos, salen las sendas impetuosas y joviales, pero se van desollando y hundiendo, trocándose en torrentes areniscos, que desaparecen en las quebradas. Los montes se rasgan en una hoz; el silencio cría su ámbito; es como una destilación de tiempo inmóvil. Y las sendas de Bethlehem, aunque se rompan y se cieguen, no dejan su jornada: renacen más lejos, brincando desnudas. Semejan esperar al caminante; y le miran y le sonríen convidándolo a seguir. Tornan a su retozo, y se tuercen como si se volviesen para saber si el hombre se fía de su promesa. Su promesa será llevarle a una porción agrícola: la viña y las higueras que se agarran a una cuesta calcárea, recogida y tibia; los escalones de bancales de cebada y avena: con márgenes de pedernal para que el terrazgo no se derrumbe; un valle, tierno entre lo abrupto; una meseta labrada; un redil en el frescor del pasto; un cañaveral, unas palmas y un pozo que, al removerle la piedra que la cubre, se queda resonando de onda en onda y abre su mirada trémula y azul…

«Casa de pan», lugar de abundancia era Bethlehem. Con sus mujeres de túnicas azules y velos blancos, tendidos; de andar rítmico y breve; altivas de su castidad, de su belleza, de su Dios. Con sus hombres de recias capuchas dobladas sobre el sayal; sus sandalias con trenza de cuero enrejándoles la pierna briosa; una tira de piel o de lienzo apretándoles las sienes y las cabelleras; la barba lisa y saliente; adustos, inflamados, con señorío de casta aun en la mirada y en los ademanes de los más pobres. Con sus niños, de una dorada desnudez entre el vuelo de una ropa encarnada desceñida, ostentando ya en su faz el sello de la perennidad y pureza de su raza.

Se apeldañan los huertos, de un cultivo denso y primoroso, como paños bordados en realce.

En su bordal de tierra junta el bethlemita toda la variedad de legumbres y frutales. Cría planteles de cebollas, fríjoles, berzas, endibias, lechugas, chalotes, badeas, escalonas, guisantes, habas y cohombros. Brotan en lo umbrío los hongos y el jenable. Las sandías se revuelcan en suelos apacibles. Por los ribazos y bardas, se cuelgan los calabaceros. Crecen los membrillos espalderos, los granados, los bergamotos, los almendros. Las vides tejen con la higuera el toldo que acoge las amistades. Las márgenes y linderos se ahogan bajo la convulsión de las hordas de los chumbos. Se recortan las grises espadas de las pitas, de liseras carnosas. Suben la azul los girasoles doblando sus panes redondos de flor dorada. Cada hortal tiene su torre de piedra cruda para el guarda, y una horca de leños que, al combarlos, sumergen la herrada en el agua dormida y somera del pozo, y vierten el riego atirantándose con un zumbido de arco.

Después de los vergeles, las tierras llevan olivar, viña, mijo, centeno, cebadales…, y en los campos segados y en la hierba de la senara, tocan las esquillas de los corderos de Bethlehem.

Van subiendo caravanas por todas las cuestas de Bethlehem; entre los paredones blancos de los huertos, entre las tapias crudas de la viña; entre las bardas de cactos del camino, el camino de basalto, empedrado por los canteros de Salomón; y en el hondo, por las frescas lindes de los herbazales y de sembladura, por las trochas del pedregal, se mueven las cordilleras de carne polvorienta y sudada de más caravanas…

Salen los bethlemitas; se sientan en ruedo al sol de las rotas murallas para ver el arribo de los caminantes, casi todos de la sangre suya, de la sangre de Bethlehem, resto de la tribu de Judá, de familias esparcidas desde el último cautiverio.

Se van arrodillando los camellos, con un ruido de aparejos, de odres, de cántaras; les tiemblan los corvejones, acortezados de callo; les crujen las ancas huesudas, hasta doblarse y postrarse del todo, muy despacio, para no volcar ni una vasija ni un atadijo de la carga. Dóciles y medrosos vuelven al amo sus ojos de niebla, y se les tuerce y eriza el enorme labio hendido como una llaga seca.

Les quitan los costales, y bajan de los kar las mujeres, rodeadas de hijos; los ancianos, las siervas. Sus túnicas, sus ropones, sus lienzos, tienen la rigidez del cuero; se han endurecido en los relentes y tolvaneras de los llanos de Samaria, en las hoyadas verdes de Galilea, en las humedades y aires de sol de las vertientes del Hebrón.

Frente a la bóveda de las puertas de Bethlehem queda la pila y el pozo con cúpula de cal como un sepulcro, el pozo de David, el rey que pasturó cordero de la aldea. Ahora, en el brocal de las aguas dulces resplandece la lanza-insignia de la Decuria de Roma que guarda a los aborrecidos escribas y alcabaleros de sienes rapadas. Delante de su cálamo se humillan los creyentes del Señor, que llegan desde todos los términos del país porque el César quiere saber el número de sus súbditos y heredamientos en la provincia de Siria.

