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Los orígenes del belenismo, por Mª Pilar de Pablo Catalina

15 Dic 01
Presidencia FEB

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Los orígenes del belenismo, por M.ª Pilar de Pablo Catalina

(Artículo publicado en la revista El Pastor de Nochebuena n.º 1 (2001) de la Asociación Belenista de El Burgo de Osma)

Las primeras y más importantes fuentes literarias del ciclo de la Natividad fueron los Evangelios de Lucas y Mateo. Mateo narra el nacimiento de Jesús en el contexto de la Judea dominada por la ocupación romana, texto recogido en su capítulo 2, versículos 1 al 20:

[…] Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto, ordenando que se empadronase todo el mundo […]. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de casa y familia de David. […] y [María] dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento […].

En este corto relato están contenidos los tres nombres tradicionales que ha recibido el Belén en España: Belén, por la ciudad de Bet-lehem, la Belén del relato; Nacimiento, por el Nacimiento de Jesús que, empleado con mayúscula, pasa de ser un nacimiento genérico a ser específico, por lo que se llama también Misterio al conjunto de sus protagonistas, al referirse al Misterio de la Encarnación, es decir la presencia de Dios en carne humana. Finalmente, es de uso en Cataluña denominar pessebre al Belén, término muy acertado, pues del pesebre, en latín praesepio, arranca la tradición inicial.

La parquedad de las narraciones evangélicas respecto al nacimiento de Jesús, así como la discreta atención prestada por las primitivas comunidades cristianas a tal acontecimiento motivaron, en buena medida, la escasez y tardanza de las representaciones plásticas a él dedicadas. Escasez y tardanza a la que contribuyen también las persecuciones y la consecuente ocultación de los símbolos cristianos. Sólo la llegada de la Paz de Constantino (313 d. C.), con la publicación del Edicto de Milán, en el que se reconoce a los cristianos el derecho a celebrar sus cultos, hará que tal situación se transforme, aflorando con ello, y de modo creciente, las representaciones artísticas del cristianimo.

El primitivo arte cristiano se desarrolla en el ámbito funerario de las catacumbas, y es en la pintura funeraria, donde hallamos las primeras muestras plásticas del tema de la Natividad. Se trata de un fresco del siglo II que se encuentra en la Capella Grecca, de la catacumba de Santa Priscila. En dicha pintura se contempla la figura de la Virgen, que aparece sentada en un sitial, sin respaldo alguno y sosteniendo en su brazo izquierdo al Niño, envuelto en un rebujo de pañales. A su lado, apuntando hacia el cielo, como indicando la estrella anunciadora del nacimiento del Mesías, figura el profeta Isaías.

A partir de este momento abundan numerosos ejemplos en los que se va fijando iconográficamente el tema de la Natividad. En la catacumba de San Sebastián, en una pintura del siglo IV, se representa un verdadero nacimiento, con el buey y el asno; pero faltan San José y la Virgen que bien pudieran ser unas figuras que aparecen en el fondo.

San José es, por otra parte, el gran ausente de estas representaciones pictóricas primitivas. La divinidad de Cristo, negada por los arrianos, es causa principal de que la imagen de San José no esté generalizada hasta bien pasado el siglo IV, queriéndose evitar con ello cualquier participación humana en la concepción de Jesús.

Sin embargo, a partir de este siglo, el grupo completo aparece ya con asiduidad en sepulturas, sarcófagos y tablillas de marfil y madera como consecuencia de la definición como dogma de la genuina naturaleza humana y divina de Cristo en los diferentes concilios de Nicea (325), Constantinopla (381) Éfeso (431), Calcedonia (451) y nuevamente Constantinopla (553).

Destacan por su importancia las primeras representaciones en relieve del Nacimiento de Cristo, presentes en diferentes sarcófagos de los siglos IV, V y VI. En ellos, junto a otras escenas, se representa la venida de Jesús, a través de una iconografía que irá fijando diversos motivos: así, encontramos, por primera vez, la representación del lugar del nacimiento como una choza; la figura de Jesús recién nacido, acostado en una cesta de mimbre; San José, portando una vara; la Virgen alzada sobre una roca y flanqueada de palmeras… En el sarcófago de Santa Priscila, se representa la anunciación a los pastores y en ella aparece una figura que perdurará en todas las manifestaciones belenistas posteriores: la del zagal llevando una oveja sobre sus hombros; en el sarcófago de Arlés, es la adoración de los pastores la escena central, y en el de Ancona la presencia de los magos es el motivo principal.

No es extraño esta frecuente aparición del nacimiento asociado a un arte funerario, que se explica porque el día de la muerte, era para los cristianos de los primeros siglos, el dies natalis, el día de su nacimiento a la vida sobrenatural.

Por otra parte, y como consecuencia de la costumbre de reproducir en Occidente los más famosos santuarios orientales con los que se tenía alguna especial relación, pueden considerarse también como precedentes históricos de los Belenes las réplicas o representaciones de la Santa Cueva de Belén, que en muchas iglesias, principalmente de Roma, se hicieron para venerar el recuerdo del nacimiento de Jesús.

