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Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 16 - Asociación Belenista de Valladolid (2021)

Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

26 Nov 21
Presidencia FEB
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Valladolid, tierra de San José

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 16 (2021) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEl Año de San José que propuso y estableció el papa Francisco para el tiempo que ha trascurrido desde el 8 de diciembre de 2020 hasta la misma fecha de 2021, nos ha permitido reflexionar acerca de su papel evangélico pero también de sus presencias. Y utilizando la clásica expresión de “España y Andalucía, tierra de María” que un semanasantero de aquellas tierras usa sin miramientos, podemos afirmar que “Valladolid es tierra de San José”, por las vinculaciones históricas que a continuación vamos a destacar, lo que no impide que en otros lugares encontremos numerosas coincidencias de estas circunstancias. Será en Ávila y en 1562, donde la madre Teresa de Jesús -vecina de honor de esta ciudad del Pisuerga- fundó el primer convento puesto bajo la advocación del patriarca San José, en un momento de revitalización o de impulso como nunca había existido de su devoción. Tras aquellos cinco años, que la reformadora carmelita considerará de gran importancia para su vida espiritual, será Medina del Campo la segunda localidad, villa de las ferias, donde se establezca un nuevo convento de San José, en 1567: “y tomé por abogado y señor al glorioso San José -escribía en el Libro de la Vida (6,6)-, y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido […] pero a este glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuánto le pide”.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

San José y el Niño, 1623,
de Gregorio Fernández,
en la cuarta Fundación Teresa de Jesús

No ocurrirá lo mismo, con respecto a San José, en la cuarta fundación teresiana, la de Valladolid, porque ésta dispuso de la advocación de la Concepción del Carmen. Sin embargo, si nos acercamos a la pequeña iglesia de este convento -el edificio actual lo ocupan las monjas desde febrero de 1569-, en un retablo presidido por la Inmaculada Concepción, a su lado se encuentra la magnífica obra de Gregorio Fernández en la cual San José se convierte en “custodio y ayo” del Niño Jesús. Una talla realizada en 1623, -después encontraremos en ella el modelo para la Sagrada Familia de los expósitos-, de acuerdo a la documentación que de ella pudo analizar en el archivo conventual el historiador carmelita fray Juan Luis Rodríguez: “digo yo gregorio fernández […] rrecibí quatrocientos rreales de nuestra madre Juana de Jesús priora de las madres carmelitas descalças desta ciudad para en quenta de un San Josef questoy aciendo”; “entendí que tenía mucha obligación de servir a San José –escribía la madre Teresa—; porque muchas veces yendo perdida del todo; por sus ruegos me tornaba Dios a dar salud” (Cuentas de conciencia, 30).

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

San José del Carmen Extramuros,
realizado en el siglo XVIII

Los frailes carmelitas descalzos no tardaron en fundar en Valladolid -en 1581 con un traslado dos años más tarde-. Lo conoció la madre Teresa de Jesús, dentro de una ciudad universitaria como a ella le gustaban, mucho más alejado del espíritu rigorista que estaba triunfando entre la reforma masculina del Carmelo, gracias al convento de San Pedro de Pastrana. Lo que el convento vallisoletano estaba alejado era del núcleo urbano más poblado. Bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, ya en el siglo XVIII habría de contar con una magnífica imagen de San José, esta vez con el Niño Jesús casi recién nacido, en sus brazos, como sucedía en aquella centuria de revitalización ilustrada de la infancia y de las relaciones paternofiliales. Como hemos aprendido de la bibliografía josefina de Teófanes Egido, el protagonismo del padre en las escenas del nacimiento fue aumentando desde el humanismo, así como acercándose al Niño en gestos de afecto. Se le representa joven y vigoroso, repleto de ternura hacia su hijo, y recibe también la de Jesús que extiende los brazos hacia el rostro paterno. Procedía de la antigua capilla de este convento de frailes dedicada a San Joaquín, Santa Ana y Nuestra Señora de la Mano, que fue fabricada en 1739. Por eso se piensa que esta imagen pudo ser realizada hacia 1740 y se le pone en relación con el círculo de Luis Salvador Carmona, natural de Nava del Rey. Sobre su cabeza lleva una corona con resplandor, que fue donada en 1868 por Mariana Brochado, cuando los carmelitas habían sido exclaustrados y desamortizados.

