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Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

La imagen de San José en los belenes, por Monserrat Aguado Maté

27 Nov 20
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La imagen de San José en los belenes

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidCuando llegan las fechas próximas a la Navidad, los que nos consideramos católicos y creyentes nos afanamos por buscar un lugar “relevante” en nuestros domicilios para colocar nuestro “belén o nacimiento”.

Tenemos noticias de cómo san Francisco dio comienzo a esta costumbre, preparando el primer belén que se afanaron en contemplar extasiados los lugareños de aquella comarca. Es cierto que han cambiado mucho las cosas y que ahora no siempre se contemplan los belenes desde una perspectiva de fe. La cultura y la tradición intervienen mucho en esta actividad. Llama la atención que, en muchos lugares la preparación del pesebre ha dejado de hacerse en las iglesias, y ha pasado a organizarlo las concejalías de cultura de los ayuntamientos.

Imagen de San JoséMuchos nos proponemos crear un belén majestuoso, que llame la atención de nuestras visitas, con grandes paisajes, castillos y cuantas más figuras, mejor. Es suficiente una tarde de paseo por uno de los mercadillos navideños para darnos cuenta de toda la decoración, arquitectura, paisajes y personajes que se van añadiendo cada año a los belenes. Hemos de reconocer que algunos totalmente descontextualizados y fuera de lugar. Prima la creatividad, en el mejor de los casos, o el más puro espíritu consumista.

Nos olvidamos en muchas ocasiones que lo importante es recrear las Sagradas Escrituras para enseñar a nuestros pequeños de dónde viene nuestra fe. Los motivos navideños deben ser catequesis sobre los escasos relatos que se nos han transmitido de los primeros años de la vida de Jesús. Cuando entramos en las iglesias antiguas solemos ver magníficos retablos con alusiones al titular de las mismas, a milagros que realizó o facetas de su vida. También en muchos retablos aparecen momentos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, o de la Virgen María.

Cuando ponemos el “misterio” de nuestro motivo navideño, solemos dar prioridad a la Virgen y al Niño Jesús, pero no hacemos lo mismo con San José. Parece que José aparece como en un segundo plano, un poco por detrás de María y Jesús. También esta disposición puede ser un motivo catequético, como dando a entender que José asume la responsabilidad de cuidar y proteger a Jesús niño, pero que no lo hace desde una realidad de paternidad directa.

José era de familia humilde y el Señor le tenía reservado un papel sobradamente importante en la historia católica. “San José fue, como dice la escritura, ese hombre fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia de la cual también todos formamos parte. Dios lo escogió y lo llenó de gracias para que cumpliera una misión singular y entrañable: la de cuidar del Niño y de su madre.”

Hablamos de María como la primera creyente, porque se fio de la palabra del arcángel y dijo un SÍ con mayúsculas a la voluntad de Dios. En esta misma situación se encuentra José. Es el evangelista Mateo el que nos narra las dudas de José y el propósito que tenía de abandonar a su esposa al enterarse de que estaba esperando un hijo. En este caso es un ángel del Señor el que le invita a fiarse de Dios, a aceptar que el embarazo de María no ha surgido por causas naturales. Y José, hombre de fe, al despertar hizo lo que le había indicado el ángel del Señor.

“Hablar de san José es hablar de fidelidad: siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor” serían las palabras que Dios le diría el día de su tránsito al cielo. Porque nada desvió a san José de su misión en la tierra. ¿Qué otra cosa fue su vida sino una entera dedicación al servicio para el que había sido llamado?”.

En la figura de san José deberían de fijarse muchos padres de familia. Él era un hombre amable y protector con su familia. Por eso creemos que debe dársele la importancia que se merece en nuestros belenes.

Nos llama la atención algún “misterio” en el que aparece san José con el Niño Dios en sus brazos. Lo habitual es que sea la Virgen María quien lo sostenga en su regazo.

Todos los que leemos alguna vez la Biblia sabemos de las dudas que le surgieron cuando el ángel se le apareció en sueños para decirle que confiara en María. Hay que pensar que en aquella época la figura del hombre no era “sumisa” precisamente. Él confió en el Señor y en María.

Son pocos los pasajes de la Biblia en los que se hace referencia a la figura de José pero, en la mayoría de ellos, demuestra la preocupación que tenía por su familia: la persecución de Herodes, huida a Egipto, Jesús perdido en el templo. Se muestra preocupado como cualquier padre.

