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Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 16 - Asociación Belenista de Valladolid (2021)

Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

26 Nov 21
Presidencia FEB
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Valladolid, tierra de San José

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 16 (2021) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEl Año de San José que propuso y estableció el papa Francisco para el tiempo que ha trascurrido desde el 8 de diciembre de 2020 hasta la misma fecha de 2021, nos ha permitido reflexionar acerca de su papel evangélico pero también de sus presencias. Y utilizando la clásica expresión de “España y Andalucía, tierra de María” que un semanasantero de aquellas tierras usa sin miramientos, podemos afirmar que “Valladolid es tierra de San José”, por las vinculaciones históricas que a continuación vamos a destacar, lo que no impide que en otros lugares encontremos numerosas coincidencias de estas circunstancias. Será en Ávila y en 1562, donde la madre Teresa de Jesús -vecina de honor de esta ciudad del Pisuerga- fundó el primer convento puesto bajo la advocación del patriarca San José, en un momento de revitalización o de impulso como nunca había existido de su devoción. Tras aquellos cinco años, que la reformadora carmelita considerará de gran importancia para su vida espiritual, será Medina del Campo la segunda localidad, villa de las ferias, donde se establezca un nuevo convento de San José, en 1567: “y tomé por abogado y señor al glorioso San José -escribía en el Libro de la Vida (6,6)-, y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido […] pero a este glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuánto le pide”.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

San José y el Niño, 1623,
de Gregorio Fernández,
en la cuarta Fundación Teresa de Jesús

No ocurrirá lo mismo, con respecto a San José, en la cuarta fundación teresiana, la de Valladolid, porque ésta dispuso de la advocación de la Concepción del Carmen. Sin embargo, si nos acercamos a la pequeña iglesia de este convento -el edificio actual lo ocupan las monjas desde febrero de 1569-, en un retablo presidido por la Inmaculada Concepción, a su lado se encuentra la magnífica obra de Gregorio Fernández en la cual San José se convierte en “custodio y ayo” del Niño Jesús. Una talla realizada en 1623, -después encontraremos en ella el modelo para la Sagrada Familia de los expósitos-, de acuerdo a la documentación que de ella pudo analizar en el archivo conventual el historiador carmelita fray Juan Luis Rodríguez: “digo yo gregorio fernández […] rrecibí quatrocientos rreales de nuestra madre Juana de Jesús priora de las madres carmelitas descalças desta ciudad para en quenta de un San Josef questoy aciendo”; “entendí que tenía mucha obligación de servir a San José –escribía la madre Teresa—; porque muchas veces yendo perdida del todo; por sus ruegos me tornaba Dios a dar salud” (Cuentas de conciencia, 30).

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

San José del Carmen Extramuros,
realizado en el siglo XVIII

Los frailes carmelitas descalzos no tardaron en fundar en Valladolid -en 1581 con un traslado dos años más tarde-. Lo conoció la madre Teresa de Jesús, dentro de una ciudad universitaria como a ella le gustaban, mucho más alejado del espíritu rigorista que estaba triunfando entre la reforma masculina del Carmelo, gracias al convento de San Pedro de Pastrana. Lo que el convento vallisoletano estaba alejado era del núcleo urbano más poblado. Bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, ya en el siglo XVIII habría de contar con una magnífica imagen de San José, esta vez con el Niño Jesús casi recién nacido, en sus brazos, como sucedía en aquella centuria de revitalización ilustrada de la infancia y de las relaciones paternofiliales. Como hemos aprendido de la bibliografía josefina de Teófanes Egido, el protagonismo del padre en las escenas del nacimiento fue aumentando desde el humanismo, así como acercándose al Niño en gestos de afecto. Se le representa joven y vigoroso, repleto de ternura hacia su hijo, y recibe también la de Jesús que extiende los brazos hacia el rostro paterno. Procedía de la antigua capilla de este convento de frailes dedicada a San Joaquín, Santa Ana y Nuestra Señora de la Mano, que fue fabricada en 1739. Por eso se piensa que esta imagen pudo ser realizada hacia 1740 y se le pone en relación con el círculo de Luis Salvador Carmona, natural de Nava del Rey. Sobre su cabeza lleva una corona con resplandor, que fue donada en 1868 por Mariana Brochado, cuando los carmelitas habían sido exclaustrados y desamortizados.

