En la tarde-noche de hoy, viernes 19 de diciembre de 2014, ante el numeroso público que llenaba la Iglesia Parroquial de San Pedro de Gijón, en un acto amenizado por el coro parroquial de San Pedro, dirigido por Calina Felgueroso, y el coro de Padres del Colegio de la Inmaculada, dirigido por el P. Pedro Cifuentes, Dª. María Teresa Álvarez García, escritora y periodista, ha pronunciado el siguiente Pregón de Navidad.
La Navidad es un canto de amor
«Empuja el viento rebaños de copos
por el bosque invernal como un pastor,
y más de un abeto siente que pronto
se hallará nimbado de luz y amor;
y escucha un rumor distante. Resuelto
tiende sus ramas por senderos blancos,
y hace frente al viento y crece soñando
una noche de gloria y majestad.
(“Adviento”, de Rainer María Rilke)
Con este poema, «Adviento» de Rainer María Rilke he querido comenzar mi pregón de Navidad, que amablemente me ha encargado la Asociación Belenista de Gijón. Muchísimas gracias. Me siento muy honrada y es un honor que os hayáis acordado de mí.
Recuerdo que cuando la presidenta de la Asociación me propuso ser la pregonera fue en un acto en el que presentaba uno de los programas de Mujeres en La Historia, invitada por Virginia Álvarez-Buylla en el Ateneo Jovellanos. Le dije que sí, sin pararme a pensar que había hecho el de Oviedo y que no es lo mismo hacer el pregón de las fiestas de determinada localidad y las de otra colindante porque cada una tiene su personalidad y costumbres, mientras que en la Navidad, en los belenes, casi no existen diferencias.
La Navidad es un canto al amor. La familia siempre importante es, en estas fechas: el núcleo que nos une. La Navidad es la sonrisa y emoción de los niños, la luz en la oscuridad, el germen de la primavera en nuestros corazones.
Con lo cual es muy difícil que no me repita en mi intervención de esta tarde pero lo intentaré. Por ello me haré eco de diversas poesías y de otros hermosos textos que hablan de la Navidad. También introduciré una pequeña reflexión sobre las figuras y diseños de los belenes, en los que vosotras las asociaciones de belenistas jugáis un papel tan decisivo.
De hecho la presencia de belenes en nuestros pueblos y ciudades es mucho más importante en los últimos tiempos gracias a vosotros. Ahora, ya empieza a ser frecuente desplazarse a localidades vecinas para disfrutar con la contemplación de algunos de ellos. Lo cual, inevitablemente, me retrotrae a la niñez cuando en Candás recorríamos todas las casas donde instalaban belenes para cantar villancicos. Belenes importantes, porque bien es verdad que en aquel tiempo en casi todas las familias se tenía un pequeño belén o nacimiento. Preciosa costumbre que fue desapareciendo y que, en los últimos tiempos, afortunadamente se está recuperando. Ya Gerardo Diego se quejaba de quienes no seguían jugando con sus hijos o nietos a armar nacimientos con figuras de barro.
Las pajas del pesebre
niño de Belén
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Lloráis entre pajas,
del frío que tenéis,
hermoso niño mío,
y del calor también.
Dormid, Cordero santo;
mi vida, no lloréis:
que si os escucha el lobo,
vendrá por vos, mi bien.
Dormid entre pajas
que, aunque frías las veis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
(«Las pajas del pesebre», de Lope de Vega)
Así reflejaba Lope de Vega su sentimiento navideño… sin olvidar el futuro de aquel Niño que llegaba al mundo para hacerse como nosotros siendo Dios. Creo que era San Agustín quien escribía: «Dios se hace hombre para que los hombres se hagan Dios«.
La Navidad es el misterio más hermoso de la humanidad. La alegría del corazón. La noche más entrañable que no debe dejarnos indiferentes. Es frecuente, sobre todo entre personas mayores, el lamento ante la tristeza inevitable, fruto de la desaparición de muchos seres queridos. Ausencia que esa noche en la que el Amor llega a la tierra se hace mucho más dolorosa. Mi consejo -que yo intento llevar a la práctica- es pedirles a todos esos seres queridos que ya no están, que me ayuden a volcarme con los demás para hacerles más felices estas fiestas. Intento, por ejemplo, que mis sobrinos, además de mi cariño, sigan percibiendo el de su abuela, mi madre, que ya no está. Os aseguro que da resultado.
