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Portada de la revista «¡Aleluya! n.º 1» - Asociación Belenista de Valladolid (2006)

Jesús nació en verano, por José Delfín Val

24 Nov 06
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Jesús nació en verano

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 1 (2006) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEl científico Johannes Kepler​ descubrió cierto día un relato del rabino Abarbanel en el que éste mencionaba la gran influencia que los astrólogos judíos otorgaban a la constelación de los Peces, sobre todo cuando supieron que en ella se cruzaban los planetas Júpiter y Saturno. El rabino afirmaba que el Mesías tendría que venir al mundo en el tiempo de la constelación de los Peces. Kepler recordaba estas circunstancias en el año 1603 mientras veía en Praga la conjunción de Mercurio, Júpiter y Saturno.

Pero ocurrió en 1925 algo insólito: el religioso alemán P. Schanbel descifró unos documentos cuneiformes de la Escuela de Astrología de Babilonia, en uno de los cuales se mencionaba la conjunción de Júpiter y Saturno el año 7 antes del nacimiento del Mesías. Esta conjunción se repitió hasta tres veces consecutivas en un espacio corto de tiempo, de ahí que se piense que la llamada estrella de Oriente pudo ser el cometa Halley influido por esta conjunción.

Ilustración de Miguel Ángel Soria RuanoPor cierto, la traducción “hemos visto su estrella en Oriente” del evangelio de San Mateo, podría ser incorrecta. Dicen que lo suyo hubiera sido traducir “hemos
visto aparecer su estrella en los resplandores del crepúsculo matutino”. No aparece la voz “oriente”. Pero, ¿quién es el majo que le enmienda la plana al P. Nácar, canónigo lectoral de la catedral de Salamanca y al P. Colunga, profesor de la “Ponti” y del convento de San Esteban, que hicieron la traducción directa de las lenguas originales, revisada después por el P. García Cordero, del convento salmantino de la Orden de Predicadores?

Otro error de interpretación se da en la época del nacimiento de Jesús, cosa que analizaremos en seguida. Pero antes, sepan que Herodes, como todos los políticos de todos los tiempos, preguntó a quienes sabían más que él dónde iba a nacer el Mesías según las profecías. Y los sacerdotes y escribas le dijeron que según Miqueas (700 años atrás) el nacimiento se produciría en un lugar insignificante. El texto decía: “Tú, Belén Efratá, eres pequeña para figurar entre las regiones de Judá; de ti saldrá quien ha de ser dominador de Israel”. Y Herodes mandó a los Magos (que no reyes, otra distorsión, sino astrólogos) al lugar llamado Belén de Judá que entonces se denominaba Bet Lahm.

Celebramos el nacimiento de Jesús en la noche del 24 al 25 de diciembre desde el año cero. Pero parece ser que no se ajusta a la realidad del tiempo el acontecimiento, por errores de cálculo cometidos por el monje escita Dionisio el Exiguo, cuando vivía en Roma y le encargaron que determinara la nueva era cristiana.

En el evangelio de san Mateo, se dice que Jesús nació en “los días de Herodes el rey”. Pues bien, Herodes fue nombrado por Roma rey de Judá el año 40 a. C. pero murió el año 4 antes de la era cristiana, lo que significa que Jesús debió nacer antes de ese año. Y no en invierno, pues también se dice que los pastores “pernoctaban al raso y vigilaban por turnos el ganado”. Eso sólo podía hacerse entre los meses de marzo y septiembre, ya que durante los meses de invierno las temperaturas son de varios grados bajo cero, las lluvias son intensas y los pastores alimentan a sus rebaños en los establos, al no poder salir al campo.

Aunque percibimos ya un notorio cambio climático, el clima en Palestina no ha cambiado mucho en los últimos 2.000 años. Que Jesús naciera seis años antes del comienzo de la era cristiana no es ninguna barbaridad; y que las representaciones invernales sean, probablemente, inciertas por haber ocurrido el nacimiento en meses calurosos, no empaña ni el sublime acontecimiento ni la tradición cristiana. Mantener lo que hemos llamado el “belenismo” va con nuestra consustancial tradición cristiana. España e Hispanoamérica se alzan como abanderados de esta tradición que en Valladolid se mantiene vigorosa.