Más caravanas. Otro oleaje de vocerío, de júbilo, de idiomas, de relinchos, de productos remotos y miserias. La caravana de tránsito de las costas, con carga de aromas, de peces, de licores, de hijos y dátiles. La caravana de la villa levítica del Hebrón, donde aún quedan descendientes oscuros del linaje de David. Las gozosas caravanas de Alejandría, de mercaderes calvos que tañen la flauta y el crótalo y ofrecen sartales de lagartos vaciados en oro y cabezas de gavilanes de marfil y el pan de medusa zumosa de lirio del Nilo.

Ya no caben los viajeros en las casas aldeanas de sus parientes; y hasta en las abruptas callejas de escalones se acumulan sus acémilas con el ronzal tirante, atados a las argollas de los toldos.

Hombres y bestias se apartan a los criales de las afueras en busca del karván, la posada del camino. Tiene portal techado de adobes y galerías de cobertizo donde recogerse los trajinantes; en medio se abre la plaza, muy ancha, de la corraliza, con abrevadero y aljibe; y detrás le sirve de muro un lado de monte, roto por las cuevas de los pesebres de invierno, las cuevas de entrada angosta, de «ojo de aguja», que los camellos pasan tercamente, desollándose despavoridos, las noches de tempestad.

Los corredores de la hospedería desbordan de familias que se tienden en las atochas, entre sus arcas y cuévanos de frutas y jaulones de aves y corderos de leche, trémulos y ensangrentados de recién paridos; y al raso de la anchurosa majada se aplastan las hileras de acémilas y cabalgaduras que van entrando; mulos foscos y bravíos, de cascos horrendos; bueyes de cuerna torcida, que llevan la tienda de pastor plegada en su lomo; asnos grises, de barriga velluda, con el esquilón y el fanal de guías de la caravana, y en la dulce lente de sus ojos grandes y húmedos se han copiado las soledades y los horizontes; gigantescos dromedarios de carga, de piel raída blanquecina, que soportan el peso de una carreta en colmo y llegan al establo con la jiba exhausta de laberintos de cuerdas vibrantes como un navío, de fardos y tablas de angarillas que les cuelgan por el costillaje descarnado; camellos de marcha, con sus collarones de esquilas y lúnulas y el palanquín de flecos y borlas de felpa: los veloces monstruos que atraviesan cien leguas en un día, avanzando a la vez las dos patas del mismo costado.

Y suben balidos y lloros, retumbos de calderos y tonadas broncas y músicas de flautas egipcias que hacen danzar a los camellos, ya desnudos de sus equipajes, al bochorno de las hogueras y de los hachos de resinas.

Los últimos caminantes llegan muy despacio en la noche callada. Es un matrimonio pobre. El marido es seco, de perfil afilado; le salen los mechones negros y lisos, bajo el paño atado a la frente con una tira de algodón crudo. La mujer, muy pálida y frágil, va sumiéndose dentro del manto, recostada en el albardón de su jumenta, entre fardeles de víveres y atadijos de herramientas y ropas: todo el ajuar del artesano israelita.

Rodean Bethlehem, dormido, blanco, todo cincelado. Se paran mirando las hogueras de los rediles. Y se deciden a llamar en el albergue de las caravanas. Al removerse, sus vestiduras sueltan humedad de luna; vienen llenos de luna, de luna solitaria y fría de los campos, de luna del camino.

Eran San José y Santa María.

La luna cincela con frío la tierra. Los cactos, los terebintos, las aradas, todo aparece hilado de claridad y a Gaspar, Baltasar, Melchor, camino de Bethlehem, les rodea la paz como un nimbo de lámpara. Y la estrella en medio de la creación para sus ojos. Únicamente para ellos se les apareció en la soledad celeste de la cumbre que les ha dejado en la soledad humana. Tan sabios de astros y miraban el cielo como los demás hombres.

¿No sentían ya una dicha que no es realidad gozosa, sino su transparencia en un momento bueno, callado, intacto hasta de estrella que les ha traído? Gaspar, Baltasar, Melchor… a la vista de Bethlehem la estrella les palpitaba tan suya que nada más abriendo su mano la perderían…

Ellos solos, cerca del prodigio. Y se les plegó la frente mirándose. ¿Sería una estrella como todas las estrellas? Las estrellas eran idea y signo de Dios para los magos, mientras otros hombres tallaban imágenes de dioses y las coronaban de rosas, y Dios permanecía invisible para todos. ¿Sería una estrella que traspasó el firmamento y volvería a hundirse y volvería a lucir para otros ojos cuando los suyos estuviesen ya vacíos como los ojos de los profetas que la prometieron?