Según la tradición, algunas maderas de la originaria gruta o cueva de Belén fueron traídas a Roma desde Palestina. Con ellas, en el pontificado de Sixto III (432-440), se construyó la primera imitación del antro praesepis, o cueva del pesebre, por lo que se dio el nombre de Santa María ad Praesepe a la iglesia que la albergó. En ella, siglos más tarde, el papa Teodoro I (642-649), de origen palestino, mandó construir un oratorio que recogiera las supuestas reliquias de la cuna del Niño Jesús, donde el pontífice celebraba la primera de las tres misas de Navidad.

Debido a su mayor vinculación con los Belenes, recordaremos también los llamados «Misterios de Navidad»: funciones semilitúrgicas que se remontan al siglo X y que solían tener lugar en el interior de las iglesias, donde se representaban los episodios principales, tales como el Anuncio a los pastores o la Epifanía.

La representación, originalmente respetuosa y acorde con el carácter sacro de los templos donde se celebraba, fueron degenerando en bullicio y algarabía que convenían poco a la quietud de las iglesias, por lo que se dispuso su realización en los atrios, para acabar siendo prohibida por el papa Inocencio III (1198-1216). Aunque los clérigos solían disfrazarse, también cabe la posibilidad de que existiera cierto apoyo plástico para el decorado, y de que se emplearan figuras tridimensionales o, al menos, pintadas y recortadas, para representar a los personajes sagrados. Esta idea de «espacio» y de «teatro» puede ser el antecedente de los Belenes por tratarse de personajes integrados en un entorno espacial.

Con el tiempo, este teatro religioso va perdiendo referencias dogmáticas, incorporando multitud de elementos populares evidentes en la lengua, en los personajes y en las actitudes que estos manifiestan.

El juego escenográfico que estas manifestaciones teatrales suponen, la incorporación a ellas de la cultura popular, el tránsito continuo de figuras y personajes, el movimiento generado alrededor de la Santa Cueva… son, entre otros muchos, elementos que, procedentes de estas representaciones escénicas, llegarán posteriormente a los montajes belenísticos, que precisamente alcanzan su máximo esplendor en el mismo momento en que el teatro manifiesta sus más altas cumbres: la época barroca.

Al tiempo que se expandía la visualización del drama sacro y se iniciaban los primeros pasos hacia la configuración del Belén en toda su complejidad, el teatro, pese a las restricciones y limitaciones, seguía un camino paralelo. De hecho, puede decirse, que los orígenes del teatro europeo se remontan a estas representaciones del ciclo de la Natividad, especialmente las que se refieren a la Natividad y Anuncio de los pastores, y las de la Epifanía. Suele citarse como ejemplo temprano, un fragmento del Auto de los Reyes Magos, que se conserva en la biblioteca de la catedral de Toledo, escrito en castellano y fechado en el siglo XIII.

En el siglo XIV, el tema del Nacimiento es motivo de representación propiamente teatral, lo que pudiera contribuir a la existencia de los Belenes.

Es oportuno también recordar las obritas teatrales cortas mallorquinas, llamadas Pastorells, que se ponían en escena, por lo menos desde el siglo XVIII, cuyo tema central era la ofrenda de presentes hecha al Niño Jesús por un grupo de jovencitos ataviados de pastores. Así también, los «teatrillos parlantes» o de marionetas, como el que se sigue representando en Alcoy (el Belén de Tirisiti), tuvieron su influencia en los Belenes.

Con todo lo dicho se deduce cuál era el clima de devoción al Misterio del Nacimiento de Cristo, propagada también por la Orden del Temple, y que influirá después en la práctica navideña de los Belenes. Pero será a partir del siglo XIII cuando se dé un impulso vigoroso a la conmemoración plástica del hecho del nacimiento de Cristo.

En la Europa del siglo XIII, se producen cambios importantes. El poder feudal va decayendo. Del cerrado estudio de los claustros se da paso al más abierto de la Universidad. Roto el estricto cauce del monasterio, el obispo concede licencia a los clérigos para enseñar fuera del ámbito monacal. Con ello la cultura se populariza… En este singular ambiente nace una nueva orden religiosa, la franciscana, que, en lugar de encerrarse en los conventos, sale a la plaza pública, a los caminos, predicando una religión más popular. No hay duda de que aquellos nuevos aires, con la devoción por lo sencillo y lo popular, servirían de simiente adecuada para el surgimiento del belenismo.

San Francisco de Asís (1182-1226) es el autor del milagro de la extensión del misterio del Nacimiento. Tomás de Celano, biógrafo del santo, nos cuenta que, en el año 1223, pidió San Francisco licencia a Honorio III para poder representar, en la noche de Navidad, en una cueva de Greccio, en la Toscana italiana, el nacimiento de Jesús, dispensa necesaria pues hacía dieciséis años que el papa Inocencio III había prohibido cualquier manifestación teatral en las iglesias. Obtenida la autorización, en la cueva se figura el Nacimiento de Jesús, quien, según la tradición, milagrosamente cobró vida en medio de la celebración.

A partir de aquel momento, los frailes llegaron a hacer tradicional en todas las iglesias franciscanas la costumbre de representar la escena divina, recreando pesebres vivientes y extendiendo así la visualización del nacimiento de Jesús, antecedente próximo de los Belenes.

