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Recorte Cartel LV Congreso Nacional Belenista - Vitoria-Gasteiz 2017

Comunicación LV Congreso Nacional Belenista 2017 – Un belén barroco de movimiento en Laguardia (Álava), por Clara Isabel Ajamil Gainzarain y Francisco Javier Gutiérrez Páramo

11 Oct 17
Presidencia FEB
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Un belén barroco de movimiento en Laguardia (Álava)

Cartel LV Congreso Nacional Belenista - Vitoria-Gasteiz 2017La villa de Laguardia se sitúa al sur de Álava, entre la Sierra de Cantabria y el río Ebro, en el centro de la comarca de la Rioja Alavesa. Los viñedos de su entorno custodian importantes restos arqueológicos que nos hablan de las gentes que vivieron en esta zona en la Edad del Bronce y del Hierro. Las hermosas bodegas levantadas en época actual dan fe del buen hacer de sus habitantes, que producen vinos de reconocido prestigio.

Sobre una colina se levanta la población de Laguardia, que muestra su pasado medieval en las murallas, en los dos templos parroquiales y en el trazado de sus calles, con numerosos edificios destacables y cuevas subterráneas destinadas a resguardar el vino.

Laguardia no solo conserva un rico patrimonio arquitectónico y paisajístico, mantiene también un valioso legado cultural, del que el belén de la parroquia de Santa María de los Reyes es un buen ejemplo; es una muestra de religiosidad popular que, al mantenerse activo durante más de 250 años, constituye una pieza excepcional en la historia del belenismo y del teatro religioso[1].

El Altar del Nacimiento

El origen del belén actual está en el “altar del nacimiento” que, a mediados del siglo XVIII, se colocaba en la iglesia de Santa María de los Reyes como altar estacional para el tiempo de Navidad. En 1749 la parroquia paga “8 reales de clavos y cintas para el altar del nacimiento”[2].

En la iglesia de Santa María de los Reyes se instalaban varios montajes efímeros a lo largo del año, que, por su efecto estético y su sentido simbólico, contribuían al “mayor culto y adoración” y favorecían una vivencia religiosa, íntima y colectiva, profundamente emocional[3].

Cabe la posibilidad de que el altar del nacimiento surgiera en sustitución de alguna escenificación o acto paralitúrgico que se acabaría suprimiendo para evitar desórdenes en la iglesia[4]. Un altar con figuras simbólicas evitaba actos de indevoción y era un medio adecuado para instruir y conmover a la concurrencia.

Dicho altar se montaba para solemnizar las celebraciones litúrgicas navideñas y para facilitar que la feligresía pudiera “invivir” el Misterio de la Encarnación. Estaba destinado a suscitar la devoción y favorecer la meditación piadosa en torno al nacimiento del Salvador.

Hasta 1757 se registran pequeños gastos en clavos, cintas, tablas, cordeles y tachuelas para el montaje anual del mencionado altar. Los materiales utilizados son un claro indicador de que se trataba de una construcción efímera, que incluía una mesa de altar y una representación plástica del nacimiento de Jesús. Se le ha denominado también “altar del belén” y, al menos hasta el primer tercio del siglo XX, se continuó poniendo una mesa de altar portátil ante el montaje navideño.

Las figuras clasicistas que componen el misterio del actual belén se hicieron para el referido “altar del nacimiento”. Son esculturas de bulto redondo, de madera policromada, en posición erguida y actitud de adoración que concuerda plenamente con el sentido simbólico del belén. Las modificaciones sufridas por algunas de las piezas de ese conjunto demuestran que fueron reformadas para adaptarlas a las escenificaciones, que se iniciarían unos años más tarde[5].

El belén de movimiento

En 1761 se gastaron 150 reales “que tuvo de coste y se le dieron a Domingo Bustero por la obra del Altar del Nacimiento”[6]. Ese elevado precio parece obedecer a la fabricación de nuevas figuras y, con ellas, iniciarían su andadura las representaciones del belén de Santa María de los Reyes.