Blancos, solos en medio de la salina de luna. Parados. Y la estrella también. ¿Se han parado ellos antes o la estrella?

Calma de Bethlehem cerrada entre paredones, terrados y bóvedas.

La pureza de su cima, la gloria de sus países, sus jornadas, todo lo iban recordando junto a la aldea dormida en la humilde blancura de la cal.

Aguijaron sus camellos. Les retumbaron los pulsos al entrar en Bethlehem e internarse por corredores cavados dentro de la colina. En lo último del refugio había un rodal de gentes con gallaruzas de vellones, con capuces peludos de color de majada. Ponían sus manos de cepas a la lumbre, despertando el rescoldo. Conversaban mirando a una rinconada donde se guarecía un matrimonio de Nazareth: la mujer, lisa, frágil de recién parida, aniñada por la maternidad; el marido, tostado, maduro, con sayal fosco y el paño de su frente desatado, y se le juntaban la cabellera aceitosa y la barba, que principiaba a encanecer.

Los pastores les daban agua y lienzos con que lavar y aviar el hijo, y después se lo pusieron al pecho de la madre. Todo lo iban reflejando los gordos ojos de la jumenta que los trajo de su país y los de un buey echado detrás del pesebre, que volvía su cuerna, moviendo despacio las quijadas con un crujido de grama, dejando el humo de su morro caliente; y cuando paraba de rumiar se sentía mamar a la criatura.

Marido, mujer, pastores y bestias se volvieron pasmados a los tres aparecidos.

¿Serían tres ángeles? Tres ángeles de blancuras ajadas, extenuados, envejecidos de tanto caminar. Vendrían de las orillas del cielo, donde el cielo y la tierra tienen un vado de montes azules.

Gaspar, Baltasar, Melchor se arrimaron poco a poco entre garbas de leña y atadijos y vasijar del ajuar de la familia de Nazareth, hasta postrarse en el pajuz.

El hijo soltóse el pecho. Y Baltasar le dejó delante un terrón de oro; Gaspar, un alabastro de incienso; Melchor, un pomo de mirra. No dijeron nada. Callando era más clara la suavidad de su cansancio en el descanso. Así, con el silencio de su boca, respondían el silencio interior de su vida. Ni se preguntaban si habían venido, si habían bajado de su cumbre lejana para eso. Si habían pasado desiertos, fragas, ríos, naciones, para ver un matrimonio artesano con su hijo recién nacido. No se lo reprocharon. Nunca habían sentido esta emoción de humanidad. Buscaron la gloria prometida al mundo, y se encontraban a sí mismos en su alma trémula de ternuras. Por una pared rota bajaba resplandeciente la luz del lucero…».

Gabriel Miró

Cartel XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999

Comunicaciones – XXXVII Congreso Nacional Belenista 1999 – San Francisco de Asís, patrono de los belenistas, un ejemplo para todos

08 Abr 99
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San Francisco de Asís, patrono de los belenistas, un ejemplo para todos

Cartel XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999Logo XXXVII Congreso Nacional Belenista - Alicante, La Marina y Callosa de Segura 1999San Francisco de Asís ha sido considerado por la revista «Time» el personaje más importante de este milenio y, ciertamente, su vida, su obra y su predicación lo convierten en una personalidad que merece contínua evocación por la actualidad de su mensaje que exalta el amor, la sencillez, la humildad y el respeto a la naturaleza y a la Creación toda, reflejo de la bondad y la grandeza de Dios. Un mensaje que es una auténtica guía vital para todos y muy especialmente para quienes, como belenistas, hemos de hacer realidad cotidianamente el compendio de paz y ternura que el belén entraña.

Nacido en 1182, su padre Pietro de Bernardone era un próspero mercader de telas de Asís, en la Umbria italiana; su madre, doña Giovanna, a la que familiarmente llamaban doña Pica, era una provenzal con quien se había casado don Pietro durante uno de sus frecuentes viajes de negocios por Francia. Precisamente, el nombre de Francisco se lo impuso su padre, con la expresa intención de honrar a la tierra que le había dado la riqueza.

Recibió Francisco la educación de los jóvenes adinerados de su tiempo, aprendiendo latín y matemáticas. Aún adolescente, su padre le puso a trabajar en el mostrador de su almacén, y parece que con éxito.

El joven Francisco, provisto con abundancia de dinero e inteligencia, de carácter abierto, vanidoso, trajeado preciosamente, generoso, se convirtió en el «príncipe» de las peñas juveniles asisianas, primero en los convites, primero en los certámenes poéticos, primero en las manifestaciones propias de la juventud de entonces, también pensó en descollar en el arte de las armas y hacerse caballero. Su anhelo de aventuras le hizo intervenir en algunas de las frecuentes batallas que enfrentaban a las ciudades-estado de la Italia medieval, aunque ello también le supone sufrir una profunda crisis espiritual ante la vanidad de los placeres materiales y la inutilidad de su vida hasta ese momento.