No dejamos a Gregorio Fernández, para definir devociones en el Valladolid del seiscientos, porque para la cofradía de San José de los Niños Expósitos, realizó el magnífico paso –para el 19 de marzo de 1621– de la Sagrada Familia, muy documentada desde los días de las investigaciones de José Martí y Monsó. En la antigua y tristemente derribada iglesia de San Lorenzo, desde la que se conocía como nave de la Virgen del Pozo, se accedía a la capilla propia de esta cofradía de San José, Nuestra Señora de la Gracia y Niños Expósitos. El grupo procesional fue realizado en 1620. Puso mucho interés el escultor en detallar los recursos que debía aportar la policromía, perfectamente establecidos para con su amigo, el pintor Diego Valentín Díaz… “y dixere el dicho Gregorio Fernández como persona que desea sus figuras luzcan bien y salgan como cosa de sus manos”. La cofradía de los expósitos fue muy importante en la asistencia social hacia una población tan desatendida, tan abundante, tan esencial para proporcionar con su bautismo primero, con su cuidado físico después, la salvación que no era un “negocio” baladí. Estos expósitos eran los “hijos de San José”.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

Sagrada Familia de Jesús,
atribuida a Alonso de Rozas y Juan de Ávila,
en el Real Colegio de los Ingleses

Será una iconografía con notable éxito, ésta de la Sagrada Familia, la Trinidad terrenal como podemos comprobar en escultores seguidores del maestro Fernández, en la iglesia que impulsó para el seminario de Ingleses el jesuita Manuel de Calatayud, muy probablemente con la participación de Alonso de Rozas y Juan de Ávila. Se disponían en retablos frontales, en un espacio central arquitectónico: por una parte la Sagrada Familia de Jesús y por otra la Sagrada Familia de María, esta última con Santa Ana y San Joaquín. Esta presencia doble la volvemos a encontrar en los medallones de los retablos colaterales de la iglesia penitencial de Jesús, sede de aquella cofradía, hoy del Cristo del Despojo y del propio San José, de nuevo con el Niño en sus brazos. Fue el cofrade Pedro González el que expuso la necesidad de que se hiciese un “San Joseph de bulto del tamaño natural” en correspondencia a la imagen de la Virgen María en el misterio de la Navidad para los retablos barrocos que fueron sustituidos por los neoclásicos actuales. Una realización encomendada a Manuel de Ávila, de familia de escultores -hijo de Juan de Ávila-, también cofrade, el cual se ofreció a realizarla gratuitamente con todas sus habilidades, mientras se le eximiese de servir en el cargo de alcalde, concediéndole honores de diputado. Hasta entonces, ese colateral en la iglesia estaba ocupado con el anterior Cristo del Despojo. La cofradía le abonó los gastos de la madera. En los primeros días de la “Guerra de la Independencia”, este San José fue situado en el balcón de las antiguas Casas Consistoriales, junto al estandarte de la Fe del Tribunal de la Inquisición de Valladolid, como símbolo de la primera resistencia frente a los ejércitos franceses invasores.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

Muerte de San José, 1668,
de Diego Díez Ferreras,
en la Capilla de San José de las Angustias

En el ámbito gremial también encontraremos al santo patriarca con la cofradía de los entalladores que pudo ser establecida a finales del XVI, muy representativa en la realidad josefina según Sandra de Arriba -autoridad en la iconografía de San José-. Inicialmente, integró a los oficiales carpinteros de todos los rangos aunque, desde 1692, se observa una mayor asociación con los maestros entalladores e imagineros. Coincidía con su nueva ubicación en la penitencial de las Angustias y desde la parroquia de Santiago, gracias al impulso del entallador Antonio López. Aquella capilla del lado del Evangelio del templo penitencial se dispuso para su enterramiento y el de su esposa Isabel de Valcárcel. El propio maestro realizó la escultura siguiendo el modelo de Fernández. Diego Díez Ferreras pintó dos escenas encantadoras de la cotidianidad de la Sagrada Familia en el taller de Nazareth o la muy devocional de la muerte de San José, acompañado de Cristo y de su esposa María, que para algo era patrono de la Buena Muerte -advocación de una Congregación vinculada con los jesuitas del colegio de San Ignacio y con su imprenta, en la actual parroquia de san Miguel-.