Ello es la razón que llevó a las Asociaciones Belenistas de todo el mundo a solicitar del Vaticano la proclamación de San Francisco como patrono universal del belenismo, lo que felizmente se logró el año 1986.

En la propagación del belenismo es también fundamental la labor de las clarisas, vinculadas a la orden franciscana. Aunque no se trata propiamente de belenismo, las clarisas son las iniciadoras de una tradición que se extiende a muchos conventos de monjas: cada novicia traía al ingresar en la comunidad la imagen de un Niño Jesús que luego era vestido con atuendos creados por las propias monjas. Dicha tradición llegó a España y fue especialmente viva en Levante, dando lugar a los repos de Jesús (descanso de Jesús).

En los tiempos de la Contrarreforma, serán los jesuitas quienes den un nuevo impulso al belenismo como medio para reprimir cualquier brote de protestantismo. Se animan los servicios divinos de Navidad, por medio de escenas de Belén, realizadas por tallistas y escultores.

La nobleza no tardó en querer poseer belenes similares en sus capillas privadas y, de allí, la costumbre saltó a los hogares de la alta burguesía, para arraigar, más tarde, en el pueblo llano. Para recreo de los niños, se representaban no sólo la escena del nacimiento de Jesús y el pesebre de Belén, que seguía ocupando el mural central, sino también motivos de la vida cotidiana de los creadores de estos Belenes: los campesinos, los artesanos…

Similar labor de difusión del belenismo realizan los teatinos y un siglo más tarde, en el siglo XVII, los escolapios. Siglos más tarde, en el período decimonónico, otro sacerdote español, San Antonio María Claret, fundador de los claretianos, también alentará de modo decisivo la devoción belenista, tan enraizada en la esencia del pueblo hispano, y que, gracias a él, adquiere nuevo impulso.

M.ª Pilar de Pablo Catalina – Asociación Belenista de El Burgo de Osma

Bibliografía consultada para este artículo:

  • Martínez-Palomero, Pablo. El Belén. Historia, tradición y actual. Barcelona, Aura Comunicación, 1993
  • Pérez-Cuadrado, Juan. El mundo del Belén. San Sebastián, 1986
  • Arbeteta Mira Letizia. Oro, Incienso y Mirra. Los Belenes en España. Madrid, 2000

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Qué es ser belenista, por Mª Carmen Casado de la Rica

15 Dic 01
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Qué es ser belenista, por M.ª Carmen Casado de la Rica

(Artículo publicado en la revista El Pastor de Nochebuena n.º 1 (2001) de la Asociación Belenista de El Burgo de Osma)

El Belenismo está de moda. A esa conclusión se podría llegar si observamos el auge que las manifestaciones belenísticas están teniendo en nuestra sociedad. Hay multitud de asociaciones, belenes monumentales, macroexposiciones sobre el Belén donde se presentan los tesoros de nuestro arte desde los siglos más remotos hasta nuestros días. Se muestran las mejores tallas, los mejores relieves, las mejores pinturas, realizados a lo largo del tiempo por los más prestigiosos artistas. Donde se exponen también las humildes figuras populares de barro de principios del siglo XX, que ya comienzan a ser antigüedades, y los maravillosos dioramas con bellas figuras de artesanos actuales, realizados por las asociaciones belenistas. Son exposiciones atractivas para todos, por el valor artístico de las piezas, por la ternura y sensación de paz que inspira el Nacimiento, y por despertar esa faceta infantil que hay dentro de nosotros. Además, a veces es una auténtica lección de Historia Sagrada.

Pero detrás de todas estas manifestaciones, subyace el espíritu de unos artistas y autores que han querido transmitir sus sentimientos, dotando a sus obras de una expresividad concreta.

Cuando el belenista realiza un diorama (representación tridimensional de una escena bíblica de la infancia de Jesús) o un Belén, intenta reproducir lo más fielmente posible el ambiente en el que se desarrolló ese hecho (arquitectura, geografía, flora, fauna, etc.). Intentará realizarlo cada vez mejor, investigará y se documentará de cómo era Palestina en los tiempos de Jesús, la sociedad judía, los oficios, etc. Intentará crear una perspectiva que dé realismo a la escena. Así, buscará reflejar de la manera más fiel posible y desde su fe cristiana, lo ocurrido hace más de 2000 años: el Nacimiento de Dios, que quiso ser hombre y llevar una existencia humana, que eligió nacer en una familia humilde y en un pesebre y que nos dejó un maravilloso mensaje de Amor.

Quiero terminar, animándote a poner un Belén cada Navidad, símbolo de la paz y solidaridad que cada día son más necesarias en el mundo.

Mª Carmen Casado de la Rica – Asociación Belenista de El Burgo de Osma


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Nació en un establo porque no había sitio para ellos en la posada, por Antonio Bernal González

20 Dic 98
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Nació en un establo porque no había sitio para ellos en la posada, por Antonio Bernal González

(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)

Al amparo de esta frase he realizado el belén que los arcenses y cuantos visitantes deseen acercarse a Arcos, podrán contemplar esta Navidad’98 en el Centro Anais (Hermanas Salesianas) en calle Corredera.

