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Santa Sede – Papa Francisco – Homilía de la Santa Misa de Nochebuena y Natividad del Señor 24/12/2020

25 Dic 20
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Santa Sede – Papa Francisco
Homilía de la Santa Misa de Nochebuena y Natividad del Señor
24 de diciembre de 2020

Escudo papal de Francisco (Jorge Mario Bergoglio)

Escudo papal de
Francisco

Basílica de San Pedro – Jueves 24 de diciembre de 2020

En esta noche se cumple la gran profecía de Isaías: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5).

Un hijo se nos ha dado. A menudo se oye decir que la mayor alegría de la vida es el nacimiento de un hijo. Es algo extraordinario, que lo cambia todo, que pone en movimiento energías impensables y nos hace superar la fatiga, la incomodidad y las noches de insomnio, porque trae una felicidad grande, ante la cual ya nada parece que pese. La Navidad es así: el nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba. Sí, porque su nacimiento es para nosotros: para mí, para ti, para todos nosotros. Para es la palabra que se repite en esta noche santa: “Un hijo se nos ha dado para nosotros”, ha profetizado Isaías; “hoy ha nacido para nosotros el Salvador”, hemos repetido en el Salmo; Jesús “se entregó por y para nosotros” (cf. Tt 2,14), ha proclamado san Pablo; y el ángel en el Evangelio ha anunciado: “Ha nacido para vosotros un Salvador” (cf. Lc 2,11). Para mí, para vosotros.

¿Pero qué significa este para nosotros? Que el Hijo de Dios, el bendito por naturaleza, viene a hacernos hijos bendecidos por gracia. Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: “Tú eres una maravilla”. Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: “No, ¡tú eres mi hijo!”. ¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: “Ten valor, yo estoy contigo”. No te lo dice con palabras, sino haciéndote hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios. Este es el punto de partida para cualquier nuevo nacimiento. Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito. Esta noche no tiene otra explicación: sólo la gracia. Todo es gracia. El don es gratuito, sin ningún mérito de nuestra parte, pura gracia. Esta noche, san Pablo nos ha dicho: «Ha aparecido la gracia de Dios» (Tt 2,11). Nada es más valioso.

Un hijo se nos ha dado. El Padre no nos ha dado algo, sino a su mismo Hijo unigénito, que es toda su alegría. Y, sin embargo, si miramos la ingratitud del hombre hacia Dios y la injusticia hacia tantos de nuestros hermanos, surge una duda: ¿Ha hecho bien el Señor en darnos tanto, hace bien en seguir confiando en nosotros? ¿No nos sobrevalora? Sí, nos sobrevalora, y lo hace porque nos ama hasta el extremo. No es capaz de dejarnos de amar. Él es así, tan diferente a nosotros. Siempre nos ama, más de lo que nosotros mismos seríamos capaces de amarnos. Ese es su secreto para entrar en nuestros corazones. Dios sabe que la única manera de salvarnos, de sanarnos interiormente, es amarnos: no hay otro modo. Sabe que nosotros mejoramos sólo aceptando su amor incansable, que no cambia, sino que nos cambia. Sólo el amor de Jesús transforma la vida, sana las heridas más profundas y nos libera de los círculos viciosos de la insatisfacción, de la ira y de la lamentación.

Un hijo se nos ha dado. En el pobre pesebre de un oscuro establo está, en efecto, el Hijo de Dios. Surge otra pregunta: ¿Por qué nació en la noche, sin alojamiento digno, en la pobreza y el rechazo, cuando merecía nacer como el rey más grande en el más hermoso de los palacios? ¿Por qué? Para hacernos entender hasta qué punto ama nuestra condición humana: hasta el punto de tocar con su amor concreto nuestra peor miseria. El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil, para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura. Y para descubrir algo importante: como en Belén, también con nosotros Dios quiere hacer grandes cosas a través de nuestra pobreza. Puso toda nuestra salvación en el pesebre de un establo y no tiene miedo a nuestra pobreza. ¡Dejemos que su misericordia transforme nuestras miserias!

Esto es lo que significa que un hijo ha nacido para nosotros. Pero queda todavía otro para, el que el ángel indica a los pastores: «Esta será la señal para vosotros: encontréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Este signo, el Niño en el pesebre, es también para nosotros, para guiarnos en la vida. En Belén, que significa “Casa del Pan”, Dios está en un pesebre, recordándonos que lo necesitamos para vivir, como el pan para comer. Necesitamos dejarnos atravesar por su amor gratuito, incansable, concreto. Cuántas veces en cambio, hambrientos de entretenimiento, éxito y mundanidad, alimentamos nuestras vidas con comidas que no sacian y dejan un vacío dentro. El Señor, por boca del profeta Isaías, se lamenta de que mientras el buey y el asno conocen su pesebre, nosotros, su pueblo, no lo conocemos a Él, fuente de nuestra vida (cf. Is 1,2-3). Es verdad: insaciables de poseer, nos lanzamos a tantos pesebres de vanidad, olvidando el pesebre de Belén. Ese pesebre, pobre en todo y rico de amor, nos enseña que el alimento de la vida es dejarse amar por Dios y amar a los demás. Jesús nos da el ejemplo: Él, el Verbo de Dios, es un infante; no habla, pero da la vida. Nosotros, en cambio, hablamos mucho, pero a menudo somos analfabetos de bondad.

Un hijo se nos ha dado. Quien tiene un niño pequeño sabe cuánto amor y paciencia se necesitan. Es necesario alimentarlo, atenderlo, limpiarlo, cuidar su fragilidad y sus necesidades, que con frecuencia son difíciles de comprender. Un niño nos hace sentir amados, pero también nos enseña a amar. Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás. Su llanto tierno nos hace comprender lo inútiles que son nuestros muchos caprichos, y de esos tenemos tantos. Su amor indefenso, que nos desarma, nos recuerda que el tiempo que tenemos no es para autocompadecernos, sino para consolar las lágrimas de los que sufren. Dios viene a habitar entre nosotros, pobre y necesitado, para decirnos que sirviendo a los pobres lo amaremos. Desde esta noche, como escribió una poetisa, «la residencia de Dios está junto a mí. La decoración es el amor» (E. Dickinson, Poems, XVII).

Un hijo se nos ha dado. Eres tú, Jesús, el Hijo que me hace hijo. Me amas como soy, no como yo me creo que soy; yo lo sé. Al abrazarte, Niño del pesebre, abrazo de nuevo mi vida. Acogiéndote, Pan de vida, también yo quiero entregar mi vida. Tú que me salvas, enséñame a servir. Tú que no me dejas solo, ayúdame a consolar a tus hermanos, porque —Tú sabes— desde esta noche todos son mis hermanos.

Firma del Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio)

© Dicastero per la Comunicazione – Libreria Editrice Vaticana

 

Carles Tarragó Gatell

Agradecimiento de la Federación Española de Belenistas

09 Dic 20
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Agradecimiento de la Federación Española de Belenistas

Carles Tarragó Gatell (18/04/1955 – 01/12/2020).
Siempre serás nuestra rosa blanca


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Publicaciones 2020 – Papa Francisco – Carta Apostólica «Patris corde», con motivo del 150.º aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal

08 Dic 20
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CORAZÓN DE PADRE
Carta Apostólica «Patris Corde» del Santo Padre Francisco
con motivo del 150.º aniversario de la declaración de San José
como Patrono de la Iglesia Universal

Carta Apostólica «Patris Corde» del Santo Padre Francisco con motivo del 150.º aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal

Escudo papal de Francisco (Jorge Mario Bergoglio)

Escudo papal de
Francisco

Con corazón de padre: así José amó a Jesús, llamado en los cuatro Evangelios «el hijo de José» (Lc 4,22; Jn 6,42; cf. Mt 13,55; Mc 6,3).