No dejamos a Gregorio Fernández, para definir devociones en el Valladolid del seiscientos, porque para la cofradía de San José de los Niños Expósitos, realizó el magnífico paso –para el 19 de marzo de 1621– de la Sagrada Familia, muy documentada desde los días de las investigaciones de José Martí y Monsó. En la antigua y tristemente derribada iglesia de San Lorenzo, desde la que se conocía como nave de la Virgen del Pozo, se accedía a la capilla propia de esta cofradía de San José, Nuestra Señora de la Gracia y Niños Expósitos. El grupo procesional fue realizado en 1620. Puso mucho interés el escultor en detallar los recursos que debía aportar la policromía, perfectamente establecidos para con su amigo, el pintor Diego Valentín Díaz… “y dixere el dicho Gregorio Fernández como persona que desea sus figuras luzcan bien y salgan como cosa de sus manos”. La cofradía de los expósitos fue muy importante en la asistencia social hacia una población tan desatendida, tan abundante, tan esencial para proporcionar con su bautismo primero, con su cuidado físico después, la salvación que no era un “negocio” baladí. Estos expósitos eran los “hijos de San José”.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

Sagrada Familia de Jesús,
atribuida a Alonso de Rozas y Juan de Ávila,
en el Real Colegio de los Ingleses

Será una iconografía con notable éxito, ésta de la Sagrada Familia, la Trinidad terrenal como podemos comprobar en escultores seguidores del maestro Fernández, en la iglesia que impulsó para el seminario de Ingleses el jesuita Manuel de Calatayud, muy probablemente con la participación de Alonso de Rozas y Juan de Ávila. Se disponían en retablos frontales, en un espacio central arquitectónico: por una parte la Sagrada Familia de Jesús y por otra la Sagrada Familia de María, esta última con Santa Ana y San Joaquín. Esta presencia doble la volvemos a encontrar en los medallones de los retablos colaterales de la iglesia penitencial de Jesús, sede de aquella cofradía, hoy del Cristo del Despojo y del propio San José, de nuevo con el Niño en sus brazos. Fue el cofrade Pedro González el que expuso la necesidad de que se hiciese un “San Joseph de bulto del tamaño natural” en correspondencia a la imagen de la Virgen María en el misterio de la Navidad para los retablos barrocos que fueron sustituidos por los neoclásicos actuales. Una realización encomendada a Manuel de Ávila, de familia de escultores -hijo de Juan de Ávila-, también cofrade, el cual se ofreció a realizarla gratuitamente con todas sus habilidades, mientras se le eximiese de servir en el cargo de alcalde, concediéndole honores de diputado. Hasta entonces, ese colateral en la iglesia estaba ocupado con el anterior Cristo del Despojo. La cofradía le abonó los gastos de la madera. En los primeros días de la “Guerra de la Independencia”, este San José fue situado en el balcón de las antiguas Casas Consistoriales, junto al estandarte de la Fe del Tribunal de la Inquisición de Valladolid, como símbolo de la primera resistencia frente a los ejércitos franceses invasores.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

Muerte de San José, 1668,
de Diego Díez Ferreras,
en la Capilla de San José de las Angustias

En el ámbito gremial también encontraremos al santo patriarca con la cofradía de los entalladores que pudo ser establecida a finales del XVI, muy representativa en la realidad josefina según Sandra de Arriba -autoridad en la iconografía de San José-. Inicialmente, integró a los oficiales carpinteros de todos los rangos aunque, desde 1692, se observa una mayor asociación con los maestros entalladores e imagineros. Coincidía con su nueva ubicación en la penitencial de las Angustias y desde la parroquia de Santiago, gracias al impulso del entallador Antonio López. Aquella capilla del lado del Evangelio del templo penitencial se dispuso para su enterramiento y el de su esposa Isabel de Valcárcel. El propio maestro realizó la escultura siguiendo el modelo de Fernández. Diego Díez Ferreras pintó dos escenas encantadoras de la cotidianidad de la Sagrada Familia en el taller de Nazareth o la muy devocional de la muerte de San José, acompañado de Cristo y de su esposa María, que para algo era patrono de la Buena Muerte -advocación de una Congregación vinculada con los jesuitas del colegio de San Ignacio y con su imprenta, en la actual parroquia de san Miguel-.