La incorporación de figuras articuladas permite que los personajes adquieran la postura más conveniente para cada acción y proporciona la posibilidad de animación y, por tanto, de dar vida a los pasajes adecuados para cada día de las celebraciones navideñas. No podemos descartar la posibilidad de que esa novedad viniera favorecida por el levantamiento de la prohibición de representaciones teatrales en la diócesis de Calahorra y La Calzada, a la que en aquel momento pertenecía Laguardia[7].

Las tres imágenes adorantes son figuras articuladas de madera y disponen de sencillos ingenios que les dotan del movimiento necesario para hacer una leve inclinación a modo de reverencia[8]. Un simple cambio de vestuario permite representar con ellas la adoración de los pastores y la de los reyes, así como los avisos de los ángeles. Las cabezas y manos se pueden quitar y poner, son cuatro conjuntos: uno de raza negra y los restantes de raza blanca y distintas edades.

Figuras destinadas a adorar al Niño, con vestimenta de pastores (Belén de Santa María de Laguardia) ©Francisco Javier Gutiérrez

Figuras destinadas a adorar al Niño, con vestimenta de pastores (Belén de Santa María de Laguardia)
©Francisco Javier Gutiérrez

El belén está cargado de simbolismo, es una catequesis visual; mediante esas nuevas figuras se expresan las edades del hombre (joven, maduro y anciano) y los diferentes pueblos de la tierra. Los pastores representan a las personas humildes de todas las edades y los reyes encarnan a los poderosos y a los sabios, así como a la gentilidad. En el belén se representa a toda la humanidad adorando a Dios Encarnado.

Los dos carneros son también del siglo XVIII; están fabricados en madera tallada y policromada, tienen patas articuladas y disponen de una barra metálica que les permiten elevarse y toparse. El movimiento de los carneros, el sonido de sus esquilas y el golpe de la madera contribuyen a dar sensación de realidad a las escenas.

Carneros topándose (Belén de Santa María de Laguardia) ©Francisco Javier Gutiérrez

Carneros topándose (Belén de Santa María de Laguardia)
©Francisco Javier Gutiérrez

Los enfrentamientos de cabras y carneros aparecen desde antiguo en escenas navideñas[9]. A veces representan acontecimientos que se producen al aire libre, pero también es una manera de plasmar el “triscar y saltar” de los animales, que suele identificarse, al igual que la danza humana, con una manifestación de alegría.

Los pastores danzantes son cuatro figuras de cuero. Unas varillas de forja se introducen por la pierna y el tronco de cada pastor para fijarlos en una rueda de madera que les permite girar y chocarse al ritmo de la música. El mecanismo no es otra cosa que una rueda de fuegos artificiales adaptada para lograr el efecto de danza de los pastores, rueda que necesitaba arreglo ya en 1783[10].

Rueda de los pastores danzantes (Belén de Santa María de Laguardia) ©Francisco Javier Gutiérrez

Rueda de los pastores danzantes (Belén de Santa María de Laguardia)
©Francisco Javier Gutiérrez

Como puede apreciarse, los recursos para dar movimiento a las figuras son sencillos, pero muy eficaces y capaces de conferir realismo a las representaciones. El belén también incorporó figuras de papelón en el siglo XVIII que, sin aparente posibilidad de movimiento, participan o participaron en las representaciones: los caballos y los rebaños.

Los tres caballos estaban destinados a escenificar el viaje de los Magos siguiendo la estrella. El paso del tiempo llevó a que desapareciera la representación de aquel viaje y las monturas quedaron relegadas.

El rebaño que ha llegado a nuestros días está formado por ovejas y corderos, pero el montaje contaba también con cabras y vacas. La gente de Laguardia aún recuerda que, hasta mediados del siglo XX, se ponía un toro de cartón en el belén y que los pastores acudían a adorar al Niño cargando un cordero sobre los hombros.

