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2020 es año bisiesto – D. Juan Giner Pastor

29 Feb 20
Presidencia FEB

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2020 ES AÑO BISIESTO

2020 es año bisiesto y hay un dicho popular que sentencia: “Año bisiesto, año siniestro”, atribuyendo muchas desgracias y tragedias ocurridas a lo largo de la historia a la llegada de este “fatídico” día, sin dejar cabida a la mera coincidencia. Es cierto que son muchas las catástrofes que han sucedido en año bisiesto como, por ejemplo, en el siglo XX, el hundimiento del Titanic en 1912; el estallido de la Guerra Civil española en 1936; las cuatro huelgas generales más grandes de España ocurrieron en los años 1916, 1936, 1976 y 1988, que son bisiesto; también es bisiesto 1960, en el que un terremoto asola la ciudad de Agadir, en Marruecos; 1976 cuando sucede el golpe de Estado en Argentina, con sus funestas consecuencias; 1980 con el estallido del conflicto armado entre Irán e Irak que duró hasta 1988. Ya en el siglo XXI, el 11 de febrero de 2004 se produce en Madrid un atentado con bombas en varios trenes repletos de trabajadores y estudiantes que causó la muerte de 193 personas y unos 2000 heridos, en el que ha sido el peor ataque terrorista de la historia de España y el más sangriento en la Unión Europea; también en 2004, el 26 de diciembre un terremoto en el Océano Índico ocasionó tsunamis devastadores a lo largo de las costas de la mayoría de los países que bordean ese océano, con cientos de miles de muertos y desaparecidos; en 2008 más de 225.000 personas murieron por desastres en todo el mundo, convirtiéndose así en el segundo año más mortífero del nuevo siglo, tras el 2004; en 2012 sacudieron el planeta el huracán ‘Sandy’, el tifón ‘Pablo’, un sismo de 7.4 grados en México y Guatemala y donde además fue la erupción del volcán de Fuego, dejando a su paso grandes pérdidas materiales y humanas; el año bisiesto 2016 fue el más costoso en desastres naturales desde 2012, con el terremoto que sacudió el centro de Italia y los incendios forestales en California provocando miles de víctimas e importantes daños materiales en todas las zonas afectadas, asimismo el huracán ‘Matthew’ dejó centenares de muertos y más de dos millones de desplazados en Estados Unidos y el Caribe, sobre todo en Haití; y en este comienzo de 2020, el coronavirus iniciado en China puede acrecentar las opiniones sobre lo fatídico que es un año bisiesto. Porque en año bisiesto murieron asesinados Mahatma Gandhi, 1948; Robert Kennedy y Luther King, 1968; Lennon, 1980; Indira Gandhi, 1984. Al margen de todos los hechos que a través del tiempo se han suscitado justo en esta fecha, no existe ningún tipo de prueba que indique que sean atribuibles al año bisiesto y a tantos sucesos negativos acaecidos en año bisiesto se podrían contraponer otros positivos, pero la cuenta de los diversos episodios que a lo largo de los siglos han marcado con mal recuerdo los años que incluyen un 29 de febrero cubre de mal agüero ese día, con un pensamiento fatalista que tiene sus orígenes en la cultura romana, en la que febrero, mes de las purificaciones según su tradición, era también el mes del dolor y de los muertos.

El calendario que los romanos utilizaban en los primeros tiempos era un calendario lunar que tenía 10 meses, empezando en marzo y terminando en diciembre. El comienzo de los meses coincidía con la aparición de la luna nueva, durando los meses como el ciclo lunar: 28-29 días. La relación de los meses es esta: Martius: primer mes del año, con el equinoccio de primavera, y lo nombraron así en honor de Marte, dios de la guerra, en este mes comenzaba el mandato de los cónsules y las campañas militares. Aprilis: los romanos dieron al segundo mes el nombre de abril, derivado de aperire (abrir), probablemente porque es la estación en la que empiezan a abrirse las flores. Maius: era el tercer mes en el antiguo calendario romano y debe su nombre a Maia, la diosa romana de la primavera y los cultivos. Iunius: el cuarto mes en el antiguo calendario romano. Diferentes estudios derivan el nombre de la diosa romana Juno, la diosa del matrimonio. Quintilis: era el quinto mes del año en el calendario romano primitivo y por eso se llamó así. Sextilis: sexto mes del calendario romano, que comenzaba en marzo. September: era el séptimo mes del calendario romano y toma su nombre de la palabra latina septem, siete. October: octavo mes del antiguo calendario romano, como su nombre pone de manifiesto. November: el noveno mes del año. December: el décimo mes en el calendario romano inicial.

