PREDICAR CON EL EJEMPLO
En este tiempo de cuaresma marcado por la tragedia del coronavirus y las consiguientes obligaciones que decreta el estado de alarma, todos hemos de aceptar nuestras responsabilidades y predicar con el ejemplo, aunque sea difícil. Pero constantemente nos lo están enseñando con su conducta ejemplar los sanitarios que nos curan, las fuerzas de orden que nos protegen y ayudan, tantos trabajadores que nos permiten desarrollar las tareas cotidianas, dentro de los límites establecidos para la seguridad de todos.
Predicar con el ejemplo desde luego es mucho más comprometido que escribir bellas frases cargadas de buenas intenciones. Porque predicar con el ejemplo supone también renunciar al orgullo, al egoísmo, a la intolerancia, a la murmuración, al mal genio, a la envidia, al desprecio, a los halagos, a los círculos cerrados de nuestros intereses, a tener siempre razón, a saber más o hacer las cosas mejor que los otros. Predicar con el ejemplo es, para los cristianos, llevar a la práctica sin titubeos la doctrina que Jesús vivió hasta su sacrificio extremo.
¡Padre celestial, perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos! Una frase sencilla, un difícil compromiso. Como nosotros perdonamos… Hay que tener el corazón repleto del bálsamo de la perfecta sencillez, de la humildad evangélica, para comprender que nuestro compromiso de perdón no es una grandilocuente expresión ceremonial. Perdonar a los que nos ofenden es, en realidad, no levantar la voz más de la cuenta, no imponer nuestro criterio excluyente, reflexionar sobre lo que nos dicen, ayudar sin límites, aceptar la opinión de los demás, ser fieles a la responsabilidad que nos manifiesta nuestro Maestro Jesucristo.
Predicar con el ejemplo es tener la humildad de reconocer todos nuestros fallos, y pedir perdón, y empezar cada día de nuevo con ilusión, con esperanza, con profundo deseo de servicio. Predicar con el ejemplo es la necesidad de poner en práctica constantemente lo que nos enseña esta plegaria: ”Señor, haz de nosotros instrumentos de tu paz. Que donde hay odio pongamos amor. Que donde haya ofensas pongamos perdón. Que donde haya discordia pongamos armonía. Que donde haya error pongamos verdad. Que donde haya duda pongamos fe. Que donde haya desesperación pongamos esperanza. Que donde haya tinieblas pongamos tu luz. Que donde haya tristeza pongamos alegría. Señor, que no busquemos tanto ser consolados, como consolar; ser comprendidos, como comprender; ser amados, como amar. Porque dándose es como se recibe. Es olvidándose de sí como se encuentra uno mismo. Es perdonando como se obtiene el perdón. Es muriendo como se resucita a la vida eterna. Amén.”
Y en estos días de incertidumbre y alarma, de tanto aislamiento e inquietud, sea nuestro compromiso aceptar responsablemente la reclusión y utilizarla como un medio de afianzar nuestras relaciones familiares dentro del hogar, nuestro tiempo de meditación en la soledad, nuestra oración esperanzada, nuestro recuerdo de cariño hacia los familiares y los amigos. Porque el sol sale todos los días y, aunque ahora nos lo oculten las tenebrosas nubes de la pandemia, seguro que, con la ayuda y el esfuerzo de quienes nos dan ejemplo, volveremos a verlo brillar.
Juan Giner Pastor
Catedrático de Historia. Medalla UN-FOE-PRAE 2000. Insignia de Oro FEB 2004. Trofeo FEB 1981. Director de la revista Anunciata 1995-2006. Maestro Mayor Belenista. Premio Nacional de Experiencias Didácticas 1987
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