Las renovaciones del siglo XIX: un cortejo para los Reyes Magos y nuevos papeles para viejas figuras

Quizá por la progresiva importancia que había ido adquiriendo la festividad de los Reyes, se incorporan al belén dromedarios, pajes y tropas. Son obras populares, talladas en madera, sin articulaciones y de tamaño bastante menor que el de las figuras vestideras. Son piezas complementarias creadas con la finalidad de enriquecer las representaciones. Parecen destinadas a formar un séquito adecuado para el viaje de los Reyes Magos[11]. El aire oriental del atuendo de los pajes concuerda con la sensibilidad del Romanticismo y los uniformes militares de la tropa de soldados sitúan esas piezas en la primera mitad del siglo XIX.

En las cuentas parroquiales de 1844 se registran “55 reales con 17 maravedís gastados para poner el belén según cuenta presentada por Balbino Pérez”; ese pago parece corroborar la incorporación de nuevas piezas en el belén[12].

Pasados los conflictos bélicos del siglo XIX[13], la iglesia de Santa María de los Reyes recupera su actividad habitual y el belén se revitaliza; se arreglan las figuras y se incorporan nuevas escenas: la Circuncisión y la Huida a Egipto[14].

A finales del siglo XIX se registran dos pagos a Guillermo Landaluce: en 1886, “por hacer los pastores para el belén y arreglar las esquilas” y, en 1892, “por efectos varios para el belén y su empleo en varias labores”. En el belén no se conservan pastores de esa época; probablemente los gastos deriven de la compostura de los cuerpos articulados, a los que acoplarían resortes de movimiento, y de la adaptación de algún maniquí para la representación de la escena final del belén[15].

Las dos nuevas escenas precisan también de nuevos personajes y complementos. Las figuras del belén cambian sus vestuarios, se adaptan y se incorporan elementos que enriquecen la representación: el pastor anciano pasará a ser el sacerdote encargado de circuncidar al Niño; el pastor adulto será el labrador de la huida a Egipto; el buey ayudará en sus faenas al labrador y la mula se adapta para transportar a María y al Niño.

Poco más tarde, el sacerdote Mateo Fernández de Alegría incorporó una serie de figuras fabricadas en tabla recortada: dos grupos de soldados que se utilizan en la escena final del belén y una buena colección de animales que, aunque se conservan, ya no se usan. Son piezas que desbordan imaginación y, probablemente, las hizo pensando en los niños, los principales espectadores del belén[16].

El escenario y la ambientación

La Capilla de la Inmaculada es el espacio destinado a montar el decorado del belén. La tramoya de andamios, tablones y telones se dispone a una altura que permite moverse por debajo a las personas que manipulan las figuras.

Ante el arco de ingreso “se colocaba una mesa-altar con todos los ornamentos necesarios para celebrar sobre ella el augusto sacrificio de la Misa”. Las paredes laterales de la capilla se cubrían con “unos lienzos en los que estaban figurados los edificios y calles de la Ciudad de Belén”[17]; sobre los tablones que forman el escenario, se distribuía musgo, boj y corcho para recrear el ambiente de la naturaleza.

En el telón de fondo se representaba el portal de belén y, hasta la década de los años 40 del siglo XX, también aparecían pintados en él unos elementos fundamentales para entender el sentido del montaje navideño: Dios Padre situado en la zona celestial, el pecado original en la parte terrenal y una corona de laurel, que algunas personas recuerdan pintada en el telón y otras como pieza física “que se ponía siempre en todos los belenes”.

Los telones son elementos frágiles y se han tenido que renovar en numerosas ocasiones[18]. No siempre se disponía de los recursos necesarios para lograr un hábil pintor y, con el paso del tiempo, fueron desapareciendo del lienzo los elementos más complejos de representar, que, sin embargo, solían ser reemplazados por piezas que los evocaban: los coros angélicos de la gloria pasaron a representarse mediante tallas de ángeles y querubines que procedían del mobiliario de la propia iglesia, y la serpiente de madera, que muchas personas de Laguardia recuerdan, vendría a sustituir a la representación del pecado original[19].