La idea parte de una conversación que casualmente mantuve el pasado año con el Párroco de Jédula D. José Palomas. En dicha conversación sacamos a relucir el controvertido asunto de la postura del posadero, al parecer plasmado en la mente de todos como un hombre sin sentimientos que no dio cobijo a María y José en ese momento tan delicado en que María se disponía a dar a luz en un lugar extraño para ella.

Pero antes de adentrarnos en sacar conclusiones, recurramos un poco a la historia.

Existían dos ciudades de Belén: Belén de Judea y Belén de Zabulón. Los evangelistas se refieren a la primera, por ser el lugar del nacimiento de David.

El nombre completo era Belén Efrata, que quiere decir «Casa del Pan», por tanto se supone que había cereales y almortas (no se utilizaba el trigo); también era tierra de pastores y, por tanto, de queseros.

Belén estaba situada a 8 km al sur de Jerusalén, a 700 m sobre el nivel del mar, en el borde del desierto de Negueb y en el camino de Jerusalén a Hebrón y Gaza. En sus afueras había un «Caravassan», equivalente a nuestras ventas de Andalucía, Murcia y Castilla. Este «Caravassan» fue construido en el siglo V antes de Jesucristo por Roboan.

En el «Caravassan» siempre había lugar. Era un patio con soportales, una fuente y un lugar para los camellos y los asnos. El ganado menor se dejaba en las pequeñas grutas de los alrededores.

El «Caravassan» no era el lugar adecuado para dar a luz en medio de tanta gente como en aquellos días que acudían a censarse, por lo que tuvieron que buscar una de las cuevas próximas y posiblemente anexa a la misma posada.

Por último decir que la cueva donde nació Jesús y según se desprende de lo que queda de ella en la actualidad, pudo tener unas dimensiones de 12 x 4 m, y 2 m de altura.

Pues bien, este año he querido representar lo que pudo ser, con muchísimas posibilidades, el escenario de la posada, con su patio porticado repleto de gente instalada en los soportales, con animales de carga descansando en las cuadras, con un posadero en actitud vigilante ante el portón principal, pero a la vez relajado y entretenido jugando con los perros despues de haber buscado aposento a la «familia en apuros», instalándolos en el establo de la posada.

De esa manera, María pudo dar a luz con cierta intimidad, rodeada de los animales típicos del belén: el buey y la mula.

El posadero no fue tan malo.

Antonio Bernal González

Algo de historia, por Inmaculada Porro Baena

20 Dic 98
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Algo de historia, por Inmaculada Porro Baena

(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)

Según los libros que he podido consultar, para conocer cuándo aparecen las primeras manifestaciones artísticas sobre el Nacimiento de Jesús, y más concreto sobre la costumbre de montar un nacimiento, o representar un belén, puedo contaros que los primeros indicios los podemos encontrar en las Catacumbas de Priscila hacia el año 180 ó 200; son unas pinturas relacionadas con motivos navideños como la Virgen María sosteniendo en brazos al Niño Jesús.

También podemos encontrar algunos motivos relacionados con la Epifanía de Jesús, en sarcófagos y tablillas de marfil, sin especificar el año concreto.

Pero donde más se aprecian es en algunos relieves bizantinos de la catedral de Rávena del siglo VI, en las cuales se nos ofrecen escenas como el sueño de San José o la Virgen embarazada junto a San José camino de Belén y la clásica escena del pesebre con el buey y la mula junto al Niño, San José y la Virgen.

Sin embargo, la primera representación de la Navidad fue realizada por San Francisco de Asís, el cual era un gran admirador del nacimiento del Niño Jesús.

En la Nochebuena de 1223 escenificó una versión de tan gran acontecimiento en el santuario italiano de Greccio con personajes y animales vivos. Santa Clara siguió el ejemplo de San Francisco, la cual lo difundió por todos los conventos franciscanos.

La primera referencia en cuanto al montaje del belén, realizado con figuras en lugar de personas y animales fue en 1252 en un monasterio alemán y en el 1300 se exhibió una en la catedral de Barcelona.

Más tarde, ya en el 1500, la Contrarreforma ayudó a su difusión por todas las iglesias y monasterios españoles gracias al favorecimiento de todas las expresiones de devoción popular. Ya en el siglo XVIII, el rey Carlos III encargó a José Ginés y José Esteve (artesanos alicantino y valenciano) la construcción de un belén de 600 figuras para su hijo, Carlos IV. En estos momentos de la historia podemos observar que la tradición artística de montar un belén o nacimiento durante los días navideños se limitaba a un sector privilegiado de la sociedad o incluso podríamos decir que eran los únicos que podrían observarlos y contemplarlos… Con lo cual podemos deducir que el valor artístico de dichas figuras sería sin lugar a dudas soberbio y exquisito, y estarían realizadas con los mejores materiales que pudieran obtener.

Pero como el Niño Jesús quería en estas fiestas estar en todos los hogares, esta costumbre de montar el belén se fue extendiendo a todas las clases sociales, apareciendo otro tipo de figura más tosca, vulgar y popular y por supuesto más accesible a todas las personas, incluso a las clases más humildes.

Se tiene referencia de que en 1786, en una feria de Barcelona (feria de Santa Lucía), se vendían figuras de belenes, de barro y cartón, con lo cual sólo al mencionar estos materiales podemos deducir que serían destinados para un sector humilde de la población, y por supuesto su realización podemos centrarla dentro de talleres familiares.