Sin embargo, la gran obra con esta temática de la “Muerte de San José” será la que realizó Francisco de Goya para la nueva iglesia monástica de las monjas bernardas de San Joaquín y Santa Ana -en uno de los retablos de la Epístola-, el templo encomendado por Carlos III a su arquitecto real Francisco Sabatini, con pinturas del mencionado maestro aragonés y de su cuñado Ramón Bayeu, igualmente encargadas por el rey.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

Grabado de la disposición original de
San José en la Iglesia de Jesús con el
Medallón de la Sagrada Familia de Jesús

A San José lo encontraremos encima de la puerta de la iglesia del Colegio de la Compañía de María, Orden de Nuestra Señora, templo neogótico bendecido a finales del siglo XIX. Con la calle de San José nos referimos al Asilo de su advocación que tenían las Hermanitas de los Pobres entre esa vía y la antiguamente denominada de García Morato. Estas religiosas se establecieron en la ciudad, en febrero de 1881, para atender a los ancianos desvalidos, como relata Juan Agapito y Revilla, gracias a la protección de Clara Flaquer, esposa del marqués de la Vega Inclán, capitán general de Castilla la Vieja -los padres del muy prestigiado impulsor del turismo cultural, Benigno de la Vega Inclán-. Tuvieron varias ubicaciones hasta el proyecto del edificio por Jerónimo Ortiz de Urbina en el llamado “Campo de Béjar”. Hermanitas de los Pobres que se fiaron de la protección del Santo Patriarca que, para entonces, ya era “patrono universal de la Iglesia” -por deseo del papa Pío IX en 1870-. Presidió la sencilla capilla de estas monjas y también el patio. Un edificio que fue concluido con los dineros de un senador del Reino, José de la Cuesta y Santiago. Algo tendría que ver el nombre de este nuevo protector. Después este Asilo de San José se trasladó a la salida de las Delicias. Precisamente a ese barrio pertenecía la Hermandad ferroviaria de la Sagrada Familia, con gran importancia en la cofradía penitencial de la Exaltación de la Cruz (desde 1944), ambas en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de las Delicias y con un bellísimo estandarte donde se representaba el trabajo del Taller de Nazareth.

Volvemos con sumo gusto a los frailes carmelitas pero esta vez a los que se establecieron desde finales del siglo XIX, y por iniciativa de los terciarios, en el antiguo monasterio de San Benito el Real. Allí, y de la mano de fray José Antonio del Niño Jesús Carrasco, se fundó el Centro Josefino Español en los años cuarenta del siglo XX. Entonces, era una parte esencial de la muy floreciente Asociación Josefina -que también tuvo desde 1946 una cofradía penitencial en la del Santo Sepulcro-. Se trata de un ámbito único en el conocimiento, análisis, investigación y publicación acerca del patriarca San José, con dos revistas, la científica “Estudios Josefinos” y la devocional y propagandística “Mensajero de San José”. Así pues, en este Centro Josefino, podemos encontrar desde el primer libro sobre San José que se imprimió, hasta un notable número de folletos devocionales, tratados, sin olvidar el estudio de la iconografía. Todo ello será una parte, importante de esta presencia josefina, porque en los días de la Navidad, San José se encontrará en todos los belenes de los hogares cristianos.

Javier Burrieza Sánchez
Profesor Titular de Historia Moderna de la Universidad de Valladolid

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 16 - Asociación Belenista de Valladolid (2021)

San José en el nacimiento de Jesús, por P. Román Llamas OCD

26 Nov 21
Presidencia FEB
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San José en el nacimiento de Jesús

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 16 (2021) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidSan José con su esposa María ha llegado a Belén, obedeciendo la orden del Emperador romano de que todos los ciudadanos de su imperio se empadronasen cada uno en su ciudad de origen. José era descendiente de David.

Y estando en Belén le llegó a María la hora de dar a luz al fruto que llevaba en su vientre. Se puso el bueno de José a buscar casa, pero no había lugar para ellos en el alojamiento. Y encuentra una pobre cueva en los entornos de Belén. La limpia, la adereza, la prepara -José era carpintero-, la asea, para que, aunque en lugar pobre, el Hijo de Dios nazca en una casa limpia y reluciente. El que va nacer es la Hermosura, la Belleza de Dios Padre.

San José vive el misterio del nacimiento de Jesús en una intimidad muy íntima con María, su esposa, y abundan en los mismos sentimientos de pasmo y asombro y de alegría y gozo. Aunque el ángel le ha dicho que imponga el nombre de Jesús al niño recién nacido de María, porque salvará su pueblo de sus pecados, al tenerle delante de sí no puede menos de pasmarse y maravillarse junto con María, y caer de rodillas en una actitud gozosa de adoración y en un éxtasis de amor ante la Grandeza, la Belleza y la Fuerza de aquel Niño, amor de sus amores, hijo suyo por serlo de su esposa María, que absorbe totalmente todas las aspiraciones, deseos y sentimientos de su corazón de padre.