En la actualidad se utilizan dos telones: uno cerrando el arco de embocadura de la capilla, con la representación de merlones y almenas que evocan la muralla de Laguardia, y otro cubriendo el retablo de la Inmaculada, con la Sierra de Cantabria al fondo.

Siguiendo la tendencia de las asociaciones belenistas, se han incorporado nuevas construcciones que complementan el paisaje; en su mayor parte son arquitecturas de la villa de Laguardia o de su entorno: la puerta de Carnicerías, la fuente de la Barbacana y una choza o guardaviñas con sus correspondientes cepas.

La música siempre ha sido un acompañamiento indispensable en las representaciones escénicas del belén de Santa María de los Reyes. Hasta finales del siglo XIX la Capilla de Música de la parroquia interpretaba composiciones realizadas expresamente para el ciclo litúrgico navideño; a mediados del siglo XIX aparece la figura del gaitero colaborando en la ambientación musical de las escenas; a comienzos del siglo XX el belén se movía al ritmo de los villancicos que entonaba el coro parroquial y, a partir de los años 55-60, la presencia de los gaiteros ha sido prácticamente continua.

Los actores ocultos

Bajo el escenario del belén se ocultan varias personas que mueven las figuras y hacen que el relato sagrado cobre vida, tal y como sucedía en otros nacimientos barrocos de movimiento[20].

El espacio disponible bajo la tramoya es compartido por los gaiteros, que ambientan y acompasan los movimientos de los personajes, y los “actores ocultos” que se encargan de las figuras en las distintas representaciones: las deslizan, las inclinan, las elevan o las hacen danzar, según lo requiera la acción.

A través del tiempo, han sido numerosas las personas que se han ocupado de montar el belén y llevar a cabo las representaciones. Hasta bien entrado el siglo XX lo hacía el sacristán, con la ayuda de algún parroquiano y de los monaguillos. Más recientemente, Faustino Ayala López se encargó del belén desde 1954 hasta su fallecimiento en 1995; su esfuerzo se vio reconocido en año 1993 con la “Distinción Landázuri”; igualmente se reconoció la tarea de varias generaciones de su familia al entregarse, en el año 1991, el “Trofeo Federación Española de Belenistas” al propio Belén de Santa María de los Reyes de Laguardia, a propuesta de la Asociación Belenista de Álava.

Últimamente, Fausti y Maite Ayala han heredado las tareas de su padre y continúan esa labor de mantener el belén de Santa María. A partir del año 2005 constituyen la asociación “Belén de Laguardia”, reforzando así la continuidad del belén mediante la participación sobre todo de jóvenes que colaboran en el montaje y en las representaciones, así como en la conservación de la tramoya y de las figuras; también han incorporado nuevos efectos de luz y sonido que enriquecen las escenas, así como reproducciones de algunos edificios de Laguardia que complementan el paisaje. En los últimos años han establecido una representación extraordinaria que se lleva a cabo en el mes de enero y permite disfrutar, en una misma tarde, de todas las escenas y de un concierto de dulzaina.

Las representaciones escénicas del belén

En origen, las escenificaciones se llevaban a cabo antes de los oficios litúrgicos de las festividades navideñas, se ceñían a los textos evangélicos de San Mateo y San Lucas e incorporaban también una danza de pastores y los saltos de los rebaños.

En Nochebuena, los cánticos angélicos anunciaban el nacimiento del Mesías y las figuras del belén cobraban vida: unos pastores danzaban, los animales saltaban de alegría y otro pastor se dirigía a Belén, adoraba a Dios Encarnado y le ofrecía el cordero que cargaba sobre los hombros. En Navidad se repetía el baile de los pastores y también en su Octava, cuando la procesión claustral se detenía delante del belén. El día de la Epifanía, además de la consabida danza de pastores, se representaba el viaje de los Magos siguiendo a la estrella y su ofrenda de regalos al Niño que, envuelta en humo de incienso, cobraba un aspecto aún más mágico[21].