La Navidad, misterio de amor, de espiritualidad, nos invita a un mayor acercamiento a la existencia de Dios y a manifestar nuestro amor y mejores deseos a los seres queridos. En este sentido me gustaría hacerme eco de unos hermosos párrafos entresacados de una carta que Rainer María Rilke escribe a su madre:
«Nuestra vida es rápida y breve. Dios es en cambio, lento y sin fin. Por eso siempre surgen momentos donde lo uno no parece compatible con lo otro. Pero nosotros no deberíamos saber cómo se unen, sino solo estar ahí, con el corazón abierto ante el misterio de que lo grandioso еncuentre su espacio en lo pequeño y de cómo en la intensidad de пuestra existencia puede condensarse un instante de eternidad que viene a coincidir con la ininterrumpida eternidad de Dios. Sean estos, mamá querida, nuestros pensamientos comunes en la hora más espiritual de esta antigua y santa festividad y que el ánimo y el valor fluyan hacia tu corazón en paz y plenitud» (Rilke).
Profundos sentimientos… La Navidad, antigua y santa festividad, hecha de humildad y de ternura, nos invita a recibir, con los ojos bien abiertos, la Luz que esa noche llega al mundo. Esa acogida al Dios Niño en nuestros corazones, debe manifestarse en gestos de solidaridad, de apoyo para con los más necesitados, convirtiéndonos para ellos en una auténtica Navidad. Tengo un amigo que dice que deberíamos ser como auténticas placas solares que reciben la luz del Amor en la Navidad y que luego la expanden a los demás.
San Josemaría Escrivá, decía de la Navidad: «Ese misterio, en su oscuridad, es una luz que guía la vida de los hombres.«
¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén?
¿Quién ha entrado por la puerta?
¿Quién ha entrado, quién?
La noche, el frío, la escarcha
y la espada de una estrella.
Un varón -vara florida-
y una doncella.
¿Quién ha entrado en el portal
por el techo abierto y roto?
¿Quién ha entrado que así suena
celeste alboroto?
Una escala de oro y música,
sostenidos y bemoles
y ángeles con panderetas
dorremifasoles.
¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén,
no por la puerta y el techo
ni el aire del aire, quién?
Flor sobre impacto capullo,
rocío sobre la flor.
Nadie sabe cómo vino
mi Niño, mi amor.
(«¿Quién ha entrado en el portal de Belén?», de Gerardo Diego)
Estos versos de Gerardo Diego nos pueden introducir en lo que son las escenificaciones con las que la humanidad recuerda lo sucedido en Belén hace 2014 años. En esto sí que vosotros sois expertos pero me gustaría pasar aunque sea de puntillas por algunas de las representaciones belenísticas.
Yo me imagino que también en este mundo de los belenes existirán las modas y habrá gustos para todo, aunque los pasajes o escenas siempre serán las mismas: la visita del ángel del Señor a María, el encuentro de la Virgen con su prima Isabel, el castillo de Herodes donde ordena matar a los niños recién nacidos, la huida a Egipto, los tres Reyes Magos y, en el centro de todo, el portal con María, José y el Niño Jesús que acaba de nacer.
Todo ello se puede colocar en una gran superficie con distintos ambientes, o en dioramas separados y dedicado cada uno a un tema concreto.
Pastores y pastoras,
abierto está el edén.
¿No oís voces sonoras?
Jesús nació en Belén.
La luz del cielo baja,
el Cristo nació ya,
y en un nido de paja
cual pajarillo está.
El niño está friolento.
¡Oh noble buey,
arropa con tu aliento
al Niño Rey!
(«Nochebuena», de Amado Nervo)
Así describe Amado Nervo el ambiente de los belenes.
Llegada a este punto me gustaría detenerme en los diferentes tipos de figuras y paisajes, aspectos estos que determinan el estilo de los belenes. Así tenemos:
- Los bíblicos, hebreos o palestinos que intentan seguir el modelo tradicional, es decir, reproducen el ambiente de la Palestina cuando nace Jesús.
- Los regionales o locales, con paisajes cercanos, conocidos, propios del lugar donde se monta el nacimiento. Las figuras representan personajes que responden a los tipos regionales y a las costumbres del lugar. También en este tipo se pueden utilizar figuras vestidas como lo hacían en el siglo XVIII según los famosos belenes napolitanos.
- Y los belenes modernos que responden a los cánones del arte actual tanto en materiales como en técnicas no convencionales.
Comento esta distinción entre belenes para haceros partícipes de un pensamiento, reflexión, surgida al evocar los belenes de mi niñez…
Nunca olvidaré el verdor, la tupida alfombra de musgo -mofo, como lo llamábamos en Candás- con la que cubríamos las elevaciones de cartón simulando montañas… El papel de plata dando vida a improvisados riachuelos.
Ha crecido la Navidad en nuestras manos. Ha crecido
como una rosa de oro en el techo del mundo,
como una flor transparente y lejana en la ciudad
que amé, que amamos en los días de invierno.
Navidad, niño perdido entre la nieve mansa
de diciembre. Teníamos entonces
la edad primera de los campos -ese leve verdor
de alguna rama todavía frutal y misteriosa-.