Sin embargo, la gran obra con esta temática de la “Muerte de San José” será la que realizó Francisco de Goya para la nueva iglesia monástica de las monjas bernardas de San Joaquín y Santa Ana -en uno de los retablos de la Epístola-, el templo encomendado por Carlos III a su arquitecto real Francisco Sabatini, con pinturas del mencionado maestro aragonés y de su cuñado Ramón Bayeu, igualmente encargadas por el rey.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

Grabado de la disposición original de
San José en la Iglesia de Jesús con el
Medallón de la Sagrada Familia de Jesús

A San José lo encontraremos encima de la puerta de la iglesia del Colegio de la Compañía de María, Orden de Nuestra Señora, templo neogótico bendecido a finales del siglo XIX. Con la calle de San José nos referimos al Asilo de su advocación que tenían las Hermanitas de los Pobres entre esa vía y la antiguamente denominada de García Morato. Estas religiosas se establecieron en la ciudad, en febrero de 1881, para atender a los ancianos desvalidos, como relata Juan Agapito y Revilla, gracias a la protección de Clara Flaquer, esposa del marqués de la Vega Inclán, capitán general de Castilla la Vieja -los padres del muy prestigiado impulsor del turismo cultural, Benigno de la Vega Inclán-. Tuvieron varias ubicaciones hasta el proyecto del edificio por Jerónimo Ortiz de Urbina en el llamado “Campo de Béjar”. Hermanitas de los Pobres que se fiaron de la protección del Santo Patriarca que, para entonces, ya era “patrono universal de la Iglesia” -por deseo del papa Pío IX en 1870-. Presidió la sencilla capilla de estas monjas y también el patio. Un edificio que fue concluido con los dineros de un senador del Reino, José de la Cuesta y Santiago. Algo tendría que ver el nombre de este nuevo protector. Después este Asilo de San José se trasladó a la salida de las Delicias. Precisamente a ese barrio pertenecía la Hermandad ferroviaria de la Sagrada Familia, con gran importancia en la cofradía penitencial de la Exaltación de la Cruz (desde 1944), ambas en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de las Delicias y con un bellísimo estandarte donde se representaba el trabajo del Taller de Nazareth.

Volvemos con sumo gusto a los frailes carmelitas pero esta vez a los que se establecieron desde finales del siglo XIX, y por iniciativa de los terciarios, en el antiguo monasterio de San Benito el Real. Allí, y de la mano de fray José Antonio del Niño Jesús Carrasco, se fundó el Centro Josefino Español en los años cuarenta del siglo XX. Entonces, era una parte esencial de la muy floreciente Asociación Josefina -que también tuvo desde 1946 una cofradía penitencial en la del Santo Sepulcro-. Se trata de un ámbito único en el conocimiento, análisis, investigación y publicación acerca del patriarca San José, con dos revistas, la científica “Estudios Josefinos” y la devocional y propagandística “Mensajero de San José”. Así pues, en este Centro Josefino, podemos encontrar desde el primer libro sobre San José que se imprimió, hasta un notable número de folletos devocionales, tratados, sin olvidar el estudio de la iconografía. Todo ello será una parte, importante de esta presencia josefina, porque en los días de la Navidad, San José se encontrará en todos los belenes de los hogares cristianos.