Sin embargo, en tiempos del rey Numa Pompilio (715-673 a.C.), que según la tradición fue el segundo monarca de Roma, ya que reinó después de Rómulo, se llevó a cabo una reforma en el calendario, modificando la duración de los meses para que tuvieran 31 y 30 días alternativamente, con los meses pares más cortos, pues para los romanos las cifras pares traían mala suerte. Además el año pasó a tener 12 meses, incorporando dos meses más: Ianuarius (enero), en honor a Jano, el dios bifronte protector de Roma, dios de las puertas y de los comienzos, y Februarius (febrero), dedicado a Plutón, dios del infierno y de los muertos; era el mes de las purificaciones que se realizaban para expiar las culpas y faltas cometidas a lo largo del año que acababa, para comenzar el nuevo con buenos augurios, y para que los difuntos no hicieran daño ni molestaran. Al ser el último mes del año, a febrero solo se le otorgaron 28 días, porque así terminaba antes un mes que para los supersticiosos romanos no era muy atrayente.

Durante la República Romana, los cónsules romanos fueron los mandatarios elegidos de a pares, que tenían la tarea de dirigir a Roma y moderar al Senado. Ejercían funciones de gobierno, funciones militares y la administración de justicia. Eran una de las magistraturas de mayor importancia, que llegó a convertirse en una institución símbolo de Roma en sÍ misma. Las elecciones de los cónsules normalmente se celebraban en los idus de marzo, el día 15, y los cónsules elegidos daban nombre al año. En marzo empezaban también las campañas militares de los romanos por el Lacio y por Italia. Pero cuando las guerras salieron de Italia, el comienzo de la campaña en marzo supuso un grave inconveniente por el tiempo que tardaba el ejército en trasladarse al punto de conflicto.

Por eso, en el año 154 a.C., para poder preparar debidamente la campaña de las guerras celtibéricas y contra Numancia, el Senado estableció adelantar el tiempo de las elecciones y celebrarlas en el mes de enero. Y que el año no comenzara con los idus de marzo, sino en las kalendas de enero, el día 1. A partir de entonces el calendario y el año empiezan en esta fecha. Enero y febrero se convertían en los dos primeros meses del año, aunque se mantenían los antiguos nombres de los otros meses. De esa forma, la operación militar se podía desarrollar a principios de verano, si no los preparativos habrían demorado la maquinaria bélica hasta el invierno. Y los romanos sabían bien lo cruda que es esta época del año en aquellas tierras peninsulares. Kalendas (que daría origen a la palabra “calendario”) era el primer día de cada mes porque calare significa en latín “llamar” y ese día se voceaba en las ciudades el inicio del mes. Omito más referencias pues el sistema de datación en la Roma republicana era bastante complejo, incluso caótico.

