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Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 10 - Asociación Belenista de Valladolid (2015)

Belenes y belenistas, por José Luis Alonso Ponga

27 Nov 15
Presidencia FEB
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Belenes y belenistas

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 10 (2015) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEl belén sigue ocupando un lugar central en la Navidad, a pesar del aparente retroceso y cesión de terreno a otras formas de representar el espíritu navideño. Este causa interés y curiosidad a la mayoría de la población que recorre iglesias y lugares de exposición belenista en rutas culturales que no vemos en otros eventos, si exceptuamos la Semana Santa. Es el belén la representación del nacimiento de Cristo, pero también la representación de la quintaesencia de la infancia, de la ilusión incontaminada de los niños de hoy y de los que ya lo fuimos. Nos permite crear y diseñar espacios, llenarlos con figuras y escenas personalizadas, creernos artistas sublimes en el manejo de unas categorías estéticas que nacen de las creencias y de la tradición familiar.

En el belén, por un acuerdo tácito entre creadores y visitantes, cabe todo pues sus elementos dependen de la genialidad del autor dentro de unas coordenadas culturales en las que se espera que el artista cree, primero, su espacio expositivo para, a continuación, dominarlo, divertirse con él, crear escenas y paisajes, caminos y cuevas, ríos y fuentes, recovecos que juguetean a no dejarse ver, pero que muestran detalles espectaculares. La escasa información que os proporcionan los evangelios canónicos sobre el nacimiento y la infancia del Salvador, se suplió desde los siglos IV y V con relatos de evangelistas apócrifos, y más tarde con leyendas surgidas de las visiones que tuvieron algunos místicos medievales, difundidas a través de santorales y libros de devoción, cargadas de ternura y plagadas de hechos maravillosos, como corresponde al nacimiento de Dios.

Alrededor de los belenes se han desarrollado y desarrollan una serie de actividades sociales de gran importancia, tanto en los belenes monumentales de iglesias y espacios públicos como en los familiares. El belén de las iglesias tiene una función religiosa, más oficial y relacionada con la religiosidad hegemónica; mientras que el particular transmite una religiosidad más intimista y doméstica y es gestionado por el cabeza de familia. Por eso la tradición se transmite de padres a hijos, y aún hoy añoramos las escenas de los niños ayudando, es un decir, a la colocación de las figuras, cada uno según su criterio y visión.

Escena de un belén napolitano
El belén popular es el heredero del belén palaciego, también en las escenas porque los grandes diseñadores de belenes palaciegos y cultos envolvieron el misterio con hechos sacados de la vida cotidiana. En un intento de acercar a todos un suceso que ocurrió en la historia en un momento preciso del tiempo, pero que se conmemora cíclicamente. Por eso el belén es un hecho transcultural capaz de reflejar una idea en diversos tiempos y culturas.

El auge y desarrollo de los belenes, su popularización y creación colectiva, se debe a las asociaciones belenistas muy extendidas por todo el país. Con su ingenio e ilusión han sido capaces de enganchar a todos los públicos. A lo largo de su vida han conseguido crear uno de los patrimonios inmateriales más llamativos, activar una serie de estéticas que estaban ahí, despertar una serie de intereses en grupos de amigos y de familia, y poner en marcha rutas en las ciudades o entre las ciudades. Sin estas bases no sería viable crear una serie de actividades culturales y patrimoniales que generan un turismo religioso y profano, gastronómico y estético, una fuente más de autoestima y de riqueza para una nueva sociedad que comienza a celebrar las fiestas, cada vez más, fuera de casa y de la ciudad que habita todo el año.

Los belenistas mantienen la tradición heredada del siglo XVIII, cuando se extendió la costumbre de poner en los domicilios particulares escenas del nacimiento a imitación de lo que se hacía en los palacios y casonas nobiliarias. Con una maestría indiscutible, sobre las raíces de una cultura tradicional propia o ajena, crean cada vez mejores escenografías, dioramas de extraordinario valor con profundas perspectivas y efectos barrocos, con luces que juegan a disimular y a realzar otras bellezas. Ellos son los responsables de que año tras año podamos deleitarnos con las maravillas que se exponen en parroquias e iglesias a modo de auténticos monumentos efímeros que, sin duda, ponen una nota de belleza altruista en la monotonía de la Navidad mercantilista.

José Luis Alonso Ponga
Cátedra de Estudios sobre la Tradición (Universidad de Valladolid)