San Francisco de AsísTras una gravísima enfermedad que le pone en peligro de muerte, Francisco recapacita sobre su existencia mundana y en las grutas solitarias de la campiña de Asís se entrega a la meditación y la plegaria. En 1206, rezando ante el Crucifijo en la desmantelada iglesita de San Damián, escucha la voz del Señor que le dice: «Francisco, restaura mi casa, la cual, como ves, cae en ruina». Es una orden simbólica, que inviste a Francisco de una altísima tarea: la de restaurar los principios divinos de la Iglesia de Cristo, socavada por las herejías, la inmoralidad, la simonía. Aunque Francisco, no comprendiendo el significado profundo de las palabras divinas, volvió a casa de su padre para llevarse algunas piezas de tejidos preciosos que vendió, junto con su cabalgadura, para conseguir dinero con el que restaurar la iglesita de San Damián.

El señor Bernardone, contrariado ya por el cambio habido en la vida de Francisco, desilusionado en las grandes ambiciones que había puesto en el hijo, se enfureció, pidiendo la intervención de los Magistrados de la ciudad y hasta del Obispo. Francisco hizo entonces una pública declaración de pobreza, devolviendo incluso los vestidos recibidos de la familia, y empezó su predicación de un lugar a otro, mendigando para comer y vestido con una modesta túnica ceñida por una cuerda.

Los temas esenciales de su predicación eran el amor cristiano, la exigencia de paz entre los hombres, la fe en la salvación, el bien y la alegría como meta de un camino terreno entre obstáculos, oposiciones y dolores. Anunciaba a los hombres la paz y el amor fraternal, insistía en la necesidad de oponerse a las malas costumbres y a la avaricia en donde quiera que estuviesen anidadas, recordó a los hombres, religiosos y laicos, toda la predicación de Jesús y de los Evangelios. Los humildes, los puros de corazón, es decir, los que eran como él, acogieron sus palabras y le siguieron aumentando su número. Y Francisco emprendió una larga serie de viajes por Italia y el extranjero, dando siempre ejemplo de santidad en oración, en innumerables obras de caridad que atraían a donde se encontraba Francisco gentes inspiradas por su palabra y por su ejemplo. De vuelta a Asís, se cobijó en la cercana iglesita de Santa María de los Ángeles, la «Porciúncula», que fue el primer centro del orden monástico que Francisco empezaba a concebir.

Después, acompañado por los primeros doce seguidores, Francisco marchó a Roma, donde el Papa Inocencio III lo recibió escuchando su petición del reconocimiento de la Orden de los Frailes Menores, que habían aceptado la regla de la pobreza, en 1209.

A partir de entonces la predicación de los frailes se extendió por toda Italia y por el extranjero: en Alemania, en Francia, en España, en Tierra Santa, a través de incomodidades, peligros y persecuciones el movimiento franciscano cobraba dimensiones cada vez más extensas. En 1221 Francisco elaboró la nueva Regla de su orden, que fue aprobada por el Papa Honorio III en 1223. Y es durante la celebración de la Nochebuena de ese mismo año cuando Francisco instituyó en Greccio la que se convertirá en una gran tradición: el belén.

Francisco era ya saludado como santo, mientras él saludaba y alababa a Dios en el hermoso himno en loor de la Creación que es el «Canto de las Criaturas».

El 17 de septiembre de 1224, en el monte Verna, Francisco recibió las llagas de la Pasión de Cristo y durante la noche del 3 al 4 de octubre de 1226, en la Porciúncula, murió Francisco. Y el que en su humildad ni siquiera se había considerado digno de ser consagrado sacerdote, fue proclamado santo por la Iglesia dos años más tarde, en 1228.

Ojalá todos nosotros, guiados por su ejemplo, pongamos en práctica la actitud que San Francisco de Asís nos enseñó como una auténtica guía vital en la Oración que dice: «¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que donde hay odio, ponga yo Amor. Donde hay ofensa, lleve yo el Perdón. Donde hay discordia, lleve la Unión. Donde hay duda, lleve la Fe. Donde hay error, lleve la Verdad. Donde hay desesperación, lleve la Esperanza. Donde hay tristeza, yo lleve la Alegría. Donde hay tinieblas, lleve vuestra Luz. Oh Maestro, haced que no busque tanto el ser consolado, sino consolar; el ser comprendido, sino comprender; el ser amado, sino amar. Porque dando, se recibe. Olvidando, se encuentra. Perdonando, se es perdonado. Muriendo, se resucita a la vida eterna. Amén».