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Texto del Pregón de Navidad 2017 de la Asociación Belenista de Álava, a cargo de D. Jesús Prieto Mendaza

20 Dic 17
Presidencia FEB
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Texto del Pregón de Navidad 2017
de la Asociación Belenista de Álava,
a cargo de D. Jesús Prieto Mendaza

Isotipo de la Asociación Belenista de ÁlavaEn la tarde-noche de ayer, martes 19 de diciembre de 2017, ante el numeroso público que llenó la Iglesia de los P.P. Carmelitas de Vitoria-Gasteiz, en un acto amenizado por el Coro Erkametza (Elburgo), D. Jesús Prieto Mendaza, licenciado en Antropología Social y Doctor en Estudios Internacionales e Interculturales por la Universidad de Deusto, en la que colabora como profesor, pronunció el siguiente Pregón de Navidad.


Jesús Prieto Mendaza, pregonero de la Navidad 2017 en Vitoria-Gasteiz (19/12/2017)

Jesús Prieto Mendaza,
pregonero de la Navidad 2017
en Vitoria-Gasteiz (19/12/2017)

La Navidad como expresión cultural

«Desde que el hombre es hombre ha buscado adaptar sus ciclos festivos a los ciclos de la vida, fundamentalmente por su dependencia durante siglos de la agricultura y la ganadería. Así la naturaleza, y es esta una perspectiva fundamentalmente ecologista, marcaba los ritmos del tiempo de labor y del tiempo mágico, del tiempo sanador, es decir del tiempo festivo. Uno de esos ciclos es el que coincide en todo el hemisferio norte con el solsticio de invierno, con el parón de la naturaleza, de la vida. Es este un tiempo de poca luz, de oscuridad, de recogimiento doméstico y familiar. Precisamente por todo ello se celebra el momento en que comienzan a ganar peso la luz y el calor, por lo tanto, el acercamiento paulatino al despertar de la naturaleza con la esperada primavera. De ahí que los romanos celebraran el Natalis Solis Invicti, Nacimiento del Sol Invicto, festividad asociada al nacimiento del dios Apolo.

Pero con la cristianización, las fiestas paganas se readaptan y en el imaginario cristiano se decide recordar el nacimiento de Jesucristo, allí en Belén, un 25 de diciembre hace 2017 años. Desde entonces la «Natividad», este tiempo desde adviento hasta la festividad de los Reyes Magos se celebra entre nosotros con toda una serie de rituales, profanos y religiosos, que coinciden en algo característico de toda fiesta: su magia. Y es que la magia impregna la festividad de la Navidad.

Invito a la concurrencia a recordar: por favor piensen en las Navidades de su infancia, en las de su juventud, en las de su actual madurez pensando en la ilusión de hijos o, quizás ya, nietos. Reconocerán que en todas ellas la ilusión, la alegría, la reunión o el misterio, es decir la magia, por la llegada de Dios y de los Magos de Oriente están presentes.

Bien, pues uno de esos rituales navideños es en nuestro entorno cultural el belén o nacimiento. Se suele ubicar su nacimiento, valga la redundancia, en el siglo XIII y su autoría se atribuye a San Francisco de Asís que en la Navidad de 1223 realizó un belén viviente en una gruta de Greccio. Es pues el Nacimiento una de las tradiciones más hermosas de nuestra Navidad.

A pesar de la introducción de elementos llegados del norte de Europa, como son el abeto de Navidad y Santa Claus, o recreaciones propias como es el cuento de Olentzero, el belén es sin duda el elemento ritual que más se aproxima a la esencia de la Navidad. Les pido de nuevo que recuerden su infancia, que actualicen su memoria navideña, que vivan el presente también. ¿Acaso no hay un Nacimiento en esas imágenes?

Las modas lo invaden todo, nuestras formas de consumo, de ocio, de cultura. Pero en los últimos tiempos parece generalizarse una moda, más cimentada en las ocurrencias de algunos que en la documentación, que hace de la demolición de todo lo anterior una profesión de fe y progresía. Las tradiciones, costumbres o raíces que nos conforman como sociedad, entre ellas la tradición belenista, son cuestionadas, y eso en principio no está mal, desde un espíritu autodestructor muy alejado de esa crítica constructiva que hace avanzar a todo grupo humano. Así, los sustentos antropológicos que han definido nuestra identidad (múltiple y diversa, ciertamente, pero identidad, al fin y al cabo) hasta nuestros días, son sometidos a una sistemática acción de demolición para ser anulados, en algunos casos, o sustituidos, en otro, por rituales que tienen que ver más con el esperpento que con el devenir diacrónico de nuestra historia. Esta moda está penetrando absolutamente todos los aspectos de eso que Durkheim denominaba «conciencia colectiva» y en esta época le toca también a una de nuestras festividades más importante: la Navidad.

Así, determinados sectores ideológicos están recuperando la idea de las «Saturnales» romanas, para buscar el reencuentro con las celebraciones paganas del solsticio de invierno, frente a nuestras «Navidades cristianas». De esta forma se está generalizando el uso de expresiones como «felices saturnales» o «felices fiestas de solsticio de invierno». Determinados ayuntamientos han celebrado la fiesta de las «magas de la Navidad», pues se considera una forma laica y republicana de festejar este tiempo festivo invernal frente a las Navidades tradicionales, que son consideradas una fiesta retrógrada. La ciudadanía es libre de hacer con su vida lo que sea, no seré yo quien diga lo contrario, pero tratándose de personajes que se deben a la cosa pública y con el ánimo de documentar con seriedad su propuesta imagino que se habrán encontrado infinidad de tesis doctorales realizadas sobre el tema en numerosas universidades del mundo y bibliografía abundante al respecto de importantes eruditos, sociólogos, etnógrafos y estudiosos de los rituales festivos. ¿O no?

Ya el pasado año una importante ciudad española promovió unas Navidades más «laicas», con propuestas como la celebración del solsticio de invierno y la fiesta de la luz, o la campaña «no somos rosas ni azules»; otra no menos importante capital también apostó porque no hubiera belenes en las calles, pues otras comunidades religiosas podrían verlo como una ofensa; incluso una ciudad a la que acuden anualmente miles de peregrinos decidió suprimir el belén navideño de su mundialmente conocida plaza para sustituirlo por unos abetos; o el caso de una hermosa villa mediterránea que también eliminó la proyección de motivos navideños en la fachada de la casa consistorial, para sustituirlos por figuras más laicas. La lista sería interminable si añadimos la negativa de ludotecas, colegios, residencias y organismos que sustituyen villancicos, nacimientos y zambombas por hip hop, castillos de Playmobil o degustaciones de cuscús, pensando de esta forma ser mucho más progresistas. Creo sinceramente que nunca nadie dio tan pobres argumentos como los que esta especie de «laicidad Disney», tan alejada de la de otras sociedades de nuestro entorno europeo, está aportando.

Las manifestaciones culturales de origen religioso de nuestra actual sociedad, evidentemente secularizada, no tienen por qué ser vistas como una práctica de fe, sí lo serán para quienes se consideran creyentes, pero para otros muchos son simples rasgos de nuestra tradición cultural, forman parte de nuestro patrimonio material e inmaterial. Basta que se den ustedes una vuelta por sociedades mucho más laicas, y desde hace mucho más tiempo, que la nuestra para comprobar lo que estoy diciendo. En Francia qué decir de la Navidad en los pueblos de Alsacia como Colmar o Kaysersberg, en París, en Estrasburgo, en todas sus ciudades la fiesta mayor del año se celebra alrededor del Marché de Nöel. En Alemania el momento más importante del año, tanto de reunión familiar como de socialización amical, se realiza en torno al Christmas Market, recuerdo con especial agrado el Weihnachtsmarkt de Friburgo y el vino caliente, glühwein, tomado allí en compañía de inolvidables amigos. Podríamos seguir por los distintos mercados de Bruselas, especialmente el ubicado en la Grand Place, o Brujas, con su famoso Kerstmarkt Brugen, en todos ellos se puede disfrutar de villancicos y música religiosa mientras se degusta una estupenda bière de nöel viendo pasar a los Reyes Magos junto al típico Sinterklaas o Papá Nöel belga.

Acudir a visitar los belenes y escuchar música en las iglesias iluminadas durante estas fechas, poner abetos o nacimientos en las comunidades de vecinos, oficinas, colegios y hospitales, no es visto como una liturgia religiosa sino como un práctica cultural que indudablemente ha llegado hasta nuestros días desprovista de la sacralización de antaño; pero no por ello se cuestiona su presencia en los espacios públicos y mucho menos su eliminación. Ya lo dijo la inigualable Erma Bombeck: «No hay nada más triste en este mundo que levantarse la mañana de Navidad y no ser un niño».

¡Cuidado! A este paso no solamente nos podemos cargar la misma esencia de la Navidad, también nos podríamos cargar su magia, y sin ese tiempo mágico, necesario, cualquier ritual festivo pierde su razón de ser como revitalizador y sanador de su tejido social para seguir siendo tiempo de cotidianidad. Por eso deseo subrayar la importante labor que hacéis desde las asociaciones belenistas, vuestro trabajo es fundamental para mantener viva la llama de la Navidad, ese profundo mensaje que debiera marcar el camino de nuestras actuales sociedades de bienestar y que tan desdibujado está quedando, en definitiva el mensaje que nos dio quien está representado allí en un humilde pesebre de cualquier «belén»: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado». Ese es el verdadero mensaje de la Navidad y dura 365 días.»

Jesús Prieto Mendaza
Vitoria-Gasteiz, 19 de diciembre de 2017

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Texto del Pregón de Navidad 2017 – Asociación de Belenistas de Alicante – D. Juan Giner Pastor

01 Dic 17
Presidencia FEB
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En la tarde-noche de hoy, viernes 1 de diciembre de 2017, ante el numeroso público congregado en el Aula de Cultura de la Fundación Caja Mediteráneo de Alicante, en un acto amenizado por el Orfeón Nuevo Amanecer, del Patronato “Cristo de la Paz” de San Juan de Alicante, dirigido por D. José Antonio Ruiz Sánchez, D. Juan Giner Pastor, Catedrático, Maestro Mayor Belenista, Trofeo e Insignia de Oro de la Federación Española de Belenistas y Premio de la UN-FOE-PRAE (Universalis Foederatio Praesepistica), ha pronunciado el siguiente Pregón de Navidad.


“Buenas tardes, señoras y señores. O mejor, buenas tardes amigas y amigos. Porque si estáis aquí esta tarde es, no lo dudo, por amistad con la Asociación de Belenistas de Alicante, organizadora de este Pregón de la Navidad 2017. A las autoridades presentes, a los representantes de la Fundación Caja Mediterráneo y a la Junta de Gobierno de la asociación, especialmente, al presidente, deseándole una pronta recuperación.

Cuando ya a primeros de año el querido amigo D. Alejandro Cánovas Lillo, presidente de la Asociación de Belenistas de Alicante, me propuso ser el Pregonero de la Navidad 2017, según acuerdo tomado unánimemente por su Junta de Gobierno, le dije que el primer pregón que nuestra asociación había organizado en 1969 lo pronunció quien ahora os habla. Pero, como ello no se consideró inconveniente y, además, puesto que en la lista de pregoneros de la Navidad que la Asociación de Belenistas de Alicante ha tenido, hubo anteriormente quienes repitieron el ser pregoneros, acepté emocionado esta distinción. Sí, emocionado, porque después de la Resurrección de Jesús, base de nuestra fe, Navidad es la fiesta más dichosa del cristianismo, y pregonar la Navidad de Cristo indudablemente es una alegría emocionante, sabiendo que el cristianismo es la única religión que se fundamenta en el Amor.

Como belenista, pregonar la Navidad es hablar con el corazón de entrañables sentimientos. Pregonar la Navidad, para quien ama el belén desde que tengo memoria, es evocar afectos y vivencias inefables en la niñez con mi familia, de los primeros belenes que hice, de todos los premios conseguidos, de tantas anécdotas acumuladas, de aquellos amigos belenistas que ya no están. Pregonar la Navidad hoy es para mí, asimismo, un motivo extraordinario para recordar que le he dedicado a la Asociación de Belenistas de Alicante gran parte de la vida, pues pertenezco a nuestra asociación desde que se fundó en 1959, y, como ha dicho el vicepresidente, en ella he ocupado diferentes cargos y recibido preciadas distinciones.

Pero todo ello no es nada ante la dicha inmensa que supone hacer el belén. Porque hacer el belén es dichosa tarea… Un jubiloso empeño que aúna ingenio y arte para crear ambientes, paisajes, escenarios que cobijen la historia más encantadora y sencilla.

Hacer el belén es representar el sublime momento en el que Dios nace en un establo y todos los demás relatos evangélicos que completan el tiempo de la infancia de Cristo, como María meditaba en su corazón:

En Nazaret María meditaba
los acontecimientos de su vida:
la Anunciación del Ángel, la partida
hacia Ay-Karin, donde Isabel estaba.

La llegada a Belén cuando esperaba
que ya naciera su Hijo y la subida
hasta el establo donde, bendecida,
fue la Gloria de Dios quien la colmaba.

Y cuando unos viajeros misteriosos
llegaron desde Oriente tras la estrella
para adorar al niño jubilosos.