El musgo nos hacía cosquillas en los dedos y madre
olía a mazapán y fuego lento, y todas las preguntas
volaban a sus ojos por un camino lleno
de luces amarillas y manteles en flor.
(«La otra Navidad», de Alfredo Díaz de Cerio)
De esta forma recordaba su Navidad Alfredo Díaz de Cerio. Es posible que yo, al rememorar ese recuerdo feliz de la niñez, haga que mi corazón añore aquellas imágenes inolvidables; las ovejas triscando las laderas, la hilandera, los ríos serpenteantes…
Aunque no es solo la añoranza lo que me lleva a reivindicar los nacimientos con paisaje asturiano donde predomine el verde. Me gustan los belenes llamados regionales porque pienso que tanto los lugares como las figuras pueden reflejar el intento de personalizar ese gran acontecimiento en nuestras vidas.
No se trata de vestir a la Virgen y a San José con el traje regional asturiano sino de acogerlos nosotros en nuestro medio habitual.
Yo me imagino el portal de Belén en un bonito rincón de Candás o Gijón desde el que se vea el mar y que sea la representación de sus gentes quienes se acerquen al portal y creen escenas propias.
Yo vengo de ver, Antón,
un niño en pobrezas tales,
que le di para pañales
las telas del corazón.
(«Yo vengo de ver», de Lope de Vega)
Bien es verdad que la Navidad debe inundar nuestros corazones, al margen de las representaciones que se hagan. Pero pienso que es hermoso plasmar ese acontecimiento en nuestras costumbres, en nuestro ambiente. Las escenas bíblicas son las que son y no deben cambiarse. Pero el entorno, y todas las figuras, el atrezzo diríamos, podíamos hacerlo nuestro, más personal.
En este sentido me gustaría destacar, según he leído, que en la Provenza se incluyen en los belenes los denominados santons, figuras de arcilla pintadas que representan todos los oficios y profesiones tradicionales de la región.
Ya sé que para documentarte sobre los oficios ya desaparecidos en nuestra región hay otros sistemas y caminos, pero no estaría de más recuperar parte de nuestra historia representándola en el belén, como recuerdo a los que nos precedieron que también celebraban las Navidades y con el interés añadido de conocer un poco más nuestro pasado.
El madreñero, el cestero, el alfarero… La pomarada, los hórreos y paneras con ristras de maíz… Los barrileros, las rederas, todos pueden tener cabida en la escenificación navideña.
Adoro la representación bíblica del belén pero pienso que sería bueno potenciar también este otro tipo de belenes. Creo que sería interesante integrar en los belenes nuevos elementos. No he podido verlo aún, pero me han dicho que precisamente la Asociación Belenista de Gijón ha elaborado en Parque Principado un belén en el que se reproduce el ambiente y la fisonomía de un pueblo del occidente asturiano.
El año pasado tuve la oportunidad de ver en Roma algunos de sus belenes –presepes como ellos los llaman- y que curiosamente no se retiran hasta después del bautismo de Jesús. Muchos de ellos llamaron mi atención precisamente por la actualización que presentan al crearlos en escenarios propios con distintos ambientes. Ambientes habituales en el lugar donde se hacen. Por ejemplo, el de Santa María de Trastevere se ubicaba en una maqueta de considerables dimensiones que representaba a la propia iglesia. Y en el de la parroquia de San Eustaquio se utilizaba el mismo modelo reproduciendo la plaza en la que se levanta la iglesia, con el ambiente del lugar cualquier tarde de fiesta, con tiovivo incluido. Es curioso porque, incluso, entre las figuras aparece la del Papa que se traslada al lugar a visitar al Niño Jesús.
Los dos se encuentran instalados de cara al exterior, en el pórtico del templo, por lo que pueden verse desde la calle, algo que me parece interesante porque no deja de ser una forma de exteriorizar nuestras creencias.
Vivimos momentos en los que una inmensa mayoría quiere convertir la Navidad en las fiestas del solsticio de invierno. Pero la Navidad no es una celebración más. Por ello los que creemos en el verdadero significado de estas fiestas debemos reivindicarlas. Ángeles, estrellas, belenes… tienen que ser la nota de alegría que llegue a nuestra vida para festejar el nacimiento de Jesús.
En la Navidad Jesús viene, llega a nuestras vidas para formar parte de ellas.
Jesús, el dulce, viene…
Las noches huelen a romero…
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!
Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría…
Mas la celeste melodía
suena fuera…
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma…
¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!
(«Jesús, el dulce, viene», de Juan Ramón Jiménez)
¡¡¡Feliz Navidad!!! Muchas gracias.»
María Teresa Álvarez García – Gijón, 19 de diciembre de 2014