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Portada del libro "Belenes y Pesebres de España" coordinado por Augusto Beltrá Jover, editado por la Federación Española de Belenistas (2009)

Gracias, belenistas y pesebristas de España, por D. Victorio Oliver Domingo

16 Oct 09
Presidencia FEB
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Gracias, belenistas y pesebristas de España

Artículo publicado en el libro Belenes y Pesebres de España (2009) de la Federación Española de Belenistas

Portada del libro "Belenes y Pesebres de España" coordinado por Augusto Beltrá Jover, editado por la Federación Española de Belenistas (2009)¿Quién es un belenista-pesebrista? No sé si acertaré a describirlo. Vosotros lo sois.

El pesebrista-belenista es un «artista», tantas veces anónimo. Artista del detalle, artista sin prisas. Presenta una creación, una recreación de Belén. Ha estudiado con detenimiento la narración del Evangelio. Entra dentro del misterio. Lo ha mirado mil veces. ¿Cómo ve Belén a dos mil años de distancia? Hace un esfuerzo grato por plasmarlo en su belén. No importan las horas que le dedica. Importa la ilusión y la obra bien hecha. Es un artista de las imágenes. Artista del entorno. Artista de lo sugerente.

Pero, la fuente honda de su arte es la fe. El belenista-pesebrista es un «creyente». Ha creído el misterio de Belén. Es un contemplativo. Ha meditado la Palabra de Dios. Ha estudiado la geografía y la historia de aquel acontecimiento único. Su fe se hace cultura y arte. Es la fe que ha generado arte en todos los campos. Pero la fe es más, no se agota en la cultura. Es más que la cultura.

Ve que Dios se ha apasionado totalmente por el hombre. Es más, se ha hecho hombre, uno de nosotros. Él, Jesús, Hijo del Padre, es hombre verdadero. Se ha acercado al hombre sin ruido. Sin casa propia. Belén es un canto al amor de Dios al hombre. A Dios le interesa la felicidad del hombre. Le desea la paz y la planta en nuestra tierra. Apuesta por el hombre hasta entregarle a su Hijo. ¡Ese es Dios! El Dios en quien creemos. El Dios que busca al hombre. El Dios al que el hombre le interesa de modo extraordinario. El Dios que sigue ofreciendo felicidad y libertad. La vida tiene sentido nuevo y se puede disfrutar, y esto, gracias a Dios.

Si el hombre, según algunos opinan, es capaz, lamentablemente, de vivir sin Dios, el Dios que llega a Belén no puede vivir sin el hombre. Una madre, en alguna ocasión improbable, podrá olvidarse de su hijo. Dios del hombre, no. Todo esto ocurre en una cueva de pastores. En Belén ha nacido un Hombre nuevo, ha nacido en la noche, se ha hecho luz, que nadie apagará. Esto lo vive el pesebrista-belenista y necesita expresarlo. Por eso, cuando ha acabado el belén de este año, empezará a imaginar el belén del año próximo.

Y, por fin, el pesebrista-belenista es un «evangelizador». Ofrece a otros el Evangelio, esta Buena Noticia, y la comparte de la manera que él sabe. Es un mensaje que se ve. Es un mensaje siempre necesario. Está prestando un buen servicio a la sociedad de su tiempo. El que quiera entenderlo descubrirá en su obra un mensaje de Amor, de Paz. Descubrirá a Dios cercano, con la ternura de un niño nacido en Belén, la «casa del pan». Desde aquella noche de Navidad, el Pan se escribirá ya con mayúscula. El Pan es Jesús. Belén es artesa, donde ese Pan se amasó. Belén es ya ciudad de Dios. Ciudad sin puertas. Se entra sin llamar, sin cita previa, sin necesidad de carné de identificación. Casa de todos.

En pocos metros cuadrados, con la mayor sencillez y pobreza, con alegría de cantos, con amor sin medida, el amor de Dios a los hombres, el cariño inmenso de María, y con el cuidado delicado de San José, con la presencia gozosa de unos pastores vigilantes, se «realizó» el primer belén. Aquella noche Dios nos felicitó a todos los hombres, de todos los continentes y de todos los siglos y nos deseó la paz.

Todo esto, mucho más, porque es indecible, sucede en Belén, en el espacio del primer belén. Con una nota que siempre ha llamado la atención. No llega Dios con truenos ni relámpagos, ni con terremoto y estruendo. Llega en el silencio de la noche. Dios es un Niño. Es ternura. Se llama «Enmanuel». Es la máxima cercanía.

Han pasado más de dos mil años. La fuente de la que brota este misterio sublime no se ha agotado. Es más, siempre está manando agua fresca. Así lo contemplan sobrecogidos los belenistas-pesebristas. No se cansan de mirarlo, ni pueden dejar de recordárnoslo, de hacerlo vivo, de acercarlo a nosotros. Los ojos bien abiertos y también el corazón. Porque el buen pesebrista-belenista trabaja con el corazón.

Gracias, belenistas-pesebristas, por vuestro arte, por vuestra fe fecunda y por vuestro impresionante servicio evangelizador de cada año.

+ Victorio Oliver Domingo
Obispo Emérito de Orihuela-Alicante