Y la huida hasta Egipto por aquella
matanza que, con celos tenebrosos,
Herodes decretó en cruel querella.

Ahora a Nazaret ha regresado
junto a José y al niño bien amado.

Cuando los belenistas pensamos las escenas de nuestros belenes, imaginando con ilusión bendita campos y montes, poblados y viviendas, desiertos, ríos, lagos, palacios o cabañas, encontramos un íntimo sosiego que tan raro es ya en esta tecnificada época de prisas, de agobios, porque el belén es una expresión de paz y amor, de la Paz y el Amor de Cristo nacido en Belén. Y para ser auténticamente belenistas hay que vivir plenamente este excelso legado cuyo cumplimiento nos es tan imperiosamente necesario, ahora que la corrupción, la violencia o el escándalo se han convertido en asuntos cotidianos. Por ello, muchos belenistas quisiéramos que nuestros trabajos fuesen una auténtica oración hecha de imágenes que plasman el glorioso portento del Nacimiento de Jesús, utilizando todo un caudal de destrezas artísticas, artesanas y técnicas: diseño, perspectiva, modelado, talla, pintura, luminotecnia… Además, como intentamos alojar ese mensaje de paz que transmitimos en la más hermosa realización plástica, hemos de estudiar los ambientes bíblicos históricos, o los escenarios costumbristas populares y, como consecuencia, también aprendemos de la naturaleza, mediante su contemplación, aquella realidad que estamos procurando mostrar, aquellos paisajes que hemos gozado viéndolos o pensándolos y que, materializándolos a través de nuestros belenes, queremos que siempre deleiten a los demás, conmoviendo y llenado de optimismo los corazones.

Y algo fundamental, hacer el belén nos debería comprometer a dar testimonio activo del mensaje imperecedero que el belén atesora, pues será una incoherencia hacer belenes y no poner en práctica todo cuanto el belén supone: sencillez, concordia, bondad. Es incongruente hacer belenes y estar al mismo tiempo enemistados con otras personas de nuestro entorno, con otros belenistas. Busquemos primero con buena voluntad la reconciliación y luego pongámonos a desarrollar nuestra vocación belenista. Seguro que el belén que entonces realicemos será auténtico reflejo de la gran alegría que manifestaba el mensaje angélico a los pastores.

El heno en el pesebre resplandece,
entre el asno y el buey brilla un lucero,
un Niño, Luz de Luz, que amor sincero
a quienes son humildes les ofrece.

Su Madre, Virgen pura, entre sus brazos
lo arrulla con cariñosa dulzura
junto al esposo que a los dos procura
la firme castidad de sus abrazos.

Entran en el establo los pastores
deseosos de adorar a su Mesías,
como el ángel les dijo en la majada.

Y allí sienten colmados sus mayores
anhelos, cumplidas sus alegrías
que del Señor relumbra la alborada

e ilumina de paz y de esperanza
a los que ponen en Él su confianza.

Por eso, en una época, por desgracia, cada vez menos dispuesta a la labor creativa y desinteresada, la actividad belenista merece alguna reflexión. Porque ser belenista no es sólo tener la habilidad, la técnica, la capacidad artística para representar plásticamente los misterios de la Natividad del Señor. Ser belenista es, además, poner el corazón y el alma al servicio de los ideales de perfección que el Nacimiento de Jesús en Belén significa. Ser belenista es dedicar tiempo y entusiasmo en proseguir una tarea de evangelización plástica, cuyas raíces tienen varios siglos de tradición, haciendo de tu vida una proyección real del mensaje plasmado en el belén. Y ser belenista es también ser humilde como lo fue nuestro patrón San Francisco de Asís. Los belenistas trabajamos con materiales sencillos y perecederos: barro, corcho, escayola, papel, esforzándonos para transformarlos en imágenes que sean testimonio de la verdad auténtica, del amor sincero, de la humildad evangélica. Intentamos oponer a las imágenes cotidianas de fanatismo, de desasosiego, de incertidumbre o de rutina insatisfecha, el mundo sencillo y entrañable de la Sagrada Familia, de la niñez de Cristo. Imitamos el ejemplo iniciado la Nochebuena del año 1223 en Greccio por San Francisco, que comprendió lo cautivador del ambiente de la primera Navidad y lo materializó como ejemplo y como meta. La primera Navidad es el momento en el que Dios, que tan lejano nos parece en su esencia eterna e incomprensible, precisamente por ello quiso ser cercano, presente, visible, y, habiéndose hecho hombre en el seno virginal de Santa María, nace en el establo de una cueva de Belén y se manifiesta como la Palabra divina. Para muchos la historia cambió entonces, porque Dios ya estaba con nosotros, junto a nosotros. Era de Dios, y nos libera de la esclavitud del pecado y de la muerte.

No lloréis nunca más, que no haya duelo.
Desterrad la maldad, las impudicias.
Que la piedad anule las sevicias.
Que ya nadie se arrastre por el suelo.

Que donde hubo dolor haya consuelo
y el mundo todo sepa las albricias
que hoy resuenan como dulces caricias
en quienes te buscamos con anhelo.

Pues de Dios en Belén nace la Vida
encarnada en un niño glorioso
que nos devuelve la bondad perdida

y nos abre el camino venturoso
por donde el alma, libre y redimida,
encontrará un futuro victorioso

Sin embargo, ¿cómo no tener en cuenta el desenfreno materialista que atenaza y desvirtúa la Navidad actual? Que algunos intentan convertir en un despropósito de consumismo voraz, transformando los muchos valores de fe, de emoción, de afecto, de raíces populares que la Navidad entraña, que la Navidad compendia y que la Navidad transmite, en unas fiestas desquiciadas y grotescas, sin ningún sentido auténtico. Unas fiestas que no son alegres para las víctimas del paro, de la injusticia, de tantos abusos que continuamente se padecen. Y, precisamente por ello, los cristianos tenemos la inmensa responsabilidad de insistir en la entraña de la alegría navideña, con el comportamiento vital a que nos compromete la fe que profesamos.

Y los belenistas hemos de manifestar ante todos y, especialmente ante los niños, porque de ellos es el futuro, que junto al belén no puede haber ideologías ni partidismos. El belén nos une, porque nos habla directamente al corazón de familia, de ternura, de niñez. Que son las enseñanzas que se compendian en un belén, haciéndonos evocar también a los seres más queridos: los padres, los hermanos, los abuelos. El belén es una escuela de buenos sentimientos, un mensaje de sosiego y bondad para los limpios de corazón, capaces de encontrar la dicha en las pequeñas cosas que ofrece la vida.

¡Bendito seas, Señor! Recién nacido
te adoro en el Portal y soy sincero
al decirte lo mucho que te quiero
sabiendo que a salvarme Tú has venido.

Igual que los pastores he podido
contemplarte, besarte, y así espero
que sea tu luz el resplandor certero
para guiarme seguro y redimido.

Porque soy belenista mi alegría
es hacer Navidad a cada instante,
pregonar tu verdad día tras día.

Y el gozo ante el belén será constate,
pues es allí que en brazos de María
a todos nos sonríe el Santo Infante.

Pero, ¿los belenistas no haríamos mejor en dedicar nuestro tiempo, nuestra ilusión y nuestro dinero en otras finalidades doctrinales, catequéticas o asistenciales?

Desde luego que si cada uno hace lo que puede y lo que sabe, poniendo en ello todo su cariño, y lo hace pensando en la dicha que proporciona a los demás, como hacen los auténticos belenistas, indudablemente ello ya es oportuno. Además, mientras hay quienes se ponen del lado de tantas manifestaciones negativas y violentas que están dirigiendo a nuestro mundo por vías cercanas a la autodestrucción, otra parte de nuestra sociedad prefieren los aspectos más positivos: la comprensión, el respeto, la fraternidad. Que son los valores trascendentales que los belenistas debemos destacar en los belenes. Unos valores para la vida que nos comprometen a intentar cumplir responsablemente con nuestras obligaciones ciudadanas y éticas. Así, el belén simboliza nuestro mejor ánimo, el que nos impulsa a mejorar día a día, porque siempre habrá objetivos que alcanzar más allá de la meta, si somos capaces de avanzar teniendo constantemente presente a Cristo, entre la maraña de escándalos, de abusos, de rencores, de fanatismos que lo ocultan, o, peor, que pervierten su enseñanza redentora.

Los belenistas hemos de esforzarnos para que, frente al clímax de tantos ceños hoscos, de tantas actitudes agresivas, de tantos corazones deshumanizados, se mantengan las esencias de la Navidad, como conmemoración de que Dios ha nacido para la redención de todo el género humano, al que le traía el evangelio de la misericordia, la honradez, la esperanza, la justicia y la verdad. Virtudes que habremos de dignificar hasta el extremo para que nuestra vocación belenista nos haga meditar, recapacitar, pues el siglo XXI nos exige una firme voluntad de superación. Y únicamente si nos desprendemos de nuestra vanidad y de nuestro egoísmo seremos dignos de entrar en el establo de Belén donde Jesús nació para enseñarnos que solo el Amor puede traer la verdadera Paz al mundo.

Bulle Belén de vida y esperanza
que un niño, Dios de Dios, allí ha nacido
y en su venida al mundo se ha cumplido
la salvación que a todos nos alcanza.

Entrar en el establo da confianza
al ver cómo el pecado ha sucumbido
ante el glorioso amor que ha florecido
testimoniando la divina alianza.

Goza mi corazón con la alegría
de saber que el Mesías se ha humanado.
¡Qué claridad dichosa tiene el día!

¡Qué bendición de paz nos ha llegado!
¡Qué momento feliz, cuánta armonía
entre el cielo y la tierra se ha instalado!

Ciertamente las fiestas navideñas que ahora pregono son las celebraciones más universales y trascienden incluso a culturas no cristianas. Sin embargo, solo los evangelistas Mateo y Lucas nos dejaron escritas unas líneas, no muchas, sobre ello. Ni Marcos, ni Juan, ni Pablo nos hablan de los acontecimientos del nacimiento de Jesús. Si el año 354 el papa Liborio estableció que la Navidad fue exactamente el 25 de diciembre, es porque las paganas celebraciones solsticiales que festejaban al “Sol invicto” se transformaron en la solemnidad del nacimiento de Cristo, el nuevo sol de los cristianos. Y aunque nadie especifica la fecha exacta del nacimiento del Señor, sí que es factible aproximarse con cierta precisión a ella, según los datos que aparecen en el Evangelio de Mateo: durante el imperio de Augusto, en vida de Herodes I El Grande, que reinó del año 37 al 4 antes de Cristo, y siendo Quirino gobernador de Siria. Estos detalles han suscitado múltiples estudios para determinar la fecha del nacimiento del Señor, y los más fiables permiten aventurar que vino al mundo entre siete y cuatro años antes de lo que dicta nuestro calendario.

Resplandece de amor la madrugada
y la dicha rubrica el gran portento
de Dios que se hace hombre, dulce contento,
bendiciones de paz en la mirada.

La Humanidad se muestra alborotada,
que ya ha ocurrido el sacro Nacimiento
del niño que en tan feliz momento
es la Bondad por tantos esperada.

Un establo en Belén es escenario
donde el orden del mundo se renueva,
en culmen de portento extraordinario.

Y allí María, que en sus brazos lleva
el bendito esplendor de aquel Sagrario,
los corazones hacia el cielo eleva.

Pero, ¿por qué de los cuatro evangelistas, solamente Mateo y Lucas escriben sobre la infancia de Jesús? ¿Acaso Marcos y Juan no conocían la vida completa del Maestro de tal modo que cada uno difiere en su manera de comenzar la historia del Señor? ¿O creyeron que algunos episodios no merecían ser incluidos en sus evangelios? Para contestar a estas preguntas debemos tener en cuenta que la existencia de Cristo era tan misteriosa, tan inconcebible, tan fuera de toda lógica, que llevó muchos años convencerse de que ese Jesús a quien habían visto y tocado, era nada menos que Dios mismo que los había visitado en la tierra. La persona de Jesús no fue entendida enseguida sino gradualmente por los primeros cristianos. Y esto influyó en la manera de empezar a escribir sobre Él.

Así, en los comienzos del cristianismo, la resurrección de Jesús fue el único dato de su vida que se consideró digno de mencionarse, pues los primeros cristianos predicaban que en la resurrección Jesús alcanzó la gloria de ser el Hijo de Dios. Por lo tanto, cuando quisieron pasar por escrito algo de la vida de Jesús, lo único que les pareció importante fueron los detalles de su muerte y resurrección. De tal manera que lo primero que se escribió sobre Jesús fue lo último.

Posteriormente, cuando los cristianos reflexionaron más sobre la identidad de Jesús y entendieron que era Hijo de Dios ya durante su ministerio, consideraron también importante recopilar toda la información sobre su vida pública, sus dichos y sus milagros. Entonces un escritor al que llamamos Marcos, decidió juntarlo a los relatos pasionistas y así nació el primer evangelio, que en griego significa “la buena noticia”.