Monserrat Aguado Maté

La Sagrada Familia

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

Protejamos el belén, por Jesús Enríquez Tauler

27 Nov 20
Presidencia FEB
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Protejamos el belén

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidDentro de las categorías de bienes protegibles, como son los bienes muebles e inmuebles de interés: artístico, histórico, arquitectónico, paleontológico, arqueológico, etnológico, científico o técnico y la riqueza documental, bibliográfica y lingüística, se encuentran también las actividades, usos, costumbres y tradiciones, que identifican un modo de ser y de sentir de grupos y personas que, por su especial significación, merecen la intervención de los poderes públicos para su preservación.

La Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), considera este tipo de elementos como “crisol de la diversidad cultural y garante del desarrollo sostenible”.

En su artículo segundo los define como:

“…los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural.

Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.

A los efectos de la presente Convención, se tendrá en cuenta únicamente el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible.”

Las Naciones Unidas, hasta la fecha, han reconocido 549 de estas actividades como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, procedentes de 127 países. Entre ellas 19 españolas, desde el flamenco y la dieta mediterránea, pasando por el silbo gomero y el canto de la Sibila mallorquín, hasta las Fallas, las tamboradas, los “castells” o el Misterio de Elche.

A final de año, si el virus que nos asola, emboza y confina lo permite, un comité de la UNESCO decidirá nuevas incorporaciones a la lista.

“Presepe” en piedra policromada de Stefano da Putignano, Grottaglie (TA). Foto: Gianluca Ferrulli

“Presepe” en piedra policromada de Stefano da Putignano, Grottaglie (TA)
Foto: Gianluca Ferrulli

En este contexto proteccionista de las más variadas expresiones humanas se pretende, desde Italia, la inclusión del “presepe” en esa selecta relación.

El primero en reivindicarlo ha sido el senador Piero Liuzzi cuando, en las Navidades de 2017, escribiera al presidente del “Senatus” del país transalpino, para abogar por esta noble causa de hacer del belén una muestra de ese acervo intangible a nivel mundial.

En su particular epístola senatorial, el exalcalde de Noci -municipio del área metropolitana de Bari, en el tacón de la península itálica-, reclamaba la acción conjunta de las instituciones del estado y de la propia sociedad italiana para lograrlo.

Belén napolitano

Belén napolitano

Junto al copyright franciscano, el político de la región de Puglia, destacaba las manifestaciones artísticas del belenismo monumental de esta región sureña italiana, en pleno rinascimento adriático, rememorando las figuras de Stefano da Putignano y de Paolo Catalano da Cassano, que inmortalizaron el nacimiento mediante esculturas en piedra calcárea policromada, como el que podemos contemplar en la Iglesia del Carmen en Grottaglie, obra del primero de ellos en el Cinquecento.

A su iniciativa se han sumado las del Comune de Greccio, de la provincia de La Campania -para la exaltación del belén napolitano- y el impulso del propio papa Francisco, con su carta apostólica sobre el significado y el valor de la representación del nacimiento de Jesús, titulada “Admirabile signum” (dada en el Santuario del Pesebre el 1 de diciembre de 2019).

Mientras llega esa declaración internacional, creo que no estaría de más impulsar la protección del belén en nuestra comunidad autónoma. La ley 12/2002, de 11 de julio, de Patrimonio Cultural de Castilla y León, también permite declarar como Bien de Interés Cultural (BIC) el patrimonio inmaterial de nuestra región, a la que sin duda alguna pertenece la tradición belenística.

Reúne todos los requisitos para ello. Es una tradición absolutamente relevante y singular que, de innegable raigambre cristiana, ha sido capaz de trascender el hecho religioso para convertirse en uso y costumbre, cuasi universal, tanto en el ámbito privado como público, con motivo de las fiestas navideñas.

Más aún, se trata de una expresión que ha superado su originaria concepción figurativa, para llegar a personificarse mediante la escenificación humana del misterio, en forma de belenes vivientes en no pocas poblaciones y en múltiples ámbitos como las escuelas, las calles y las plazas, sirviendo incluso de reclamo turístico y dinamización de la economía.

No parece que en Castilla ni en León se pueda hablar a lo largo de la historia de una industria de especial relevancia artística, asociada a la producción de los elementos propios del arte figurativo del belén, ni por la calidad de los materiales ni por el valor intrínseco de sus creaciones. Lo cierto es que no hace falta para su declaración como BIC.

Lo en verdad esencial es la actividad en sí. Su significación y arraigo social a través de los siglos. Su mixtión con la forma de exteriorizar sentimientos y celebraciones de nuestra comunidad.