En el siglo XIX, la afición por montar un belén ya se ve en las casas, ya sean monumentales, o lugares públicos o privados… Se ha extendido por toda España, y la difusión de figuras de belenes para todos los bolsillos contribuyó gratamente a dicha expansión.

Podemos firmar que este siglo no había un hogar, ya fuese humilde o distinguido, que en estos días navideños no tuviera instalado su nacimiento.

Bueno, espero que este relato sacado de los diferentes libros de belenes que he podido leer os sirva, o nos sirva, para algún día poder detallar que en el siglo XX también tuvimos la suerte de conseguir que el belén fuera algo muy habitual en todos los hogares españoles.

Inmaculada Porro Baena

Llega Navidad, poema de un belenista anónimo

20 Dic 98
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Llega Navidad, poema de un belenista anónimo

(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)

En estos días del año
todo el mundo espera ya
la llegada del Mesías
y con Él la Navidad.

El Belén hay que montar
y sacar las figuritas
que entre virutas y pajas
aguardándonos están.
Nerviosos y parlanchinas
todas quieren salir ya,
piensan y dudan el sitio
donde se colocarán.
Los pastores y sus rebaños
se han conseguido juntar
para salir los primeros
y un buen aprisco buscar.

El sol le dice a la luna:
¡no te duermas, vienen ya!,
que alumbrar hemos a todos
los que van hacia el Portal…
Los Reyes Magos alforjas
cargadas las tienen ya,
los pañales para el Niño
y muchos regalos más.
La estrella dispuesta está
para ir cruzando fronteras
y a los pueblos anunciarles:
¡que ya llega, que ya llega!

Felices el buey y la mula
juntos caminando van,
para calentar al Niño
cuando lleguen al Portal.

Las campanas de mi pueblo
toques ensayando están,
para cuando nazca el Niño
dormirlo con su sonar.
José, la Virgen y el Niño
impacientes todos están,
porque quieren con nosotros
renovar la Navidad.

Un belenista

Cómo conseguir el efecto «lluvia» en el belén, por Antonio Bernal González

20 Dic 98
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Cómo conseguir el efecto «lluvia» en el belén, por Antonio Bernal González

(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)

Todos los belenistas, por muy expertos que sean, coinciden en la gran dificultad que encierra el manejo del agua natural en la construcción del belén, ya sea en forma de río, lago, o como en el caso que nos ocupa, de lluvia.

La dificultad se basa fundamentalmente en el control del agua, de tal manera que no se escape por ningún sitio no deseado y nos chafe todo el invento.

Hacer que llueva en un belén puede ser un tormento si no delimitamos la zona de lluvia y sobre todo si no impermeabilizamos perfectamente la zona donde llueve.

Por tanto, mientras más pequeña sea la zona en la que llueve, más fácil lo tendremos.

Voy a desarrollar los pasos a dar para hacer que llueva en un belén cuyo desarrollo es fundamentalmente un patio porticado, en torno al cual se construyen los edificios que cierran el patio, de tal manera que evitemos en esta ocasión construir espacios grandes con paisajes lejanos en los que sería muy complicado el efecto de lluvia.

Por tanto, tenemos un belén que consiste en un desarrollo interior de edificios que conforman un patio que será donde llueva.

Fase 1

Construiremos una plataforma con fibra de vidrio -se trata de una especie de malla blanca de fibras entrecruzadas que al aplicarle un producto endurecedor se convierte en una plancha impermeable y poco pesada-. Este material se encuentra en droguerías y tiendas de pinturas.

La plataforma deberá ser algo más grande que el cuadrado o rectángulo que formará el patio sobre el que queremos que llueva. Deberá tener un borde lo suficientemente alto como para que el agua que recoge no se salga (unos 3 ó 4 cm). Una vez comprobado que la plataforma es totalmente impermeable haremos un agujero en el centro al que conectaremos una salida para que el agua pase al depósito desde donde será bombeada de nuevo.

El depósito deberá tener capacidad para recoger toda el agua del circuito una vez en reposo y podremos utilizar una bomba de lavadora para hacer el circuito cerrado deseado.

Fase 2

Construir sobre la plataforma las edificaciones que cierran el patio e impiden que se vea el celaje. El agujero central deberá estar protegido con una malla o filtro que impida el que el agua arrastre al depósito suciedad.

El suelo del patio que queda lógicamente sobre la plataforma impermeabilizada, puede rellenarse de piedras diminutas que darán al mismo tiempo un efecto real y servirán para que a través de ellas se filtre el agua y pase por el desagüe central al depósito.

Fase 3

Se construye una parrilla del tamaño del patio en el que queremos que llueva utilizando para ello tubos de riego por goteo. Se trata de unos tubos de plástico duro que traen unas cánulas por tramos, por las que gotea el agua. Se puede incrementar el número de cánulas cortando el tubo e introduciendo cánulas que venden sueltas.

Este material se puede encontrar en fontanerías o tiendas donde vendan material de jardinería. Hay elementos suficientes como para montar nuestra parrilla sin más herramientas que una cuchilla para cortar los tubos de plástico y, si acaso, un mechero para calentar el tubo y facilitar la colocación de las cánulas y las distintas piezas de empalmes.