Tiempo después la cristología siguió progresando. Se comprendió que Jesús era Hijo de Dios desde su misma concepción y los cristianos, que amaban y seguían fervientemente a Jesús, querían saber más todavía sobre su vida: quiénes fueron sus antepasados, en dónde había nacido, dónde se había criado… En esa búsqueda de información fueron apareciendo nuevos detalles que narraban los hechos de la infancia del Señor y estos informes también pasaron a ser importantes y pudieron ser añadidos como “evangelios” en los escritos posteriores de Mateo y Lucas, que tan valiosos son para los belenistas.

Finalmente, con la iluminación del Espíritu Santo, se supo de la preexistencia de Jesús como Hijo de Dios desde antes de su nacimiento, que Jesús nunca había “empezado” a ser Hijo de Dios, sino que lo fue desde toda la eternidad, que “preexistía” desde antes de la creación del mundo. Y entonces Juan, al escribir su evangelio, antes de relatar como los otros tres evangelistas la vida pública del Maestro, comenzada con su bautismo en el Jordán, se fue más atrás todavía y añadió, a manera de prólogo, un hermoso himno que cantaban los cristianos en sus reuniones litúrgicas y que empieza así: “En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”.

Los primeros cristianos fueron descubriendo a Jesús poco a poco, con esfuerzo, reflexión, oración y con la inspiración del Espíritu Santo, que es fuente de Verdad y Vida para los bautizados.

En Belén relumbra la mañana
y estallan de emoción los corazones.
Hay gozo en el Portal, hay mil razones
para sentir la dicha tan cercana.

El paisaje se ve por la ventana
florecido de gloria y de ilusiones
mientras que el sol derrama bendiciones,
que son brillos de vida que él emana.

Y esta luz, esta dicha, la armonía
que en la naturaleza se percibe
son reflejo de la santa alegría,

de tanto amor que de muchos recibe
el niño Dios, hijo de María,
que en un pesebre entre pajas se exhibe.

Actualmente, para algunos investigadores admitir que Jesús nació en Belén es una cuestión problemática. Porque en todas las Escrituras sólo Mateo y Lucas afirman en dos capítulos del Nuevo Testamento que Jesús nació en Belén de Judea, la ciudad de David, una población de enorme importancia para la tradición mesiánica judía. El otro lugar en discusión es Nazaret, una insignificante aldea agrícola de Galilea, pero en definitiva el complemento que siempre acompaña a Jesús… de Nazaret. Así lo llaman los evangelistas, el “nazareno”.

Considero que ambas coincidencias son admisibles: según las circunstancias del empadronamiento que nos describe Lucas, Jesús nació en Belén, dentro de un establo ya que no había lugar en la posada; y su madre lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Que no es dogma de fe, pero sí una creencia tan firme y arraigada que el nacimiento del Salvador no se puede comprender de otra manera. Si el Niño hubiese nacido en Nazaret, el pueblo de María y José, ¿cómo iba a nacer en un establo, en vez de en su casa?

Y enumera Mateo que en Belén ocurrió la visita de los Magos, esos misteriosos personajes llegados desde Oriente para postrarse ante el Gran Poder de la divinidad, representada en un Niño.

Tres magos de la Persia, tres viajeros
guiados por una estrella en su camino,
ya llegan al final de su destino,
ya del Rey del Amor son prisioneros.

Ellos saben de augurios y luceros,
pero aquel celestial signo divino
les renueva por entero su sino,
los hace del Mesías mensajeros.

Marca en Belén el astro reluciente
a un Niño con su Madre que lo acuna,
en un hogar que huele a pan caliente.

Y no hay nada mejor, mayor fortuna
para aquellos tres sabios del Oriente
que saber que Él es Dios sin duda alguna.

Después, como describe también Mateo, José y María con el niño tuvieron que huir a Egipto, para escapar de la maldad de Herodes. Más tarde, muerto el rey infame, regresaron a Nazaret, su pueblo, donde Jesús vivió privadamente casi 30 años. ¿Cuántos, habiendo nacido en una localidad, son considerados en realidad como del lugar donde han residido casi toda su vida?

De esos 30 años de la vida de Jesús que los Evangelios silencian, lo único que conocemos es un episodio narrado por Lucas que le sucedió a los 12 años, cuando se perdió en Jerusalén durante una fiesta de Pascua, y cómo José y María lo hallaron en el Templo escuchando a los maestros y haciéndoles preguntas que asombraban a quienes lo oían por su inteligencia. Añadiendo que volvió con ellos a Nazaret, obedeciéndoles en todo y creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Según esto, Jesús no se movió de Nazaret durante treinta años. Y allí, en su círculo familiar, experimentó su madurez humana, intelectual y psicológica, viviendo de una manera tan ordinaria y normal como lo hacían los demás judíos de su tiempo en los poblados de Galilea. Y cuando le llegó el momento de aparecer en público para recorrer las ciudades y pueblos de Palestina curando enfermos, resucitando muertos, enseñando parábolas y predicando el Reino de Dios con su mensaje de salvación, nunca se arrepintió de los años ocultos y silenciosos transcurridos en su pueblo, en su casa y con su gente; de su trabajo en el taller y de sus reuniones con los amigos. Nunca consideró ese periodo como perdido, porque aquel ambiente de apacible vida cotidiana es modelo en que inspirarse para lograr la serenidad familiar que hoy tanto falta.

El cotidiano afán de la jornada
despliega en Nazaret monotonías
de trabajo, de penas, de alegrías,
de besos de partida o de llegada.

Hay silencio de juventud callada
que contempla cómo pasan los días
uno tras otro iguales, sin porfías
ni estridencias que hagan aquí morada.

La Sagrada Familia nazarena
es en su lar modelo de ternura,
de renovada plenitud serena.

Bendito hogar, remanso de dulzura
donde el amor cada minuto llena
de esta Familia que es de Dios ventura.

Sea la rúbrica de este Pregón proclamar que la Navidad de Cristo es una persistente invitación a la reflexión personal, al sereno repaso de nuestra propia vida, subrayando que, aun en tiempo de tantas crisis, la Navidad ha de ser una fiesta radiante, con la alegría que depara, por lo menos, tener el corazón limpio y la conciencia en paz, porque la felicidad no depende de la riqueza ni del poder, la felicidad brota íntima profundamente de nuestra tranquilidad de espíritu, de nuestra conformidad responsable y sincera ante los designios de la voluntad divina que nos ha creado a su imagen y semejanza, para mostrarnos que la auténtica realidad de una vida plena solo es el Amor.

Con este sentimiento expreso mis mejores deseos para la Navidad 2017 que ya se acerca, que ya nos ofrece la bienaventuranza del inicio de la Redención y nos compromete a ser instrumentos de la misma, esforzándonos hasta el límite para ser testigos del Señor, que vino históricamente con su nacimiento en Belén y volverá en plenitud gloriosa al final de los tiempos. Además, aunque nos cueste entenderlo, Él permanece aquí también ahora y habita entre nosotros. Pues la presencia de Jesús está en la inocencia de los niños, en la decrepitud de los ancianos, en la demacrada faz de los enfermos, en el sufrimiento de las víctimas de desdichas, odios, injusticias, catástrofes y guerras, en la debilidad de los desamparados, en la entrega de los benéficos, en la sencillez de los humildes, en la bondad de todos los seráficos.

Ojalá que, con nuestro comportamiento personal y nuestros belenes, llenemos de dichoso significado el recuerdo de la venida histórica de Jesús que celebramos en Navidad. Y que, como los primeros cristianos, nos esforcemos para saber quién es y qué quiere de nosotros este Jesús que continúa vivo de una manera misteriosa, pues Él lo dijo claramente: “Yo estaré con vosotros hasta el final de los siglos”.

Muchas gracias por tan amable atención.”

Juan Giner Pastor – Alicante, 1 de diciembre de 2017

 

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Pregón de Navidad 2017 – Asociación de Belenistas de Alicante – D. Juan Giner Pastor

17 Nov 17
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La Asociación de Belenistas de Alicante se complace en invitaros al Pregón de Navidad que tendrá lugar en el Aula de Cultura de la Fundación Caja Mediteráneo (c/ Paseo de Gadea, 1 – 03003 Alicante), el próximo viernes 1 de diciembre de 2017 a las 19:30h (ver Agenda de Eventos).

El pregonero será D. Juan Giner Pastor. El acto estará amenizado por el Orfeón Nuevo Amanecer, del Patronato «Cristo de la Paz» de San Juan de Alicante, dirigido por D. José Antonio Ruiz Sánchez.

Esperando contar con vuestra presencia, por la que nos sentiremos muy honrados, os saludamos cordialmente.

Alejandro Cánovas Lillo – Presidente

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Texto del Pregón de Navidad 2016 – Asociación Belenista de Oviedo – Dª. Concepción Quirós

16 Dic 16
Presidencia FEB
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En la tarde-noche de hoy, viernes 16 de diciembre de 2016, ante el numeroso público congregado en el Salón de Actos de la Parroquia de San Juan el Real de Oviedo, en un acto amenizado por el Coro Reconquista, Dª. Concepción Quirós, directora de la Librería Cervantes, ha pronunciado el siguiente Pregón de Navidad.


Concepcion Quirós, pregonera de la Navidad 2016 en Oviedo (16/12/2016)

Concepcion Quirós, pregonera de la Navidad 2016 en Oviedo (16/12/2016)

«Buenas tardes a todos:

En primer lugar, y como manda la buena educación, quiero dar las gracias a la Asociación Belenista de Oviedo por pensar en mí para ser pregonera este año. Y hacerlo, además, en un marco como éste, el salón de actos de la Basílica de San Juan, a la que me siento muy cercana, me enorgullece aún más.

Es un auténtico honor y una gran responsabilidad formar parte de un grupo en el que anteriormente han estado personalidades como Emilio Alarcos, José María Martínez Cachero, Carmen Ruiz-Tilve, Paloma Gómez Borrero, Isabel San Sebastián o mi buen amigo Román Suárez Blanco, entre otros. Así que espero estar a la altura de vuestras expectativas.

Y, por supuesto, quiero agradecer a todos la presencia en este acto que, para mí, es muy especial porque hablar de Navidad me transporta a mi infancia, y retroceder a esos años siempre te hace ser un poco más niña y un poco más sentimental. Lo cual en estos tiempos, no me parece nada mal.

Para mí Navidad significa -desde hace muchos años- preparar mi Librería Cervantes con sus mejores galas para atender como es debido y se merecen las decenas de personas que nos visitan buscando el libro adecuado para sus gustos. Para regalar o para regalarse. Todo ha de estar a punto. Todo ha de estar engalanado para ofrecer la mejor Navidad a nuestros clientes, a nuestros amigos. Unos días intensos en los que todo el personal de la gran familia que es Cervantes trabaja sin descanso para que no falle ningún eslabón, para que todos se vayan satisfechos y con la idea de regresar a este mundo de cultura que intentamos inculcar día tras día en nuestra librería.

Y cuando llegan estas fechas, como dije antes, pienso en mi niñez, en mis navidades infantiles, con mi familia, con mis tres hermanos y con mis padres. Y sonrío recordando nuestras anécdotas, nuestras travesuras, nuestras impaciencias. Recuerdo cómo los papeles plateados de los chocolates se convertían en ríos, que veíamos fluir y en los que campeaban los patos. A veces, con cristales rotos, los ríos se convertían en bravíos, mientras los patos, que por algún accidente inocente carecían de cabezas, rodeaban la masa de agua con sus decapitaciones ocultas bajo rocas construidas de restos de carbón de encender la cocina de nuestra casa.

Esperábamos impacientes la llegada de una señora, que supe luego era una lechera que vivía por las afueras de Oviedo y nos traía el musgo, que aquí llamamos mofu, en un burro, que bien quisiéramos cogerlo para nuestro nacimiento. Ese musgo que marcaba el sendero para los pastores y para las lavanderas, que crecían en función de los dineros disponibles cada año. Y los reyes recorrían una y otra vez el camino hacia la adoración del Niño Jesús, ante nuestra impaciencia porque llegara el día en el que no había muchos regalos, pero sí mucha ilusión. Como dijo la periodista americana Erma Bombeck, «No hay nada más triste en este mundo que despertarse la mañana de Navidad y no ser un niño». Así que, seamos niños, aunque sea una vez al año.

Hoy sigo sintiendo una gran emoción cada vez que llegan estas fechas. Y en mi casa comienzo a desplegar todos los misterios o nacimientos que he ido coleccionando a lo largo de los años y de mis viajes por distintos lugares del mundo. Guatemala, Nápoles, Perú, Praga. Con todos ellos, alrededor de una decena, y construidos con diferentes materiales, de alguna manera, celebro la Navidad con personas que desde distintos puntos del Universo hablan en estas fechas un mismo idioma.

Y es que como dijo la escritora americana Edna Ferber, «la Navidad no es una temporada, es un sentimiento». Pero es también un momento para detenerse y repasar. Y pensar. Y sentir. Y para hacer balances de los momentos vividos a lo largo de todo un año. Un año que ha vuelto a ser complicado para la generalidad de las personas. Un año convulso, en el que la crisis no ha remitido, en el que sigue habiendo carencias primordiales, en el que muchas personas siguen pasando graves necesidades. Un año en el que es necesario volver a reivindicar que no falte lo esencial, que haya un mayor entendimiento entre los pueblos, que seamos un poco más solidarios con nuestros congéneres, que repartamos más cariño a quienes nos rodean.

