Este carbayón de 35 años tuvo una vocación tardía para el mundo del belenismo, pero su entrega total a esta causa en los últimos diez años le han hecho recuperar el tiempo perdido y le conducen a ser un ejemplo a seguir.
Para él no hay una Navidad en diciembre; el año entero es un vivir inmerso en actividades belenistas: investigador de técnicas y materiales que refleja en un rosario continuado de pruebas, reconocido fotógrafo de nacimientos y dioramas, divulgador de conocimientos belenistas en diversos artículos y cursillos son solo algunos adornos de una biografía en la que hay que destacar ese amor por el belén que consigue transmitir y contagiar a todos los que le rodean.
No hay pausa en su trabajo, es como una obsesión que le lleva a perder el sueño -lo hemos comprobado viéndole trasnochar y madrugar de continuo- en busca de un acabado en un diorama o en conseguir un efecto determinado, sin embargo, ese ímpetu se vuelve todo paciencia cuando se trata de enseñar a los más jóvenes o responder a aquellas cuestiones del mundo del belén que él domina.
En la Navidad de 1998 su dirección artística en el belén monumental de Gijón ha sido la culminación, hasta el momento, de una carrera belenista que, dada su juventud, promete ser larga y fructífera.
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