Nació en Logroño en una de las calles con más tradición y solera riojana y puede que ello influyese en su carácter alegre, abierto y campechano. Su vida desde pequeño estuvo ligada a la tradición del belén, pues su padre se encargaba de colocarlo todas la Navidades y él era el encargado de proveer las escorias, que cogía en las vías del tren, y el musgo, alrededor de la ermita del Santo Cristo del Humilladero, como todos los logroñeses por aquellos años.
Cuando creó su hogar siguió con la tradición, y cuando se jubiló se incorporó a la asociación en el año 2006, y desde el primer momento se entregó en cuerpo y alma. Siempre estaba dispuesto a colaborar con aquel que le necesitaba y así fue perfeccionando su técnica de hacer belenes y llegó el día que pudo realizar unos bonitos dioramas con unos estupendos labrados de sus piedras; pero si hay algo en lo que no se le puede igualar es en la creación de sus palmeras, grandes, pequeñas, de grupos, que tienen un sello especial y, a pesar de que han sido muchos los belenistas que han sido enseñados por él, sus palmeras se distinguen a primera vista.
Pero hay que destacar fundamentalmente en esta persona tan querida en la asociación, su temple, su buen humor y el no darse importancia de lo que hace, características que ayudan en parte a mantener en la asociación ese clima de cordialidad y hermandad, algo fundamental para que la gente se encuentre a gusto y disfrute incluso en los momentos en que el trabajo les supera y los nervios les hacen alguna pasada, y es cuando él pone esa chispa tan personal que tiene, que hace que el ambiente se relaje y por eso todos le respetan y aprecian y por ello la Asociación de Belenistas de La Rioja le reconoce méritos suficientes para que le sea concedido el Trofeo Federación Española de Belenistas.
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