Los dos evangelistas que evidenciaron su figura, Mateo y Lucas, refieren poco, pero lo suficiente para entender qué tipo de padre fuese y la misión que la Providencia le confió.

Sabemos que fue un humilde carpintero (cf. Mt 13,55), desposado con María (cf. Mt 1,18; Lc 1,27); un «hombre justo» (Mt 1,19), siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios manifestada en su ley (cf. Lc 2,22.27.39) y a través de los cuatro sueños que tuvo (cf. Mt 1,20; 2,13.19.22). Después de un largo y duro viaje de Nazaret a Belén, vio nacer al Mesías en un pesebre, porque en otro sitio «no había lugar para ellos» (Lc 2,7). Fue testigo de la adoración de los pastores (cf. Lc 2,8-20) y de los Magos (cf. Mt 2,1-12), que representaban respectivamente el pueblo de Israel y los pueblos paganos.

Tuvo la valentía de asumir la paternidad legal de Jesús, a quien dio el nombre que le reveló el ángel: «Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21). Como se sabe, en los pueblos antiguos poner un nombre a una persona o a una cosa significaba adquirir la pertenencia, como hizo Adán en el relato del Génesis (cf. 2,19-20).

En el templo, cuarenta días después del nacimiento, José, junto a la madre, presentó el Niño al Señor y escuchó sorprendido la profecía que Simeón pronunció sobre Jesús y María (cf. Lc 2,22-35). Para proteger a Jesús de Herodes, permaneció en Egipto como extranjero (cf. Mt 2,13-18). De regreso en su tierra, vivió de manera oculta en el pequeño y desconocido pueblo de Nazaret, en Galilea -de donde, se decía: “No sale ningún profeta” y “no puede salir nada bueno” (cf. Jn 7,52; 1,46)-, lejos de Belén, su ciudad de origen, y de Jerusalén, donde estaba el templo. Cuando, durante una peregrinación a Jerusalén, perdieron a Jesús, que tenía doce años, él y María lo buscaron angustiados y lo encontraron en el templo mientras discutía con los doctores de la ley (cf. Lc 2,41-50).

Después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo. Mis predecesores han profundizado en el mensaje contenido en los pocos datos transmitidos por los Evangelios para destacar su papel central en la historia de la salvación: el beato Pío IX lo declaró «Patrono de la Iglesia Católica» (S. Rituum Congreg., Quemadmodum Deus (8 diciembre 1870): ASS 6 (1870-71), 194), el venerable Pío XII lo presentó como “Patrono de los trabajadores” (Cf. Discurso a las Asociaciones cristianas de Trabajadores italianos con motivo de la Solemnidad de san José obrero (1 mayo 1955): AAS 47 (1955), 406) y san Juan Pablo II como «Custodio del Redentor» (Exhort. ap. Redemptoris custos (15 agosto 1989): AAS 82 (1990), 5-34). El pueblo lo invoca como «Patrono de la buena muerte» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1014).

Por eso, al cumplirse ciento cincuenta años de que el beato Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, lo declarara como Patrono de la Iglesia Católica, quisiera -como dice Jesús- que “la boca hable de aquello de lo que está lleno el corazón” (cf. Mt 12,34), para compartir con ustedes algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana. Este deseo ha crecido durante estos meses de pandemia, en los que podemos experimentar, en medio de la crisis que nos está golpeando, que «nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes -corrientemente olvidadas- que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. […] Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos» (Meditación en tiempos de pandemia (27 marzo 2020): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (3 abril 2020), p. 3). Todos pueden encontrar en san José -el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta- un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud.

Figura de san José del Belén instalado en la Plaza de San Pedro para la Navidad de 2020

Figura de san José del Belén instalado en la Plaza de San Pedro para la Navidad de 2020

1. Padre amado
La grandeza de san José consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús. En cuanto tal, «entró en el servicio de toda la economía de la encarnación», como dice san Juan Crisóstomo (In Matth. Hom, V, 3: PG 57, 58).

San Pablo VI observa que su paternidad se manifestó concretamente «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le está unida; al haber utilizado la autoridad legal, que le correspondía en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida, de su trabajo; al haber convertido su vocación humana de amor doméstico en la oblación sobrehumana de sí mismo, de su corazón y de toda capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías nacido en su casa» (Homilía (19 marzo 1966): Insegnamenti di Paolo VI, IV (1966), 110).

Por su papel en la historia de la salvación, san José es un padre que siempre ha sido amado por el pueblo cristiano, como lo demuestra el hecho de que se le han dedicado numerosas iglesias en todo el mundo; que muchos institutos religiosos, hermandades y grupos eclesiales se inspiran en su espiritualidad y llevan su nombre; y que desde hace siglos se celebran en su honor diversas representaciones sagradas. Muchos santos y santas le tuvieron una gran devoción, entre ellos Teresa de Ávila, quien lo tomó como abogado e intercesor, encomendándose mucho a él y recibiendo todas las gracias que le pedía. Alentada por su experiencia, la santa persuadía a otros para que le fueran devotos (Cf. Libro de la vida, 6, 6-8).

En todos los libros de oraciones se encuentra alguna oración a san José. Invocaciones particulares que le son dirigidas todos los miércoles y especialmente durante todo el mes de marzo, tradicionalmente dedicado a él (Todos los días, durante más de cuarenta años, después de Laudes, recito una oración a san José tomada de un libro de devociones francés del siglo XIX, de la Congregación de las Religiosas de Jesús y María, que expresa devoción, confianza y un cierto reto a san José: «Glorioso patriarca san José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una buena solución. Mi amado Padre, toda mi confianza está puesta en ti. Que no se diga que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén»).

La confianza del pueblo en san José se resume en la expresión “Ite ad Ioseph”, que hace referencia al tiempo de hambruna en Egipto, cuando la gente le pedía pan al faraón y él les respondía: «Vayan donde José y hagan lo que él les diga» (Gn 41,55). Se trataba de José el hijo de Jacob, a quien sus hermanos vendieron por envidia (cf. Gn 37,11-28) y que -siguiendo el relato bíblico- se convirtió posteriormente en virrey de Egipto (cf. Gn 41,41-44).

Como descendiente de David (cf. Mt 1,16.20), de cuya raíz debía brotar Jesús según la promesa hecha a David por el profeta Natán (cf. 2 Sam 7), y como esposo de María de Nazaret, san José es la pieza que une el Antiguo y el Nuevo Testamento.

2. Padre en la ternura
José vio a Jesús progresar día tras día «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2,52). Como hizo el Señor con Israel, así él “le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer” (cf. Os 11,3-4).

Figuras del Belén monumental instalado en el Parque de La Florida de Vitoria-Gasteiz para la Navidad de 2019

Misterio del Belén monumental instalado en el Parque de La Florida de Vitoria-Gasteiz para la Navidad de 2019

Jesús vio la ternura de Dios en José: «Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen» (Sal 103,13).

En la sinagoga, durante la oración de los Salmos, José ciertamente habrá oído el eco de que el Dios de Israel es un Dios de ternura (Cf. Dt 4,31; Sal 69,17; 78,38; 86,5; 111,4; 116,5; Jr 31,20), que es bueno para todos y «su ternura alcanza a todas las criaturas» (Sal 145,9).