Adoración de los pastores en la representación del día de Navidad (Belén de Santa María de Laguardia) ©Francisco Javier Gutiérrez

Adoración de los pastores en la representación del día de Navidad (Belén de Santa María de Laguardia)
©Francisco Javier Gutiérrez

Con el paso del tiempo se fueron produciendo algunos cambios en las representaciones. Para ilustrar la celebración de la Octava de Navidad se incorporó la escena de la Circuncisión, siguiendo el texto evangélico y revistiendo al pastor anciano con túnica y roquete para personificar al sumo sacerdote[22]. Esa historia, de complejo sentido para el público, se transformó, en los años 80 del siglo XX, en la Presentación en el Templo[23]; para escenificar el relato evangélico de San Lucas, dos de los pastores articulados se transforman en Simeón y la profetisa Ana.

A finales del siglo XIX se añadió la representación de la Huida a Egipto en la festividad de Candelas. Se inicia siguiendo el Evangelio de San Mateo y continúa con la representación del Milagro del campo de trigo, una leyenda que alcanzó gran difusión en la tradición oral y adquirió importancia iconográfica desde el siglo XIII[24].

Representación del Milagro del campo de trigo (Belén de Santa María de Laguardia) ©Francisco Javier Gutiérrez

Representación del Milagro del campo de trigo (Belén de Santa María de Laguardia)
©Francisco Javier Gutiérrez

La incorporación de esa representación probablemente obedece a lo adecuado del relato para finalizar el tiempo litúrgico de Navidad, pero, además, propone un modelo de comportamiento a imitar sugiriendo que las buenas acciones y la perseverancia en la fe conducen a la recompensa final.

Desde el siglo XX las representaciones se llevan a cabo después de la misa mayor y la continua afluencia de público ha llevado a que se inicien con una breve narración de cada historia. La Adoración de los Pastores se efectúa el día de Navidad, la Presentación en el Templo en Año Nuevo y en la Epifanía se mantiene la Adoración de los Reyes, aunque el viaje de los Magos a caballo dejó de representarse hace bastante tiempo. La Huida a Egipto sigue clausurando las representaciones del belén en febrero y, desde los años 80 del siglo XX, se inicia al compás del “Chulalai”, un baile propio de las fiestas de San Blas en Páganos y Laguardia[25].

Adoración de los Reyes Magos (Belén de Santa María de Laguardia) ©Francisco Javier Gutiérrez

Adoración de los Reyes Magos (Belén de Santa María de Laguardia)
©Francisco Javier Gutiérrez

La representación simbólica: el mensaje del belén

Como ya hemos señalado, el belén, incorpora elementos cargados de sentido simbólico que contribuyen a descubrir el significado de las celebraciones navideñas. Eran alegorías muy presentes en la sociedad del barroco en la que surgió este belén y que, con el paso del tiempo, se van perdiendo y se hacen más difíciles de entender.

En el centro del belén se mostraba la Trinidad: pincelado en la zona celestial del telón aparecía Dios Padre rodeado de gloria y, dispuestos sobre el pesebre y tallados en madera, el Espíritu Santo “que habló por los profetas” y el Mesías prometido que, cumpliendo las profecías, se encarna entre los más humildes.

El belén constituía una teofanía: representaba la manifestación gloriosa de Dios que se da a conocer a todos los seres de la creación, los cuales acuden a adorarlo y celebran su misericordia. Mediante las escenificaciones de Nochebuena y Epifanía, la humanidad entera reconocía al Mesías y se postraban ante él los hombres de toda edad, condición y nación. El baile de los pastores y el “triscar” de los carneros servían para expresar la alegría de todos los seres creados ante el nacimiento del Salvador y el cumplimiento de la promesa de Redención.

