El mensaje de la Navidad
Tan afanados estamos los belenistas montando nuestros belenes y dioramas, que quizás no nos hayamos parado a pensar cuál es el mensaje de la Navidad, qué es lo que transmitimos, o mejor dicho, ¿qué queremos transmitir con nuestras representaciones plásticas del nacimiento de Jesucristo, o de cualesquiera otras escenas de su infancia?
El mensaje de la Navidad es bien sencillo, lo tenemos en aquel anuncio del ángel a los pastores, y posterior canto de los ángeles en aquella primera Nochebuena, en aquella «anunciata», que constituyó el primer pregón de Navidad. «Gloria a Dios en los cielos, y en la Tierra Paz a los hombres que ama el Señor«. Este mensaje consta de dos partes; la primera dedicada a Dios en la que se proclama su grandeza, su gloria, por la obra de la creación, y por el nacimiento de su hijo según el plan divino establecido para redimir al género humano; todo se haga para mayor gloria de Dios. La segunda parte va dirigida a la humanidad, y en ella nos desea la Paz, el mayor don que nos puede dar Dios después de la vida, vivir en Paz.
¿Qué abarca esa Paz? Ante todo la paz con Dios, que significa estar libre de pecado, en su gracia. Vivir según su voluntad, según las normas por Él establecidas en las tablas de la Ley, hacer lo que le agrada, lo bueno, lo perfecto. En segundo lugar la paz con nuestro prójimo, ausencia de conflictos externos, de violencia, lo que se consigue con la práctica de la caridad y del mensaje evangélico. En tercer lugar la paz con nosotros mismos; no tener cargo de conciencia, ausencia de conflictos internos, salud, bienestar, progreso.
La Paz, siempre la dio y deseó Jesucristo. Durante su vida, incluso durante su Pasión, siempre su rostro ha reflejado una paz y un amor inmenso. En sus apariciones a los apóstoles después de su Resurrección, siempre los saluda dándoles la Paz. Tanta es la importancia de la Paz, que no es de extrañar que la Iglesia también la haya deseado para toda la humanidad, de ahí que Su Santidad el Papa Pablo VI haya declarado en el año 1968 el día primero de año, octava de la fiesta de la Navidad, y solemnidad de Santa María Madre de Dios (Reina de la Paz), la Jornada Mundial por la Paz, una iniciativa para conseguir la paz en todas las naciones del mundo.
Jesús también durante la última cena, se despide de sus apóstoles dándoles la Paz. «La Paz os dejo, la Paz os doy. Una Paz que el mundo no os puede dar» (Jn 14, 27). La Paz que Dios nos da no es la que nosotros conocemos, tiene un significado más amplio y profundo. Como dice San Pablo en su epístola a los Filipenses, «La Paz de Dios supera cualquier razonamiento» (Flp 4, 7).
Esta Paz bíblica y evangélica constituye uno de los dones más preciosos de Dios, y es también uno de los frutos del Espíritu Santo. Constituye la felicidad completa del hombre, por eso solamente Dios a través de Jesucristo «Príncipe y portador de la Paz», nos la puede dar. Él es la verdadera Paz (por eso la escribo con mayúscula). Descansen en Paz, solemos decir a nuestros difuntos, quizás sin atender lo suficientemente a lo que estamos diciendo, es decir, estén con Dios y en Él.
Este deseo de la Paz lo toma también un enamorado de la Navidad, como lo fue San Francisco de Asís. Su ejemplar vida de pobreza y humildad, así como las reglas de la Orden Franciscana, reflejan una paz evangélica excepcional, difícil de entender por la mente humana por superar nuestro razonamiento de conformidad con lo indicado anteriormente por San Pablo. La llamada «Oración de San Francisco», que comienza con estas palabras, «Señor, hazme un instrumento de tu Paz», recoge perfectamente el espíritu franciscano, aunque como sabemos no fue escrita por nuestro Santo Patrón, pero que habida cuenta de su texto, enseguida se imprimió en el reverso de las estampas del Santo, y llegó a creerse, con razón, que San Francisco fuera su autor. Precisamente en ella se habla de poner amor donde haya odio, de perdonar donde haya ofensa, de poner siempre amor, fe, esperanza, luz y alegría. En la segunda parte de la oración nos invita a darnos a los demás y a no ser egoístas. En resumen es una oración por la paz a través del amor y del perdón. ¿Cuántas veces la decimos de corrido, sin pensarla detenidamente, y sin ponerla en práctica? Creo que muchos de nosotros nos hemos dado cuenta de ello.
En la celebración de la Santa Misa se rememora también el misterio de la Navidad, con el canto del «Gloria a Dios en los cielos», pues para que se pueda rememorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, lógicamente antes hay que recordar su nacimiento, existe un momento dedicado a la Paz. En memoria y mandato de Jesús en su última cena, nos deseamos la Paz.
Yo os la deseo de todo corazón, y recomiendo a todos los belenistas vivir, proclamar y celebrar esa Paz que nos trae la Navidad. Es decir, vivir con Dios, vivir siempre en Navidad. Vivir en Paz.
¡PAZ Y BIEN!
José Natalio Blanco Sierra – Presidente de la Asociación de Belenistas de Ourense
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