Muchas veces me preguntan qué libro puedo recomendar por Navidad y es difícil para mí seleccionar un título porque son muchos los que recuerdan y reivindican estas fechas. Pero, a menudo, me acuerdo de un relato breve que leí hace muchos años, titulado «Un recuerdo de Navidad», del escritor Truman Capote, una especie de narración autobiográfica que habla de un niño de campo en los años 30 que, pese a carecer de mucho, disfruta de la alegría de poder dar algo durante la época navideña.

Ellos, los niños, son los que nos marcan con frecuencia el ritmo que debemos tomar, mientras los mayores nos perdemos en situaciones que no nos llevan a buen puerto o, al menos, la mayoría de las veces, no nos aportan nada satisfactorio. Y es que son los más pequeños los que, a menudo, con sus actitudes inocentes y desinteresadas, nos hacen comprender lo que realmente merece la pena en la vida. La importancia de dar antes que recibir. La importancia de valorar las pequeñas cosas como algo grande.

Por eso, cuando alguien nos pide pensar o hablar de la Navidad, la mayoría nos remontamos a nuestra infancia. Y comienzan a fluir imágenes de alegría, de risas incontenibles, de los preparativos propios de la época y, por supuesto, de nuestro belén. Ese que cada uno fuimos construyendo, aumentando y sustituyendo, pieza a pieza, pero que casi siempre nos ha acompañado a lo largo de nuestra vida. Modestos belenes que se convertían en nuestro territorio más preciado en unos días de vacaciones y asueto.

Nada que ver, desde luego, con los magníficos que exhibe la Asociación Belenista de Oviedo, cuya labor es de justicia reivindicar todo el año, aunque sus trabajos queden más patentes en estas fechas. Y quiero ensalzar el afán entusiasta que viene realizando desde que nació en el año 1988, gracias a un grupo de profesionales, que quiere promover el belenismo, en sus vertientes culturales, artísticas y religiosas. El belén de la Asociación Belenista de la ciudad, realizado en el taller de la entidad, ha tenido año tras año un elevado número de visitantes. Del taller salen cada Navidad otros belenes solicitados por empresas o instituciones públicas. Y gracias a vosotros desde 2006 la ciudad de Oviedo y cuantos visitantes lleguen, pueden contemplar el conjunto belenista que engalana la Plaza de Trascorrales, que incluye un belén monumental, en el que no falta el gran portal con figuras de tamaño natural, así como las diferentes exposiciones de belenes que se realizan en varias partes del mundo. Decenas de miles de personas acuden a las actividades que promueve la asociación, y cada año se ve superada, gracias, precisamente, a su afán de mejorar en cada edición, un espíritu que todos debemos imitar en todos los aspectos de nuestra existencia.

Y es que el belén simboliza más que ninguna otra cosa la Navidad y es importante recordarlo en unos momentos en los que parece que todo se ha desvirtuado y nada es lo que debería ser. Las calles se adornan de luces, de árboles, de Reyes Magos, de sus emisarios y de Papás Noeles, que quieren hacernos ver que ha llegado el momento de celebrar el nacimiento de Jesús. Resuenan cánticos y villancicos y a todos nos invade un espíritu de alegría y nostalgia. Pero la Navidad es mucho más que eso. Mucho más que simples regalos, que anuncios comerciales que nos llevan al puro mercantilismo. Y lo digo yo, que en mi librería vendo libros estos días, pero en ellos va mucho más que la simple venta. Van sentimientos. Van buenos deseos, va un pedazo del auténtico espíritu navideño que debemos sentir.

Yo, que vivo rodeada de libros que cuentan historias que fluyen demasiado rápido, cada año por estas fechas me vuelvo a acordar de historias que he ido viviendo a lo largo de mis días. De historias que me han contado y, por una u otra razón, me han ido dejando huella. Recuerdo a Melchor, con el que pude hablar en una ocasión, y emocionado me contó cómo un pequeño le dijo que su mayor regalo sería que curase a su hermano que tenía una enfermedad que sus papás decían era muy mala. Ver a tantos niños que se acercan a contemplar con emoción y gestos de sorpresa vuestros belenes, auténticas obras de artesanía, tras muchas horas de trabajo y esfuerzo, creo que compensa. Y si no es así, decídmelo vosotros.

Aunque el tiempo transcurre deprisa, la Navidad nos deja eternos instantes. Y deberíamos embotellar esa fragancia e ir dosificando los bellos momentos que nuestra vida nos depara. Sin dejar de pensar que lo mejor y lo más satisfactorio es compartir. Me considero una persona positiva y optimista, pero realista. Por eso quiero seguir reivindicando que hay gente buena en este mundo, un tanto cruel a menudo, que persigue sueños propios y ajenos, que quiere que todos seamos un poco más felices. Yo intento repartir un trocito de esa felicidad a través de las historias que se encierran en mis libros. Esos mundos posibles que nos cuentan algunos escritores que buscan hacer nuestra vida mejor. Y vosotros, estoy segura, también repartís felicidad, no sólo a niños, sino también a mayores, que acuden a ver el fruto de vuestros empeños.

Por eso, quiero reivindicar vuestra labor. Esa que habéis ido forjando a lo largo de los años. Con momentos, que a buen seguro, no siempre fueron fáciles. Yo, que me considero ovetense, aunque me nacieron en Pillarno, pero que he vivido casi todo el tiempo en esta maravillosa ciudad, os digo que, de verdad, me siento muy orgullosa de que forméis parte tan activa de ella. Y lo cuento a las gentes de fuera para que se acerquen a empaparse de vuestra sabiduría y vuestro espíritu navideño. Ese tan necesario cada año. Cada día. Porque el belenismo es también cultura y esta nos hace mucha falta para saber, para opinar, para comprender todo lo que nos rodea.

Para finalizar, quiero manifestar un deseo, bueno más de uno: vivamos la Navidad con el espíritu que se merece. Recordemos cuando fuimos niños y la ilusión era nuestro motor. Seamos niños y contagiemos a cuantos nos rodean. Digamos gracias. Repartamos alegría. Digamos «te quiero» a quien queremos. Repartamos abrazos como regalo y nunca olvidemos a quienes no nos ofrecen todo esto, porque quizás no pueden o no saben. Así que, ¡enseñémosles a hacerlo!

Felicidades, de nuevo, a la Asociación Belenista de Oviedo. Mi eterna gratitud por hacerme partícipe de su labor a través de este pregón.

Y, por supuesto, a todos, Felices Navidades. No dejen de soñar… Quizás el próximo año, a punto de llegar, sea generoso y nos ayude a cumplir nuestros deseos.

Muchas gracias.»

Concepción Quirós – Oviedo, 16 de diciembre de 2016

Texto del Pregón de Navidad 2016 – Asociación de Belenistas de Elche – Dª. María Pomares Sánchez

08 Dic 16
Presidencia FEB
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En la tarde-noche de hoy, jueves 8 de diciembre de 2016, ante el numeroso público que ha llenado el Gran Teatro de Elche, en un acto amenizado por un repertorio de villancicos tradicionales interpretados por la Coral y Rondalla Municipal del Centro Polivalente de Carrús, Dª. María Pomares Sánchez, licenciada en Periodismo por la Universidad CEU Cardenal Herrera de Elche y en Derecho por la Universidad de Alicante, diplomada en Sociedad y Estado en España por la Universidad de Alicante y Delegada del Diario Información en Elche, ha pronunciado el siguiente Pregón de Navidad.


María Pomares Sánchez, pregonera de la Navidad 2016 en Elche (08/12/2016)

María Pomares Sánchez, pregonera de la Navidad 2016 en Elche (08/12/2016)

«Excelentísimo señor alcalde de Elche, D. Carlos González, señor presidente de la Asociación de Belenistas de Elche, D. Víctor Sánchez, miembros de la Corporación Municipal, representantes de las entidades festeras de la ciudad… Señoras y señores, amigas y amigos… Buenas tardes.

En primer lugar, quiero agradecer a la Asociación de Belenistas y, en especial, a Víctor y a Paco, que hayan confiado en mí para dar el Pregón de Navidad de este año. Es un honor, pero he de confesar que también es una responsabilidad.

Cuando llegan estas fechas, se habla mucho del espíritu navideño y de que, lamentablemente, cuando pasa el 6 de enero, todos nos olvidamos de valores como la solidaridad, la generosidad, la unión, el compañerismo, la convivencia o la ilusión con los que tanto se nos llena la boca estos días a todos… Le demos o no a la Navidad un sentimiento religioso.

Sin embargo, la Asociación de Belenistas demuestra que, efectivamente, no hay que esperar a que llegue la Navidad para sacar lo mejor de nosotros mismos. Demuestra que es posible vivir la Navidad y ser un poco más personas todos los días del año. Da igual lo que diga el calendario.

Es verdad que las tradiciones y las costumbres van cambiando con el tiempo y, precisamente, eso es lo que nos ayuda a ir avanzando como sociedad. Sin embargo, también es cierto que muchas de esas tradiciones que hemos ido heredando de nuestras madres y de nuestros padres, de nuestras abuelas y de nuestros abuelos, y ellos, a su vez, de los suyos, son las que van dando forma a nuestra identidad como sociedad y, por tanto, a nuestra identidad como personas… Son esas tradiciones las que, en parte, también nos ayudan a construir esa intrahistoria de la que hablaba Unamuno: la historia de la gente anónima que cada día se levanta para ir a trabajar y que, desgraciadamente -y, créanme, de esto sé algo- pocas veces se lleva los grandes titulares de los periódicos, de la tele o de la radio… Pero que, con su día a día, es la gente que hace posible escribir la historia en mayúsculas.

Los belenistas, a lo largo de todo el año, construyen pueblos y palacios, cosechan paisajes que se visten de olivos y palmeras, y crean calles con mil recovecos, como las que se pueden ver desde hace un rato en la Glorieta o en otras poblaciones, como por ejemplo, Orihuela o San Fulgencio. Y, con ese trabajo, los belenistas también van escribiendo, un año más, un poco nuestra historia. Y la escriben con sus manos.

Probablemente, todas y todos, cuando hemos ido a ver el belén de la Glorieta, o el de la antigua CAM, en algún momento hemos pensado que todo es cuestión de maña. Yo, que soy bastante torpe para eso de las manualidades, soy la primera que siempre lo he pensado. O se vale o no se vale para esto.

Nada más lejos de la realidad.

Una de las noches que subí a la nave que tienen en Carrús, me dieron a pintar parte de la escalera de una de las casas. Me negué. No quería estropear algo que habían hecho con tanto mimo y cariño, y a lo que habían dedicado tantísimas horas.

«No te preocupes, prueba», me contestaron.

Y probé, eso sí, con la ayuda de Carmelo.

Me recordaron algo que a veces tendemos a olvidar: que las habilidades personales la mayoría de las veces importan muy poco, si en cada cosa que hacemos ponemos empeño e ilusión. Creo que ahora más que nunca, amigos belenistas, necesitamos de ese empeño y de esa ilusión.

Dicho esto, tengo que reconocer que, cuando allá por el mes de julio, Víctor me propuso ser la pregonera, aunque no me podía negar, sentí muchísimo vértigo. Sabía que no lo tenía fácil. Mis antecesores en el puesto habían dejado el listón demasiado alto.

No era el único reparo que tenía.

Decir que sí implicaba abrir el cajón de los recuerdos y hacer que mi familia también lo abriera conmigo.

Os confieso que desde pequeña siempre tuve miedo a que, si abría esa caja de los recuerdos, y más, si los verbalizaba, muchos de ellos acabarían escapándose.

Ese cajón de los recuerdos se ha ido abriendo solo a lo largo de estos meses y no, no se ha escapado ningún recuerdo. Al contrario, he podido recuperar alguno que estaba tan al fondo del cajón, que ya casi lo había olvidado por completo. Pero, además, he conseguido hacer hueco para que entraran otros nuevos. Incluso, todo ese transitar por los caminos perdidos en otros tiempos me ha ayudado a entender muchas cosas.

En mi casa, por ejemplo, nunca hubo debate entre belén o árbol.

Mi madre zanjó la discusión desde el principio poniendo las dos cosas.

Nuestro belén, no obstante, empezó de forma muy precaria. Era un pesebre y poco más. Sin embargo, poco a poco fue creciendo. Reconozco que no tenía nada que ver con el de los belenistas, pero creo que el cariño con el que lo poníamos era el mismo.

Fue así como llegaron los Reyes Magos, con un camello, el del Rey Melchor, que no sé muy bien por qué, acabó cojo. La primera misión que teníamos cada mañana era levantarlo para volver a recogerlo a la mañana siguiente…

Y llegaron también los pastores y la fogata, las lavanderas y el río, el horno de pan, y el pozo, y animales, muchísimos animales que mi hermano había empezado a coleccionar cuando apenas levantaba dos palmos del suelo… Si le hubiéramos dejado, más que un belén, habríamos acabado montando una granja.

Incluso, un tiempo, se empeñó en poner un pato de madera que en aquel tiempo era como su mascota y le sacaba dos cabezas al resto de figuras. Por más que le decíamos que aquello daba el cante, no nos quedó otra. Y allí estuvo durante varios años, hasta que, por fin, se olvidó del pato.

