En la tarde de hoy, sábado 22 de diciembre de 2012, ante el numeroso público que ha llenado la Iglesia de los P.P. Carmelitas de Vitoria-Gasteiz, en un acto amenizado por la coral infantil Leioa Kantika Korala dirigida por Basilio Astúlez, D. Pedro Pablo González Mecolay, gran impulsor de la fundación de la Asociación Belenista de Álava y expresidente de la misma, ha pronunciado el siguiente Pregón de Navidad.
«Allá por el mes de abril, la Junta Directiva de la Asociación Belenista de Álava me propuso la realización de este Pregón. Y tras intentar esquivar el encargo, aduciendo que habría personajes más interesantes e ilustres que un humilde servidor, sobre todo para conmemorar las Bodas de Plata de nuestra Asociación, no tuve más remedio que aceptar el encargo.
En muchas ocasiones he tenido que explicar lo que pretendíamos a los pregoneros anteriores: «Habla de tus recuerdos más entrañables de la Navidad, de lo que hoy significan para ti familiarmente estos días y expresa un deseo a compartir con todo aquel que llegue a escuchar tu Pregón. Y todo esto con brevedad, no más de veinte minutos»… ¡Qué cruel es la vida que nos gasta estas malas pasadas!. Resumir en veinte minutos toda una vida dedicada al Belén. Pues bien vamos con él.
Como belenista quiero empezar compartiendo con ustedes una reflexión. Año 2012, dos mil doce años del nacimiento y encarnación de Dios en hombre. Aniversario del Misterio de la Natividad y por ende del nacimiento del Cristianismo.
Y es precisamente este año 2012, el que también marca el 25 aniversario de nuestra Asociación Belenista de Álava. Han transcurrido casi sin darnos cuenta dos décadas y media, desde aquel 17 de octubre de 1987, en el que un grupo de entusiastas belenistas participantes en el antiguo Concurso de Belenes de la Caja de Ahorros Municipal y el Padre Juan Cruz Apodaca logramos dar, por fin, forma legal a esta nuestra Asociación.
Hoy no se concibe la Navidad sin los típicos villancicos, los dulces y turrones, las compras, los regalos, las comilonas, la lotería, los adornos, los abetos, las calles iluminadas… Pero sobre todo, la Navidad en Vitoria no se concibe sin los belenes.
En múltiples e innumerables ocasiones me han preguntado el porqué de esta bendita afición. Y hoy quiero aprovechar para contestar y compartir con vosotros la respuesta. Pero para ello me tengo que remontar a la primera década de mi vida (1960-1970) y por supuesto a mis ancestros.
Vine al mundo un 2 de julio del año 1960, en las entonces recién estrenadas dependencias de maternidad de la Policlínica San José, asistida en el parto por la comadrona Purificación Sarralde e hija Mari Puri, tía y prima respectivamente de mi padre. Contaban que pesé al nacer 5 kgs y 200 gramos. Por lo hermoso y mofletudo estuvieron dilucidando si ponerme de nombre Juan, pues bastaba verme para recordar al bondadoso Papa Juan XXIII. Pero al final fue Pedro Pablo, por la proximidad del día de San Pedro y San Pablo. Y también, por qué no decirlo, por la influencia de la radio y sus novelas protagonizadas por Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa y Matilde Vilariño. Fui bautizado con dicho nombre en la capilla de la Policlínica por el entonces capellán de la misma D. Gonzalo Vera-Fajardo.
En esta ciudad se enorgullecían aquellos años de tener una afición y tradición belenista de gran calado. Los belenes eran un referente, no solo en las Iglesias, sino también en Conventos, Colegios, Institutos, Hospicio, Psiquiátrico de las Nieves, Molinuevo, Capilla del Hospital, Hermanitas de los Pobres, Cuarteles, CIR de Vitoria, múltiples escaparates y particulares de todo tipo.
Era costumbre el visitarlos en familia, al igual que en Semana Santa los Monumentos al Santísimo. Vitoria en aquellos entonces contaba con 75.000 habitantes y la frase «Vitoria es un pañuelo» se debía a que se conocían todos.