Ya no se conservan en el belén las pinturas de Adán y Eva ni la serpiente, que aludían al pecado original, ni tampoco la corona de laurel, que hacía referencia a la victoria sobre el pecado y otorgaba carácter triunfal a las representaciones. Sin embargo, se mantiene aún la figura del Espíritu Santo, en forma de paloma, remarcando la idea de cumplimiento de las profecías anunciadas.

A través del belén se mostraba el reconocimiento de la grandeza divina rememorando el inicio de la historia de salvación y la victoria sobre el pecado. Son las mismas ideas que se entonan en auroras y en villancicos de las festividades navideñas.

Representaciones y remembranzas conforme a la festividad

Las representaciones del belén contienen todos los ingredientes que dan forma a los espectáculos teatrales: escenografía, música y movimiento. Los textos, de sobra conocidos por el público asistente a las funciones, volvían a ser recordados por el sacerdote a través de las lecturas litúrgicas.

El belén de Laguardia mantiene una evidente relación con la Máquina Real o máquina de figuras corpóreas y con el belén Tirisiti de Alcoy, así como con el nacimiento de la Tía Norica de Cádiz. En todos esos espectáculos se representan historias mediante el movimiento de figuras que se manipulan con las manos.

La diferencia estriba fundamentalmente en que las representaciones mencionadas se encuadran en el teatro profano e incorporaban sainetes, danzas profanas, escenas burlescas, personajes cómicos y otros elementos destinados al divertimento del público. Esos espectáculos comerciales de títeres, que funcionaban de manera similar a las compañías de actores, añadían escenas alusivas a la festividad conmemorada, probablemente para justificar la presencia de una actividad (la dramática) que despertaba permanentemente los recelos de las autoridades, sobre todo de las religiosas.

El belén de Laguardia surgió para integrarse en la liturgia parroquial, no olvidemos que se le denominaba altar del Nacimiento y altar del Belén; sus representaciones escénicas van ligadas a las misas de las principales celebraciones navideñas, dan vida a las narraciones evangélicas[26] y están destinadas a inducir a la devoción más que a entretener.

El carácter parroquial del belén de Santa María de los Reyes hace que esté sujeto a las normativas diocesanas. Los obispos de Calahorra y La Calzada, sin ser de los más intransigentes con el teatro, venían dictando normativas que limitaban esa actividad dentro de las iglesias desde el siglo XVI e incluso consiguieron del rey una prohibición de representaciones teatrales en esta diócesis entre 1751 y 1760[27]. Sin embargo, la afición de clérigos y legos por las manifestaciones teatrales permitió que las normativas tardaran en aplicarse e incluso que se incumplieran reiteradamente[28].

Así pues, las representaciones escenográficas no dejaban de ser “autos o comedias a lo divino” o “farsas devotas” que concordaban con las normativas diocesanas de la época y con el carácter parroquial del montaje; no hay cabida para sainetes, escenas burlescas o sin relación con la festividad que se conmemora. Se evitan los elementos profanos que puedan considerarse “perniciosos para las almas”. En el siglo XVIII las representaciones de este belén constituían un espectáculo que conmovía y ayudaba a reflexionar a la feligresía, y aún en la actualidad hacen aflorar sentimientos y emociones entre el público asistente.

Para la gente de Laguardia este belén tiene el valor añadido de evocar recuerdos imborrables de nuestra infancia: el ruido de los numerosos niños y niñas que nos colocábamos frente al belén casi sin esperar a que la misa finalizase, el olor a musgo y a incienso, los villancicos y el mágico sonido de la dulzaina que hacía cobrar vida a las figuras del belén y concentraba toda la atención infantil en el enfrentamiento de los carneros o en el rápido movimiento de los pastores (a los que se solía bautizar con el nombre de algún pastor del pueblo). Las explicaciones de las personas mayores, siempre en voz baja, eran el preludio del aluvión de preguntas infantiles que surgían siempre al finalizar cada representación del belén y que, al menos durante unos días, servían para que nuestras abuelas y abuelos, con la sabiduría y el sentido que otorga el tiempo vivido, nos contaran la historia de Belén y otros relatos.