Ha bajado al mundo en carne humana la bondad, la benignidad, la ternura infinita de Dios, y él es su padre por designio de Dios, que le casó con la Virgen María antes que naciese el Niño. Caen en un silencio adorante y profundo, lleno y largo que es la más bella alabanza, porque es la que se canta eternamente en el seno de la beatísima Trinidad y vale más que mil palabras. San José se sabe y se siente el padre más feliz del mundo.

Y en la pobreza de la cueva y la ausencia de allegados y conocidos reina una alegría inmensa e indescriptible en los corazones de José y de María. Ha nacido el Salvador del mundo y con su nacimiento, como canta la Kalenda de Navidad, el Padre bueno del cielo ha consagrado al mundo con su misericordiosísima Natividad. Con el nacimiento de Jesús se ha borrado el pecado del mundo. Ha nacido el AMOR. Aquella noche oscura y fría queda calentada e iluminada por la Luz eterna, que es aquel Hijo, más luminosa que mil soles. Y no importa que el Niño llore. Sus lágrimas producen pasmo y maravilla en el corazón de ambos al ver el trueque que se hacía: el llanto del hombre en Dios y en el hombre, en ellos mismos, la alegría desbordada.

Artículo - San José en el nacimiento de Jesús, por el Padre Román Llamas, OCD

«El sueño de san José»» (1791-1792)
Vicente López Portaña
Óleo sobre papel pegado en cartón, 27 x 19 cm
Museo Nacional del Prado

José toma al Niño de manos de María, se lo come a besos, se explaya con él. ¿Qué cosas le diría al Niño, hijo suyo, con la certeza de que el Niño le entiende? Te quiero, amor mío… le besaría y abrazaría tiernamente; no llores, cariño, que tu madre está durmiendo… me gustaría que en lugar de un establo esto fuese un palacio, y rápidamente cae en la cuenta de que en palacio es donde está el rey y este establo es un palacio porque en él está el Rey Jesús. Entre las muchas y hermosísimas cosas que de San José describe José de Valdivieso, gran devoto del Santo, en su Josefina, encontramos esta estrofa admirable: “Adora, reverencia, abraza, besa,/ gorgea, requiebra, alegra y enamora,/ al Niño pobre que por Dios confiesa,/ y el rico Dios que entre pañales mora./ Gózase la bellísima Princesa,/ viendo a José que de contento llora,/ y tomando al infante soberano,/ volvió a las pajas al precioso grano” (Canto 14).

De su corazón y de sus labios sale el nombre de Jesús, nombre que tenía que imponerle, según la revelación del ángel: Jesús mi vida, Jesús mi amor… y del corazón y los labios de María. Escribe San Juan de Ávila: “Contó el uno al otro el dulce nombre de Jesús que el ángel les había dicho que pusiesen al Niño después de nacido; y fue un particular gozo entre ellos de oír nombre tan excelente y consolativo, como Jesús, que quiere decir Salvador… Salvador de los pecados” (Sermón de San José). Y este nombre sobre todo nombre es al corazón jubiloso de ambos más dulce que un panal de miel, más armonioso que mil melodías, más deleitable que todos los contentos del mundo.

¡Oh la Navidad de San José!, prolongada por muchos días, vivida toda interiormente en el corazón con una actitud de pasmo y maravilla, de intensidad de alegría y gozo inefables y de adoración extática en profundo silencio amoroso.

Padre Román Llamas, OCD

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Un Niño nos ha nacido, por D. Ricardo Blázquez Pérez

26 Nov 21
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Un Niño nos ha nacido

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 16 (2021) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEn nuestro entorno hay señales que anuncian la proximidad de Navidad. Las luces de las ciudades se encienden para llamarnos la atención y disponer los ánimos, para poner el “nacimiento” en las casas, para soñar con los regalos y preparar las comidas de familia. La fiesta de Navidad anticipadamente emite sus señales. Estas señales son irradiación de un foco de luz que no debe pasar inadvertido. ¿Quién ha nacido para que celebremos tantos su nacimiento? Según la Liturgia “un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado”, que es el Hijo de Dios y el salvador de los hombres.

