Para empezar el tiempo navideño, por Manuel Porro Martínez
(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)
No estamos solos, contamos con muchos miles de seguidores, en los cinco continentes los nacimientos son construidos y adorados. Podemos contemplar la naturalidad de la confección del belén, dependiendo de las habilidades y posibilidades de cada uno, del material disponible, del espacio que tengamos libre, de las horas que podamos dedicarle al montaje del belén y de las «ganas» que tengamos ¡pues podemos fallar!…, pero lo que no se nos puede olvidar, es que todo belén construido (por simple que sea) nos da la oportunidad de contemplar la grandeza del nacimiento del Niño Dios.
Cuando salga esta revista a la luz del día, ya debemos tener nuestros belenes montados en casa, o casi terminados, porque la Navidad es un acontecimiento tan maravilloso que nos obliga a no olvidarnos de poner un pequeño belén en casa, pues son fiestas de familia, de mucho amor, de gran sinceridad de bastante amabilidad, y de gran respeto para todos, y ni qué decir tiene, que es el momento de sacar a la luz lo mejor de nosotros mismos, utilizarlo como herramienta para montar, colocar y confeccionar ese maravilloso belén que siempre hacemos con mucho cariño.
Cuando ya tenemos construido el belén, por ese Altísimo Designio, por decirlo de alguna manera, debemos pararnos ante él y pensar primero en el trabajo que siempre conlleva el montaje de un belén; segundo, pensar en la creación personal, en el acoplamiento de tantos detalles que le dan una personalidad a nuestra obra, y finalmente, interiorizar una oración por la obra terminada, por ser una participación personal para gloria de Dios, una obra construida por nosotros mismos que nos da la oportunidad de acercarnos más a Él.
A mí particularmente, me gusta visitar los belenes, porque a todos, siempre les encuentro algo, no sé qué, pero hay un particular detalle en casi todos ellos, unos con un fondo espléndido, unas montañas increíbles, un río de piedra o agua lleva, unas palmeras esbeltas, unas casitas primorosas, unas grutas maravillosas, esos pastorcitos con esa cara de admiración, unos adorando y otros demostrando su bondad, esas lavanderas lavando su ropa, otras mujeres acarreando los búcaros con agua de los pozos ¡y esa gracia de los pozos!, los caminos, esos Magos de Oriente, esa Estrella con su destello, la gruta donde nos encontramos con el Niño Divino, su Madre María y su Padre San José, esa mula y ese buey, esos rebaños de ovejas y cabras que, con arte y salero, son puestos en los belenes, para recordarnos ese magnífico acontecimiento que todos los años volvemos a recordar y disfrutar por estas fechas.
De todas las fiestas, ésta de la Navidad es quizás la mayor, es más familiar, participan los «reyes» de la casa, nuestros hijos, y también los mayores, los abuelos, se realizan las comidas en familia con el famoso pavo, los polvorones, los mantecados, los turrones, los anises, sin olvidar los Vinos de Jerez y siempre o casi siempre, terminar con un dulce brindis que nos transmita los mejores deseos a todos los miembros de la familia.
Es un acontecimiento Santo, que continuamente lo tenemos de manifiesto, ante nuestros ojos de día y de noche, nos revela de nuevo el milagro del nacimiento del Hijo de Dios. Cada vez que pasemos por el sitio tan entrañable, en el que tengamos montado nuestro belén, debemos pararnos delante de él, nos invita a arrodillarnos, a encontrar tranquilidad, amor y paz en el ajetreo de nuestro caminar diario, a hacer una pausa para conocernos mejor, quedarnos con nuestras buenas cosas y rechazar todas las malas que tengamos acumuladas en nuestras almas pecadoras.
Es un acontecimiento tan enorme y maravilloso que tenemos que compartirlo con nuestros seres más queridos, con la familia, con los amigos…, el belén debe convertirse en ese centro de unión en el que se unan y reencuentren todos nuestros sentimientos y pensamientos.
Ojalá pueda comprobar que he logrado convencer y sacarle todo su fruto al montaje de los belenes, sería una buena recompensa personal el logro de que todo el que lea el artículo comprenda la importancia de la construcción del belén.
Manuel Porro Martínez
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