Al contrario de lo sucedido en Andalucía o en el levante español tras la llegada al trono de Carlos III y, con él, “la moda” del belén napolitano, la creación de figuras y otros elementos complementarios de la representación del nacimiento del hijo de Dios en nuestras tierras, siguió siendo el propio de una alfarería tosca y asociada en gran medida al mundo rural.

En casi todos los alfares había este tipo de producción, generalmente de barro crudo, para abastecer un mercado local que demandaba, cada año, la reposición de piezas rotas o la incorporación de otras nuevas.

En nuestra provincia se tienen presentes en la memoria los de Alaejos, Portillo o Tiedra, entre otros, al igual que en diferentes lugares a lo largo y ancho de la meseta norte, como el municipio leonés de Jiménez de Jamuz, el segoviano de Coca y ciertas poblaciones de la provincia de Zamora, por citar algunos de los más significados.

Tan solo algunas familias acomodadas adquirían piezas de mayor valor para sus belenes domésticos. Una veces importadas de Italia, otras compradas en España, hechas por lo común en cerámica policromada e incluso entreveradas con tejidos y ropajes.

Hoy en día, sólo unos pocos alfares de los más de treinta que se conservan activos, mantienen creaciones belenísticas.

Belén de Pilar Tirados. Foto: Gianluca Ferrulli

Belén de Pilar Tirados. Foto: Gianluca Ferrulli

Pilar Tirados en Coladilla (León) es una de estas “artesanas modernas”, que hacen perdurar esta costumbre manufacturera en su taller de cerámica de la Plaza del Caño, de una forma tan simpática como renovada, cuasi naíf.

La declaración de Bien de Interés Cultural del Belén la puede promover cualquier persona física o jurídica, además de la propia administración autonómica.

Desde esta tribuna que me brinda esta noble asociación, hago un llamamiento público para promover la declaración del Belén como BIC. Corren tiempos de tentaciones iconoclastas. Momentos de paradojas y confusiones, que lo mismo invitan a retirar crucifijos de los colegios, que a vestir a los hijos de San José, de Virgen o Niño, en nombre de un laicismo excluyente difícilmente compatible con la tolerancia que predica la UNESCO y un elemental sentido de concordia.

Los bienes declarados de interés cultural gozan de la máxima protección y tutela, y su utilización está siempre subordinada a que no se pongan en peligro sus valores.

Con estas garantías, se pondría fin a las muestras de intransigencia e intolerancia de algunas minorías, que pretenden acabar con una de nuestras tradiciones más entrañables haciendo mofa del nacimiento con “descomposiciones,” que tan solo pretenden dividir a la sociedad y ridiculizar nuestras costumbres.

Sobran argumentos. ¡Protejamos el Belén!

Jesús Enríquez Tauler
Abogado y amante de Valladolid

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San José el Justo, por Juan Giner Pastor

27 Nov 20
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San José el Justo

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEn el relato evangélico de la concepción virginal de María el evangelista Mateo atribuye a José el título de justo (Mt 1, 19). ¿Cómo se manifiesta la justicia en José? En otras palabras, ¿qué sentido tiene el título justo dado al padre de Jesús? Los padres de la Iglesia discrepan cuando tratan de explicar la justicia de José. San Justino dice que José mereció el título de justo por el hecho de observar la ley. La ley obligaba a repudiar a María, su esposa, considerada como adúltera. José encubre esa justicia legal, que tanto le atormentaba, haciendo uso de su bondad natural: «resolvió repudiarla en secreto».

San Jerónimo escribe cómo José sabía que María era virgen y casta, pero se sorprendió al saber que estaba encinta. La justicia de José consistió en defender la reputación de María. Otros padres de la Iglesia opinan que José era justo por haber acatado la palabra de Dios que le fue dirigida por medio del ángel: «José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido por ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús» (Mt 1, 20).

José, descendiente del rey David, recibió el encargo de hacerse padre del Niño, es decir, de adoptarle legalmente, dándole el nombre de Jesús y haciéndole participar de la descendencia de David.