José Delfín Val

Ilustración de Miguel Ángel Soria Ruano

Portada de la revista «¡Aleluya! n.º 1» - Asociación Belenista de Valladolid (2006)

Belén y el nacimiento del hijo de Dios, por Vidal González Sánchez

24 Nov 06
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Belén y el nacimiento del hijo de Dios

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 1 (2006) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidA la entrada del caserío de Belén, existía en tiempos del siglo I una amplia edificación con un gran patio adosado, que tenía amplios porches de madera a modo de soportales que le rodeaban. Patios y soportales en los que se apretujaban animales de carga junto a sus dueños y usuarios en ocasiones como las que vivió un humilde matrimonio llegado desde Nazaret. No había lugar ni allí ni en los varios pero muy reducidos cuartuchos interiores que también se alquilaban, en ocasiones de gran afluencia de peregrinos, a los más pudientes, a cambio de muy subidos precios.

En aquella posada con un diáfano patio abierto y a pesar de sus minúsculos aposentos privados, no pudo hallar asiento acomodado a su pobreza ni a sus especiales circunstancias, aquel matrimonio formado por José y María, “La Virgen” por excelencia. Al menos, en aquella ocasión como en ninguna otra, aquel mesón pueblerino estaba atestado de nómadas del desierto que solían venir a Belén con regularidad para vender sus tejidos manufacturados de lana y aun de pelo de camello y sus quesos, para con su importe, comprar trigo, aceite y otros bastimentos, de modo similar al que hoy en día se puede ver. A estos nómadas rutinarios, se añadían por aquellos días otros muchos que llegaban con el único empeño de empadronarse como lo había mandado el Emperador de la poderosa Roma bajo cuya autoridad y dominio se hallaba toda aquella amplia región.

A nosotros nos puede resultar bella, sugerente y pintoresca aquella multicolor barahúnda de carretas desvencijadas, junto con el ruidoso y pestilente amasijo de camellos rumiantes, trabados con sus apeas, entre el rebuznar de los mansos asnillos, mientras las mujeres se disputaban algún pequeño rincón situado al abrigo de las corrientes de aire del frío diciembre. Añade acertadamente un perfecto conocedor de los modos de vida y de las costumbres orientales, cómo sobre toda aquella amalgama de seres humanos se dejaba sentir el fuerte hedor como a grasa caliente que, desde Grecia a Egipto y desde Argel hasta Teherán exhalaban sin distinción las multitudes de Oriente.

Por todo aquello precisamente, aparte de que el tiempo apremiaba porque “se habían cumplido los días en que María debía dar a luz”, José decidió instalarse con su esposa en alguna de las muchas grutas que había en las afueras de Belén, cuevas que cumplían con la misión de servir de refugio como establos para los ganados y rebaños de ovejas y cabras, como aún ocurre en el tiempo presente. En una de las esas grutas nació el Pastor de nuestras almas, Cristo, El Señor. San Justino mártir que escribió en el siglo II y conocía a la perfección aquellos lugares, habla de ellos profundamente testificando y señalando inequívocamente el lugar de nacimiento del Hijo de Dios. Antes, el evangelista San Lucas había resumido en su evangelio (2, 7) cuanto conocemos sobre tan gran acontecimiento y al tiempo tan sencillo y humilde en sus modos y tan deslumbrante y refiriéndose a la Virgen María, dice “…y trajo al mundo a su Hijo primogénito y lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre”.

En cuanto a la idílica escena y a la compañía de un buey y un asno junto al pesebre, según nuestra costumbre al instalar el Nacimiento familiar, tiene origen en el evangelio apócrifo llamado de “La Natividad”, rememorando palabras que se leen en las Sagradas Escrituras, capítulo I de Isaías donde dice “… conoció el buey a su amo y el asno el pesebre de su Señor”, y el profeta Habacuc precisó “… Te manifestarás entre animales…”, concepto y palabras que la liturgia cristiana, en un responsorio del Oficio Divino de la Navidad, recogió de este modo “…Gran Misterio y admirable Sacramento fue el hecho que unos animales vieran yacer a Dios en un establo”

Gruta de la Natividad en Belén (Basílica Constantiniana de la Natividad)

Gruta de la Natividad en Belén
(Basílica Constantiniana de la Natividad)

Hoy, a los que hemos tenido la dicha de visitar la iglesia de la Natividad de Belén, soberbia basílica constantiniana, nos da la impresión de majestad en su aula litúrgica contrastando fuertemente con la sencillez de la gruta-cripta en la que se manifestó la Misericordia Divina, a la que hay que bajar por una empinada escalera. Allí, en el lugar preciso donde se asentó el pesebre, una sencilla estrella de plata define el lugar del nacimiento de Jesús. Más rica y de mayor diámetro, fue otra estrella de los más ricos metales, que la reina de Castilla Isabel la Católica envió a los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa que, colocada en aquel tan santo lugar, fue más tarde robada en la ocupación de los mamelucos.