Javier Burrieza Sánchez
Profesor Titular de Historia Moderna de la Universidad de Valladolid

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 10 - Asociación Belenista de Valladolid (2015)

Las Navidades de Teresa de Jesús, por Javier Burrieza Sánchez

27 Nov 15
Presidencia FEB
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Las Navidades de Teresa de Jesús

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 10 (2015) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidYa ha concluido oficialmente el V centenario del nacimiento de la madre Teresa de Jesús, aunque no por ello debemos olvidar lo mucho que hemos aprendido, leído, contemplado y disfrutado. La santa reformadora se encuentra profundamente asociada a la Navidad como lo está literaria, lírica y musicalmente toda la familia del Carmelo. Con motivo de la mencionada conmemoración, tuve la oportunidad de analizar la presencia de la Pasión y Muerte de Cristo en su obra. Sería incompleto mi análisis si no recordase las alegrías de la madre Teresa en tiempo de Navidad y las pequeñas escenas vitales que a este tiempo se asociaron.

La expansión que hizo de la devoción a san José se vinculaba al tiempo del nacimiento y la infancia de Cristo. Las palabras de la monja abulense no aludían al anciano que se hallaba en segundo término en las escenas medievales de la Natividad, prometido con la jovencísima doncella y virgen. La escritora aplicaba a este misterio un sentido familiar que le permitía hablar de la propia de Cristo en la tierra. Ella misma gozó de una realidad privilegiada que ha permitido hablar de singulares ternuras cuando se ha definido su casa. Vinculaba la oración, desde su Libro de la Vida, a la realidad familiar de Jesús, María y José: “en especial, personas de oración siempre le habían de ser aficionadas; que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles, en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no le den gracias a san José por lo bien que les ayudó en ellos. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro y no errará en el camino” (Vida 6,8).

En esas mismas líneas mostraba su confianza en quien actuó como padre de Jesús en la tierra, pretendiendo infundir esa misma confianza en quien la leía y conocía, como demostró en el nombre de tantos conventos que fundó y que los puso bajo su protección, como lo estaba el mismo Cristo desde su nacimiento: “sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere; y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devoción”.

Nino Jesús Peregrinito de la primera profesa en Valladolid, Ana de san Jossé

Nino Jesús Peregrinito de la
primera profesa en Valladolid,
Ana de san Jossé

En sus fundaciones, la contemplación al propio Niño Jesús era una costumbre propia y de sus monjas, aunque no se reducía sólo a las carmelitas. De ahí que encontremos en tantas clausuras del barroco español esa proliferación de la advocación de Jesús como infante que nace, crece y acompaña, “en sabiduría, estatura y gracia”, según indicaba el evangelista Lucas. Ya informaba a su superior, el vallisoletano padre Jerónimo Gracián, cómo su hermana –la del fraile carmelita-, llamada Isabelita (una de esas niñas que vivían en estos conventos de descalzas) “cuando no es hora de recreación, está en su ermita tan embebida en su Niño Jesús y sus pastores y su labor, que es para alabar al Señor, y en lo que dice que piensa”. Por eso, no era extraño que la madre Teresa regalase a sus monjas alguna imagen devota del Niño Jesús, como aquel que conservó toda su vida en el Carmelo de Valladolid la primera profesa del mismo, Ana de San José, el “Niño Jesús Peregrinito”, que acompañaba en todos sus trabajos a esta monja. Y cuentan las cronistas de la casa que, en cierta ocasión, que se le olvidó en la huerta, la misma imagen le advirtió del abandono: “¡Mira, que me dejas sólo!”. Era la exaltación de la infancia divina, en un tiempo -hasta no llegar a la Ilustración no se producirá un giro- en que no se valoraba la niñez, vagando numerosos niños por la calle abandonados, multiplicándose el número de expósitos, atendidos hasta donde podían llegar por los cofrades que estaban bajo la protección, y no es casualidad, de san José.