Aunque ahora, visto en la distancia, creo que el nacimiento no salió ganando sin aquel pato. El pato se fue, pero llegaron dinosaurios, Power Rangers y hasta alguna tortuga ninja, costumbre esta que años más tarde heredaría mi primo pequeño, que hoy de pequeño tiene poco, y nos saca a todos tres cabezas.

Al final, no sé muy bien cómo, nos acabamos juntando con tres o cuatro nacimientos, y, por poner, algún año incluso se acabó poniendo alguno en la cocina.

Así estuvimos durante años y años montando nacimientos por toda la casa, hasta que mi hermano se tuvo que ir a trabajar fuera. Desde entonces, mi madre solo los saca cuando él puede venir a pasar con nosotros la Nochebuena. Ahora me doy cuenta de que, para mi madre, el belén no solo es un conjunto de figuras… Ojalá este año pueda volver a llenar la casa con sus nacimientos.

Sin embargo, sobre todo, recuerdo con fuerza todas aquellas Navidades con los abuelos.

Recuerdo a la bisabuela, que para nosotros era la abuela Paca, enseñándome a aporrear mi pandereta verde para uno de los primeros festivales del cole, mientras el abuelo Antonio nos jaleaba. También lo intentaría con las castañuelas, aunque la pobre no tuvo mucho éxito conmigo.

Y recuerdo las Nochebuenas al calor de las brasas en el campo, cuando aún estábamos todos. Cuando acababa la cena, llegaba lo mejor… Llegaba el momento de asar las castañas. En la mesa no faltaban el turrón y otros dulces, pero nosotros preferíamos las castañas, y mi abuela materna, nuestra abuelita María, lo sabía, y los días previos a la Navidad hacía acopio de provisiones. Aquella noche, además, todos los primos dormíamos allí, y, a la mañana siguiente, la pelea entre los abuelos era por ver quién nos daba el primer beso del día cuando aún estábamos en la cama. Luego llegaba la comida de Navidad, con un cocido, el que hacía la abuela María… Creo que nunca he vuelto a probar un cocido como el de ella.

Años más tarde, el menú familiar cambiaría a petición de los más pequeños, y la costra sustituiría al caldo con pelotas. Llegaron entonces las competiciones entre mi madre y mi tía… Competiciones que aún hoy se mantienen… Por ver quién hacía la mejor costra.

También de aquellos primeros años me viene la imagen de un día de Reyes, de uno del año 1985… Siempre me ha costado mucho diferenciar lo que son vivencias reales de lo que no es más que una reconstrucción de lo que creo que viví o de lo que me habría gustado haber vivido en aquellos primeros años de vida. Supongo que todos tendemos a cubrir aquellas lagunas a las que no llega la memoria.

Sin embargo, el recuerdo de aquel día es particularmente claro. Durante años me dio miedo pensar que aquello no era más que un hueco que necesitaba tapar. Hace un tiempo les pregunté a mis padres. No, no era una laguna.

Aquel día de Reyes de 1985 el «yayo» Carlos, mi abuelo paterno, estaba en el hospital, y mis padres me llevaron a verlo. De pronto, detrás de una ventana, apareció él con una bata blanca, tocó mi mano a través del cristal y me regaló una de esas sonrisas que son capaces de decirlo todo sin hablar. Creo que aquella fue nuestra despedida… Semanas después nos dejaría. Probablemente aquel año, como todos los anteriores y todos los que le siguieron, los Reyes vendrían cargados de muñecas y libros… Los Magos de Oriente sabían que me encantaban las muñecas y los libros… No lo recuerdo. Me quedé con aquel momento.

Catorce más tarde, la casualidad quiso que también fuera la víspera de Reyes el día elegido para pasar mi última tarde con la «yaya», y, entre momento y momento de lucidez, pudimos volver a recordar al «yayo». Desde los primeros días de enero, la «yaya» no acababa de estar bien, y aquella noche de Reyes acabaría ingresando en el hospital. Tres días más tarde se marcharía.

No sé… Creo que mi familia siempre debió tener una influencia especial con los Reyes Magos. Y creo que esa influencia pasó a mi padre, en parte porque le viene de herencia, en parte, porque (ahora que no nos oye) siempre ha sido bastante impaciente. Puede que, por eso mismo, hubo años en los que no necesitamos ni poner los zapatos en la noche del 5 de enero porque, no se por qué extraña razón, Melchor, Gaspar y Baltasar pasaban por casa un par de días antes…

Los Reyes sobre todo se anticipaban cuando sabían que habían acertado con los regalos… Cosa que, no sé por qué, solía pasar siempre, aunque lo que traían poco o nada tenía que ver con lo que habíamos pedido en la carta. Como les contaba antes, yo siempre pedía muñecas y libros. Luego, ellos decidían.

Sin embargo, hubo un año, no me explico muy bien por qué, en el que decidieron improvisar más de lo normal y, además, optaron por que el regalo fuera compartido con mi hermano.

Yo debía tener ocho o nueve años. Mi hermano, todo lo más, dos o tres. Debía haber más regalos… Sinceramente, no lo recuerdo. Solo recuerdo que de uno de los paquetes emergió una pequeña radio azul con un pequeño micrófono conectado… Durante muchísimo tiempo, para nosotros no existieron más juguetes. Aquella radio primero sirvió para cantar canciones y goles… Del Elche y del Madrid, por supuesto. Y sirvió también para que comenzáramos a jugar a ser reporteros.

Luego, a medida que íbamos creciendo, fuimos dejando el micro de lado, pero la radio siempre estuvo con nosotros. Hoy creo que aquel regalo, que ninguno de los dos había pedido, pero que se acabó convirtiendo en el mejor regalo, fue el que acabó despertando mi vocación como periodista.

No obstante, pese a esa influencia especial de mi familia con los Reyes, por casa también pasaba, y sigue pasando, Papá Noel. Que le pregunten si no a mi tío, que en su tiempo libre debía ejercer como poco de Elfo, porque ha habido pocas Nochebuenas a las que no llegara tarde… Eso sí, por lo menos, siempre, cargado de regalos.

Ya, para terminar, me gustaría acabar con un cuento. Relata Eduardo Galeano en uno llamado «Nochebuena» que, en vísperas de la Navidad, el director de un hospital de niños en Managua se quedó trabajando hasta muy tarde. Cuando empezaron a lanzar fuegos artificiales, decidió marcharse a su casa, para festejar con los suyos. Pero, antes, decidió dar un último paseo por la sala para ver si estaba todo orden.

Entonces, se dio cuenta de que unos pasos lo seguían. El médico se giró y vio a uno de los niños enfermos; un niño que estaba solo, y cito textualmente a Galeano, con «su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso».

El doctor se acercó y el pequeño lo rozó con la mano…

– «Dile a… -susurró el niño-. Dile a alguien que yo estoy aquí».

Ese «dile a alguien que yo estoy aquí» define muy bien el desamparo, e ilustra a la perfección la necesidad que todos tenemos de estar rodeados de la gente a la que queremos… Y más en estas fechas.

Creo que haciendo balance, al final, todas mis Navidades han sido felices, muy felices. Y han sido muy felices porque nunca he necesitado pedirle a nadie que cuente que estoy aquí.

Es verdad que muchas personas queridas se han ido en estos años, pero siempre nos quedarán los recuerdos de aquellos momentos vividos con ellos. Yo prefiero quedarme con eso.

¡¡Feliz Navidad!!«

María Pomares Sánchez – Elche, 8 de diciembre de 2016

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Texto del Pregón de Navidad 2016 – Asociación Cultural Belenista San Francisco de Assis de Puerto de la Cruz – D. Salvador García Llanos

03 Dic 16
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En la tarde-noche de hoy, sábado 3 de diciembre de 2016, en el acto de inauguración de la Exposición de Belenes de la Asociación Cultural Belenista San Francisco de Assis de Puerto de la Cruz, presidido por el Iltmo. Sr. Alcalde D. Lope Afonso, primeras autoridades locales y representantes del Gobierno de Canarias, y amenizado por el Coro Sagrado Corazón, el escritor, periodista, ex-alcalde y actual presidente de la Asociación de la Prensa de Tenerife, D. Salvador García Llanos, ha pronunciado, ante el numeroso público que llenaba el Palacio de Ventoso (antiguo colegio de los Agustinos), de Puerto de la Cruz (Tenerife), el siguiente Pregón de Navidad.


Salvador García Llanos, pregonero de la Navidad 2016 en Puerto de la Cruz (03/12/2016)

Salvador García Llanos, pregonero de la Navidad 2016 en Puerto de la Cruz (03/12/2016)

Cultura Belenista

«Érase una vez… los niños, bueno: gentes de todas las edades, dirán y escucharán esta expresión de forma abundante durante estos días. En la tradición popular alude a un pasado antiguo, muy antiguo, y con ella se anticipa o se imagina un universo mágico y maravilloso, al menos en un cuento infantil, a base de repetirla… para ilusionar y entretener, sobre todo para ilusionar. Como la expresión es empleada en muchas lenguas, a lo largo y ancho del mundo, con su traducción literal o adaptada según las respectivas culturas, esa ilusión se universaliza.

Estamos ya en esas fechas en las que casi todos hablamos el mismo lenguaje, el lenguaje de los cuentos, de los símbolos y de las alegorías en torno a un hito o acontecimiento sin igual. Es el soporte de la manifestación válida para renovar o prolongar las costumbres, para cultivar las tradiciones y para dos hechos más: acentuar las creencias y dar rienda suelta a la creatividad artística o al quehacer artesanal.

En Belén, que significa ‘la casa del pan’, empezó todo. En esta pequeña localidad de Palestina, nació Jesucristo, el Hijo de Dios, el Pan de Vida, el Redentor, el Mesías prometido por Dios desde tiempos remotos. La profecía de Miqueas se ha ido transmitiendo de generación en generación: “Y tú, Belén de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, pues de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo, Israel”.

Entonces, se entiende el uso del término belén, también portal o nacimiento, con los que simbolizar e interpretar el Misterio, el leitmotiv de esta conmemoración: se ve al Niño Jesús que ha nacido, recostado en un pesebre, un recipiente donde se pone de comer a los animales que le sirve de cuna improvisada. Está envuelto en pañales -se supone que hace mucho frío- aunque la ternura popular lo representa poco abrigado. Está entre sus padres, la Virgen María y San José: la Sagrada Familia. Este es el motivo central del belén cuya representación nos mueve a la contemplación del gran misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.

Se ha transmitido a través de sucesivas generaciones. Aunque ya se aprecian representaciones de la Virgen María con el Niño en las catacumbas, fue san Francisco de Asís, en el año 1223, quien promovió la idea de representar la escena del nacimiento de Jesús utilizando personas y animales de verdad. Algún autor sostiene que esto le ayudaba a considerar la realidad del misterio del alumbramiento de Cristo. La iniciativa se afianzó y se hizo costumbre en la Iglesia, de modo que, hoy en día, en los hogares, en las parroquias, en sedes institucionales o centros cívicos, en tantos lugares del mundo, se celebra la Navidad, en un medio ambiente adecuado, diseñando e instalando el belén.

La conclusión es que estamos ante una saludable y piadosa costumbre popular: el belén como una recreación artística y plástica, llena de matices, de las circunstancias y acontecimientos que rodearon el nacimiento del Hijo de Dios. Esa recreación transmite, entre otras muchas ideas, la bondad de Dios con el género humano, la paz universal entre los hombres y entre los pueblos, la unión entre las familias, la concordia y la humildad. Ayuda al creyente a profundizar en la alegría de la salvación de la Humanidad realizada por el propio Jesucristo.

En el siglo XXI, entre la pérdida de valores, el materialismo y otros males de nuestro tiempo, aquellas cualidades cobran más sentido. Lo escribía esta misma mañana, en una red social, el comercial realejero Oswaldo Hernández Báez: “Qué extraño todo. Se ve la Navidad como una posibilidad comercial a lo largo del año. La antítesis de sus inicios. ¿Será que los mercaderes nos robaron la memoria?”, termina preguntándose.

Tras la descripción general, nos detenemos en esta Exposición de Belenes, cuyos promotores van forjando una cultura belenista, exportable, con proyección, otra prueba de la producción creativa y artística de portuenses enamorados de su pueblo que se esfuerzan, en medio de las penurias, en acreditar que su quehacer no desmerece; que si se quiere, se puede; que con empeño, se llega y se logran resultados cada vez más admirables.

Con todo orgullo, la Asociación Cultural Belenista ‘San Francisco de Asís’ luce ya su título de ingreso en la Federación Española de Belenistas, aprobado en la asamblea celebrada en Madrid el pasado 12 de junio de 2016. Martín Álvarez es el factótum. Ángeles Morales, su esposa, no le va a la zaga. Ahí están ellos, erre que erre, trabajando, alargando horas, gestionando recursos, animando a quienes se suman, haciendo, en definitiva, de todo con tal de que la exposición, la gran referencia de las celebraciones navideñas y de año nuevo portuenses, mejore, gane en calidad y haga las delicias de gente de todas las edades y de toda condición social.

Recuerden: érase una vez, Martín Álvarez, y sus afanes cristalizaron en la ilusión de creadores sensibles y pacientes y de miles de niños y adolescentes.