Clara Isabel Ajamil Gainzarain y Francisco Javier Gutiérrez Páramo

Notas

[1] Hay noticias de otros belenes de movimiento e incluso se conservan algunas figuras articuladas, sobre todo en clausuras conventuales, que pudieron pertenecer a montajes similares.

[2] En 1737 las cuentas parroquiales recogen “13 reales que pagó por la cuna para el Niño para la noche del Nacimiento”; tan parco registro no permite aclarar si se trata de una cuna para el altar del nacimiento, para presentar al Niño a la adoración de la feligresía o para alguna otra finalidad.

[3] Durante la primera mitad del siglo XVIII, además del altar del nacimiento, se montaban el altar de cuarenta horas, el del miserere, el monumento y el altar de carnestolendas.

[4] En 1721 el visitador diocesano trataba de corregir los alborotos que se producían en la iglesia las noches de Navidad.

[5] Se modificaron los brazos y las manos de María para que pudieran sostener al Niño y se ahuecó el lomo de la mula para convertirla en portadora de la Sagrada Familia.

[6] Los 150 reales gastados en 1761 contrastan con las pequeñas cantidades, de 4 a 8 reales, que se habían contabilizado en años anteriores.

[7] El 1 de diciembre de 1751 Fernando VI, a solicitud del prelado de Calahorra y La Calzada, prohibía las representaciones teatrales en la diócesis, y el 6 de junio de 1760, a petición del Ayuntamiento de Logroño, se levanta la prohibición. Francisco Domínguez Matito: “Los obispos de Calahorra ante la controversia sobre la licitud del teatro (siglos XVI-XVIII)”, en Kalakorikos 7, 2002, pp. 152-153.

[8] Los resortes actuales debieron de colocarse un siglo después para sustituir a las deterioradas articulaciones originales.

[9] En la escena del Anuncio a los pastores de las pinturas de San Isidoro de León se aprecian cabras enfrentadas y en el frontal de la capilla de la Virgen del Cabello de Quejana (Álava) son carneros los que se enfrentan en esa misma escena.

[10] En las cuentas parroquiales de 1783 se anota “6 reales por echarle un pie a la rueda del belén”. La parroquia de Santa María de los Reyes celebraba las festividades de la Asunción y la Concepción con fuegos artificiales y aún se conserva la piedra en la que encajaban la antigua rueda destinada a este fin.

[11] Con el paso del tiempo se reconvirtieron en tropa de Herodes para la escena final del belén.

[12] En los once años anteriores no se anotan gastos en el belén; tal vez estuvo sin ponerse como consecuencia de la guerra. En ese mismo año de 1844 consta otro pago de 35 reales “importe de lo gastado en el Belén” , que concuerda con las cantidades gastadas en el belén en años posteriores, por ejemplo, en 1846: “33 reales gastados en el belén inclusos 20 del gaitero”.

[13] La iglesia estuvo sin culto entre 1874 y 1878: se habilitó como hospital primero y después se utilizó para alojamiento de tropas.

[14] Esas dos nuevas representaciones mencionadas no aparecen descritas en El Libro de Laguardia, obra de Miguel Martínez Ballesteros, escrita en 1874.

[15] El deterioro de las articulaciones originales de las figuras adorantes llevaría a incorporarles muelles y bisagras que facilitan el movimiento de inclinación. El maniquí que se utiliza para representar a María en la huida a Egipto debió de fabricarse después de la publicación del citado libro de Miguel Martínez Ballesteros.