Si la cantidad de gotas es insuficiente se pueden incrementar perforando los tubos en los sitios donde se desee, con una boca muy fina, si acaso de 1 ó 2 mm.

Fase 4

Colocamos la parrilla justo encima del patio, y fuera del alcance de la vista (si bien no podremos abusar de la altura, ya que la bomba tiene un límite de altura para bombear), conectando con una goma la salida de la bomba de agua junto al depósito con dos de los extremos de la parrilla de tal manera que la presión llegue bastante repartida a la misma.

Si tenemos un aparato electrónico de luces que nos permita conectar el mecanismo del agua en una fase concreta, podremos hacer que llueva, por ejemplo, en el amanecer mientras que en las demás fases escampa.

Antonio Bernal González

Para empezar el tiempo navideño, por Manuel Porro Martínez

20 Dic 98
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Para empezar el tiempo navideño, por Manuel Porro Martínez

(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)

No estamos solos, contamos con muchos miles de seguidores, en los cinco continentes los nacimientos son construidos y adorados. Podemos contemplar la naturalidad de la confección del belén, dependiendo de las habilidades y posibilidades de cada uno, del material disponible, del espacio que tengamos libre, de las horas que podamos dedicarle al montaje del belén y de las «ganas» que tengamos ¡pues podemos fallar!…, pero lo que no se nos puede olvidar, es que todo belén construido (por simple que sea) nos da la oportunidad de contemplar la grandeza del nacimiento del Niño Dios.

Cuando salga esta revista a la luz del día, ya debemos tener nuestros belenes montados en casa, o casi terminados, porque la Navidad es un acontecimiento tan maravilloso que nos obliga a no olvidarnos de poner un pequeño belén en casa, pues son fiestas de familia, de mucho amor, de gran sinceridad de bastante amabilidad, y de gran respeto para todos, y ni qué decir tiene, que es el momento de sacar a la luz lo mejor de nosotros mismos, utilizarlo como herramienta para montar, colocar y confeccionar ese maravilloso belén que siempre hacemos con mucho cariño.

Cuando ya tenemos construido el belén, por ese Altísimo Designio, por decirlo de alguna manera, debemos pararnos ante él y pensar primero en el trabajo que siempre conlleva el montaje de un belén; segundo, pensar en la creación personal, en el acoplamiento de tantos detalles que le dan una personalidad a nuestra obra, y finalmente, interiorizar una oración por la obra terminada, por ser una participación personal para gloria de Dios, una obra construida por nosotros mismos que nos da la oportunidad de acercarnos más a Él.

A mí particularmente, me gusta visitar los belenes, porque a todos, siempre les encuentro algo, no sé qué, pero hay un particular detalle en casi todos ellos, unos con un fondo espléndido, unas montañas increíbles, un río de piedra o agua lleva, unas palmeras esbeltas, unas casitas primorosas, unas grutas maravillosas, esos pastorcitos con esa cara de admiración, unos adorando y otros demostrando su bondad, esas lavanderas lavando su ropa, otras mujeres acarreando los búcaros con agua de los pozos ¡y esa gracia de los pozos!, los caminos, esos Magos de Oriente, esa Estrella con su destello, la gruta donde nos encontramos con el Niño Divino, su Madre María y su Padre San José, esa mula y ese buey, esos rebaños de ovejas y cabras que, con arte y salero, son puestos en los belenes, para recordarnos ese magnífico acontecimiento que todos los años volvemos a recordar y disfrutar por estas fechas.

De todas las fiestas, ésta de la Navidad es quizás la mayor, es más familiar, participan los «reyes» de la casa, nuestros hijos, y también los mayores, los abuelos, se realizan las comidas en familia con el famoso pavo, los polvorones, los mantecados, los turrones, los anises, sin olvidar los Vinos de Jerez y siempre o casi siempre, terminar con un dulce brindis que nos transmita los mejores deseos a todos los miembros de la familia.

Es un acontecimiento Santo, que continuamente lo tenemos de manifiesto, ante nuestros ojos de día y de noche, nos revela de nuevo el milagro del nacimiento del Hijo de Dios. Cada vez que pasemos por el sitio tan entrañable, en el que tengamos montado nuestro belén, debemos pararnos delante de él, nos invita a arrodillarnos, a encontrar tranquilidad, amor y paz en el ajetreo de nuestro caminar diario, a hacer una pausa para conocernos mejor, quedarnos con nuestras buenas cosas y rechazar todas las malas que tengamos acumuladas en nuestras almas pecadoras.

Es un acontecimiento tan enorme y maravilloso que tenemos que compartirlo con nuestros seres más queridos, con la familia, con los amigos…, el belén debe convertirse en ese centro de unión en el que se unan y reencuentren todos nuestros sentimientos y pensamientos.

Ojalá pueda comprobar que he logrado convencer y sacarle todo su fruto al montaje de los belenes, sería una buena recompensa personal el logro de que todo el que lea el artículo comprenda la importancia de la construcción del belén.