Parecen recordar nuestras felicitaciones de Navidad aquella que inicia la madre Teresa ya en enero de 1581 a su hermana pequeña Juana de Ahumada: “en extremo he deseado saber cómo está y les ha ido esta Pascua”. Ella, monja de clausura, pero siempre poseedora del sentimiento familiar: “puede creer que han pasado muchas [Navidades] que nunca tan presente tuve a vuestra merced y a esa casa para encomendarles a nuestro Señor”. Dimensión familiar de la Navidad, la manifestaba a través de las “letras” que eran para cantar y que remitía a sus propios familiares. En las Pascuas de 1576 compuso unos villancicos musicales que envió a su hermano Lorenzo de Cepeda, el 2 de enero del año siguiente. Las compartió con él y con sus sobrinos, de los que vivió tan pendiente: “estos villancicos que hice yo, que me mandó el confesor las regocijase y he estado estas noches con ellas y no supe cómo sino así. Tienen graciosa sonada, si la atinare Francisquito para cantar”.

Es la Teresa de Jesús íntima que se manifiesta de manera encantadora en las cartas, responsable de hacer feliz a los que le rodeaban en los días del Nacimiento: “gran fiesta tuvimos ayer con el Nombre de Jesús”, que era el 1.° de enero, solemnidad muy celebrada por sus buenos amigos los jesuitas. Y aunque en aquel tiempo no existía el actual sentido de la propiedad intelectual, ella especificaba: “esas coplas que no van de mi letra no son mías, sino que me parecieron bien para Francisco”. Estaba muy extendido en sus “palomarcicos” que las monjas mostrasen su alegría y su arte en el Nacimiento de Cristo, “hay gran cosa de eso estas Pascuas en las recreaciones”. La fiesta se desbordaba tanto que ella misma reconocía de sus letrillas “ni tienen pies ni cabeza, y todo lo cantan”. Incluso ella, que según reconocía alguna de sus hijas, no contaba con una gran voz. Pero el misterio de la Navidad la aportaba intensos momentos de encuentro: “ahora se me acuerda uno que hice una vez estando con harta oración […] ¡Oh, Hermosura que excedéis / a todas las hermosuras! / Sin herir dolor hacéis, / y sin dolor deshacéis / el amor de las criaturas. / ¡Oh, nudo que así juntáis / dos cosas tan desiguales! / No sé por qué os desatáis, / pues atado fuerza dais / a tener por bien los males. / Juntáis quien no tiene ser / con el Ser que no se acaba: / sin acabar acabáis, / sin tener que amar amáis, / engrandecéis nuestra nada”. Se encontraba en Toledo, y era el segundo día del año como ella misma confesaba, en una carta que parecía no tener prisa de acabar, pues mucho era lo que le tenía que decir a su querido hermano.

Sagrada Familia con san Juanito, obra de Il Bagnacavallo, Carmelo de Valladolid

Sagrada Familia con san Juanito
Il Bagnacavallo
Carmelo de Valladolid

Eran aquellos tiempos difíciles para el Carmelo descalzo naciente -“qué duros estos destierros”-, en unas Navidades en que vivía confinada en un Toledo invernal -“¡Oh, qué hielos hace aquí! Poco falta para ser como los de Ávila”-. Y a pesar de la tristeza por las dificultades, quería que sus hijas manifestasen su alegría por esta Pascua, “Jesús sea con vuestra reverencia, hija mía. De razón buenas Pascuas habrán tenido”. Eran las palabras que dirigía a su amiga María de San José, la gran escritora del Carmelo durante siglos ocultada, priora de Sevilla: “harto en gracia me han caído las coplas que vinieron de allá”.

Será en las siguientes Navidades cuando, en la vigilia de Navidad, Teresa de Jesús se rompa el brazo izquierdo, al caer por unas escaleras del convento de San José de Ávila. A partir de entonces será indispensable la ayuda personal y hasta en letras de su querida enfermera, convertida en secretaria, Ana de San Bartolomé. En su cansancio y enfermedad, con poco se contentaba en las vísperas de las Navidades de 1579, como le confesaba a fray Jerónimo Gracián desde Malagón: “¡Cómo me acuerdo estos días de la noche de Navidad que me hizo pasar una carta de vuestra paternidad ahora ha un año! Sea Dios alabado que así mejora los tiempos”. En las de 1580, sin embargo, estuvo dispuesta a viajar y, tras pasar el día de Navidad por tercera vez en su vida en Valladolid, el día de los Inocentes, en pleno invierno, realizó el camino que separaba esta capital castellana de la de Palencia: “yo salí, con mis compañeras con harto recio tiempo”. Iniciaba una de sus últimas fundaciones en ese Carmelo rodeado de gentes de “buena masa”, como afirmaba encontrar entre los palentinos.