[16] Se puede consultar el inventario completo de piezas del belén en la siguiente obra: Clara I. Ajamil y F. Javier Gutiérrez: El Belén de Santa María de los Reyes de Laguardia (Álava). Un belén barroco de movimiento, Asociación Belenista de Álava, 2004, pp. 45-81.

[17] Miguel Martínez Ballesteros: El Libro de Laguardia, 1874, pp. 337-338.

[18] Hay noticias de la existencia de, al menos, seis telones.

[19] Los ángeles parecen proceder de la decoración de una caja de órgano y los querubines de algún retablo romanista; en la actualidad, éstos últimos se colocan junto al portal y, en los años 40 del siglo XX, los monaguillos se encargaban de moverlos subiendo y bajándoles mediante un sistema de cuerdas. La serpiente de madera e incluso la corona de laurel pudieron proceder de algún altar del Corpus.

[20] Por ejemplo, en la tradición belenista de Zamora consta que, en 1676, en San Francisco “había nacimiento y con máquina de títeres…, los frailicos por dentro, lo hacían a lo vivo”. Francisco Iglesias Escudero: “El Belenismo en Zamora”, en XLIII Congreso Nacional Belenista, Zamora, 2005.

[21] Miguel Martínez Ballesteros: El Libro de Laguardia, 1874, pp. 337- 339.

[22] La representación de la Circuncisión parece ser posterior a 1874, ya que Miguel Martínez Ballesteros no la menciona en su libro. Por otro lado, la figura del sumo sacerdote del belén de las Agustinas Recoletas de Pamplona guarda un parecido razonable con la correspondiente figura de este belén de Laguardia en la mencionada escena.

[23] La Presentación en el Templo resulta más cercana en las formas al ritual de la iniciación cristiana y, en cierta manera, contribuye a reforzar la función de catequesis visual del belén.

[24] La leyenda estaba profundamente arraigada en el obispado de Calahorra y La Calzada, al que perteneció Laguardia, e incluso se recoge en el Romancero de la Sierra Riojana.

[25] Se puede consultar una descripción más detallada de cada representación en la siguiente obra: Clara I. Ajamil y F. Javier Gutiérrez: El Belén de Santa María de los Reyes de Laguardia (Álava). Un belén barroco de movimiento, Asociación Belenista de Álava, 2004, pp. 104-112.

[26] Un siglo después de iniciar su andadura el belén, se incorporó a las escenificaciones una leyenda piadosa.

[27] Las Constituciones Sinodales dan buena cuenta de lo que se prohibía hacer dentro de los templos: el obispo Alonso de Castilla (1539) permitía solo “alguna farsa devota, conforme a la festividad”; Díaz de Luco (1553) prohibía, salvo en la fiesta del Corpus Christi, las “representaciones y remembranzas” sin licencia especial del obispado; Pedro Manso de Zúñiga (1600) toleraba la “costumbre de hacer y representar comedias y autos… con que sean a lo divino y vistas y aprobadas por Nos o nuestro Provisor y con que no se puedan hacer en ellas entremeses que troquen en género de deshonestidad”; Pedro de Lepe (1698) considerando que “todo género de espectáculos” es cosa vana y muy pernicioso para las almas, ordenaba “que en las iglesias y lugares Sagrados, no se hagan comedias, ni autos, ni otra cosa alguna” y que las danzas (de espadas y de otra calidad) “se queden fuera de las iglesias y de ninguna manera entren en ella”. Sobre la prohibición de representaciones teatrales en la diócesis de Calahorra y La Calzada, ver la nota 6.

[28] En 1757 el Hospital de Calahorra ingresaba 124 reales correspondientes a dos representaciones de comediad con Máquina Real. Francisco Domínguez Matito: “Los obispos de Calahorra ante la controversia sobre la licitud del teatro (siglos XVI-XVIII)”, en Kalakorikos 7, 2002, pp. 152-153. La pastoral de Labastida o la tremolación de la bandera en Laguardia son ejemplos de incumplimiento de las normas diocesanas que aún perviven en la Rioja Alavesa.

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