Su dedicación y su ánimo perfeccionista nos traen en esta ocasión la secuencia de siete dioramas que se puede contemplar en el que fue salón de actos de este antiguo colegio. La Anunciación, la posada, el nacimiento, la anunciación de los pastores, el castillo de Herodes, el mercado de Belén, la huida a Egipto y el pueblo de Belén componen esa secuencia del panorama en el que lienzos transparentes pintados por ambas caras permiten, por efectos de iluminación, ver en un mismo sitio dos cosas distintas.

El icodense Maxi Fuentes, un excelente marquetero, nos ofrece, en la misma sala, con el grupo Taller de la Asociación, una renovada composición de belén hebreo en la que destaca la utilización del espacio arquitectónico.

En las otras salas, antiguas aulas, la familia Afonso Armas y Roberto Torres González reflejan en el esmero con que hay que tomarse este tipo de confección, sobre todo, como es el caso del segundo, cuando hay que valorar las centenarias figuras de los Reyes de Oriente. Igual ocurre con el ajuste de los elementos que luce el profesor de Bellas Artes, natural de Guía de Isora, José María Mesa Martín.

Hasta llegar al belén napolitano en el que Martín y Ángeles vuelcan su versátil minuciosidad artística para completar veinte metros de longitud que condensan la composición que es… una auténtica joya.

Luis Dávila, con sus mezcolanzas e interpretaciones curiosas, aporta, en la última sala, ese buen gusto que siempre cautiva.

Unas breves palabras explicativas para acercarnos al belén napolitano, ubicado en la antigua capilla del centro. Este belén representa la época medieval de Nápoles, donde se observan las costumbres de ese entonces, pero también la llegada de los reyes para adorar al niño. Para realizar este belén los autores han tenido que conocer la historia de Nápoles, cómo era el día a día en la ciudad y saber cómo se vestían los ciudadanos.

El belén napolitano es el más llamativo. Las figuras del mismo pertenecen a la realización y proyecto de un nacimiento compuesto por 278 personajes. Son de terracota, es decir, cada personaje está hecho de arcilla modelada y endurecida al horno. Todas las piezas proceden de Nápoles. Explica Álvarez que fue en la ciudad italiana donde compraron los pies, la cabeza y las manos de las figuras. “El resto del cuerpo -dice- lo hacemos en el municipio con vergas y estropajo. El diseño de los trajes y la pintura de las figuras están confeccionados a mano por nosotros. Los zapatos los hacemos de cuero y los ojos son de cristal”.

Esta detallada descripción sirve para contrastar la meticulosidad de quienes han ido incorporando nuevos personajes y nuevos elementos para proporcionar más lustre y realce a esta auténtica obra de arte, de la que se sentiría orgulloso el mismísimo Carlos III que impulsó, allá por el año 1759, la costumbre de instalar el belén fuera de las iglesias para así adornar las estancias de los palacios de la nobleza napolitana. En este clásico, un precioso testimonio de usos y costumbres, las escenas representadas reflejan, en un contexto de religiosidad, decepciones y esperanzas, expectativas e ilusiones.

Ilusiones que se van a multiplicar a partir de ahora, como señalamos al principio, érase una vez…, cuando surquemos el túnel del tiempo para responder a tantos por qué, para establecer semejanzas, para delimitar los pretéritos y para intentar hacer comprender que la vida, entonces, distaba mucho de la visión mercantilista que ahora predomina.

La exposición, para acabar, es una muy sólida contribución a esa gran aspiración de los promotores: lograr que el belenismo sea considerado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO. Son ocho siglos de historia y tradiciones. Son millones de personas prolongándolas y renovándolas.

Si se consigue, este esfuerzo de portuenses, allegados y amigos, reunidos en torno a la Asociación Cultural Belenista y forjados en la entusiasta e inagotable cultura del belenismo, será tenido en cuenta y se dará por muy bien empleado.

¡Enhorabuena y mucha suerte!»

Salvador García Llanos – Puerto de la Cruz, 3 de diciembre de 2016

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Pregón de Navidad 2016 – Asociación Cultural Belenista San Francisco de Assis de Puerto de la Cruz

12 Nov 16
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La Asociación Cultural Belenista San Francisco de Assis de Puerto de la Cruz se complace en invitaros al Pregón de Navidad que tendrá lugar en el Palacio de Ventoso (antiguo colegio de los Agustinos) (Plaza Concejil, s/nº – 38400 Puerto de la Cruz (Tenerife)), el próximo sábado 3 de diciembre de 2016 a las 19:30h (ver Agenda de Eventos), con motivo de la inauguración de la exposición de la Asociación.

El pregonero será el periodista D. Salvador García Llanos, presidente de la Asociación de la Prensa de Tenerife.

Esperando contar con vuestra presencia, por la que nos sentiremos muy honrados, os saludamos cordialmente.

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Pregón de Navidad 2016 – Asociación de Belenistas de Alicante

12 Nov 16
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La Asociación de Belenistas de Alicante se complace en invitaros al Pregón de Navidad que tendrá lugar en el Salón de Actos «Caja de la Música» de Las Cigarreras (c/ San Carlos, 78 – 03013 Alicante), el próximo viernes 25 de noviembre de 2016 a las 19:30h (ver Agenda de Eventos).

El pregonero será el periodista D. José María Perea Soro. El acto estará amenizado por el Orfeón de San Juan de Alicante de la Sociedad Musical La Paz.

Esperando contar con vuestra presencia, por la que nos sentiremos muy honrados, os saludamos cordialmente.

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Texto del Pregón de Navidad 2015 – Asociación Belenista de Oviedo – D. Jaime Martínez González-Río

19 Dic 15
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En la tarde-noche de hoy, sábado 19 de diciembre de 2015, ante el numeroso público congregado en la Sala de Cámara del Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, en un acto amenizado por la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo, D. Jaime Martínez González-Río, médico, reputado neumólogo y amante de la música y del deporte (Presidente de la Asociación de Amigos de la Ópera de Oviedo y Expresidente de la Federación de Rugby del Principado de Asturias y del Oviedo Rugby Club), ha pronunciado el siguiente Pregón de Navidad.


Jaime Martínez González-Río, pregonero de la Navidad 2015 en Oviedo (19/12/2015)

Jaime Martínez González-Río, pregonero de la Navidad 2015 en Oviedo (19/12/2015)

«Queridos amigos todos:

Inicialmente deseo expresar mi sincero agradecimiento a quienes tuvieron la idea, la ilusión y la determinación de fundar hace 26 años y lograrlo, a la vista está, que Oviedo tenga una asociación cultural y religiosa como esta, y es mi deseo, haciéndolo extensivo a todos los presidentes, directivos y socios, mencionar y recordar a una persona, D. José María Marcilla, a quien conocí por razones profesionales y a quien admiré profundamente. He hecho énfasis en el aspecto religioso, actualmente menospreciado e intentado ser sustituido por la «fiesta del solsticio de invierno» y me apoyo para ello en la reciente «frase del día» de mi amigo el artista Manolo Linares citando a Francis Bacon (1560-1626), hace 400 años, y que dice así: «El respeto de sí mismo es, después de la religión, el principal freno de los vicios». Creo que sigue vigente.

Cuando mi amiga y compañera Pepa, me comunicó vuestra intención de que fuese yo el pregonero mi primera reacción fue de sorpresa. ¿Por qué me eligieron?

Acudí, como se suele hacer en estos casos, a recordar qué era un pregón y, naturalmente, me fui al Diccionario de la RAE, y copio literalmente:

pregón: Del lat. praeconium. Tiene cuatro definiciones y de ellas me quedo con la primera, «Promulgación o publicación que en voz alta se hace en los sitios públicos de algo que conviene que todos sepan«. Es lo que estoy haciendo ahora mismo.

La segunda, «Discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella» en este caso la Navidad. También lo suscribo.

Nada de la tercera, «Proclama o amonestación canónica de próximo matrimonio, en que se leen los nombres y circunstancias de quienes han de casarse«.

Y sí la cuarta: «Alabanza hecha en público de alguien o algo» y esta vez me referiré a nuestra Asociación.

Finaliza la RAE con la definición de pregón pascual: «Lección que se canta al comienzo de la vigilia pascual en la liturgia católica» y que, evidentemente y no se preocupen, no voy a cantar, lo dejo para el magnífico coro que completará este acto. En la revista «Navidad con Belén 2015» me presentan como amante de la música y es verdad, siendo para mí un honor compartirlo con la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo que preside mi amigo Francisco González-Buylla, a quienes disfruto en sus actuaciones en la Temporada de Zarzuela y anualmente durante el acto de entrega de los Premios Líricos Campoamor. Hoy nos disponemos a disfrutarlos aquí.

En fin, gracias por permitir dirigirme a ustedes. Intentaré referir brevemente algo de lo que he conocido de la Asociación; describiré mi cortísima experiencia, eso sí entrañable, con mis belenes cercanos; les contaré algunos datos que me han impresionado, y finalizaré describiéndoles qué significado tiene para mí el belén y la Navidad.

Volviendo a la primera pregunta que me hice, ¿por qué me eligieron?, quizás conocían que a mí, y a mi familia, nos gusta la Navidad más que el «solsticio de invierno». Que saludamos con un «Feliz Navidad» o «Merry Christmas» y no simplemente con «Felices Fiestas», ya que las consideramos incluidas en la Navidad.

Es verdad que en mi casa hay por tradición belén o, mejor dicho, belenes pequeñitos, pero también, y ¿por qué no?, árbol de Navidad, no abeto del solsticio de invierno, y, desde luego, llega Santa Claus, ¡pero también los Reyes Magos!

Una vez dicho este preámbulo y después del apurón que me llevé cuando, tras cuidadosa investigación, logré saber quiénes habían sido las ilustres personalidades que me han precedido en el pregón y leí con atención algunos de sus textos, me entró el pánico y, cómo no, siendo consciente de que eran personalidades con muchos más méritos que yo y cito como ejemplo, a los Sres. Arzobispos D. Carlos Osoro y D. Jesús Sanz Montes, a profesores como D. Emilio Alarcos, D. Carlos Conde, D. José María Martínez Cachero, Carmen Ruiz Tilve, escritores como Fernando Vizcaíno Casas o María Teresa Álvarez, periodistas como Isabel San Sebastián y Paloma Gómez Borrero, etc., y aunque debería citarlos a todos, por favor les ruego consulten el Boletín de la Asociación. Quiero señalar que el año pasado correspondió a mi colega el Dr. Luis Fernández-Vega, ayer nombrado «Ovetense del Año 2015» por lo que le felicito efusivamente, pero lo que no sé es si dos médicos seguidos será lo más adecuado.

Pues bien, lo que hoy van a escuchar es algo mucho más terrenal, que espero tengan la amabilidad de aceptarlo como lo que es, un pregón atípico, y, desde ya, les ruego sean benevolentes con mis palabras asegurándoles que están dictadas más que teniendo en cuenta aspectos culturales, artísticos o religiosos, por el impacto indudablemente positivo que la Navidad y el belén, que para mí son equivalentes, han hecho en mí y los recuerdos y sentimientos que a lo largo del tiempo los belenes que tuve la satisfacción de disfrutar en mi casa y visitar con mis padres, mi familia, hijas y ahora espero con mis niet@s, y que espero trasmitirles.

Volviendo a la responsabilidad de «quedar bien» y dejar claros mis sentimientos de Paz y Amor en el pregón de una asociación que ya ha celebrado 25 años de existencia, que ha organizado este año el Congreso Nacional de Belenistas 2015 con gran éxito, que son expertos en todo lo concerniente a la Navidad, me manifiesto totalmente identificado con la frase referida por D. Juan Antonio Martínez Camino en el pregón del año 2010, «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres, y mujeres, que ama el Señor» (Lc 2,14) refiriéndose a la Paz, y también con el Amor. ¿Cómo si no se explica que, durante la Primera Guerra Mundial, y solamente durante 24-48 horas, se parase el fuego de las armas el día de Navidad? Lamentable que 100 años más tarde sigamos con conflictos bélicos de todo orden y el espíritu vigente desde hace 2015 años que comenzó en el pueblecito de Belén, con una familia, y este dato se me antoja muy importante, Padre, Madre e Hijo quien, con su nacimiento, vida y muerte, 33 años después, ha venido para salvar al mundo. Y no lo hizo en un palacio u otro lugar lujoso, y no se hizo rico, y no hizo «violencia de ningún género», fue austero, expulsó a los supuestamente corruptos mercaderes del templo, no hizo guerras; al contrario, ofreció la otra mejilla, no fue intolerante, hizo el bien a su alrededor sin pedir ningún tipo de recompensa y murió por toda la humanidad. ¿Puede esta historia sentirse cuando se está delante de un Nacimiento, cualquiera que sea su tamaño y ornamentación? Natividad y Añadidos. Sí, y seguro que se disfruta mucho más si se ha ayudado a diseñarlo y construirlo. Oviedo, sus ciudadanos, creyentes o no, les deben de estar muy agradecidos a su labor.

Estamos a siete días del 25 de diciembre que fue fijado en el calendario cristiano como la fecha del nacimiento de Jesús y el primer calendario litúrgico con la celebración de Navidad fue en el año 320. Se escogió ese día por ser la fiesta romana del solsticio de invierno (Dies natalis solis invicti), cuando los días se alargan y, por ello, los padres de la Iglesia llamaban a Jesús «Sol de Justicia» y la liturgia ortodoxa lo representa como «Luz del Mundo», esa luz a la que se refería el año pasado el oftalmólogo Luis Fernández-Vega.