Así pues, interés por saber cómo su familia habían vivido las Pascuas; contemplar la sacralidad de la familia que vivió el nacimiento de Cristo y manifestación alegre de este misterio del Dios amigo, que se abaja y que como muchos años después escribió Ana de Jesús, “por hacernos señores / se sujeta a nuestras leyes / y se carga de dolores”.

San José Custodio de Cristo. Gregorio Fernández 1619. Carmelo de Valladolid

San José Custodio de Cristo
Gregorio Fernández, 1619
Carmelo de Valladolid

La música popular estaba presente en las celebraciones conventuales en esta de Navidad y en otras muchas ocasiones. Música con ausencia de instrumentos, como lo prueba un manuscrito del Carmelo de Cuerva manejado por Antonio Baciero, el cual se remontaba a los días de la Madre: “el danzar, que entonces, y aquellos tiempos la santa Madre y sus hijas usavan era no arregladamente, ni con vigüela, sino davan unas palmadas como dize el rey David “omnes gentes, plaudite manibus” y discurrían assí con armonía y gracia de espíritu más que de otra cosa”. Parece ser, por la presencia de algunos instrumentos en los conventos, que podían utilizar las monjas los propios de percusión, como eran los panderos, castañuelas o sonajas, además de flautitas, subrayados como los más probables por Antonio Bernaldo de Quirós.

Podemos conocer nuevos datos en lo que declaraban las monjas de la madre Teresa con motivo de su proceso de canonización. La mencionada Ana de San Bartolomé subrayaba que la reformadora “hacía muchos regocijos y componía algunas letras en cantarcillos a propósito dellos y nos lo hacía hacer y solemnizar con alegría”. ¿Esta composición incluía también la música o solo era la letra? La priora de Valladolid, sobrina de la santa, María Bautista, describía el momento de la procesión del Niño Jesús, “cantándole alabanzas y componiéndole coplas, que también tenía en eso particular gracia”.

Y así con la música, las investigaciones de la mezzosoprano Sonnia Rivas nos han propuesto una hipótesis interesante para el debate. En esas paraliturgias carmelitanas en torno a los días de la Navidad -en las que tampoco faltaban con entusiasmo los descalzos, como fray Juan de la Cruz- parecía que todo se complicaba y que era plausible la existencia documental de adaptaciones de composiciones poéticas religiosas a la música popular española -entonces ya no estaríamos solamente hablando de percusión-. Melodías que encajaban adecuada y métricamente, sustituyendo las letras originales y profanas por otras espirituales. Eran las “transformaciones a lo divino” que la propia Sonnia Rivas ha cantado y grabado.

Lo cierto es que como he tenido ocasión de comprobar, estas monjas descalzas del Carmelo eran mujeres de letras y, además, así las quería la propia madre Teresa. Su priora en Sevilla, María de San José, lo confirmaba: “todo se pasaba riendo y componiendo romances y coplas de todos los sucesos que nos acontecían”. Fue la herencia que asumieron las monjas y que hoy debe convertirse en un ejemplo, demostrando el modo sencillo, alegre y familiar con el que puede volver a nacer Cristo en un sencillo “palomarcico”, tal y como se lo enseñó su madre Teresa, siempre presente y actual: “despertad, pues, que ya es hora -escribía la gran poetisa del Carmelo vallisoletano, Cecilia del Nacimiento-, que presto veréis nacido / al Sol que viene vestido / de la bellísima aurora”.