La historia de la salvación se cumple creyendo «contra toda esperanza» (Rm 4,18) a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa sólo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad. Esto es lo que hace que san Pablo diga: «Para que no me engría tengo una espina clavada en el cuerpo, un emisario de Satanás que me golpea para que no me engría. Tres veces le he pedido al Señor que la aparte de mí, y él me ha dicho: “¡Te basta mi gracia!, porque mi poder se manifiesta plenamente en la debilidad”» (2 Co 12,7-9).

Si esta es la perspectiva de la economía de la salvación, debemos aprender a aceptar nuestra debilidad con intensa ternura (Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 88, 288: AAS 105 (2013), 1057, 1136-1137).

El Maligno nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio negativo, mientras que el Espíritu la saca a la luz con ternura. La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. El dedo que señala y el juicio que hacemos de los demás son a menudo un signo de nuestra incapacidad para aceptar nuestra propia debilidad, nuestra propia fragilidad. Sólo la ternura nos salvará de la obra del Acusador (cf. Ap 12,10). Por esta razón es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la Reconciliación, teniendo una experiencia de verdad y ternura. Paradójicamente, incluso el Maligno puede decirnos la verdad, pero, si lo hace, es para condenarnos. Sabemos, sin embargo, que la Verdad que viene de Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona. La Verdad siempre se nos presenta como el Padre misericordioso de la parábola (cf. Lc 15,11-32): viene a nuestro encuentro, nos devuelve la dignidad, nos pone nuevamente de pie, celebra con nosotros, porque «mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado» (v. 24).

También a través de la angustia de José pasa la voluntad de Dios, su historia, su proyecto. Así, José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia.

3. Padre en la obediencia
Así como Dios hizo con María cuando le manifestó su plan de salvación, también a José le reveló sus designios y lo hizo a través de sueños que, en la Biblia, como en todos los pueblos antiguos, eran considerados uno de los medios por los que Dios manifestaba su voluntad (Cf. Gn 20,3; 28,12; 31,11.24; 40,8; 41,1-32; Nm 12,6; 1 Sam 3,3-10; Dn 2; 4; Jb 33,15).

José estaba muy angustiado por el embarazo incomprensible de María; no quería «denunciarla públicamente» (en estos casos estaba prevista la lapidación (cf. Dt 22,20-21)), pero decidió «romper su compromiso en secreto» (Mt 1,19). En el primer sueño el ángel lo ayudó a resolver su grave dilema: «No temas aceptar a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,20-21). Su respuesta fue inmediata: «Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado» (Mt 1,24). Con la obediencia superó su drama y salvó a María.

En el segundo sueño el ángel ordenó a José: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y huye a Egipto; quédate allí hasta que te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mt 2,13). José no dudó en obedecer, sin cuestionarse acerca de las dificultades que podía encontrar: «Se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, donde estuvo hasta la muerte de Herodes» (Mt 2,14-15).

En Egipto, José esperó con confianza y paciencia el aviso prometido por el ángel para regresar a su país. Y cuando en un tercer sueño el mensajero divino, después de haberle informado que los que intentaban matar al niño habían muerto, le ordenó que se levantara, que tomase consigo al niño y a su madre y que volviera a la tierra de Israel (cf. Mt 2,19-20), él una vez más obedeció sin vacilar: «Se levantó, tomó al niño y a su madre y entró en la tierra de Israel» (Mt 2,21).

Pero durante el viaje de regreso, «al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, avisado en sueños —y es la cuarta vez que sucedió—, se retiró a la región de Galilea y se fue a vivir a un pueblo llamado Nazaret» (Mt 2,22-23).

El evangelista Lucas, por su parte, relató que José afrontó el largo e incómodo viaje de Nazaret a Belén, según la ley del censo del emperador César Augusto, para empadronarse en su ciudad de origen. Y fue precisamente en esta circunstancia que Jesús nació y fue asentado en el censo del Imperio, como todos los demás niños (cf. Lc 2,1-7).

San Lucas, en particular, se preocupó de resaltar que los padres de Jesús observaban todas las prescripciones de la ley: los ritos de la circuncisión de Jesús, de la purificación de María después del parto, de la presentación del primogénito a Dios (cf. 2,21-249) (Cf. Lv 12,1-8; Ex 13,2).

En cada circunstancia de su vida, José supo pronunciar su “fiat”, como María en la Anunciación y Jesús en Getsemaní.

José, en su papel de cabeza de familia, enseñó a Jesús a ser sumiso a sus padres, según el mandamiento de Dios (cf. Ex 20,12).

En la vida oculta de Nazaret, bajo la guía de José, Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre. Dicha voluntad se transformó en su alimento diario (cf. Jn 4,34). Incluso en el momento más difícil de su vida, que fue en Getsemaní, prefirió hacer la voluntad del Padre y no la suya propia (Cf. Mt 26,39; Mc 14,36; Lc 22,42) y se hizo «obediente hasta la muerte […] de cruz» (Flp 2,8). Por ello, el autor de la Carta a los Hebreos concluye que Jesús «aprendió sufriendo a obedecer» (5,8).

Todos estos acontecimientos muestran que José «ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente “ministro de la salvación”» (S. Juan Pablo II, Exhort. ap. Redemptoris custos (15 agosto 1989), 8: AAS 82 (1990), 14).

4. Padre en la acogida
José acogió a María sin poner condiciones previas. Confió en las palabras del ángel. «La nobleza de su corazón le hace supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María. Y, en su duda de cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio» (Homilía en la Santa Misa con beatificaciones, Villavicencio – Colombia (8 septiembre 2017): AAS 109 (2017), 1061).

Muchas veces ocurren hechos en nuestra vida cuyo significado no entendemos. Nuestra primera reacción es a menudo de decepción y rebelión. José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece y, por más misterioso que le parezca, lo acoge, asume la responsabilidad y se reconcilia con su propia historia. Si no nos reconciliamos con nuestra historia, ni siquiera podremos dar el paso siguiente, porque siempre seremos prisioneros de nuestras expectativas y de las consiguientes decepciones.

La vida espiritual de José no nos muestra una vía que explica, sino una vía que acoge. Sólo a partir de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia más grande, un significado más profundo. Parecen hacerse eco las ardientes palabras de Job que, ante la invitación de su esposa a rebelarse contra todo el mal que le sucedía, respondió: «Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?» (Jb 2,10).

José no es un hombre que se resigna pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte. La acogida es un modo por el que se manifiesta en nuestra vida el don de la fortaleza que nos viene del Espíritu Santo. Sólo el Señor puede darnos la fuerza para acoger la vida tal como es, para hacer sitio incluso a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionante de la existencia.

La venida de Jesús en medio de nosotros es un regalo del Padre, para que cada uno pueda reconciliarse con la carne de su propia historia, aunque no la comprenda del todo.

Como Dios dijo a nuestro santo: «José, hijo de David, no temas» (Mt 1,20), parece repetirnos también a nosotros: “¡No tengan miedo!”. Tenemos que dejar de lado nuestra ira y decepción, y hacer espacio —sin ninguna resignación mundana y con una fortaleza llena de esperanza— a lo que no hemos elegido, pero está allí. Acoger la vida de esta manera nos introduce en un significado oculto. La vida de cada uno de nosotros puede comenzar de nuevo milagrosamente, si encontramos la valentía para vivirla según lo que nos dice el Evangelio. Y no importa si ahora todo parece haber tomado un rumbo equivocado y si algunas cuestiones son irreversibles. Dios puede hacer que las flores broten entre las rocas. Aun cuando nuestra conciencia nos reprocha algo, Él «es más grande que nuestra conciencia y lo sabe todo» (1 Jn 3,20).