Manuel Porro Martínez

¡Hay que ver cómo pasa el tiempo!, por Rafael Castro

20 Dic 98
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¡Hay que ver cómo pasa el tiempo!, por Rafael Castro

(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)

Es muy frecuente oír, sobre todo en personas de una cierta edad, la frase «¡hay que ver cómo pasa el tiempo!», y efectivamente el tiempo ha pasado, estamos de nuevo en Navidad y parece que fue ayer cuando esta revista vio la luz por primera vez el pasado año. Es época de ajetreo para los «tontos de Nacimiento». Me explico:

Hace algún tiempo, comentando con un conocido mi afición belenista, éste exclamó: «¡ah!, entonces tú también eres tonto de Nacimiento, ¿no?». Asentí sonriendo el chiste y de alguna manera ha quedado en mi mente el doble sentido de la frase.

Nunca mejor dicho aquello de : «mal de muchos consuelo de tontos», ya que somos tantos los tontos de Nacimiento, que lo que en principio pudiera parecer un insulto, pasa a ser una gran satisfacción. Es compartir esta bonita afición con personas (mujeres, niños y hombres) de edades dispares, profesiones diversas, distintas ideologías, etc., convertidos en estas fechas en verdaderas fuentes de creatividad, de minuciosos «artistas» del porexpán, la escayola y de tantos detalles que lleva implícito la creación de cualquier escena de un belén. Es rememorar cada año un aspecto religioso, lúdico, folklórico o tradicional, según el enfoque personal de cada uno, muy ligado a nuestra vida.

El único fin, totalmente altruista (afortunadamente no existen competitividad, premios, diplomas, ni medallitas), es mostrar y disfrutar con el pueblo en general el trabajo realizado, a veces durante meses, en ratos libres y días festivos (mezcla de gozo y sacrificio) una escena de un belén (diorama) o un belén «abierto». A partir de ahí, sólo esperas sentir en tu interior que algo vibra, viendo la mirada de un niño con ojos de asombro, a los mayores hacer comentarios señalándose unos a otros los detalles que van descubriendo. Saber que les gusta, y hasta entusiasma ver, una puerta vieja, una hoguera, los cambios de luces de un atardecer, el río corriendo moviendo una noria…, te sientes muy a gusto por ello porque… en el fondo somos vanidosos.

Si alguien quiere incrementar la lista, no hay límite de edad para ello, sólo tiene que proponérselo y, a partir de ahí, rodeado de un grupo de amigos, se va a iniciar y ayudar para que un «tonto» más ponga su Nacimiento.

Sean felices.

Rafael Castro

«El futuro de la Asociación está en manos de los jóvenes». Entrevista a Carmen Temblador

20 Dic 98
Presidencia FEB
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«El futuro de la Asociación está en manos de los jóvenes». Entrevista a Carmen Temblador

(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)

Carmelita Temblador, como cariñosamente la llamamos todos los que la conocemos, es la presidenta de la Asociación de Belenistas «La Adoración», nació en Arcos de la Frontera hace 65 años y lleva al frente de la Asociación desde su fundación, preocupándose siempre de cuidar y mimar todos los actos que por estas fechas tan entrañables se organizan en Arcos de la Frontera.

Cómo recuerda la Navidad en su infancia? ¿Participaba el pueblo en esas fechas como lo hace ahora?

Recuerdo la Navidad con cariño y emoción, sobre todo unas Navidades con la familia Benot, que vivían la Navidad con entusiasmo y tenían un nacimiento precioso, yo no tenía nacimiento y todo el proceso del montaje lo vivía con ellos; para poder colaborar más directamente, mi padre, que trabajaba en el campo, me traía hierba y yo se la llevaba a ellos, y así ellos me dejaban colaborar muy directamente de tan entrañable momento.

Las Navidades de mi infancia eran muy bonitas, y la participación del pueblo era diferente a la de ahora, ni más ni menos, pero era más desde las propias casas, cada uno en la suya.

¿Cuándo comenzó su afición por las figuras de nacimiento, por los belenes? ¿Recuerda su primer Misterio?

Hace mucho tiempo, casi 24 años, yo tengo actualmente 65, y tenía 40 ó 41 años, y nunca había podido tener un misterio. El primero me lo regaló la Marquesa de Villareal, que era la dueña de un cortijo donde yo tenía mi escuela. Cuando ella vio mi afición al belén me regaló uno que era de su madre, aún lo conservo y me hizo muchísima ilusión. Ahora está instalado en un diorama de la Asociación.

Cuéntanos cómo surgió la Asociación de Belenistas de Arcos. Contactos previos, gestiones, etc.

Todo tiene su historia, yo tenía mucho contacto con la agencia de viajes Ecuador y allí sorteaban todos los años en una fiesta que se organizaba unos viajes, y a mí, por ser clienta, me llamaron para acudir a la fiesta. Tras unos altibajos me decidí a ir con la suerte de ser la agraciada con el viaje de ese año. El viaje era a Gijón, yo no sabía nada, sólo que quien lo organizaba era Vicente Prieto Bononato (presidente de la Asociación de Belenistas de Jerez), y este señor me comentó que a lo mejor ese viaje a mí no me gustaba pues era para acudir a un congreso belenista. Yo me puse loca de contenta y, claro, él se quedó admirado. Fue el primer congreso belenista que se organizaba y allí conocí a las diferentes asociaciones belenistas que existen en España.