Javier Burrieza Sánchez
Universidad de Valladolid

Trofeos Federación Española de Belenistas

LIII Congreso Nacional Belenista (2015) – Trofeo FEB – D. Javier Burrieza Sánchez – Asociación Belenista de Valladolid

12 Oct 15
Presidencia FEB
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LIII Congreso Nacional Belenista
D. JAVIER BURRIEZA SÁNCHEZ
Trofeo Federación Española de Belenistas 2015
a propuesta de la
Asociación Belenista de Valladolid

Javier Burrieza SánchezIsotipo de la Asociación Belenista de ValladolidNació en Valladolid, año 1974. Desde su más tierna infancia ha vivido dentro del mundo belenista, pues sus progenitores instalaban durante las Navidades un hermoso belén que era visitado por familiares, vecinos y amigos. De niño siempre le gustaba estar en primera línea y participar en su construcción. Pronto se responsabilizó del montaje, participando en concursos y siendo valorados sus aportaciones y buen criterio artístico.

Al contraer matrimonio prosiguió con la afición en compañía de su esposa María José, y, posteriormente, han sabido inculcar con premura al bello ramillete de sus tres hijos. Siguieron colaborando y transmitiendo aficiones e inquietudes en los lugares de trabajo, ambos desarrollados en centros de enseñanza. Poseen una amplia colección de figuras y conservan, con inusitado orgullo, las de sus primeras aportaciones infantiles.

Al proyectarse la creación de la Asociación Belenista de Valladolid, se unió a la idea, siempre dispuesto y apoyando todo cuanto era menester para el buen fin de las gestiones. Estimuló, totalmente, al emprender el caminar asociativo y fue clave su aportación para la creación de la revista ¡Aleluya!, a la cual aportó siempre sus concienzudos trabajos literarios, no faltando a ninguna de las convocatorias efectuadas año tras año. Siempre dispuesto para cuantas veces se le ha requerido y continuamente pendiente para cuantas actividades se realizan, con el único fin de poder obtener la máxima difusión y divulgación belenista.

Javier Burrieza es hombre buen observador, gran crítico, muy sensible e innovador y extraordinario puntal en los temas literarios, con una gran formación intelectual y cultural. Ha sido conferenciante, pregonero en varias ocasiones, así como presentador en cuantos actos se le solicitó para las actividades de la asociación, ampliando sus trabajos en otros campos asociativos, siendo muy conocedor de cuanto concierne a los acontecimientos «semanasanteros» y de índole histórico.

Es alumno lasaliano y profesor de Historia Moderna por la Universidad de Valladolid, habiendo alcanzado, en el 2003, el grado de Doctor por la mencionada universidad. También es Académico correspondiente en la sección de Teología de la Real Academia de Doctores de España.

Las principales líneas de sus trabajos son primordialmente sobre la historia de la Compañía de Jesús, Colegio de los Ingleses de la Monarquía Hispana, órdenes religiosas, religiosidad popular, espiritualidad femenina o Historia de las Mentalidades, entre otros contenidos. Posee amplia biblioteca de temas religiosos y belenistas, con gran contenido documental gráfico, que le permite tener un bagaje literario de veintitrés libros publicados, cuarenta capítulos de libros históricos, una veintena de artículos científicos, ha sido ponente en más de treinta congresos nacionales e internacionales y comisario de diez exposiciones de temática histórica y artística. Es una de las personas que más está trabajando en la celebración del quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa, habiendo disfrutado, al tener en sus manos, los libros originales que escribió la Santa Doctora y que se conservan en el convento fundado en la ciudad de Valladolid.

Junto a la sucinta memoria mencionada mucho más se podría añadir, pero su exposición sería larga y prolija su enumeración. Sólo queremos resaltar la calidad humana, su carácter cordial y amable, que le hace muy apreciado entre los asociados con los que se encuentra muy identificado.

No cabe duda que, por el historial personal expuesto, sus trabajos divulgadores de promoción belenista, entrega y colaboración siempre desinteresada, desarrollada con la asociación, es motivo más que suficiente para que en Asamblea General y a propuesta de la Junta Directiva, se solicite el Trofeo Federación Española de Belenistas 2015. Nuestra enhorabuena más cordial, Paz y Bien.

Valladolid, junio de 2015

Diploma Trofeo FEB 2015 Javier Burrieza Sánchez