El acontecimiento que tuvo lugar en tan sencilla cueva no debía permanecer en secreto según los designios de Dios Padre y unos pastores que se hallaban en los alrededores haciendo la vigilancia nocturna de sus rebaños recibieron la visita de un Ángel del Señor que se apareció ante ellos mientras el esplendor de su gloria los envolvió. Sintieron miedo, pero el Ángel les confortó “No temáis: os traigo una nueva noticia, pues hoy en la ciudad de David, acaba de nacer un Salvador, el Mesías, El Señor”. Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José y al recién nacido reclinado en el pesebre y de allí marcharon glorificando a Dios, como lo narra san Lucas. El cielo había revelado a los humildes lo que todo el mundo ignoraba, como era la aparición en el mundo de quien había de calificarse a sí mismo como “El Buen Pastor”.

Vidal González Sánchez

Portada de la revista «¡Aleluya! n.º 1» - Asociación Belenista de Valladolid (2006)

El Ángel del portal de Belén, por Jesús Tranque de los Ojos

24 Nov 06
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El Ángel del portal de Belén

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 1 (2006) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de Valladolid

“Y es que hoy os ha nacido,
en la ciudad de David el Salvador,
que es el Cristo o Mesías, el Señor nuestro”
.

Son las palabras que Lucas pone en boca del Ángel al aparecerse éste a los pastores.

Los ángeles, ejecutores de la voluntad divina, no faltan casi nunca en las representaciones navideñas. En el arte pictórico se representan como jóvenes de hermosa figura, bien flotando en las regiones celestiales o como niños que, cogidos de la mano, bailan. En los dramas litúrgicos también son jóvenes que hablan con los pastores y les explican lo que ha sucedido invitándoles a visitar al Niño.

Pintores y escultores, cada uno a su manera, han recreado una y otra vez la escena para enseñanza de los fieles. El autor de las pinturas de San Isidoro de León parece mostrarnos que la naturaleza queda paralizada ante el prodigio que el Ángel anuncia, pastores y animales se muestran expectantes y atentos a la Buena Nueva mirando hacia esa figura celestial.

Zurbarán, por ejemplo, en su “Adoración de los Pastores” retrata a los ángeles, separados del ambiente terrenal representado por la gruta, como coro cantor alabando la grandeza del recién nacido acompañado de ángeles músicos.

En el retablo de las Huelgas Reales de Valladolid, Gregorio Fernández nos acerca a un ángel en actitud de adoración.

Son distintas muestras interpretativas de un mismo hecho instaurado ya en la escenificación del “Belén”. Un pesebre; dentro el Misterio, fuera el Ángel en representación de una multitud del ejército celestial, proclamando la alegría del acontecimiento con su gloria in excelsis Deo.

A pesar de las variaciones de sensibilidad, artistas y artesanos de todo tipo han creado a través del tiempo esa figurilla característica, sin la cual el “Belén” no está completo, han enseñado a quien lo contempla que es el intermediario entre Dios y los hombres al anunciar a éstos: Y sírvaos de seña, que hallaréis al niño envuelto en pañales, y reclinado en un pesebre.

Y, más aún, esa escenificación se ha proyectado sobre escritores y poetas describiéndonos con su palabra la importante misión de ese Ángel anónimo, de desconocida categoría en el reino de los cielos.

Gloria in excelsis DeoÉl lo ha preparado todo según el orden por Dios establecido. Fue protagonista en la Anunciación, ha dado el mensaje del nacimiento del Niño-Dios a los pastores y ahora, suspendido en el aire entre el cielo de papel y el serrín del camino que conduce al “Portal”, será seguridad y guarda para el Niño. Y así, mientras poetas como Antonio Murciano nos impregnan de una visión etérea del momento al escribir:

Hoy he visto al Niño-Dios
en una gruta del aire,
ángeles y serafines
mecían su cuna de aire
y cantaban villancicos
de aire, al aire, por el aire
.

Otros, como Unamuno, nos acercan a una imagen más humana, más próxima a la realidad de un recién nacido. Dentro del refugio proporcionado por la cueva, María y José cuidan al niño, contemplan su sueño o su mirada inteligente o sus gestos infantiles según la interpretación que el artista haya hecho de él, el Ángel vela y aleja cualquier sombra que pueda perturbarlo. Sólo es Navidad, tiempo de amar y soñar que es, acaso, lo que más desea el hombre con quien Dios se ha hermanado.