Pero esa Vitoria, plaza militar por excelencia, cuna de estudios sacerdotales, ciudad comercial bien comunicada, se hallaba inmersa en una importante transformación motivada por la expansión industrial. Empresas como DKV-Auto Unión (Imosa), Forjas Alavesas, Michelín, Aranzábal, Ajuria y otras hicieron que cantidad de inmigrantes procedentes principalmente de Castilla-León y Extremadura asentaran su proyecto de vida en Vitoria, llegando casi a duplicar la población en el año 1970.
Y es precisamente en esta década donde se produce un decaimiento en la afición al belenismo. ¿Fue el Concilio Vaticano II con sus nuevas normas iconoclastas que invitaban a simplificar y quitar todo aquello que distraía la atención al culto? ¿Fue el cansancio originado por aquellos fastuosos montajes? ¿Alguno ha oído alguna vez la frase «¡Se armó el Belén!»? ¿Tuvo que ver algo la falta de relevo generacional? ¿Fueron los cambios de forma de vida de esa década con la llegada de la TV a todos los hogares?.
Lo cierto es que, exceptuando los belenes familiares y el belén napolitano del Museo Provincial, desaparecen o quedan aletargados casi todos, y de toda la larga lista anteriormente enumerada, solo dos se mantuvieron. Por un lado el belén de la Catedral Vieja, atribuido durante muchos años a Mauricio Valdivielso (hoy sabemos que su autoría es de Esteban de Agreda), y este se mantuvo pues el Presbítero de la Catedral, D. Félix Ortiz de Mendívil opta por dejarlo expuesto permanente en una caseta de madera en el paso a la parroquia de Santa María. Y por otro lado el de San Vicente, montado por el Sr. Manuel Ochoa de Aspuru todos los años, debajo del coro, en un pequeño trastero que hoy es una coqueta exposición de ornamentos religiosos.
La afición al belén me viene de cuna, ya que soy hijo, sobrino y nieto de grandes entusiastas del belén.
Hablemos primero de mi abuelo José Daniel (Pepe «el Rubio»). Trabajó de dependiente en la tienda de la calle Postas «Tejidos Aldama». Dos eran sus pasiones: el fútbol y los belenes. Con domicilio en el primer piso del número 3 de los Arquillos, a cincuenta metros de la Hornacina de la Virgen Blanca. Montaba unos espectaculares nacimientos en la alcoba del salón. Las figuras olotinas, de «Arte Cristiano» la mayoría, y algunas de Murcia. Con medios muy rudimentarios, pues además de los seis hijos, esposa y perro, en 75 metros de vivienda no había mucho espacio. Contaban tanto mi padre como mis tíos que, alguno de ellos, desde San Mateo hasta Candelas, dormía literalmente debajo del belén, pues sus camas quedaban bajo el tablado del mismo. Eran tiempos difíciles en los que el ingenio suplía con mucho a la escasez de dinero y medios. Recordaba mi padre que el abuelo utilizaba las escorias de la calefacción central del edificio de la Caja de Ahorros Municipal y que en algunas ocasiones las traía calientes y humeantes. Durante todo el año le guardaban en el estanco de la calle Mateo Moraza las cajas de madera de los puros, con las que Pepe, ayudado de una vieja sierra de pelo y un berbiquí, construía caseríos y edificaciones.
Todo el vecindario de Los Arquillos era conocedor del comienzo del montaje, pues las huellas del polvo blanco de la escayola llegaban, a veces, hasta el mismo pórtico de San Miguel. Mi abuelo presentaba el nacimiento al Concurso de Belenes de la Caja de Ahorros, aunque normalmente a nombre de alguno de mis tíos. Ganó varios premios, pero para Pepe el mayor reconocimiento y satisfacción era el continuo desfile de visitantes. Además de todo el vecindario, eran frecuentes las visitas de sacerdotes, seminaristas, militares de toda graduación, personajes de todo tipo y condición, algunos de ellos, según mi abuela, de alto postín. «¿A que no sabes quién ha venido?«, solía presumir orgullosa.