El realismo cristiano, que no rechaza nada de lo que existe, vuelve una vez más. La realidad, en su misteriosa irreductibilidad y complejidad, es portadora de un sentido de la existencia con sus luces y sombras. Esto hace que el apóstol Pablo afirme: «Sabemos que todo contribuye al bien de quienes aman a Dios» (Rm 8,28). Y san Agustín añade: «Aun lo que llamamos mal (etiam illud quod malum dicitur)» (Enchiridion de fide, spe et caritate, 3.11: PL 40, 236). En esta perspectiva general, la fe da sentido a cada acontecimiento feliz o triste.

Entonces, lejos de nosotros el pensar que creer significa encontrar soluciones fáciles que consuelan. La fe que Cristo nos enseñó es, en cambio, la que vemos en san José, que no buscó atajos, sino que afrontó “con los ojos abiertos” lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera persona.

La acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles, porque Dios elige lo que es débil (cf. 1 Co 1,27), es «padre de los huérfanos y defensor de las viudas» (Sal 68,6) y nos ordena amar al extranjero (Cf. Dt 10,19; Ex 22,20-22; Lc 10,29-37). Deseo imaginar que Jesús tomó de las actitudes de José el ejemplo para la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso (cf. Lc 15,11-32).

5. Padre de la valentía creativa
Si la primera etapa de toda verdadera curación interior es acoger la propia historia, es decir, hacer espacio dentro de nosotros mismos incluso para lo que no hemos elegido en nuestra vida, necesitamos añadir otra característica importante: la valentía creativa. Esta surge especialmente cuando encontramos dificultades. De hecho, cuando nos enfrentamos a un problema podemos detenernos y bajar los brazos, o podemos ingeniárnoslas de alguna manera. A veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener.

Muchas veces, leyendo los “Evangelios de la infancia”, nos preguntamos por qué Dios no intervino directa y claramente. Pero Dios actúa a través de eventos y personas. José era el hombre por medio del cual Dios se ocupó de los comienzos de la historia de la redención. Él era el verdadero “milagro” con el que Dios salvó al Niño y a su madre. El cielo intervino confiando en la valentía creadora de este hombre, que cuando llegó a Belén y no encontró un lugar donde María pudiera dar a luz, se instaló en un establo y lo arregló hasta convertirlo en un lugar lo más acogedor posible para el Hijo de Dios que venía al mundo (cf. Lc 2,6-7). Ante el peligro inminente de Herodes, que quería matar al Niño, José fue alertado una vez más en un sueño para protegerlo, y en medio de la noche organizó la huida a Egipto (cf. Mt 2,13-14).

De una lectura superficial de estos relatos se tiene siempre la impresión de que el mundo esté a merced de los fuertes y de los poderosos, pero la “buena noticia” del Evangelio consiste en mostrar cómo, a pesar de la arrogancia y la violencia de los gobernantes terrenales, Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación. Incluso nuestra vida parece a veces que está en manos de fuerzas superiores, pero el Evangelio nos dice que Dios siempre logra salvar lo que es importante, con la condición de que tengamos la misma valentía creativa del carpintero de Nazaret, que sabía transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia.

Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar.

Es la misma valentía creativa que mostraron los amigos del paralítico que, para presentarlo a Jesús, lo bajaron del techo (cf. Lc 5,17-26). La dificultad no detuvo la audacia y la obstinación de esos amigos. Ellos estaban convencidos de que Jesús podía curar al enfermo y «como no pudieron introducirlo por causa de la multitud, subieron a lo alto de la casa y lo hicieron bajar en la camilla a través de las tejas, y lo colocaron en medio de la gente frente a Jesús. Jesús, al ver la fe de ellos, le dijo al paralítico: “¡Hombre, tus pecados quedan perdonados!”» (vv. 19-20). Jesús reconoció la fe creativa con la que esos hombres trataron de traerle a su amigo enfermo.

El Evangelio no da ninguna información sobre el tiempo en que María, José y el Niño permanecieron en Egipto. Sin embargo, lo que es cierto es que habrán tenido necesidad de comer, de encontrar una casa, un trabajo. No hace falta mucha imaginación para llenar el silencio del Evangelio a este respecto. La Sagrada Familia tuvo que afrontar problemas concretos como todas las demás familias, como muchos de nuestros hermanos y hermanas migrantes que incluso hoy arriesgan sus vidas forzados por las adversidades y el hambre. A este respecto, creo que san José sea realmente un santo patrono especial para todos aquellos que tienen que dejar su tierra a causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria.

Al final de cada relato en el que José es el protagonista, el Evangelio señala que él se levantó, tomó al Niño y a su madre e hizo lo que Dios le había mandado (cf. Mt 1,24; 2,14.21). De hecho, Jesús y María, su madre, son el tesoro más preciado de nuestra fe (Cf. S. Rituum Congreg., Quemadmodum Deus (8 diciembre 1870): ASS 6 (1870-71), 193; B. Pío IX, Carta ap. Inclytum Patriarcham (7 julio 1871): l.c., 324-327).

En el plan de salvación no se puede separar al Hijo de la Madre, de aquella que «avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión con su Hijo hasta la cruz» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 58).

Debemos preguntarnos siempre si estamos protegiendo con todas nuestras fuerzas a Jesús y María, que están misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado, a nuestra custodia. El Hijo del Todopoderoso viene al mundo asumiendo una condición de gran debilidad. Necesita de José para ser defendido, protegido, cuidado, criado. Dios confía en este hombre, del mismo modo que lo hace María, que encuentra en José no sólo al que quiere salvar su vida, sino al que siempre velará por ella y por el Niño. En este sentido, san José no puede dejar de ser el Custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se manifiesta la maternidad de María (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 963-970). José, a la vez que continúa protegiendo a la Iglesia, sigue amparando al Niño y a su madre, y nosotros también, amando a la Iglesia, continuamos amando al Niño y a su madre.

Este Niño es el que dirá: «Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt 25,40). Así, cada persona necesitada, cada pobre, cada persona que sufre, cada moribundo, cada extranjero, cada prisionero, cada enfermo son “el Niño” que José sigue custodiando. Por eso se invoca a san José como protector de los indigentes, los necesitados, los exiliados, los afligidos, los pobres, los moribundos. Y es por lo mismo que la Iglesia no puede dejar de amar a los más pequeños, porque Jesús ha puesto en ellos su preferencia, se identifica personalmente con ellos. De José debemos aprender el mismo cuidado y responsabilidad: amar al Niño y a su madre; amar los sacramentos y la caridad; amar a la Iglesia y a los pobres. En cada una de estas realidades está siempre el Niño y su madre.

San José carpintero, de José Luis Mayo

San José carpintero, de José Luis Mayo

6. Padre trabajador
Un aspecto que caracteriza a san José y que se ha destacado desde la época de la primera Encíclica social, la Rerum novarum de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo.

En nuestra época actual, en la que el trabajo parece haber vuelto a representar una urgente cuestión social y el desempleo alcanza a veces niveles impresionantes, aun en aquellas naciones en las que durante décadas se ha experimentado un cierto bienestar, es necesario, con una conciencia renovada, comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo es un patrono ejemplar.

El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión. El trabajo se convierte en ocasión de realización no sólo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia. Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución. ¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?

La persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea. La crisis de nuestro tiempo, que es una crisis económica, social, cultural y espiritual, puede representar para todos un llamado a redescubrir el significado, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva “normalidad” en la que nadie quede excluido. La obra de san José nos recuerda que el mismo Dios hecho hombre no desdeñó el trabajo. La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser un llamado a revisar nuestras prioridades. Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!

7. Padre en la sombra
El escritor polaco Jan Dobraczyński, en su libro La sombra del Padre (Edición original: Cień Ojca, Varsovia 1977), noveló la vida de san José. Con la imagen evocadora de la sombra define la figura de José, que para Jesús es la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos. Pensemos en aquello que Moisés recuerda a Israel: «En el desierto, donde viste cómo el Señor, tu Dios, te cuidaba como un padre cuida a su hijo durante todo el camino» (Dt 1,31). Así José ejercitó la paternidad durante toda su vida (Cf. S. Juan Pablo II, Exhort. ap. Redemptoris custos, 7-8: AAS 82 (1990), 12-16).

Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él.

En la sociedad de nuestro tiempo, los niños a menudo parecen no tener padre. También la Iglesia de hoy en día necesita padres. La amonestación dirigida por san Pablo a los Corintios es siempre oportuna: «Podrán tener diez mil instructores, pero padres no tienen muchos» (1 Co 4,15); y cada sacerdote u obispo debería poder decir como el Apóstol: «Fui yo quien los engendré para Cristo al anunciarles el Evangelio» (ibíd.). Y a los Gálatas les dice: «Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes» (4,19).

Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir. Quizás por esta razón la tradición también le ha puesto a José, junto al apelativo de padre, el de “castísimo”. No es una indicación meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer en todos los ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca, hace infeliz. Dios mismo amó al hombre con amor casto, dejándolo libre incluso para equivocarse y ponerse en contra suya. La lógica del amor es siempre una lógica de libertad, y José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida.

La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza. El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción. Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio. También en el sacerdocio y la vida consagrada se requiere este tipo de madurez. Cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración.

La paternidad que rehúsa la tentación de vivir la vida de los hijos está siempre abierta a nuevos espacios. Cada niño lleva siempre consigo un misterio, algo inédito que sólo puede ser revelado con la ayuda de un padre que respete su libertad. Un padre que es consciente de que completa su acción educativa y de que vive plenamente su paternidad sólo cuando se ha hecho “inútil”, cuando ve que el hijo ha logrado ser autónomo y camina solo por los senderos de la vida, cuando se pone en la situación de José, que siempre supo que el Niño no era suyo, sino que simplemente había sido confiado a su cuidado. Después de todo, eso es lo que Jesús sugiere cuando dice: «No llamen “padre” a ninguno de ustedes en la tierra, pues uno solo es su Padre, el del cielo» (Mt 23,9).

Siempre que nos encontremos en la condición de ejercer la paternidad, debemos recordar que nunca es un ejercicio de posesión, sino un “signo” que nos evoca una paternidad superior. En cierto sentido, todos nos encontramos en la condición de José: sombra del único Padre celestial, que «hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45); y sombra que sigue al Hijo.

* * *

«Levántate, toma contigo al niño y a su madre» (Mt 2,13), dijo Dios a san José.

El objetivo de esta Carta apostólica es que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución.

En efecto, la misión específica de los santos no es sólo la de conceder milagros y gracias, sino la de interceder por nosotros ante Dios, como hicieron Abrahán (Cf. Gn 18,23-32) y Moisés (Cf. Ex 17,8-13; 32,30-35), como hace Jesús, «único mediador» (1 Tm 2,5), que es nuestro «abogado» ante Dios Padre (1 Jn 2,1), «ya que vive eternamente para interceder por nosotros» (Hb 7,25; cf. Rm 8,34).

Los santos ayudan a todos los fieles «a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 42). Su vida es una prueba concreta de que es posible vivir el Evangelio.

Jesús dijo: «Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), y ellos a su vez son ejemplos de vida a imitar. San Pablo exhortó explícitamente: «Vivan como imitadores míos» (1 Co 4,16) (Cf. 1 Co 11,1; Flp 3,17; 1 Ts 1,6). San José lo dijo a través de su elocuente silencio.

Ante el ejemplo de tantos santos y santas, san Agustín se preguntó: «¿No podrás tú lo que éstos y éstas?». Y así llegó a la conversión definitiva exclamando: «¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva!» (Confesiones, 8, 11, 27: PL 32, 761; 10, 27, 38: PL 32, 795).

No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión.

A él dirijamos nuestra oración:

Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.

Papa Francisco
Roma, en San Juan de Letrán, 8 de diciembre del año 2020, octavo de mi pontificado,
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María

Figuras del Belén instalado en la Plaza de San Pedro para la Navidad de 2020

Figuras del Belén instalado en la Plaza de San Pedro para la Navidad de 2020

Carles Tarragó Gatell

In Memoriam – Carles Tarragó Gatell, presidente de la Federación Española de Belenistas

02 Dic 20
Presidencia FEB
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In Memoriam – Carles Tarragó Gatell, presidente de la Federación Española de Belenistas

2020 será un año del que casi nadie guardaremos un buen recuerdo. Más bien lo contrario.

Al poco de empezar su singladura nos sorprendía un virus extraño, esquivo, que nos ha cambiado la vida, pero lo peor no es eso, sino las vidas que se ha llevado con él, entre ellas algunas en nuestro ámbito belenista, y una de la últimas, ayer mismo, la de nuestro presidente de la Federación Española de Belenistas, Carles Tarragó Gatell.

Para muchos de nosotros era más que un amigo, más que familia: un hermano del belenismo, en el amor por este arte y esta cultura por la que tanto hemos trabajado y luchado conjuntamente estos últimos años.

Con una gran y acusada personalidad, como antes decía Carles era ante todo un AMIGO, en mayúsculas, además de una PERSONA (nuevamente en mayúsculas) leal, cercana, cabal, atenta, constante y puntual, excepto cuando visitaba belenes dando la vuelta al país entre Navidad y Nochevieja, en que podía presentarse a verlos incluso ¡¡¡de madrugada!!!, tras una kilometrada en coche.

Pocas veces hemos visto a alguien disfrutar y saborear como él cada detalle escondido entre escayola, porexpán y musgo, y emocionarse hasta el llanto delante de un belén.

Además, Carles era serio y riguroso en el trabajo y amable y divertido en el trato, siempre usando la distancia corta, lo que le hacía cercano a todos aunque no le conocieran de antes. Siempre estuvo abierto a escuchar y tender puentes y a ser audaz, si la situación lo requería, en el tratamiento de algunas cuestiones o en el planteamiento de soluciones a problemas…

Quienes esto escribimos no somos amigos de pésames ni tampoco de coronas para honrarle, aunque sea lo tradicional en nuestra cultura y suponga un «estándar» social en nuestra forma de vivir un duelo, pero creo que, para lo creativos que somos los belenistas, todo esto se nos queda escaso.

Los pésames, puntuales por naturaleza (y menos mal) tendríamos que conseguir convertirlos en arrope real y continuado a las personas que más de cerca sufren una ausencia. ¿Difícil? Sí, pero no imposible. Es cuestión de voluntad y de ser personas serviciales, como lo era Carles, aunque la distancia de muchos de nosotros con Tarragona en este caso no ayude.

Igualmente, las coronas o las flores, que se marchitan por muy bellas y caras que sean (hasta las de plástico y tela se ajan), deberíamos lograr sustituirlas por algo perenne que recuerde y perpetúe la memoria de quien ya no veremos ni tendremos físicamente entre nosotros, pero con lo que podamos hacerlo ESTAR, aunque de otro modo. Algo pensaremos en la Federación para ello.

