Nació en un establo porque no había sitio para ellos en la posada, por Antonio Bernal González
(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)
Al amparo de esta frase he realizado el belén que los arcenses y cuantos visitantes deseen acercarse a Arcos, podrán contemplar esta Navidad’98 en el Centro Anais (Hermanas Salesianas) en calle Corredera.
La idea parte de una conversación que casualmente mantuve el pasado año con el Párroco de Jédula D. José Palomas. En dicha conversación sacamos a relucir el controvertido asunto de la postura del posadero, al parecer plasmado en la mente de todos como un hombre sin sentimientos que no dio cobijo a María y José en ese momento tan delicado en que María se disponía a dar a luz en un lugar extraño para ella.
Pero antes de adentrarnos en sacar conclusiones, recurramos un poco a la historia.
Existían dos ciudades de Belén: Belén de Judea y Belén de Zabulón. Los evangelistas se refieren a la primera, por ser el lugar del nacimiento de David.
El nombre completo era Belén Efrata, que quiere decir «Casa del Pan», por tanto se supone que había cereales y almortas (no se utilizaba el trigo); también era tierra de pastores y, por tanto, de queseros.
Belén estaba situada a 8 km al sur de Jerusalén, a 700 m sobre el nivel del mar, en el borde del desierto de Negueb y en el camino de Jerusalén a Hebrón y Gaza. En sus afueras había un «Caravassan», equivalente a nuestras ventas de Andalucía, Murcia y Castilla. Este «Caravassan» fue construido en el siglo V antes de Jesucristo por Roboan.
En el «Caravassan» siempre había lugar. Era un patio con soportales, una fuente y un lugar para los camellos y los asnos. El ganado menor se dejaba en las pequeñas grutas de los alrededores.
El «Caravassan» no era el lugar adecuado para dar a luz en medio de tanta gente como en aquellos días que acudían a censarse, por lo que tuvieron que buscar una de las cuevas próximas y posiblemente anexa a la misma posada.
Por último decir que la cueva donde nació Jesús y según se desprende de lo que queda de ella en la actualidad, pudo tener unas dimensiones de 12 x 4 m, y 2 m de altura.
Pues bien, este año he querido representar lo que pudo ser, con muchísimas posibilidades, el escenario de la posada, con su patio porticado repleto de gente instalada en los soportales, con animales de carga descansando en las cuadras, con un posadero en actitud vigilante ante el portón principal, pero a la vez relajado y entretenido jugando con los perros despues de haber buscado aposento a la «familia en apuros», instalándolos en el establo de la posada.
De esa manera, María pudo dar a luz con cierta intimidad, rodeada de los animales típicos del belén: el buey y la mula.
El posadero no fue tan malo.
Antonio Bernal González
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