Sin duda la visita más esperada y temida era la del Jurado. Todo tenía que estar en su sitio, las figuras en pie, el musgo fresco y las luces funcionando. Aquellos belenes tenían un olor y un encanto muy especial. Presidían todas las celebraciones familiares en Navidad. Y si pensamos en los abuelos, tíos abuelos, hijos y nietos que en el año 1965 formaban la familia por parte paterna, os podéis hacer una imagen de la escena. Pero sin duda, el gran mérito de aquel nacimiento lo tenía el esfuerzo económico que la adquisición de aquellas figuras representó para una familia media vitoriana antes de la guerra y en la post-guerra.
Y como todo tiene un final y no siempre el más idílico, con el triste fallecimiento de mi abuela Ascensión en el año 1966, concluyó un ciclo de este belén, pues el abuelo lo dejó de montar y murió tres años más tarde plácidamente viendo un partido de fútbol en la TV, Real Madrid-Barcelona. El belén quedó retirado, dormido en cajas, hasta el año 1972, año en el que Miguel Ángel, «Kakel», mi tío, lo volvió a poner. Pero ya no en Los Arquillos. Recuerdo que montó un majestuoso nacimiento en los bajos del rascacielos de Zaramaga en el «Club Belén». Y posteriormente en varios de sus domicilios. Desde hace cinco años, jubilado ya, Kakel monta en la Iglesia de San Miguel de Murguía con las antiguas figuras del abuelo y muchas más que ha ido adquiriendo con posterioridad.
En tercer lugar, y no por ser el menos importante, más bien todo lo contrario, tengo que hacer una especial referencia al belén de José Carlos, mi padre, en casa. Antes de nacer yo, según consta en diplomas de premios del concurso de la Caja de Ahorros Municipal de los años 1957, 58, 59, 60 y posteriores. Mi padre montaba un espléndido nacimiento en el domicilio de Sancho el Sabio. Con figuras de menor tamaño, preferentemente murcianas, pero con cuidadas perspectivas, agua natural y juegos de luces. Todo un lujo para aquella época. Hoy todo esto se nos presenta fácil y asequible. Pero en aquellos años no existía el material tan sofisticado que hoy podemos conseguir, sin ningún impedimento, en comercios o en Internet.
Precisamente mis primeros recuerdos me remontan a una infancia muy temprana, 3 años, en la que seguía con inusitada curiosidad tanto el montaje día a día, como una vez terminada la obra. Recuerdo que me tenían que arrancar de aquella embocadura hasta para comer, por increíble que pueda parecerles a los que me conocen.
También vienen a mi memoria las gélidas visitas al belén de La Florida. No en vano se había inaugurado en 1962 y había salido Vitoria en el Telediario de la TV. Además mi padre trabajaba en Imosa (hoy Mercedes) mano a mano con Javier Vera-Fajardo, quien alternaba su trabajo con la Concejalía de Festejos del Ayuntamiento de Vitoria. Y conocedor este de su afición, las noticias del belén de la Florida estaban en casa de primerísima mano. También recuerdo, como si fuesen ayer mismo, las visitas que realizaba de la mano de mi padrino Antonio los meses de julio y agosto al Retén municipal, junto a la antigua Plaza de Toros, donde se realizaron en escayola los Reyes Magos, el pescador y otras figuras.
Pero en el año 1968, tras una dolorosa enfermedad, muere mi madre y mi padre queda viudo con 7 hijos, el más pequeño con siete meses. Esta situación altera la vida familiar y obliga tanto a mi abuela Jacinta como a mi tía Milagros a dedicarse en cuerpo y alma a nuestro cuidado. Los belenes quedan guardando un riguroso luto, pues mi padre se ve inmerso en una profunda depresión de la que le costó años salir. En mi caso, dado el especial apego que tenía hacia mi padrino Antonio y su hermana Rosa alterné largas temporadas en la calle Cuchillería con ellos. Ni qué decir tiene que me mimaron en exceso e intentaron satisfacer todos mis caprichos. Y como no pudo ser de otro modo, tras mi insistencia, me obsequiaron con un precioso belén, belén que exponían en el escaparate de su local comercial en Pío XII (Electricidad Víctor y Antonio).
Pero ese coqueto nacimiento enseguida se quedó pequeño. Y con trece años, ya en la década de los setenta, y ahorrando las pagas de los domingos, comencé a construir el que sería mi primer gran proyecto belenista. Conseguí que mi padre me ayudase con las luces y algunos detalles. Ganamos el Primer Premio de Belenes Familiares. Y volvimos a picarnos, y esta vez era la tercera generación de la familia presente en el Concurso de Belenes de la Caja. Los premios y menciones honoríficas se sucedieron año tras año hasta que fui a la mili en el año 1981.