El belén de Navidad, también conocido como pesebre, es una de las tradiciones navideñas más arraigadas en España y, en gran parte gracias a la Asociación Belenista, en Oviedo. En la Nochebuena de 1223 en Asís, San Francisco montó el primero en una cueva cercana a la ermita de Greccio. Tiene, por tanto, origen italiano y no en vano San Francisco es considerado desde 1986 el «Patrón Universal del Belén». A su popularización contribuyó el que en 1465 se fundase en París la primera empresa fabricante de figuras del belén, y en España el primer taller belenista está fechado en 1471 en Alcorcón. Casi 500 años después se conserva la tradición y actualmente en nuestros talleres ovetenses se hacen magníficas representaciones, teniendo presencia anual en la Plaza de la Catedral y estos días, polémica incluida, en la Plaza del Pescado. ¡No dejéis de visitarla, es espectacular!

¿Cuál es el origen de los belenes? Desde la descripción sencilla que el Evangelio hace, explícita pero muy sobria del nacimiento de Jesús, «Mientras ellos estaban allí, se le cumplieron (a María) los días del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento«, se pasó a añadir paisajes, imágenes costumbristas, figuras de los tres Reyes Magos (por cierto, esto último desde que en el siglo V un decreto papal, citado en una homilía de San León Magno, fijó ese número, ya que anteriormente variaba entre 2 y 12); pues bien, evolucionó a los artísticamente muy desarrollados belenes napolitanos, españoles y latinoamericanos como los conocemos en la actualidad. Tengo para mí que una Natividad hecha en una corteza de árbol en Kenia de acuerdo con sus tradiciones es, dentro de su extrema sencillez, tan conmovedora como el Nacimiento de Monzón en Huesca con más de 10.000 figuras, los napolitanos del Palacio Real de Madrid, los Salzillos de Murcia, etc.

¿Cómo eran los primeros Nacimientos o belenes que recuerdo? En casa, traíamos las figuras desde el desván, figuras de barro pintado, río de papel de plata, musgo de El Fontán, serrín, castillo de Herodes, Reyes Magos que «andaban» un poco cada día, las primeras luces eléctricas y que estaban hasta el día de Reyes en que, sin verlo nosotros, desaparecían hasta el próximo año.

Fuera de casa el de mi primer Colegio de la Medalla Milagrosa, en las Hermanitas de los Pobres en la calle Pérez de la Sala y más lejos y maravilloso a nuestros ojos el que visitábamos en Lastres con mis padres, primos y tíos que era enorme, se movía, tenía agua en el río que movía una noria, las figuras eran bellísimas, ¡se hacía de noche y amanecía! Data de 1940, se debe a la labor de la familia Victorero Lucio y está instalado en la iglesia de Santa María de Sádaba. Consta de unas 400 figuras y 80 palacios y casas y se mantiene gracias al esfuerzo de la asociación «Austera». Gracias por lograr que otros niños actuales puedan contar dentro de 60 años que lo han visto y disfrutado como yo. Alguna vez visitamos, ya un poco mayores, el del Asilo de Pala de Siero, el instalado en el Sanatorio Marítimo de Gijón y, cómo no, el de Covadonga.

Belenes entrañables e inolvidables eran los que siempre, las enfermeras y auxiliares se encargaban año tras año, de ponerlo con sus luces en el Servicio de Neumología del HUCA y en el Instituto Nacional de Silicosis, muy emocionante con carbón, castillete de entrada al pozo, etc… Asimismo, en Pediatría, sobre todo en Oncología Pediátrica, con la visita al belén de los Reyes Magos, siempre ha sido emocionante.

Estos últimos años fue obligada la visita al de la Asociación en la Plaza de la Catedral, con sus figuras de tamaño natural y los dioramas que ahora he disfrutado en su asentamiento de la Plaza del Pescado, como me he referido anteriormente. El último que he descubierto, y por cierto muy bien hecho, es el belén de la Comandancia de la Guardia Civil de Oviedo.

A día de hoy en mi casa y gracias a la labor de Susie, mi esposa, tenemos tres: pequeño tradicional, mejicano criollo y africano muy simple. Todos ellos entrañables y el ejemplo que les traigo, adquirido en Kenia, que por su sencillez es mi favorito.

Relacionando Navidad y música tuve ocasión hace un mes de comentar con el barítono asturiano David Menéndez este tema y, sin pretender ser exhaustivos, me citó un grupo de Oratorios que parcial o totalmente se refieren a la Navidad, como el «Oratorio de Navidad» BWV248, de Johann Sebastian Bach; el «Oratorio de Noël, Op. 12 de Camille Saint-Saëns o «La infancia de Cristo» de Louis-Hector Berlioz. Punto y aparte es «El Mesías» de Georg Friedrich Haendel, cita anual en Oviedo por estas fechas y que tuve la satisfacción de disfrutar ayer en este mismo Auditorio o «Une Cantate de Noël» de Arthur Honegger. En cuanto a ópera, y por su proximidad temporal, ya que se pondrá el próximo mes en el Teatro Campoamor, recordar que el primer y segundo acto de «La bohème» de Giacomo Puccini transcurre el día de Navidad, y el tercer acto de «Werther» (de Jules Massenet, basada en la novela de Goethe) en la Nochebuena. Más actual, la ópera de Gian Carlo Menotti «Amahl and the Night Visitors» es exponente de que el tema navideño tiene actualidad en la ópera.

Finalmente, ¿qué significa para mí el belén y la Navidad?: familia reunida, hogar, ternura, tradición y religiosidad. También solidaridad, respeto, pensar en los que no tienen, por razones muy diversas, la oportunidad de disfrutarlos y tener muy presentes a los ausentes.

Agradezco muy sinceramente la oportunidad que me habéis dado, al tener que preparar este modestísimo pregón. Sinceramente he aprendido mucho y os admiro. Yo, aunque no participo en las labores de la Asociación y encuentro la disculpa de la falta de tiempo, conocéis que tenéis mi apoyo, humilde como asociado y grande en sentimiento. No me gusta comprometerme a trabajar con vosotros y no poder cumplirlo. De todas formas, si en algún momento creéis que puedo ayudar en algo, no dudéis de solicitármelo.

Finalizo con el sincero deseo de que reinen la Alegría, Amor, Luz, Solidaridad y Paz en todo el mundo a través del espíritu de la Navidad.

¡Feliz Navidad 2015!

Muchas gracias.»

Jaime Martínez González-Río – Oviedo, 19 de diciembre de 2015

Texto del Pregón de Navidad 2015 – Asociación Belenista de Gijón – D. Luis Roda García

04 Dic 15
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En la tarde-noche de hoy, viernes 4 de diciembre de 2015, ante el numeroso público que llenaba la Iglesia Parroquial de San Pedro de Gijón, en un acto amenizado por el coro parroquial de San Pedro, dirigido por Calina Felgueroso, y el coro de Padres del Colegio de la Inmaculada, dirigido por el P. Pedro Cifuentes, D. Luis Roda García, magistrado, en la actualidad Juez Decano de Gijón, ha pronunciado el siguiente Pregón de Navidad.


Luis Roda García, magistrado, pregonero de la Navidad 2015 en Gijón (04/12/2015)

Luis Roda García, magistrado, pregonero de la Navidad 2015 en Gijón (04/12/2015)

Las figuritas rotas del Nacimiento

«Me atrevería a asegurar que todos los que amamos los belenes hemos pasado a lo largo de la vida por una misma experiencia poco agradable que, además, seguramente se ha repetido en varias ocasiones. Me refiero a la mezcla de sorpresa y disgusto que se siente cuando, al desenvolver una a una las figuritas que habíamos empaquetado cuidadosamente después del seis de enero para que durmieran un año más, seguras y tranquilas en la oscuridad mullida y protectora de una caja de cartón, descubrimos que están «un poco rotas».

No se trata de averías totales, que habrían convertido la figurita en inservible, sino de algo concreto y limitado: aquí se aprecia que falta un trocito de la pata de un camello; allí se comprueba que ha desaparecido la mitad de un ala del ángel que se suele colocar sobre un arbolito a cuyo lado se situará un grupo de pastores en torno al fuego para protegerse del frío nocturno, y que tenía la misión de anunciarles que había nacido el Niño Jesús. Otras veces el desaparecido es un brazo de la lavandera que se coloca junto al río o el pequeño lago elaborados con papel de aluminio sacado de una tableta de chocolate y que, con un trozo de cristal encima, brillan como si la figurita estuviera lavando la ropa en plata líquida… en fin… Recuerdo especialmente que, en el Nacimiento que tenía de niño, una avería clásica descubierta a principios de diciembre consistía en que se cuarteaba y desprendía la masa de las patas de las ovejas, quedando al descubierto el trozo de alambre que servía de armazón, por lo que el animalito -que sin embargo conservaba íntegro su cuerpo de lana de barro pintada- parecía que, en lugar de haber salido de una caja de cartón, acababa de colocarse patas artificiales en una ortopedia.

Si el trozo desprendido estaba junto al resto de la figurita, la reparación resultaba más fácil; pero a veces sucedía que ese trocito había desaparecido -un nuevo misterio que añadir al anterior- y entonces se precisaba utilizar la imaginación para recomponer la figura sin apenas medios y conseguir que quedara bien; y todavía era necesaria más imaginación cuando, por falta de tiempo material, se decidía colocarla en el Nacimiento sin pasar por el taller casero de reparación, disimulando el defecto o intentando que no se notara demasiado.

La experiencia permite constatar que algunas figuritas concretas tienen mayor tendencia a averiarse, y muchas veces hemos sido testigos (cuando no los responsables principales) de esos accidentes domésticos que acaban en roturas y una pequeña tragedia doméstica. Las víctimas clásicas del siniestro suelen ser los ángeles, ya se sabe: falla la chincheta, falla el hilo de nylon, falla el nudo… o falla el control sobre el niño más pequeño de la casa que quiere comprobar si el ángel vuela de verdad o si allí hay truco -que sí lo hay-, y en consecuencia el ángel acaba «aterrizando» de manera brusca y muy poco artística, si bien en lugar de la crisma lo que se rompe es un ala o un trozo de la banda donde figura el «Gloria in excelsis Deo», porque no sé qué idioma hablan los ángeles entre sí, pero cuando escriben parece que lo hacen en latín, y de ahí el texto de la banda. Como saben, la profesión de «ángel del Nacimiento» es una de las más arriesgadas que existe en el belén, porque esas figuritas son -de entre las que tienen más tendencia a averiarse- especialmente propensas a sufrir accidentes laborales; pero… en fin, no debería desviarme del tema del que quería hablarles: de esas figuritas que aparecen con pequeñas roturas que nadie se explica cómo se han producido, sean ángeles o no, o sea que intentaré regresar al argumento de este pregón.

Cuando yo era niño, en el hall de la casa de mis padres había una hornacina decorativa en la pared que tenía forma de semicircunferencia. Debía medir, más o menos, un metro de largo y unos veinte centímetros de ancho, motivo por el cual los Nacimientos en aquella casa siempre eran «lineales»: el portal se solía colocar en un extremo, a la derecha o a la izquierda, y entonces las figuritas formaban necesariamente una especie de procesión, cada año en la dirección marcada por el lugar de honor que ocupaba el portal y la Sagrada Familia, y lo único que nunca variaba era el puente, el cual siempre quedaba en la mitad del recorrido. En esa «procesión», las figuritas nuevas y las que habían sobrevivido intactas a las misteriosas roturas ocupaban el primer plano, mientras que las damnificadas no dejaban de colocarse, pero siempre tratando de ocultar o, al menos, de disimular las averías que presentaban cuando no se había podido enmendar la avería: así, la lavandera manca era colocada de forma que el espectador solo viera el brazo bueno, y se disimulaba la falta de un trozo de pata en un camello aumentando la cantidad de musgo o paja que normalmente se disponía en torno al animalito. Por otra parte, frotando un trozo de tiza sobre el ala ya repegada del ángel caído se encubría un poco la línea de fractura, que cuando se utilizaba aquella famosa «cola de contacto» tendía a amarillear desagradablemente y, para que no se notara la diferencia de color, también se pasaba generosamente la tiza por el ala sana, motivo por el cual, con esa añadida palidez artificial, el ángel adquiría un aire un poco fantasmagórico. Otras veces se intentaba la recomposición utilizando miga de pan que, al endurecer, quedaba bastante sólida, pero era necesario colorearla (y eso ya no era tan fácil) para que aquellos brazos y patas recompuestos no tuvieran el aspecto tétrico de esos exvotos de cera que se dejan colgados en santuarios y capillas, como sucede -0 sucedía, porque hace tiempo que no voy- en la de La Providencia y que más que la capilla de un santo o de la Virgen parecen sugerir que la zona en que se colocan es algo parecido a la despensa de un ogro.

