Belenismo 2.0
Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 10 (2015) de la Asociación Belenista de Valladolid
Quiero agradecer una vez más a Félix-Carmelo, y con ésta ya son tres, la oportunidad de poder participar en una nueva edición de la revista de la Asociación Belenista de Valladolid y poder compartir, con todos sus lectores, una breve reflexión sobre mis sentimientos relacionados con la Navidad y en esta ocasión sobre cómo veo yo el futuro de las asociaciones belenistas.
El primer año esta atalaya me dio ocasión de dedicar un pequeño homenaje a todos los que con su afición se dedican a “ese noble afán que se llama belenismo” y, especialmente y de forma póstuma, a mi padre Jesús García Alario.
El segundo, con mi recuerdo más sentido y especial para las 17 navidades que tuve la suerte de vivir y disfrutar con mi querido hijo Héctor, lo dediqué a reflejar el ambiente de añoranza que siempre rodea a las navidades pasadas y que, sin duda, constituyen la atmósfera con la que trabajan los belenistas.
En esta tercera ocasión, no me voy a dejar llevar mucho por la melancolía, que bien pudiera hacerlo, pues de nuevo otros seres queridos nos han dejado. Me gustaría dedicar esta nueva oportunidad para reflexionar acerca de los grandes retos a los que se enfrenta hoy la afición belenista, en una sociedad en la que las telecomunicaciones lo inundan todo y en la que lo global supera con creces a lo asociativo.
Dice un amigo mío, y yo lo comparto, que, tal y como están avanzando los tiempos, dentro de poco “lo que no pueda estar en la red tendrá que estar seguramente en un museo” y, apoyándome en este comentario, me gustaría exponer y compartir con los lectores acerca de cuál puede ser el futuro, según mi humilde opinión, del movimiento belenista.
Cada vez es más frecuente que las reuniones familiares o de amigos terminen compartiendo el último chiste que circula por la red y que previamente hemos descargado en nuestro teléfono móvil, provocando con ese simple gesto el que los demás asistentes hagan lo propio y aprovechen la ocasión para mostrar fotos, presentaciones o conectarse a Internet para cualquier cosa, convirtiéndose de esta forma los móviles, en definitiva las nuevas tecnologías, en los principales protagonistas de la reunión y, sustituyendo, en más ocasiones de las que sería deseable, lo que pudiera ser una agradable charla en familia, en una reunión individualizada en la que cada uno trastea con su smartphone o tablet.
Al margen de estas ocasiones en las que se hace un mal uso de las telecomunicaciones, lo cierto es que estas, las más de las veces, sirven para acercarnos, para estrechar lazos y sobre todo para difundir cualquier actividad.
Posibilitar la convivencia entre el belén tradicional y las nuevas tecnologías debe ser, en mi opinión, el objetivo que guíe las actuaciones presentes y futuras de cualquier organización belenista que quiera consolidarse y perdurar en el tiempo. Solo compaginando tradición e innovación tendrán el futuro asegurado.
La sociedad actual necesita que la bombardeen continuamente con mensajes de todo tipo y la Navidad no tiene porqué ser un tema de excepción. La necesidad de difundir lo realizado y compartir el trabajo con tanta ilusión creado, ha sido una necesidad que siempre ha estado presente. ¿Por qué no aprovechar las nuevas herramientas que la sociedad de la información pone a nuestro alcance día a día?
Por muy creativa que sea la actividad desarrollada por los belenistas, y lo es, y por mucha tradición que exista en algunas familias, que la hay, de traspasar todos estos conocimientos de padres a hijos, si esta actividad no se difunde de una forma más amplia, más atractiva y que conecte mejor con la sociedad actual, su futuro será muy incierto.
Pensando en esa creatividad desarrollada por los belenistas, más allá de su dominio en el manejo de la perspectiva, o de su imaginación para reproducir imágenes de hace 2.000 años, me viene a la memoria dos recuerdos de mi niñez. El primero corresponde a los desvelos de mi padre para hacer posible que el belén, que instalaba en una habitación de nuestra casa, tuviera un efecto gradual de amanecer o atardecer. En estos momentos, la parafernalia que tuvo que crear para que aquello sucediera nos causaría cuanto menos una leve sonrisa.
Y todo ese esfuerzo solo para conseguir que el belén fuera visto por el mayor número de personas posible y difundir ese noble afán.
El segundo recuerdo me lleva a los desvelos que tenían todo un grupo de pioneros belenistas, unidos solamente por el objetivo común de promocionar el belenismo, y que, con mucho trabajo y utilizando para este fin todas las herramientas que tenían en aquella época a su alcance, organizaban, entre otras actividades: belenes monumentales en la ciudad, mostrando con ello las ideas realizadas por muchos artistas nacionales; difundían a través de folletos las nuevas técnicas de construcción de dioramas; organizaban un belén viviente en la misa del Gallo, etc. Y todo ello sin contar con los múltiples concursos en residencias de ancianos, colegios, parroquias y ayuntamientos. Nada era suficiente para extender el belenismo, y ¡por qué no decirlo!, para hacer posible que la Navidad, año a año, por encima de otras tradiciones extranjeras, tuviera al belén como centro de su celebración.
En la actualidad las cosas han cambiado y la sociedad, como hemos comentado, ha evolucionado. ¿Por qué no utilizar las nuevas tecnologías para difundir todo este trabajo? ¿Por qué no compartir a través de estas redes, toda la tradición y la sabiduría acuñada con tanta ilusión año tras año?
Hoy, que todo se mide por la presencia en Internet y en las redes sociales, de tal modo que si no estás en ellas es como que no existes, basta echar una ojeada a las mismas para comprobar la escasísima presencia de nuestras organizaciones en las mismas, frente al claro avance de otras tradiciones navideñas.
Salvo excepciones, pocas son las asociaciones que apuestan por difundir el belenismo a través de estos medios y, cuando lo hacen, se reduce sin más a la mera difusión de fotos de alguna exposición.
Por ello, es necesario que sus dirigentes, aprovechando la imaginación que siempre ha acompañado a los belenistas, hagan una necesaria y profunda reflexión sobre cómo recuperar las iniciativas de antaño y fomentar el espíritu belenista, a través de las nuevas formas de comunicación, no sea que, por no reaccionar a tiempo, esta tradición, este “noble afán” pueda caer en el olvido. Algo, que ha podido ocurrir en muchas actividades u oficios, o por poner un ejemplo navideño, que está pasando con la tradición de felicitar las navidades por medio de un tarjetón navideño.
Tradición que se ha visto sustituida por una serie de pequeños mensajes prefabricados cada año por las compañías de telecomunicaciones, con el fin de fomentar la utilización masiva de esos pequeños inventos electrónicos. Felicitaciones en las que nadie aporta nada personal y que se envían a muchas personas simplemente apretando un botón, eliminando ese momento interno en el que pensamos en la persona a la que nos dirigimos y le damos, aunque sea con una simple firma, un recuerdo personal.
Ojalá que así sea.
Héctor García Arias
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