Hubo un conato de Asociación en el año 1975 a instancias de D. José Luis Ramos y auspiciados por las asociaciones vecinas de Pamplona y San Sebastián. Pero por extrañas razones, que yo hoy todavía no alcanzo a comprender, nunca pasaron el filtro legal. Estuvimos funcionando sin entidad jurídica bajo el paraguas de la Caja de Ahorros Municipal y el Concurso de Belenes de la misma. En el año 1984 recibo avisos de múltiples personas para que contacte con un Padre Carmelita que tenía mucho interés en recabar nuestros servicios y asesoramiento. Fue difícil dar con él, pues cuando no estaba ocupado con la Cofradía de la Virgen del Carmen, lo estaba con los viajes de la Cofradía o la Peregrinación a Lourdes.
Pero por fin, a finales del mes de julio de 1984 conocí al Padre Juan Cruz Apodaca Ortiz de Guinea. Tenía él entonces 61 años y era la persona más activa y emprendedora que he conocido. Me comentó que tenían intención de montar un gran nacimiento, al igual del que ya se montaba desde principios de siglo y que se dejó de montar en el año 1966. La Comunidad de Vitoria, a instancias de la Cofradía, había decidido que se retomase nuevamente el belén. Desgraciadamente poco quedaba de aquellos antiguos montajes: algunas figuras sueltas, dos palmeras maltrechas y una oveja desorejada. Así pues, el Padre Juan Cruz se remangó el hábito y se puso manos a la obra junto a su primo ebanista el Sr. Altuna, empezando de cero. Con todos los antiguos bancos del comedor del colegio, que se había derruido para levantar las casas de la esquina, se realizaron caballetes y mesas. Juan Cruz era un experto electricista, relojero y técnico de radios. Arreglaba juguetes de todo tipo para la antigua Juguetería La Espejera y también electrodomésticos para la firma Electricidad Larrea. Se encargó de la dirección de la instalación eléctrica y de los equipos de megafonía no solo del Convento e Iglesia de Vitoria sino de muchos más. Sus compañeros en algún tiempo lo apodaron como el «Padre Enchufes». Con este currículo no era de extrañar que quisiese lucirse con la luces. Con motores viejos de máquinas de afeitar, relojes, lavadoras y hornos microondas creó «La Máquina», un artilugio que mecánicamente hacía en siete minutos el ciclo del día y la noche, el crepúsculo, el amanecer, canto de pajaritos y animales varios, y salidas para otros servicios que llegarían con el tiempo, como la aparición del Ángel, el tendedero con las ropitas y otros. «La Máquina», como él la llamaba, lleva funcionando desde entonces y créanme que es el asombro de quien la ve. También consiguió que la veterana Nati Garrido, encargada del antiguo belén de San Pedro, le hiciese casas y árboles.
Y así, hacia mediados del mes de noviembre, recibió las figuras que había encargado en Madrid y Olot. Las mismas que él recordaba de estudiante, pero nuevas y relucientes. Tras un mes de trabajo atroz, el «Nacimiento del Carmen» se inauguró, o más bien habría que decir se reinauguró, el sábado 22 de diciembre tras la misa de 12, y se mantuvo hasta el 2 de febrero. La aceptación de la feligresía y de Vitoria en general fue grande. Llovían las felicitaciones de todos los lugares. Obtuvo el Primer Premio del Concurso de Belenes. Juan Cruz quedó abrumado por el éxito, pero bastante cansado y agobiado por tanto trabajo.