Navidad es particularmente una fiesta de familia y de modo singular de los niños. Preparamos sobre todo los regalos para los niños y también los adultos agradecemos el recuerdo testificado con un obsequio. Pues bien, yo quiero dirigirme con estas líneas especialmente a los niños para felicitarles por sus regalos, para invitarles a pensar en los niños pobres y sin hogar, y para anunciarles que en el pesebre del establo de Belén hay recostado un Niño, que es en persona un regalo de Dios. “Pues hacemos alegrías / cuando nace uno de nos, / ¿qué haremos naciendo Dios?, cantamos con un entrañable villancico. No olvidéis, queridos niños, que Jesús es el Regalo que da sentido a todos los regalos e ilumina las fiestas de Navidad. Os felicito, queridos amigos pequeños, y a vuestros padres.

En el ámbito de Navidad celebramos también la fiesta de la Sagrada Familia, formada por José, María y Jesús y, por ello, ejemplo de las familias cristianas. Deseamos que nuestras familias reciban luz en sus oscuridades, calor en la intemperie y fortaleza en la debilidad que durante la pandemia hemos palpado y todavía debemos vigilar y estar atentos. Pedimos a Dios que la luz encendida en Belén, con el Niño Jesús pobre y frágil, ilumine las tinieblas que nos envuelven. Pido a los papás y abuelos que antes de la cena de Navidad lean el pasaje del evangelio de San Lucas en que se narra el nacimiento de Jesús como luz en medio de la noche y como canto de paz (cf. Lc. 2, 8-20). Porque Navidad es fiesta de Luz, encendemos luces en nuestras ciudades y pueblos; porque es fiesta de alegría, cantamos villancicos niños y adultos, porque es fiesta de paz, nos unimos fraternalmente. El nacimiento de un niño es gozo en la familia; y el nacimiento del Niño Jesús es gozo para todas las familias. Queridos niños, Jesús es vuestro hermanito que viene a vivir con vosotros; acogedlo con el corazón y con un beso de vuestros labios. Las fiestas de Navidad son una preciosa oportunidad para que los padres y abuelos inicien a los niños y nietos en la relación con el Niño Jesús y con su madre la Virgen María. ¡Que los signos familiares y sociales de Navidad sean comprendidos como derivación del nacimiento de Jesús que es su origen!

Jesús, nacido en Belén, es muestra viviente del amor de Dios Padre; es el fruto bendito de la Virgen María. Cuando se agosta o congela el amor, Navidad es fuente de frescura y calidez, de gozo y alegría, de perdón y de reconciliación, de paz y de esperanza. Navidad es una fuente de donde brota el amor que renueva nuestro corazón. “Noche de Dios, noche de paz; / claro sol brilla ya”. “Nos ha nacido un niño; un hijo se nos dio; / hoy brilla la esperanza de nuestra salvación”.

Queridos niños, queridas familias, os deseo una Navidad feliz, llena de concordia y de alegría.

Valladolid, Navidad de 2021

+ Cardenal Ricardo Blázquez Pérez
Arzobispo Metropolitano de Valladolid

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Oración a San Francisco, por César de Pedro García

26 Nov 21
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Oración a San Francisco

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 16 (2021) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidPAZ Y BIEN

Santo por su buen hacer ayudando a todos sin interés
Amante de todo lo creado: personas, flores, animales, enemigos
Nada le turbaba, era decidido, valiente

Fue un hombre muy introvertido, supo escuchar a Jesucristo
Renunció a la vida fácil, para darse a los demás
Aceptó todo lo que el Señor le indicaba
Nada le importaba, orar toda la noche por lo que amaba
Cuando el Señor le dice que repare la Iglesia, él la arregla
Iglesia no era el edificio, si no, enseñar el bien
Sólo Francisco es capaz de hacer pensar, si lo sabemos escuchar
Como San Francisco nos enseña a todos nosotros la…
Orden franciscana seglar, debemos tener todo esto en cuenta

Dedicarnos de todo corazón a imitar en lo posible al Santo
Entender a las demás personas, que están contigo sin criticar

Ayudar en lo posible a la Iglesia y feligreses que lo necesiten
Siempre tener una palabra amable en el momento necesario
Inspirar confianza y amor, para todos los que nos rodean
Seguro que haciendo esto, sin orgullo, con humildad, como lo hacia nuestro San Francisco, seríamos mucho más felices. Hermanos, imitémoslo

César de Pedro García