La huella de nuestro Carles en las personas que hemos coincidido con él, siempre quedará ahí, en nuestros corazones, al igual que en la Federación Española de Belenistas, en la Federació Catalana de Pessebristes, en su querida Associació de Pessebristes de Tarragona y en el Museo Internacional de Belenes de Mollina, porque no sólo era un gran gestor sino un maravilloso autor belenista. Una verdadera lástima que su prematura partida no le haya permitido entrar en la Junta Directiva de la UN.FOE.PRAE (Universalis Foederatio Praesepistica), donde sin lugar a dudas también hubiera dejado su impronta.

Gracias a su empeño personal, se ha dado un gran impulso al arte belenista logrando en su corto pero intenso mandato que, por fin, el Ministerio de Cultura inicie el expediente para la declaración del belenismo como Patrimonio Cultural Inmaterial de España, paso necesario previo para su elevación a la UNESCO.

Del mismo modo, ha logrado unir los esfuerzos de todos los belenistas del país en torno al Congreso Internacional que tanto la Federación Española como la Catalana, junto con las asociaciones de Barcelona, Gipuzkoa y las de la sede principal (Sevilla) y subsedes (Mollina, Jerez, San Fernando y Córdoba) organizarán en 2023 para la UN.FOE.PRAE en Andalucía Occidental, su otra «patria», para conmemorar y celebrar los 800 años del milagro de San Francisco en Greccio y aquel primer belén.

Muchas han sido las iniciativas y propuestas en que hemos trabajado conjuntamente para llegar a estos objetivos y ahora Carles nos guiará en el último tramo desde el cielo, junto al Niño Jesús en ese Belén eterno para el que han querido contar con él lo antes posible. Allí en el cielo ganan con su presencia, pero nos dejan un poco huérfanos aquí abajo.

De ahora en adelante Carles, para los belenistas federados y asociados de nuestra generación, es y será nuestra luz, nuestro faro, la Estrella que nos guiará al portal, nuestra rosa blanca en las manos de la figurita del Niño Jesús.

Gracias por habernos dejado formar parte de tu vida, ser amigos tuyos y haber podido compartir sueños y desvelos por nuestra pasión: el Pessebre, el Belén. Siempre estarás con nosotros. GRACIAS POR TODO Y POR TANTO.

Descansa en paz, pero no mucho, que a las fechas en que estamos hay que montar pronto el Belén, aunque sea el celestial.

Pieza musical: Requiem «In Paradisum», Gabriel Fauré

Carles Tarragó Gatell

Carles Tarragó Gatell
18/04/1955 – 01/12/2020


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Eugeni Barandalla Corrons, nombrado presidente en funciones de la Federación Española de Belenistas

01 Dic 20
Presidencia FEB
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Eugeni Barandalla Corrons,
nombrado presidente en funciones de la
Federación Española de Belenistas

Paz y Bien, Querida Familia Belenista:

Ante el dolorosísimo fallecimiento en la tarde de hoy de Carles Tarragó Gatell, presidente de la Federación Española de Belenistas (FEB), que ejercía el cargo en representación de la Associació Pessebrista de Tarragona, el resto de miembros de la Junta Directiva federativa hemos mantenido hace unos minutos una reunión telemática de emergencia.

En dicha reunión, y para evitar un vacío de gestión, se ha tomado el acuerdo de aplicar de forma inmediata lo estipulado en el último párrafo del artículo 30 de los vigentes Estatutos federativos, que literalmente dice:  “El Secretario sustituirá al Presidente en caso de vacante, ausencia o enfermedad y en cualquier otro caso de imposibilidad material”.

Eugeni Barandalla Corrons, nombrado presidente en funciones de la Federación Española de Belenistas

Eugeni Barandalla Corrons,
presidente en funciones de la FEB

Por ello, Eugeni Barandalla Corrons, actual secretario de la FEB y presidente de la Asociación de Belenistas de Madrid, ejercerá su actual cargo federativo a la vez que asume temporalmente las funciones  de presidente de la Federación Española de Belenistas hasta la fecha en que la Associació Pessebrista de Tarragona tome, siempre en un plazo inferior a tres meses, la decisión de, o bien proponer una persona en sustitución de Carles Tarragó Gatell, o bien declinar seguir al frente de la FEB.

En el caso de inclinarse por la segunda opción se abriría un proceso de elecciones a la presidencia de la FEB, según las normas estipuladas en nuestro Reglamento Electoral, en la siguiente Asamblea General, prevista en principio para el próximo 7 de marzo de 2021. Recordamos aquí que el actual mandato federativo comenzó el pasado 17 de junio de 2018 y debería terminar en junio de 2022.

Aprovechamos para elevar nuestras oraciones por el alma de Carles Tarragó y enviar nuestro más afectuoso abrazo tanto a su familia como a todas las personas que componen la Associació Pessebrista de Tarragona y la Federación Española de Belenistas.

En Madrid, a 1 de diciembre de 2020,

Junta Directiva de la Federación Española de Belenistas

Carles Tarragó Gatell

Obituario 2020 – Federación Española de Belenistas – Esta tarde ha fallecido nuestro presidente, Carles Tarragó Gatell

01 Dic 20
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Obituario 2020 – Federación Española de Belenistas
Esta tarde ha fallecido nuestro presidente, Carles Tarragó Gatell

Paz y Bien, Querida Familia Belenista:

Desde esta tarde, la Federación Española de Belenistas y todos amantes del belén nos sentimos un poco huérfanos: Carles Tarragó Gatell, nuestro presidente, ha partido para disfrutar del gran Belén celestial.

Nuestro más cariñoso abrazo a su familia y a toda la familia belenista.

Además de su trabajo desarrollado tanto en la construcción y montaje de pesebres de su querida Associació Pessebrista de Tarragona como en las tareas de gestión al frente de la Federación Española de Belenistas, su pasión por el belén era tal, que le llevaba a coger la maleta todos los años por Navidad y a montarse en el coche para hacer miles de kilómetros, habitualmente entre el 25 y el 31 de diciembre, recorriendo toda España de norte a sur y de este a oeste viendo todos los belenes que podía.

Desde este año no se perderá ninguno de nuestros nacimientos. Nos acompañará en los montajes y los disfrutará desde el cielo.

¡Muchas gracias por tanto, amigo Carles, y cuida de nosotros!

Pieza musical: «Bihar Arte» (Hasta mañana), Kepa Junkera y Cobla Sant Jordi

Carles Tarragó Gatell

Carles Tarragó Gatell
18/04/1955 – 01/12/2020

Isotipo de la Asociación Belenista de Álava

Publicaciones 2020 – Asociación Belenista de Álava – Revista JaiotzAraba n.º 3

01 Dic 20
Presidencia FEB
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Portada de la revista JaiotzAraba nº 3 - Asociación Belenista de Álava (2020)

JaiotzAraba n.º 3 – Asociación Belenista de Álava

La Asociación Belenista de Álava presenta el número 3 de su revista JaiotzAraba, correspondiente a 2020, que tiene el siguiente índice de contenidos y portada:

  • Editorial: Ante el dolor, ilusión
  • Para conocernos
    • Fundación de la Asociación Belenista de Álava, por Pedro Pablo González Mecolay
    • Josetxu Ortiz de Zárate, Trofeo Federación Española de Belenistas 2020
    • Beatriz González Mendívil, Trofeo Padre Juan Cruz Apodaca 2018
    • Pablo López Campos, Trofeo Padre Juan Cruz Apodaca 2019
    • Gorosti Taldea, grupo belenista, por Josean Morlesín Damián
  • Para recordar: Un año difícil y muy especial
    • Pregón de Navidad
    • Encuentro de Asociaciones de la Zona Norte
    • «Abierto por montaje»
    • XXXII Muestra Belenista de Álava y Ruta del Belén
    • Concurso Escolar y Familiar de Belenes
    • Noche del Belén
    • Encuentro con la comunidad musulmana
    • Asamblea General Ordinaria
    • Cursos de Iniciación 2020
    • Actividades suspendidas
    • Participación en el Congreso Nacional Belenista Virtual
    • Preparación de la Campaña de Navidad
  • Para practicar
    • Iniciación al belenismo (III)
      • El proyecto
      • Tabla de medidas
      • Perspectiva
      • Proporciones
    • Cómo hacer y vestir figuras napolitanas, por María Cristina Ferrer García
  • Para conocer
    • Breve historia del belén (III): El desarrollo del belén en Italia, foco de irradiación del belenismo
    • Escenas del ciclo de Navidad (III): «El sueño de San José»
    • Navidad en el arte de la Diócesis de Vitoria: Pinturas de la cúpula del Santuario de Nuestra Señora La Antigua de Orduña, por Ricardo Garay Osma
      • Santuario de Nuestra Señora La Antigua en Orduña
      • Breve historia del Santuario
      • Cúpula del Santuario: ciclo pictórico de la vida de la Virgen
        • Artífice: Pedro López de Robles
        • Aspectos técnicos
        • Iconografía
      • Ciclo de infancia de Cristo
        1. Anunciación – Encarnación
        2. Adoración de los pastores
        3. Adoración de los Reyes Magos – Epifanía
        4. Presentación en el Templo
        5. Huida a Egipto
      • Ciclo de infancia de María
        1. Nacimiento de la Virgen
    • Museo de los Faroles: Iconografía en las carrozas de los Misterios Gozosos. Escenas habituales del arte del belenismo durante el ciclo de la Navidad, por María Camino Urdiain Martínez (en el 125 aniversario de la creación de la Procesión de los Faroles, 1895-2020)
      • Los Misterios Gozosos
      • Aspectos iconográficos de las escenas de los Misterios. La Anunciación y/o Encarnación
      • La Visitación de María a su prima Santa Isabel
      • El Nacimiento del Hijo de Dios
      • La purificación de Nuestra Señora y presentación del Niño en el Templo
      • El Niño Jesús, perdido y hallado en el Templo
      • Colofón
    • Parque de La Florida: 200 años de historias en la historia de la ciudad, por Susana Añarbe
    • La Navidad en Álava (II), por Joaquín Jiménez Martínez (26/07/1921 – 09/08/2019)
  • Para reflexionar
    • ¿Habrá Navidad?, por Alfonso Ruiz de Arcaute
    • Pregón de la Navidad 2019, por Enrike Ruiz de Gordoa (Iglesia del Carmen de Vitoria-Gasteiz, 13/12/2019 – 20:30h)
  • Para celebrar
    • Una cena para compartir:
      • Alcachofas fritas, langostinos y jugo de carne
      • Merluza asada con ragut de guisantes y callos de bacalao
    • Canto de Navidad: «Oi Bethleem», partitura del Padre Donostia
    • La Marimorena, de Kontxi Martínez de Madina Díaz de Otálora
    • El belén de… Iñaki Cerrajería
    • Homenaje a Ibáñez, de Gorosti Taldea
  • Para participar
Portada de la revista JaiotzAraba nº 3 - Asociación Belenista de Álava (2020)

«JaiotzAraba nº 3»
Director: Alfonso Ruiz de Arcaute Cantera
Editor: Asociación Belenista de Álava
Mes y año de edición: 12/2020
Descripción: 80 páginas, 24×17 cm – Encuadernación: rústica
ISBN 13 : N/D – Depósito Legal: VI-1.081/2019
Impresión: Imprenta de la Diputación Foral de Álava


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Imagotipo de la Asociación Belenista de Valladolid

Publicaciones 2020 – Asociación Belenista de Valladolid – Revista ¡Aleluya! n.º 15

27 Nov 20
Presidencia FEB
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Publicaciones 2020 – Asociación Belenista de Valladolid
Revista ¡Aleluya! n.º 15

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidLa Asociación Belenista de Valladolid, con el patrocinio del Ayuntamiento de Valladolid, presenta el número 15 de su revista ¡Aleluya!, correspondiente a 2020, que tiene el siguiente índice de contenidos y portada:

Felicitación de la Casa Real
Editorial, por Félix-Carmelo García Martínez, Presidente de la Asociación Belenista de Valladolid
Saludo del Alcalde de Valladolid, D. Óscar Puente Santiago
Saludo del Obispo auxiliar de Valladolid, D. Luis Javier Argüello García
La cuna de Jesús fue un pesebre, saludo del Arzobispo de Valladolid, Cardenal D. Ricardo Blázquez Pérez
Saludo del Presidente de la Federación Española de Belenistas, D. Carles Tarragó Gatell
Un episodio de la natividad de María: el Dulce Nombre, por Javier Burrieza Sánchez
San José, por Juan María Silvela Miláns del Bosch
San José según la sensibilidad de Pedro de Mena. La última obra maestra josefina llegada a Valladolid, por José Miguel Travieso Alonso
San José en el Nacimiento, por Enrique Roberto Lista García
El belenista, un modo de vivir la fe, por José Andrés Cabrerizo Manchado
La Sagrada Familia de Gregorio Martínez en la iglesia de San Miguel, por Enrique Valdivieso
Vivir la Navidad en tiempo de pandemia, por Ángel Tesedo Fernández
Alegría y dolor en unas navidades atípicas, por Letizia Arbeteta Mira
Amor, sobre todo amor, por Alfonso Ruiz de Arcaute Cantera
San José el Justo, por Juan Giner Pastor
San José nos está esperando, por José Manuel Alonso
La Virgen de Belén. La advocación del retablo flamenco de Laredo, por Carlos Belloso Martín
La fe de San José, por Ciriaco Casquete Román
La Sagrada Familia, espejo para la familia cristiana, por Marta Garay Fernández
Espíritu en días de Navidad, por Elisa Delibes de Castro
La Navidad de hoy y siempre, por Raquel García Velasco
San José, el eterno olvidado, por José Antonio San Martín de la Riva
Y llegó la Navidad, por Pedro Martín Fernández y Manoli Martín
Protejamos el belén, por Jesús Enríquez Tauler
La Navidad del coronel, por Ángela Hernández
A la lumbre del Portal, por Soledad Porras Castro
Entrevista a José Luis Mayo Lebrija, por Modes Calaveras Lora
La imagen de San José en los belenes, por Monserrat Aguado Maté
El Covid-19 nunca podrá matar al villancico, por Alfonso Hernández Martín
Admirable signum, por Manuel de la Peña Valverde
El Espíritu Santo y san José en la Navidad, por José Antonio Escudero
Belenes con aroma a incienso, por Sergio García Saseta
⊗ Poesías:

+ Pastores del mundo (Poema de la Virgen de Belén a los pastores), por José González Torices
+ Dos capotes en la cuna, por Jorge Múrtula Bernabéu
+ Colores para la Navidad, por Jorge Múrtula Bernabéu
+ Al Cristo del consuelo, en su nacimiento, por Miguel Ángel Serna Romo
+ Dices que no logras ver, por Carles Torner Fages
+ A mi Niño y Rey divino, por Lita Barnés Carrasco