Al año siguiente el compromiso era todavía mayor. Se había programado en TVE la retransmisión de la misa dominical del 29 de diciembre, desde precisamente el Carmen de Vitoria. ¡El belén saldría en la TVE!… Tras muchos tiras y aflojas, por fin logra convencerme para que me encargue del decorado del belén de ese año y él mejoraría «La Máquina» y la estructura. Nos pusimos manos a la obra el día de San José. Teníamos que modular el belén en trozos, de forma que pudiéramos transportarlo a la Iglesia sin problemas de puertas y, sobre todo, de peso. Fue la primera vez que tomé contacto con el poliestireno expandido, más ligero de peso que la escayola. Buscando formas de trabajarlo, pues nadie lo había usado en belenes hasta esa fecha. Con un viejo cuchillo de pelar patatas de la antigua cocina del colegio y una sierra de poliestireno muy rudimentaria, que fabricamos con cuatro hierros viejos de Permar y poco más, dimos forma al nacimiento del año 1985.
El nacimiento quedó espectacular. Lástima que una fuerte nevada en la fecha prevista impidiese la retrasmisión de la misa desde Vitoria. No importó, pues D. Ramón Alfaro nos regaló un reportaje gráfico con los mejores fotógrafos de Fournier y editaron una postal que con el tiempo ha dado la vuelta al mundo. Aquel año el belén fue reconocido con una Mención Honorífica Especial al no poder participar en el concurso, pues así lo estipulaban las normas, y porque no era ético que un miembro del Jurado participase.
Durante los meses de enero y febrero del año 1986, el Padre Juan Cruz y un servidor sellamos un pacto de unión de proyectos: él empujaría la creación y actividades de la añorada Asociación Belenista y yo seguiría con el belén del Carmen con un nuevo decorado. Durante las obras de ese año en las dependencias del Convento, en silencio y con premeditación, Juan Cruz preparó el Claustro para poder albergar las exposiciones venideras, pero sobre todo las de belenes. Una instalación eléctrica con un punto de luz cada tres metros en todo el Claustro y cuadro de luces con diferenciales y magnetotérmicos para proteger tanto al Convento como a los inexpertos belenistas.
Tuvo que llegar el acto de entrega de premios de la Campaña Navideña 1986-1987 en el Salón Luis de Ajuria, para que, aprovechando mi presencia en la mesa como Jurado, convocase nuevamente a todos los belenistas participantes en el concurso a una asamblea en la que echaríamos a andar la Asociación Belenista de Álava. Tras dos reuniones preliminares, convocamos la Asamblea Constituyente el 17 de octubre de 1987 a las 7:30 h. PM. Procedimos posteriormente a la legalización e ingresamos en la Federación Española de Belenistas. ¡Por fin éramos una asociación belenista legal y federada!
Muchas son las cosas que hemos hecho juntos en estos 25 años. Con la de este año serán 25 Muestras Belenistas y calculo que con el público de esta campaña pasarán del medio millón de visitantes en todos estos años. Miles de niños han traído sus trabajos a nuestros concursos de belenes y eslóganes. Miles de personas han asistido a nuestros pregones de Navidad. Cientos de personas han aprendido técnicas belenistas en nuestros cursillos de belenes. Miles de personas han hecho la «Ruta de Belenes». Miles de personas han visitado nuestra página web www.arabelen.com. Durante los últimos 10 años hemos colaborado con la Cofradía de la Virgen Blanca cediendo belenes y dioramas para exponer en su Museo de Faroles. Hoy disponemos de un local en la «Almendra Medieval» para el desarrollo de nuestras actividades.
Y todo eso gracias al trabajo y esfuerzo anónimo de un montón de socios y no socios, es por eso que creo que es el momento de decir ¡Zorionak! ¡Felicidades! pero sobre todo «Gracias y Ánimo». Agradecimiento a las asociaciones vecinas de Pamplona y Guipúzcoa por su gran apoyo en los primeros años. Gracias a José María Rebé e Igone de San Sebastián. Gracias a Martín Zamarbide y a los hermanos Garayoa (Ángel y Juan Luis) de Pamplona. Gracias a la instituciones, Diputación, Ayuntamiento, Caja Vital, Caja Laboral, El Correo y COPE por su ayuda durante estos años. Gracias a nuestras familias y en especial a nuestr@s espos@s que han compartido y sufrido en silencio esta bendita chaladura. Y sobre todo, GRACIAS a la Comunidad Carmelitana de Vitoria y en especial al Padre Juan Cruz, que tanto nos han apoyado y permitido durante estos 25 años.