Añado, como curiosidad, que fue en la antigua Roma donde se utilizó por primera vez el concepto de ne fasto en contraposición al término fasto, una forma de dividir los días muy bien descrita por el poeta Ovidio en sus Fastos, en los que dedica un extenso análisis a la forma en que se organiza el calendario romano y la importancia de la divinidad no sólo a la hora de dar nombre a los meses sino también de articular toda la vida pública. Así, vemos que los días fastos son aquellos que los ciudadanos dedicaban para guerrear, para tomar decisiones, para pleitear, para celebrar reuniones políticas, para trabajar. Es decir, algo como lo que hoy entendemos por días laborables. Por el contrario, los días nefastos serían los dedicados a los dioses, de manera que en todos ellos estaba prohibido trabajar o llevar a cabo alguna otra actividad que no fuera la celebración religiosa y el homenaje a la deidad de turno. Y lo más curioso es que no escaseaban en el calendario este tipo de jornadas, ya que, de todos los días del año, al menos 109 eran nefastos. El motivo para diferenciar así los días es que estos no pertenecían a los hombres, sino a los dioses y su origen podía estar en que los deberes para con los dioses están antes que los intereses para con los hombres, es decir que los días dedicados a los dioses tienen absoluta preferencia, de tal modo que quien se los salta desatendiendo sus deberes para con ellos por atender a sus cosas, ha de contar con que no le saldrá bien lo que haga en ese día. El actual significado de nefasto quizá se debe a que se ha tomado la faceta negativa de esos días, los días en los que no se podía hacer lo que se quería, eran días proscritos, inapropiados o perdidos para la realización de muchas actividades.

Transcurría el año 49 a.C., cuando Julio César llegó a Egipto, reino de Cleopatra, donde las evidencias históricas más antiguas indican que fue creado el primer calendario solar a principios del tercer milenio a.C., surgido por la necesidad de predecir con exactitud el momento del inicio de la crecida del Nilo, que tiene una periodicidad anual, acontecimiento fundamental en una sociedad que vivía de la agricultura. Admirado por los conocimientos egipcios y ante el desfase acumulado de cerca de tres meses al que había llegado el calendario lunar romano, Julio César encargó la elaboración de uno nuevo a Sosígenes, astrónomo de Alejandría. Sosígenes entregó su calendario entre el 48 y el 46 a.C., basado principalmente en el calendario solar egipcio de 365 días, pero conservando los nombres de los meses romanos. Para compensar el desfase natural producido por la rotación no sincrónica de la Tierra en torno al Sol se acordó que cada cuatro años se contarían 366 días. Estos años se llamarían “años bisiestos”, porque en ellos añadían un día extra intercalado entre el 23 y el 24 de febrero. Según su cómputo del tiempo, el 24 de febrero era el “día sexto” antes de las kalendas de marzo (ante diem sextum kalendas martias), de manera que el 24 de febrero repetido se llamaría bis sextum (de ahí la palabra “bisiesto”). Con la reforma del calendario establecida en 1580 por el papa Gregorio XIII este día añadido se colocó al final de mes (29 de febrero), aunque el nombre de bisiesto se conservó.

Además, tras el asesinato de Julio César el 44 a.C., el mes Quintilis, que era el de su nacimiento, recibió el nombre de “Julio” en su honor. Y el año 23 a.C. el Senado romano, para halagar la vanidad de Octavio Augusto, primer emperador, renombró el mes Sextilis como “Augustus” (agosto en castellano). Sin embargo, este mes sólo tenía 30 días (a diferencia de los 31 que tiene julio) y esto suponía cierta inferioridad, por lo que le añadieron un día, quitándoselo al mes de septiembre, pasando así a tener éste solamente 30 días, y haciendo que octubre tuviese 31, noviembre 30 y diciembre 31, para obtener los 365 días que tiene el año, aunque la cifra correcta es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,46 segundos.

Los nombres de los meses han perdurado en las lenguas latinas y también se han impuesto en los países de lenguas sajonas y germanas. La intensa cristianización de las creencias y costumbres paganas no logró imponerse en la denominación de estos doce períodos en que se divide el año. Como tampoco ocurre con los días de la semana, denominación que proviene de las palabras latinas septimania y septem, que hacen referencia a los siete días que la semana tiene. Además, cada día de la semana los romanos lo dedicaban a un astro, del que toma su nombre. Así, el primer día estaba dedicado al Sol, seguido de otro dedicado a la Luna, más los que se dedicaban a los cinco planetas que pueden verse a simple vista: Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno. Que también eran las principales divinidades romanas, como antes lo habían sido en Grecia con otros nombres. Así, Marte ya hemos dicho que era el dios de la guerra, por ser rojo como la sangre; Mercurio, planeta que está más cerca del sol, era el mensajero de los dioses y deidad de los comerciantes; Júpiter dios padre por ser el segundo más brillante, dios del cielo y de los fenómenos naturales, asociado al rayo y al relámpago; Venus diosa de la belleza y el amor, por ser el planeta más brillante; y Saturno dios de la agricultura y la cosecha, era también dios del tiempo por ser de los cinco el planeta más lento. Es decir, poco hay que explicar para comprender cuál es el origen de los actuales nombres de nuestra semana: Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado, aunque la evidente relación de este vocablo con Saturno fue preterida por la hebrea shâbath, como veremos. Lo único que no coincide es el domingo, ya que ese día, que ahora es el último, antes del cristianismo era el primero, el dedicado al Sol.

