La perspectiva en el belén, por Evelio Bulbena Estrany
Una fórmula para determinar concretamente la altura del tablado en donde deben situarse las figuras del belén, a partir de las que ocupan el primer término.
La mayoría de los tratados de pesebrismo o de técnica constructiva que conocemos -conste que hablamos en términos generales-, suelen pasar por alto ciertos aspectos del montaje, que aun cuando a primera vista no parecen tener gran importancia, es lo cierto que realmente la tienen por cuanto tratándose de representar el simulacro para ser contemplado a tan corta distancia, el detalle más insignificante puede contribuir, según sea acertado o desacertado, a dar al cuadro plástico impresión de realidad o de vida, o, por el contrario, a sugerir en el observador la idea de lo inverosímil.
Tal es lo que sucede al tratar de determinar concretamente y con el debido acierto la altura del tablado en donde debemos situar las figuras que ocupan el primer término, problema que varía en cada caso, según sea la altura de las figuras que deban escenificarse.
Así, al tratar de fijar la altura del horizonte en el cuadro plástico, se suele incurrir en la confusión de referirse sólo al espectador, o sea al horizonte que corresponde a la vista del que contempla el belén, estableciéndolo, por ejemplo, a 1,50 m del suelo; pero este horizonte no puede en modo alguno independizarse del que corresponde a las figuras que ocupan el primer término, a las que tiene que referirse, ya que de lo contrario tendríamos que admitir necesariamente el absurdo de dos horizontes en un mismo cuadro, a saber: uno, el que corresponde al observador, y otro, el de las figuras que este contempla situadas en el primer término.
¿Cómo puede suponerse que las figuras situadas en un tablado, por ejemplo, de 1,20 m de altura, vean su horizonte a 1,50 m?
Si nos proponemos explicarnos esta rara anomalía, veremos cómo obedece a la costumbre de seguir la rutina de montar el belén como destinado a los niños para que los pequeños puedan contemplarlo cómodamente, sin advertir que el pesebre artístico ni gusta a los niños ni es para los niños.
Este hecho, al que por lo común no se ha dado la importancia que realmente tiene para los efectos de una perspectiva correcta, reclamaba la existencia de una regla infalible y aplicable, según los casos, a figuras de diferentes alturas, siempre a base de las que deban ocupar el primer término y esté más próximo al espectador, debiéndose notar que solamente en un caso puede coincidir el horizonte a la altura de la vista del espectador y de las figuras, si éstas fuesen de tamaño natural y estuviesen situadas al nivel del suelo, lo cual no sucede casi nunca.
Teniendo esto en cuenta, en el año 1942 analizamos por menor esta cuestión en una conferencia que dimos en la Associació de Pessebristes de Barcelona, estableciendo en primer lugar, cual sea la estatura (como promedio), de una persona de nuestra raza, pero entendiendo como altura, en rigor más bien la altura de los ojos con relación al suelo. Este promedio, después de diversas consideraciones que podrían hacerla variar en más o en menos, lo dedujimos a base de una monografía del catedrático de medicina de la Universidad central, don Federico Oloriz, titulada La talla humana en España, trabajo de gran erudición que nos permitió establecer la altura de la vista a 1,47 m.
Conocido este promedio, pudimos resolver la incógnita del modo siguiente: designando por las iniciales A.V. = Altura de la vista, A.F. = Altura de las figuras del primer término y A.T. = Altura del tablado, tenemos:
A.V. – A.F. = A.T.
o sea, sustituyendo las iniciales por lo que representan, pongamos un ejemplo: Altura de la vista del espectador, 1,47 m, menos la altura de las figuras del primer término (supongamos 18 cm), es igual a la altura del tablado, o sea, 1,29 m.
Que la aplicación de esta fórmula es conveniente para los efectos de una perspectiva correcta, lo demostramos extensamente en aquella ocasión y no es del caso repetirlo en este lugar en que nuestro propósito es solamente resumir aquel estudio; no obstante hay que tener en cuenta, para comprenderlo, que situando el tablado como suele hacerse aproximadamente a 1,20 m del suelo con figuras de poca altura, el espectador contemplará la escena como si (a proporción), se situara en un tercer piso, y ya sabemos que la perspectiva cuanto más elevada más deforma los cuerpos ante nuestra vista; pero además estas mismas figuras no podrán en modo alguno verse en la relación justa que corresponde al ambiente o a la perspectiva aérea, porque su contorno a perfiles no se recortarán en el ambiente, sino que tendrán por fondo el suelo o piso del tablado, lo cual perjudicará en gran manera el aspecto de realidad por falta del claroscuro que reclama una escena compuesta a base de distanciaciones relativas, que es precisamente lo que produce la impresión de la lejanía y del aire interpuesto entre los tres términos y el observador, ya que las figuras que no se perfilan en el aire de que están envueltas, más bien parecerán pegadas en toda su extensión en el plano del suelo que pisan.
No quiere esto decir que no pueda ser el terreno más o menos accidentado después del primer término, pues ya se ha dicho que la fórmula se refiere a este primer término, que por lo general es el que ocupan las figuras más importantes del conjunto y concretamente la Sagrada Familia y sus complementarias.
Teniendo esto en cuenta, recomendamos muy encarecidamente a todos los pesebristas que no olviden en ningún caso la aplicación de esta fórmula, sin la cual el cuadro plástico, por bien ejecutado que sea, se resentirá de falta de realidad, con grave perjuicio de la visión del conjunto.
Evelio Bulbena Estrany (texto e ilustraciones)