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

«¡Aleluya! n.º 15»
Coordinación: Consejo Editorial de la Asociación Belenista de Valladolid
Imagen Portada: Charo Fernández
Editor: Ayuntamiento de Valladolid
Mes y año de edición: 11/2020
Descripción: 64 páginas, 24×16 cm – Encuadernación: rústica
ISBN 13 : N/D – Depósito Legal: VA-1.089/2015
Impresión: Imprenta Municipal
Maquetación: dDC, Daza Diseño y Comunicación

Trofeos Federación Española de Belenistas

Trofeo FEB 2020 – María Dolores Pardo Rodríguez – Asociación de Belenistas de Pozuelo de Alarcón

12 Oct 20
Presidencia FEB
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Trofeo FEB 2020 – María Dolores Pardo Rodríguez – Asociación de Belenistas de Pozuelo de Alarcón

María Dolores Pardo Rodríguez - Trofeo FEB 2020

María Dolores Pardo Rodríguez
Trofeo FEB 2020

Su afición al belenismo viene desde su infancia. Se crió en una familia donde eran 23 niños, siendo ella la mayor de todos; vivían con su abuela y sus tíos, todos en la misma finca, aunque cada uno en su piso, pero tenían un “salón social” para todos, la habitación donde celebraban los cumpleaños de toda la familia (eran 31 en total) y donde se ponía el belén (más tarde cuando llegó la TV, fue la habitación de la tele, porque solo había una para toda la familia, por supuesto en blanco y negro).

La Navidad era una fiesta continua desde el día de la lotería hasta la vuelta al cole, porque cenaban juntos muchos días, con la consiguiente fiesta y cántico de villancicos. A su abuela cada año le regalaban una figura para el belén por su cumpleaños, pero era sorpresa y no se veía hasta el día de la inauguración: los encargados de montar y preparar el belén eran sus tíos Miguel y Eduardo, grandes artistas que sorprendían año tras año. Montaban un artilugio con una olla de barro y unos cables que metían con una manivela en la olla, que contenía agua y sal y de esta forma se hacía de día y de noche: todavía no sabe cómo milagrosamente no salían electrocutados, estamos hablando de los años 50/70 del siglo pasado…

El día de Nochebuena iban todos a Misa del Gallo y después a cantar villancicos al belén de casa hasta que aguantaban.

María Dolores Pardo Rodríguez, “Loli”, una vez casada y formada su familia, siguió con figuras de escayola que ella misma pintaba para su belén.

Se hizo socia de la Asociación de Belenistas de Madrid y allí estuvo durante años, hasta que en un acto conoció a Manolo Sotomayor, que la cautivó y convenció para irse con él a Pozuelo, donde estaba empezando a andar la Asociación de Belenistas de Pozuelo de Alarcón, en la que sigue desde 2007, y conoció a Carlos Sánchez de Roda, Cristina, Juan, y Manolo Martín.

Estuvo varios años perteneciendo a ambas asociaciones, Madrid y Pozuelo, pero finalmente se quedó solamente en Pozuelo, donde se encuentra muy a gusto, siendo actualmente la secretaria de la entidad: aunque somos pocos socios tenemos muy buena relación entre nosotros.

Como ella comenta, ha conocido grandes belenistas y ha visitado sus obras y el venenillo cada vez es mayor, intentando aprender lo más posible de ellos, sus técnicas, sus materiales y la forma de trabajarlos. Intenta ir, siempre que le es posible, a las distintas ferias y talleres que se organizan y tiene relación personal con los belenistas más prestigiosos de la zona de los que siempre aprende algo nuevo.

Para Loli, tener en nuestra Asociación a maestros belenistas como Manolo Sotomayor (DEP) o Carlos Sánchez de Roda en el uso de espejos, en arquitectura bíblica, y pintura, a Manolo Martin en paisaje y corcho y a Carlos Marcos con las nieblas y lejanías, y a todos los demás aportando cada uno lo que mejor sabe hacer, ha sido un gran aliciente y un esfuerzo para intentar parecerse a ellos.

Una de sus creaciones fue crear un grupo de señoras, “Las chicas de diamante“ por su edad, que forman un grupo que preparan y hacen todo tipo de complementos para el belén, los que después vendemos en los mercadillos navideños: se juntan un día a la semana, hacen un picnic y aprovechan para tener una convivencia de amistad, terapia de grupo, recetarios de cocina, consejos familiares y ayuda mutua.

Cada año realiza un diorama con distintas escenas para la Asociación y su posterior exposición en el Ayuntamiento, y por supuesto el belén de su casa del que disfrutan también todos sus nietos.

Por los motivos expuestos, la Asociación de Belenistas de Pozuelo de Alarcón propone a María Dolores Pardo Rodríguez como candidata al Trofeo Federación Española de Belenistas 2020.

Diploma Trofeo FEB 2020 - María Dolores Pardo Rodríguez

Trofeos Federación Española de Belenistas

LVIII Congreso Nacional Belenista (2020) – Trofeo FEB – D. Franz Xaver Weingärtner – Asociación de Belenistas de Sevilla

12 Oct 20
Presidencia FEB
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LVIII Congreso Nacional Belenista
D. FRANZ XAVER WEINGÄRTNER
Trofeo Federación Española de Belenistas 2020 (*)
a propuesta de la
Asociación de Belenistas de Sevilla

Franz Xaver Weingärtner - Trofeo FEB 2020

Franz Xaver Weingärtner
Trofeo FEB 2020

Franz nació el 12 de enero de 1940 en Munich (Alemania). Los primeros años de su vida eran de guerra. Cuando tenía siete años su padre volvió de Rusia y en la Navidad de ese año les hizo un belén para su hermano y para él. Era muy bonito para aquella época. Hoy todavía tiene dos ovejas de aquel belén, que conserva como una joya.

Terminó el colegio con catorce años y comenzó a estudiar la profesión de tornero mecánico. Trabajó en diferentes fábricas para perfeccionarse y tras realizar un examen consiguió el título de Maestro Mecánico.

En los años 60 empezó a montar belenes, para la familia y amigos, de forma autodidacta, gustando mucho aquellas primeras obras.

En el año 1967 se casó con Enriqueta Martín, una estepeña emigrante a la que le gustaban mucho los belenes. Así es como comenzó a montarlos en su propia casa, con las figuras que compraban en sus vacaciones cada año en España. Poco a poco el belén ocupaba más espacio, alcanzando hasta una habitación completa.

Desde el año 2012 es socio de la Asociación de Belenistas de Sevilla, cuando la sede se encontraba en San Gil, en la calle Escoberos, donde aprendió y perfeccionó sus conocimientos belenistas.

Para él todo fue un nuevo mundo y cada día sigue aprendiendo una cosa nueva, lo que le llena de alegría que transmite a todo el que se encuentra a su alrededor.

Pero lo más importante para él son las amistades, esperando que pueda disfrutar de ellas muchos años más.

Enhorabuena, Franz. PAZ Y BIEN.

Por los motivos anteriormente expuestos, la Asociación de Belenistas de Sevilla propone a Franz Xaver Weingärtner como candidato al Trofeo Federación Española de Belenistas 2020.

(*) A causa de la pandemia mundial de Covid-19, la entrega física del Trofeo FEB 2020 ha sido aplazada a 2021, dentro de los actos del LIX Congreso Nacional Belenista que organizará, Dios mediante, la Asociación Cultural Belenista de Córdoba

Diploma Trofeo FEB 2020 - Franz Xaver Weingärtner