Algo de historia, por Inmaculada Porro Baena
(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)
Según los libros que he podido consultar, para conocer cuándo aparecen las primeras manifestaciones artísticas sobre el Nacimiento de Jesús, y más concreto sobre la costumbre de montar un nacimiento, o representar un belén, puedo contaros que los primeros indicios los podemos encontrar en las Catacumbas de Priscila hacia el año 180 ó 200; son unas pinturas relacionadas con motivos navideños como la Virgen María sosteniendo en brazos al Niño Jesús.
También podemos encontrar algunos motivos relacionados con la Epifanía de Jesús, en sarcófagos y tablillas de marfil, sin especificar el año concreto.
Pero donde más se aprecian es en algunos relieves bizantinos de la catedral de Rávena del siglo VI, en las cuales se nos ofrecen escenas como el sueño de San José o la Virgen embarazada junto a San José camino de Belén y la clásica escena del pesebre con el buey y la mula junto al Niño, San José y la Virgen.
Sin embargo, la primera representación de la Navidad fue realizada por San Francisco de Asís, el cual era un gran admirador del nacimiento del Niño Jesús.
En la Nochebuena de 1223 escenificó una versión de tan gran acontecimiento en el santuario italiano de Greccio con personajes y animales vivos. Santa Clara siguió el ejemplo de San Francisco, la cual lo difundió por todos los conventos franciscanos.
La primera referencia en cuanto al montaje del belén, realizado con figuras en lugar de personas y animales fue en 1252 en un monasterio alemán y en el 1300 se exhibió una en la catedral de Barcelona.
Más tarde, ya en el 1500, la Contrarreforma ayudó a su difusión por todas las iglesias y monasterios españoles gracias al favorecimiento de todas las expresiones de devoción popular. Ya en el siglo XVIII, el rey Carlos III encargó a José Ginés y José Esteve (artesanos alicantino y valenciano) la construcción de un belén de 600 figuras para su hijo, Carlos IV. En estos momentos de la historia podemos observar que la tradición artística de montar un belén o nacimiento durante los días navideños se limitaba a un sector privilegiado de la sociedad o incluso podríamos decir que eran los únicos que podrían observarlos y contemplarlos… Con lo cual podemos deducir que el valor artístico de dichas figuras sería sin lugar a dudas soberbio y exquisito, y estarían realizadas con los mejores materiales que pudieran obtener.
Pero como el Niño Jesús quería en estas fiestas estar en todos los hogares, esta costumbre de montar el belén se fue extendiendo a todas las clases sociales, apareciendo otro tipo de figura más tosca, vulgar y popular y por supuesto más accesible a todas las personas, incluso a las clases más humildes.
Se tiene referencia de que en 1786, en una feria de Barcelona (feria de Santa Lucía), se vendían figuras de belenes, de barro y cartón, con lo cual sólo al mencionar estos materiales podemos deducir que serían destinados para un sector humilde de la población, y por supuesto su realización podemos centrarla dentro de talleres familiares.
En el siglo XIX, la afición por montar un belén ya se ve en las casas, ya sean monumentales, o lugares públicos o privados… Se ha extendido por toda España, y la difusión de figuras de belenes para todos los bolsillos contribuyó gratamente a dicha expansión.
Podemos firmar que este siglo no había un hogar, ya fuese humilde o distinguido, que en estos días navideños no tuviera instalado su nacimiento.
Bueno, espero que este relato sacado de los diferentes libros de belenes que he podido leer os sirva, o nos sirva, para algún día poder detallar que en el siglo XX también tuvimos la suerte de conseguir que el belén fuera algo muy habitual en todos los hogares españoles.
Inmaculada Porro Baena
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