Al llegar de vuelta a Arcos, contacté con Manuel Porro y le comenté lo que había vivido y nos pusimos manos a la obra para realizar este proyecto… y así realizamos la primera exposición de dioramas en Arcos, en una habitación de las Gradas de Santa María que nos cedió Juan Candil… y así hasta hoy.

¿Recuerda qué ubicaciones han tenido las exposiciones de dioramas y nacimientos?

Hemos cambiado cuatro veces de sede: la primera fue en Santa María, nos trasladamos a El Pósito, de allí nos fuimos a San Miguel y por último al Ayuntamiento Viejo. De los cuatro salones, el marco de San Miguel, para la exposición de los dioramas, es incomparable.

Recientemente, hemos perdido a un gran belenista y a un gran hombre: Víctor Marín Solano. ¿Qué nos puede decir de él?

Era una bellísima persona, nos ayudó muchísimo, siempre estaba disponible, fíjate, la primera cuenta corriente de los belenistas se puso a nombre de Manuel Porro y de él. Personalmente lo he sentido mucho, era alguien brillante, desinteresado…

Sabemos que usted ha viajado bastante, y que viajar es una de sus pasiones. ¿Ha tenido la ocasión de viajar a Tierra Santa? Si es así, ¿qué es lo que más le ha impresionado?

¡Sí!, he ido. Me impresionó la Iglesia de la Trinidad donde nació el Niño Jesús, todo allí es emocionante, nos escapábamos después de las rutas programadas con el guía, que era sacerdote, y nos explicaba todos los detalles maravillosos de aquella tierra.

La gruta de Belén, el Monte de los Olivos…, volvería, claro que sí, pero cuando se calme políticamente un poco la situación.

¿Qué opina del árbol de Navidad?

No me gusta nada, lo respeto como costumbre, pero personalmente no me gusta, aunque cada uno puede vivir la Navidad como quiera, pero para mí donde va un nacimiento no va nada.

¿Cuál va a ser la sede de la Asociación belenista? ¿Será la definitiva?

He de hablar del local que nos ha cedido el Ayuntamiento de Arcos, situado frente al Colegio de San Miguel, en el matadero: estoy, o mejor dicho, estamos toda la Asociación muy agradecidos al Ayuntamiento por ello, pues se han portado muy bien con nosotros; así podremos instalar allí nuestra sede de trabajos y contactos.

¿Cómo ve el futuro de esta Asociación?

En el futuro, si se sigue trabajando, si se motiva a la gente joven… Todo está en manos de la gente joven, en las mías cada vez menos, pero yo confío mucho en ellos.

¿Qué puede hacerse, según su opinión, para ampliar el número de socios?

Los socios han de ser voluntarios de verdad y no socios de cuotas, prefiero 30 socios de verdad y belenistas que a 100 que paguen mucho.

Imaginamos, ahora que se ha jubilado, que dedicará más tiempo a su labor belenista. ¿Qué le gustaría proyectar o hacer ahora que tiene ocasión?

Todo el tiempo que pueda dedicarle, me gustaría que los belenistas hagamos alguna labor social también, algo con niños y personas mayores, para lo que queremos ponernos de acuerdo con la Iglesia y no abandonar de mano este campo de trabajo, nuestra labor ante todo debe ser religiosa.

¿Qué opinión tiene del Belén Viviente, y de su organización?

Me gusta mucho y la organización reconozco que hace todo lo que puede, es una labor digna de admiración; prefiero pocas escenas y bien organizadas que muchas y mal estructuradas, de todas maneras es un trabajo excelente el que realizan, para el que siempre pueden contar con nuestra cooperación.

Dios en casa, por Vicente Prieto Bononato

20 Dic 98
Presidencia FEB
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Dios en casa, por Vicente Prieto Bononato

(Artículo publicado en la revista Pesebre n.º 2 (1998) de la Asociación de Belenistas «La Adoración»)

Poco narra la Escritura
de cómo el parto sería,
qué cantó la angelería,
ni cuál fue la partitura.
Qué sonó desde la altura
cuando se abrieron los cielos,
y la Gloria vino al suelo
cayendo sobre un pesebre,
sin que una brizna se quiebre
de lo leve de su vuelo.

Cumpliendo lo revelado
asno y buey reconocieron
que el Niño que le pusieron
sobre el pesebre acostado
era el Mesías esperado,
varón de dolores pleno;
y calentaron el heno
-humilde trono de Dios-
embelesados los dos
con aquel lirio moreno.

Sé que llegaron pastores
que velaban cerca al raso,
cuando la luz del ocaso
se llenó de resplandores
y ángeles anunciadores
cantaron la buena nueva
de que en una humilde cueva
había nacido el Mesías:
Jesús, hijo de María,
nuevo Adán y nueva Eva.

Y magos desde el Oriente
que no sé si fueron tres,
ni si adoraron después
o antes de Los Inocentes.
Lo que sí tengo presente
llegado el tiempo de Adviento
es que la paz y contento
que a mi corazón abrasa,
la trae Dios a mi casa
cuando pongo el Nacimiento.

Vicente Prieto Bononato – Presidente de la Asociación de Belenistas de Jerez