Duerme Niño, duerme y sueña
que es el sueño quien enseña
a soñar;
duerme, Jesús, sueña y duerme,
no el corazón se te enferme
de esperar
.

No es fácil dormir y menos soñar sin pesadumbres para el hombre. Es posible que sólo en este tiempo de Navidad que debiéramos resumir en la paz familiar, en la disponibilidad hacia el otro, en la vivencia de la intimidad compartida, en sentirnos más cerca de Dios a través de su recién nacido Hijo, sea cuando mejor se capte el ensueño de Belén. Por ello, consciente de esa protección divina proporcionada por el Ángel, Lope de Vega ha sabido expresar con profundo amor la importancia del personaje perfilando con sus versos la escena:

Pues andáis por las palmas
ángeles santos
que se duerma mi niño,
¡tened los ramos!

Navidad. Dios se ha hecho niño, indefenso, mortal. Todo está dispuesto, cada elemento de ese misterio de amor está en su sitio. Y a pesar de la tarea bien hecha, a pesar de que las profecías se han cumplido, o quizá por eso mismo, ese Ángel innominado, el Ángel de la Guarda del niño, que levita sobre el portal, no parece muy contento cuando informa a Dios-Padre de su tarea:

¿Y el Niño?
-Señor, el Niño
ya empieza a mortalecerse
y está temblando en la cuna
como el junco en la corriente.
-Todo está bien
.

¡Pobre Ángel del Portal!, puede que entre todas las figuras del Belén sea quien mejor conoce el destino de ese niño.

-Señor, pero…
-Todo está bien.
Lentamente
el ángel plegó sus alas
y volvió junto al pesebre
.

Son los versos de Luis Murciano que parecen privarnos de la alegría del momento al señalar terribles premoniciones para ese Niño que nos es dado contemplar en el Belén.

Mas aún es pronto. Hoy sólo es Navidad: tiempo de amar y soñar. Tiempo en que el Belén nos reúne, nos acerca a ese momento religioso que el hombre siente como más próximo; tiempo en que recreamos el decorado del nacimiento de Jesús con toda la imaginación que los siglos han ido decantando y que los artistas han puesto ante nosotros para recuerdo y enseñanza en representaciones plásticas de extraordinaria belleza.

No importa que para algunos montar el Belén con sus pequeñas figuras distribuidas al azar o según la imaginación de cada uno, sea una muestra del infantilismo humano o algo carente de precisiones evangélicas.

La Navidad sigue siendo un misterio de amor aunque cada vez se vaya difuminando más tras lo anecdótico, tras de procesos de comercialización, tras de millones de lucecitas de colores que más parecen recordar una feria que una festividad religiosa… Afortunadamente todo eso nunca podrá sustituir el símbolo sagrado de la llegada del Hijo de Dios a la Tierra.

Jesús Tranque de los Ojos

Portada de la revista «¡Aleluya! n.º 1» - Asociación Belenista de Valladolid (2006)

Sin belén no es Navidad, por Juan-Donoso Valdivieso Pastor

24 Nov 06
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Sin belén no es Navidad

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 1 (2006) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidQuizá nadie antes había llegado a crear, con relación a la Navidad, una cosa tan simpática y tan popular como los belenes. Fue Francisco de Asís en el siglo XIII quien hizo por primera vez, en una gruta natural de un pueblo italiano, la representación del portal de Belén con animales y personas para presentar la historia del nacimiento de Jesús, de tal manera que todos lo pudieran comprender. Al poco tiempo esta costumbre italiana se extendió por Europa y por el resto del mundo.

Hace años, poner el Nacimiento era un acontecimiento familiar con amplia repercusión social. En algún lugar de la vivienda los mayores comenzaron a instalar portales de Belén con montañas, grutas, ríos y caseríos a escala mientras los demás integrantes del hogar iban colocando las figurillas sobre arena, heno, musgo, paja y serrín, iluminando la escena por diminutas luces de colores, serpentinas y espumillón.