En el judaísmo, el comienzo y fin de la semana se basa en el Éxodo «Guardaréis el sábado … porque en seis días hizo Dios los cielos y la tierra, y el día séptimo descansó«. El término español “sábado” proviene del latín bíblico sabbătum, y del verbo hebreo shâbath, que significa descansar. Según la Biblia, el sábado es el séptimo y último día de la semana. De hecho, es el único día mencionado por un nombre. El resto son nombrados por su orden en la semana: el domingo es el primer día, el lunes es el segundo, y así sucesivamente. Recordemos por ello que los Evangelios, cuando narran la Resurrección de Jesús, dicen: “Al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro”.

Fue el año 321 cuando el emperador Constantino el Grande decretó que ese primer día (el día del Sol romano), era dies Dominicus (día del Señor o domingo) por haber ocurrido la Resurrección, y que fuera considerado como el principal día de la semana, en reemplazo del sábado, obteniendo el rango de fiesta oficial. Al sustituir la festividad del sábado, el domingo también ocupó su lugar como séptimo día de la semana, que ahora comienza en lunes, considerándose de esta manera el domingo último día del cómputo semanal y, siendo la fiesta primordial de los cristianos, sería también día de alegría y de liberación del trabajo.

Actualmente el domingo es festivo en la mayoría de los países del mundo, solamente países influidos por la cultura islámica o judía tienen el viernes o el sábado como fiesta semanal, porque el descanso, en cuanto que es una necesidad para recuperar las fuerzas gastadas por el trabajo y una ocasión de crecimiento espiritual, ha de ser una norma para la sociedad entera. El derecho al descanso asegura a todo trabajador poder cesar en su actividad por un período de tiempo, y tiene como fines, entre otros, permitirle recuperar las energías gastadas en la ocupación que desempeña, proteger su salud física y mental, el desarrollo de la labor con mayor eficiencia, y la posibilidad de atender otras tareas que permitan su desarrollo integral como persona e integrante de un grupo familiar. El descanso está consagrado como uno de los principios mínimos fundamentales que debe contener el estatuto del trabajo y, por ende, debe entenderse como uno de los derechos fundamentales del trabajador. Desde luego que el “descanso” forzoso que provoca ahora el paro exige urgente solución y medidas apropiadas para evitar situaciones inadmisibles.

Pero volviendo al principio de este artículo: “Año bisiesto, año siniestro”, siniestro en el diccionario significa “perverso, que está hecho con mala intención. Que es desgraciado o está causado por la mala suerte. Avieso y mal intencionado. Infeliz, funesto. Propensión o inclinación a lo malo. Avería grave, destrucción o pérdida importante que sufren las personas o la propiedad. Que está en el lado izquierdo”. Ojalá que en el bisiesto 2020, tras la obligada repetición de las elecciones parlamentarias, sea posible la gobernabilidad de España sin sobresaltos, con cordura y por encima de todo presagio funesto y mal intencionado.

Juan Giner Pastor

Catedrático de Historia. Medalla UN-FOE-PRAE 2000. Insignia de Oro FEB 2004. Trofeo FEB 1981. Director de la revista Anunciata 1995-2006. Maestro Mayor Belenista. Premio Nacional de Experiencias Didácticas 1987

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