Cuando empezamos a crear la asociación entendíamos el belén como «expresión plástica, con tradición popular y fervor religioso». Aprendimos con el Padre Juan Cruz que el belén es en sí mismo un «Altar Temporal» de Navidad y una extraordinaria «Catequesis Plástica». Hoy, tras estos 25 años, es para nosotros mucho más. Es un hobby en el que disfrutamos cientos de horas. Es una terapia ocupacional para nuestros prejubilados y jubilados. Un motivo de unión y amistad entre aficionados de todo el mundo a través de Internet. Los foros y las páginas web se multiplican. Es todo un mundo dentro del coleccionismo, se coleccionan figuras, postales, pins, belenes en sí mismo de diversos países, libros y publicaciones. El belenismo es un fenómeno grupal, las asociaciones proliferan nacional e internacionalmente, cada vez somos más. Es motivo de Congresos Nacionales e Internacionales, Convenciones (como la que hicimos en Laguardia), reuniones regionales y encuentros de todo tipo. Muchos ayuntamientos, entre ellos Vitoria-Gasteiz, han visto un reclamo turístico en las «Rutas de Belenes» y «Ferias de Artesanía Belenista». En definitiva, el belenismo y el belén están de moda.
Pero, hoy a nadie se le escapa, ni a Zapatero, de que estamos inmersos en una profunda crisis. Crisis que va a afectar a muchos de los montajes y actividades de nuestras asociaciones en España, sobre todo a aquellas que dependen fuertemente de entidades de ahorro, Ayuntamientos y Diputaciones. Aunque eso no es nada si pensamos en las desesperadas situaciones de desahucios y privaciones de muchas familias, provocadas por el desempleo, los recortes y la falta de ayudas sociales. Estas Navidades se presentan tristes para un montón de vecinos. Y digo vecinos, pues aunque no queramos verlo, nos toca a todos muy cerca.
Pero la crisis no es solo económica. No. Afecta en esta nuestra sociedad, cada vez más laica, también a conceptos más profundos como el Amor, la Fe y la Familia. Y estos son quizás los ingredientes principales que necesitamos para nuestros belenes. Amor entendido por entrega incondicional a los demás sin esperar nada a cambio, con abnegado esfuerzo y sacrificio a la hora de hacer nuestros nacimientos. Fe en que lo que estamos representando en nuestros pesebres, como os decía al comienzo del Pregón, es en sí mismo el mejor apostolado del Misterio de la Natividad, que marca el comienzo de nuestra era cristiana y es el fundamento de estas fechas navideñas. Y hoy más que nunca es necesario reivindicar el pilar básico de nuestra sociedad: la Familia. Al igual que aquella Sagrada Familia de Belén, la misma que representamos plásticamente.
Y termino haciéndome nuevamente la pregunta: ¿por qué?. Pero un porqué más profundo, tipo Mourinho: «¿Pur quéeee?».
Durante las cientos de horas en las que he tenido el placer de compartir charlas y proyectos con el Padre Juan Cruz en el último banco de este templo, mientras esperábamos la salida del último visitante para poder cerrar la Iglesia, Juan Cruz frecuentemente me repetía que yo era un perfeccionista y que tenía que hacer el belén pensando en los niños. Que era para ellos y por ellos por quien merecía la pena el esfuerzo. Que solo por el hecho de que uno se agarrase fuertemente a la barandilla y llorase por su marcha, compensaba todo nuestro trabajo, desvelos y sacrificio. Quizás es añoranza de una inocente infancia, en la que un servidor vivió esa escena ante el belén de su abuelo.
Solo me queda desearos que vuestros belenes sigan haciendo cosquillas en el corazón a tantos anónimos visitantes atraídos año tras año. Y que el bendito Niño, que nos sonríe desde nuestros humildes pesebres, nos colme de salud, trabajo y paz el año entrante.
Zorionak eta Urte Berri On.
Eskerrik asko. Arratsalde On.»
Pedro Pablo González Mecolay – Vitoria-Gasteiz, 22 de diciembre de 2012
P.D.: Para terminar os adjuntamos una serie de vídeos de la coral infantil Leioa Kantika Korala, dirigida por Basilio Astúlez, que se ha encargado de la parte musical del Pregón de Navidad 2012. En dichos vídeos está gran parte del repertorio que han interpretado la tarde de hoy.
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