Belén de la Cofradía de la Cruz Desnuda en la iglesia de La Inmaculada, en el Paseo de Zorrilla de Valladolid

Belén de la Cofradía de la Cruz Desnuda en la iglesia de La Inmaculada, en el Paseo de Zorrilla de Valladolid

Sin embargo, en la actualidad todo ha cambiado. Apenas se montan pesebres y se cantan villancicos. España ha optado por eliminar la simbología religiosa de las fiestas navideñas. Se monta el Belén sin Nacimiento y las fiestas en honor del Niño Jesús se cifran en el consumo. En aras de la laicidad, a veces mal entendida, y de la insoportable presión del dios dinero se extiende por todo el país la “Navidad laica”. Los mismos renegados de la Navidad son los más celosos apóstoles del consumo con la pretensión de imponer una Navidad despojada de toda referencia religiosa: directores de colegios que prohíben los festivales de villancicos por sus “connotaciones religiosas”; autoridades locales que sustituyen el establo por lo que se define como “paisajes de invierno”: ríos de papel de plata, laderas de musgo y espliego y montañas de corcho; todo más o menos como siempre, pero sin el Nacimiento. La Navidad laica se impone en las calles y plazas exhibiendo una decoración navideña que cuelga palabras obscenas y de mal gusto en vez de angelitos, campanas y aleluyas.

Belén instalado por la Asociación Belenista de Valladolid en la residencia de la tercera edad “El Encinar del Rey” de Valladolid. Diciembre 2004

Belén instalado por la Asociación Belenista de Valladolid
en la residencia de la tercera edad “El Encinar del Rey” de Valladolid. Diciembre 2004

Las navidades ya no son lo que eran. La religión no es más que una excusa para consumir, cuanto más mejor, que se ha convertido en el único termómetro válido de estas fiestas. Para no menos del 68% de los españoles la Navidad “es cada vez una fiesta menos religiosa y más comercial”, según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Pese a todo, las navidades están rodeadas por un ambiente de buena voluntad y de bondad entre las personas, una magnificencia de bienintencionados deseos inunda el mundo de cartas, tarjetas, felicitaciones, mensajes sms, llamadas telefónicas… Hemos interiorizado que hay que ser amables en estas fechas y hasta es posible que la afección navideña apunte a que queremos ser de otra manera. Como sostiene el sociólogo Javier Elzo, al menos “estas fiestas seguirán vivas mientras lo esté la familia, una institución a la que, en una sociedad agresiva, cada día le pedimos más y más”. Es decir, mientras haya familia, habrá Navidad.

A todo esto, como es lógico, se opone la Iglesia y convoca a sus fieles a defender los símbolos de la tradicional Navidad cristiana. La Navidad no es tiempo para dejarse llevar por la debilidad religiosa y menos para dejarse seducir por los que enturbian el sentido profundo del misterio de Belén. Celebrar una Navidad sin Jesús es como que en el cielo no brillaran las estrellas, como si en un jardín no hubiese flores, como ver un cuadro sin un paisaje o un rostro de niño sin una sonrisa. Sin embargo, la triste realidad es que para muchos hay Navidad sin Jesús porque tienen tal vez todo, pero no le tienen a Él. Sólo aprovechan la ocasión para divertirse y pasar un buen momento, y se encuentran muy despistados del verdadero significado de la Navidad, alejados del que fue el humilde niño de Belén.

Belén instalado en la iglesia de La Inmaculada de Valladolid, en la cripta, por D. Ángel Moretón García. Navidad 2005

Belén instalado en la iglesia de La Inmaculada de Valladolid, en la cripta,
por D. Ángel Moretón García. Navidad 2005

Lo cierto es que la sociedad de consumo quiere robar la Navidad, e incluso algunos la quieren matar. Remedando lo que dice una canción: “en este mundo moderno ya no hay lugar en la Tierra para el Niño Jesús”. Pero como decía Ortega, “si Dios se ha hecho hombre, es que ser hombre es lo más importante que se puede ser”. La Navidad, pues, es un acontecimiento que llevamos en el corazón y da un sentido trascendente a la vida humana. Para eso hay que dejar de lado el conformismo y caminar hacia la libertad. Quien aviva la libertad no consiente ser esclavizado por el dios consumo de la Navidad comercializada, porque es libre para elegir lo bueno que también hay en estas fiestas (descanso, vacación, encuentro humano) y dejar de lado lo demás. Entonces Navidad sí está en nuestro corazón e imprime trascendencia a nuestra vida.

Podemos concluir diciendo que no tienen ningún derecho a celebrar la Navidad todos aquellos que no conocen a Jesús, ni le han recibido en sus corazones como Salvador, Rey y Señor.

Juan-Donoso Valdivieso Pastor

Belén instalado en la iglesia de La Inmaculada de Valladolid, montado por D. Ángel Moretón García. Navidad 2005

Belén instalado en la iglesia de La Inmaculada de Valladolid,
montado por D. Ángel Moretón García. Navidad 2005