Pero… ¿saben qué es lo que más me llama la atención de todo esto?… Pues que en una época en que los cambios son vertiginosos -y no digo que sean cambios a mejor o a peor: me limito a constatar solo la rapidez con la que se producen- y que tantas cosas se quedan viejas en apenas días y horas, y que es posible adquirir fácilmente cualquier tipo de producto (incluidas las figuritas de Nacimiento), una buena parte de las personas que tienen un belén y lo ponen cada año siguen sin tirar las figuritas que descubren parcialmente rotas al inicio del tiempo de Adviento; antes al contrario: intentan recuperarlas y salvarlas en lugar de deshacerse de ellas, y vuelven a colocarlas en el Nacimiento pese a la pérdida accidental de parte de su anatomía.

Este comportamiento debe tener una explicación. Quizás la clave para encontrar la respuesta a este hecho sea la misma que nos permita llegar a comprender la esencia de la Navidad y todo su enorme contenido religioso y simbólico, ya que en la Navidad celebramos el nacimiento del Niño, y es un nacimiento que, como todos, acabará en una muerte, pero esta será una muerte especial porque será una muerte para la redención y la resurrección. No voy a entrar a analizar las circunstancias históricas que rodean el nacimiento de Cristo, ni tampoco pretendo incluir en la exposición aspectos y cuestiones teológicas en las que no soy experto. Ni siquiera me detendré en cuestiones muy discutidas, algunas interesantes y otras menos, entre las que se incluyen hasta las razones de quienes sostienen que el nacimiento tuvo lugar en Belén, y están enfrentadas a las de los que, a pesar de lo que figura en los Evangelios de Mateo y Lucas, afirman que el lugar de nacimiento de Jesús no fue Belén, pues un pregón de Navidad no me parece la sede más adecuada para reseñar tales teorías. En cambio, sí me interesa saber cómo y cuándo empezó a celebrarse la Navidad, y qué fue lo que impulsó esa celebración. Parece que la misma fecha de celebración de la Navidad -el 25 de diciembre-, fue establecida por el Papa Julio I hacia el año 350 y, según he leído, en los primeros tiempos del cristianismo no se conmemoraba el nacimiento de Cristo, por lo que la celebración fue posterior y quizás de ahí vino el conflicto sobre las fechas -ya que los Evangelios guardan silencio sobre ese tema- que el Papa Julio I zanjó definitivamente imponiendo su autoridad.

Pero resulta que, al fijar la fecha en el 25 de diciembre, se estaba superponiendo intencionadamente la Navidad cristiana a una festividad pagana que celebraba el nacimiento del sol o de una divinidad solar: en consecuencia, ya tenemos conectado el Nacimiento con la mitología pagana y con el ciclo de la naturaleza, es decir, el hecho histórico del nacimiento de Jesús con el devenir de las estaciones del año y la sustitución de los dioses antiguos. Esa realidad subyacente confiere al hecho de celebrar el Nacimiento un halo especial, porque, aunque la decisión haya sido adoptada por el Papa, en realidad habían sido los discípulos y seguidores de Cristo los que habían ido poco a poco olvidando o desplazando las viejas creencias y creando las condiciones adecuadas para que no solo se conmemorase la muerte y resurrección de Jesús (recordemos que los primeros cristianos celebraban la Pascua de Resurrección al mismo tiempo que la Pascua hebrea que conmemoraba la liberación del pueblo judío de la esclavitud en Egipto, hasta que en el primer Concilio de Nicea se produjo la separación), sino también su nacimiento, completando así, seguramente sin haber pensado en ese detalle, el ciclo vital de la naturaleza: el nacimiento se produce en la estación fría, al inicio del invierno, y la resurrección se celebrará en primavera, cuando la tierra florece y muestra todo su vigor creador aletargado durante el invierno. Por tal motivo, cada vez que colocamos en nuestras casas el belén, estamos evocando una de las fases de ese ciclo natural de nacimiento, muerte y resurrección.

Pero no basta lo que antecede para explicar el maravilloso misterio que rodea todo lo que tiene que ver con la Navidad y que acaba contagiando a cuanto se relaciona con ella, condicionando hasta la supervivencia de las figuritas rotas, que es el hilo conductor de este pregón. El propio deseo de los cristianos de celebrar el nacimiento de Jesús, que desconozco cuando surgió o cuando alcanzó su mayor intensidad, debía tener una finalidad que desbordaba la meramente conmemorativa de un hecho, y yo pienso que, de alguna manera, expresaba el anhelo de esa chispa divina que habita en todo ser humano de conectar con la divinidad de cuya naturaleza participaba, empezando por el aspecto más accesible por su sencillez: con la celebración de la llegada de un nuevo niño al mundo, pero dándose la circunstancia de que ese Niño era Jesús…

Como la Navidad es el crisol en que se funden las profecías de los profetas del Antiguo Testamento que anunciaban la llegada del Mesías y también el punto de partida del cristianismo, transcurridos más de veinte siglos de aquel acontecimiento es evidente que todo lo que aparece vinculado a la Navidad (las reuniones familiares, los regalos, la ilusión de los niños y de los mayores, el recuerdo esperanzado de los que están temporalmente ausentes, y el recuerdo melancólico de los que ya se han ausentado para siempre) está rodeado de un halo mágico que, a pesar de que todos nos zambullimos en el torbellino de compras, que tienden a rebasar los límites de lo razonable, y participamos en banquetes donde se consumen cantidades de dinero que en otros meses del año sería impensable gastar, impregna todo lo que está relacionado con ella, y por ese motivo nos cuesta muchísimo deshacernos de lo que tiene vinculación con ese tiempo tan especial que, cada vez que retorna, permite aflorar los buenos sentimientos con mayor facilidad que en otras épocas y, entre esas cosas y objetos están las figuritas del Nacimiento. A modo de ejemplo, y esto quizás lo recordarán las personas de más edad, antiguamente el pan no solía tirarse, y si se tiraba ese acto se ajustaba a una liturgia muy curiosa, vista con los ojos actuales: cuando el pan duro o sobrante no era aprovechado para incluirlo en la dieta de los animales de la granja o corral, rara vez acababa en la basura; y si había caído al suelo y se había manchado, antes de lanzarlo al cubo de los desperdicios se besaba. Sí, se besaba: yo lo he visto hacer muchas veces y, aunque me llamaba la atención ese gesto tan sorprendente, una vez asimilado el gesto y la costumbre todo se acababa viendo como absolutamente normal. Supongo que alguna relación tendrá ese trato especial que se aplica a determinados alimentos con el hecho de que el pan se utilice en la Eucaristía, y que es uno de los dos alimentos que se utilizan en el momento de la Consagración… -si bien lo cierto es que con el vino no he visto hacer el mismo gesto, solo con el pan… quizás sea porque el vino no se suele tirar-; sin embargo recuerdo que un estudiante sirio de medicina en Oviedo me dijo que ellos, los musulmanes, hacían lo mismo cuando el pan se caía al suelo o se estropeaba y ya no estaba en condiciones de ser consumido: primero lo besaban y luego lo tiraban a la basura, por lo que creo que ese beso de despedida al pan más bien tiene relación con el hecho de que el pan es el símbolo casi universal del alimento, no solo de la Eucaristía, y por ser el remedio contra el hambre, hasta cuando nos deshacemos de él se le brinda un saludo o beso a modo de despedida que, en realidad, es un signo de respeto, como las reverencias que se hacían en otra época a las personas revestidas de dignidades y títulos…

Como pueden comprobar, estamos rozando el tema de los símbolos más profundos, del anhelo de inmortalidad que tiene el ser humano y al que el cristianismo da una respuesta esperanzadora, que precisamente se vincula a ese Niño Dios cuyo nacimiento en Belén seguiremos conmemorando cada año, aunque nunca lleguemos a saber en qué fecha exacta sucedió. Y esas figuritas que se han roto espontáneamente o no, y que reparamos e intentamos salvar repetidas veces en años sucesivos, participan del fulgor de la Navidad, de nuestras alegrías y tristezas, especialmente las que se han producido y extinguido durante el año que transcurre desde que las envolvemos y guardamos cuidadosamente en cajas de cartón hasta que el año siguiente las sacamos de su lugar de hibernación para instalar un nuevo belén, y es cuando descubrimos las averías producidas en sus anatomías de barro. Al igual que nos sucede a nosotros, aunque no de la misma forma, las figuritas envejecen a nuestro lado y nos sirven de magnífico recordatorio de la levedad de la vida y de la velocidad con que la misma transcurre. Y como las figuritas de barro no pueden tener arrugas y achaques varios como los que padecemos los humanos, únicamente nos pueden manifestar su decadencia física y el transcurso devastador del tiempo fracturándose una pata, un brazo, un pico y hasta la corona de un Rey Mago de Oriente.

Incluso me atrevo a hacer una afirmación que quizás no sea fácil de aceptar sin más: las figuritas rotas del Nacimiento no solo nos recuerdan que la vida es poco más que un soplo, sino que, además, nos ayudan a fijar la atención en aquellas personas -de nuestra familia o entorno o ajenas a ellas-, que han sufrido en su propio cuerpo las consecuencias de la sinrazón o, simplemente, la crueldad irracional de otros. Me refiero, por ejemplo, a los niños y jóvenes de Camboya que han sufrido mutilaciones a causa de esas imperdonables minas antipersona y para quienes trabaja Monseñor Enrique -o Kike- Figaredo, el Obispo de Battambang. Me impresionó una entrevista publicada en diciembre de 2007, no sé si en El País o en otro periódico, donde hablaban varios de los niños y adolescentes a los que ayudaba Kike Figaredo. Yo la encontré en internet: en ella habla Chaneng, quien perdió las piernas y el brazo izquierdo al pisar una mina antipersona mientras con su hermano buscaba madera para hacer una casa, y, pese a todo, dice lo siguiente: «…Nuestro cuerpo puede estar discapacitado, pero nuestro corazón no lo está…«.

También hay otras personas que, de alguna manera, simbolizan las figuritas rotas de nuestros Nacimientos. Son aquellas que hemos conocido a lo largo de nuestra historia personal y con las que, incluso, hemos compartido aula en el colegio, en el instituto o en la Universidad, o el grupo de amigos, sin descartar a las que conocimos en el trabajo, y hasta aquellas otras con las que nos hemos relacionado sentimentalmente, y que, sin entrar a valorar los motivos de su descarrilamiento en esa línea férrea que es la vida, intuimos o sabemos que andan perdidos, y que necesitan alguna voz que, como una orden, les diga algo similar a lo que Cristo gritó ante la tumba de su amigo Lázaro, «…¡Lázaro, sal fuera!…«, para que abandonen su inmovilidad, recuperen la confianza en sí mismos y se libren de las mortajas y ataduras simbólicas que impiden que en ellos renazca la esperanza y que puedan llegar a comprender el sentido último de la vida. Quizás no sea yo el más adecuado para aconsejar abrir el propio corazón a quien lo pueda necesitar, porque debido a mi experiencia profesional tengo una visión que más bien se inclina hacia el pesimismo en relación a lo que es y a lo que hace el ser humano, así como en relación a los móviles de su conducta, premisas que no me ayudan a llegar a conclusiones demasiado halagüeñas al respecto, pues en la cabeza siempre me ronda ese refrán que dice que «…Por la caridad entra la peste…«; pero sucede que, al mismo tiempo y desde la primera vez que la escuché nunca olvidé una de las frases emblemáticas que pronunció el Papa Juan Pablo II (creo que fue al principio de su pontificado) y que, pese a la terrible decadencia física de sus últimos años, no parecía que hubiera renunciado a ella: «…¡No tengáis miedo!…» …No tengáis miedo…

Otra Navidad se acerca rápidamente a nuestras vidas y, después de unas semanas en que habrá un poco de todo… alegría, ruido, regalos, nostalgia… se alejará en silencio, casi como lo hicieron los Reyes Magos tras visitar y honrar al Niño Jesús, pues decidieron abandonar el país sin pasar de nuevo por el palacio de Herodes, quien se había mostrado muy interesado en obtener información acerca de aquel Niño y no precisamente con buenas intenciones. Pero como la vida es una gran escuela en la que siempre estamos aprendiendo, hasta el último día, habremos dado un gran paso adelante si nos reconocemos en esas figuritas de barro que a veces se rompen -como le sucede al ser humano en muchas y variadas circunstancias- y que hay que rehacer, del mismo modo que nosotros tenemos que sobreponernos a las adversidades; y daremos otro paso aún mayor si somos capaces de percibir a las personas que tenemos cerca y que, por diversos motivos, también han sufrido pequeñas o grandes roturas en su cuerpo o en su alma, y decidimos ayudarlas a reparar los destrozos.

¿Se corre algún riesgo al hacer esto? …Pues sí, es evidente. Ninguna actividad humana está libre de peligro, y no cabe descartar que nuestra labor nos ocasione más de un disgusto y varios dolores de cabeza. Pero la satisfacción de ver la figurita rota que hemos reparado para que pueda reintegrarse al belén, donde volverá a ocupar su sitio y a brillar, no tiene precio; por tanto, sin renunciar a la virtud de la prudencia, podemos guiarnos por las antes citadas palabras del Papa Juan Pablo II: «…no tengáis miedo… no tengáis miedo…» y seguir adelante. «…No tengáis miedo…» …Por alguna razón, creo que finalizar con estas tres palabras llenas de esperanza es una buena manera de concluir el Pregón.

Feliz Navidad a todos.»

Luis Roda García – Gijón, 4 de diciembre de 2015