Detalle de un diorama realizado por Juan Giner y figuras a palillo de M. Castells, con san José sujetando a un perro con una herida en la pata derecha, que el Niño Jesús está lavando y la Virgen lleva un ánfora con agua

Detalle de un diorama realizado por Juan Giner y figuras a palillo de M. Castells, con san José sujetando a un perro con una herida en la pata derecha, que el Niño Jesús está lavando y la Virgen lleva un ánfora con agua

Hay en José una gran capacidad para escuchar en su interior. Por eso surge dentro de él la lógica y la fuerza para afrontar las grandes decisiones y pone enseguida a disposición de los designios divinos su libertad, su legítima vocación humana, su fidelidad conyugal. Su aceptación de Dios se traduce en disponibilidad para las cosas que se refieren a su servicio.

Así, la Justicia de José consiste en haber entrado en el plan de Dios, prestando obediencia a la orden recibida de Dios por medio del ángel: «a quien pondrás por nombre Jesús». En efecto, el privilegio de dar nombre al recién nacido incumbía al padre.

José es el jefe de la Sagrada Familia. Muy pronto los célebres sueños, en los que se le aparece el ángel del Señor, cederán el lugar al trabajo cotidiano en Nazaret, que asegurará al Hijo de Dios hecho hombre el sustento diario. José trabaja en Nazaret para procurar el pan de cada día. En aquel tiempo Nazaret era una aldea perdida, un oscuro lugarejo. Así y todo, Nazaret, cuando Dios lo quiso, llegó a ser el centro del mundo y de la Historia. Allí ocurrió el misterioso momento de la Encarnación del Verbo. Allí, durante treinta años, vivió Jesús con María y José, el carpintero. José fue un modesto obrero de aldea que vivía del trabajo de sus manos. Y a Jesús se le conocía por el «hijo del carpintero».

No deja de ser realidad que la pobreza y el trabajo manual fueron elegidos voluntariamente por Dios para su Hijo hecho Hombre. Con miras a esto, el hogar, donde había de nacer para la Historia, fue el de un humilde artesano. Jesús aprendió el mismo oficio que su padre, José. Y el clima doméstico que vivió, la estrechez económica y el rudo trabajo tuvieron más tarde su proyección sobre el mensaje y las obras de Jesús: predilección por los humildes, por los económicamente débiles. En esto algo debió a su padre legal, José, y a su madre María. Ahí está uno de nuestra sangre, un hombre a secas, José, para decirnos con su vida que el área de trabajo no ha sido excluida del cultivo de la mirada de Dios, y que las manos encallecidas merecen gratitud.

Juan Giner Pastor
Maestro Mayor Belenista, Medalla UN-FOE-PRAE 2000,
Insignia de Oro FEB 2004 y Trofeo FEB 1981

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

Alegría y dolor en unas navidades atípicas, por Letizia Arbeteta Mira

27 Nov 20
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Alegría y dolor en unas navidades atípicas

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidDesde hace varios años la dirección de esta revista me invita a escribir algún breve artículo en sus páginas, y procuro escoger temas distintos, que no hayan sido publicados, temas siempre relacionados con la naturaleza original del belén como tradición secular de la Europa cristiana y católica, vistos desde la mirada imparcial del investigador, que toma nota de los hechos sin proyectar en ello sus creencias personales.

Llegado diciembre, el belén se instala en nuestras casas, los templos y las calles, pero su razón de ser y su presencia son cada vez más difíciles de explicar a generaciones cuya educación en Humanidades ha sido sustituida por aprendizajes que se consideran más útiles en este mundo cambiante.

Ya he relatado en diferentes ocasiones cómo esta representación -en principio didáctica y simbólica- de hechos que son la base de una creencia religiosa, ha ido perdiendo con el tiempo su conexión con el espectador, incapaz de leer su mensaje visual, lo que ha llevado a una simplificación progresiva de su guion original (que no es otro que el relato de los evangelios), al tiempo que proliferan detalles y soluciones plásticas que se alejan cada vez más de lo que antes era fundamental, la visualización de que la Humanidad tenía un valedor, un Redentor, en definitiva, que no estaba sola, por lo que el belén era un recordatorio de que no debemos dejarnos vencer por el mal y la desgracia, una puerta abierta a la esperanza y la alegría.

Siguiendo con ese papel de fiel notario que se atribuye todo estudioso de un fenómeno, creo que los belenes de este año 2020 han de pasar a la historia, pues nuestra sociedad, al igual que la mayoría de las del globo, ha padecido una dura prueba que afecta a todas las actividades y pensamientos de la especie humana en su conjunto. Son tiempos de cambio y de cambio profundo.

Alegría y dolor en unas navidades atípicasLa pandemia se ha llevado más de un millón de muertos y sigue amenazando nuestras vidas y las de nuestros seres queridos. La situación es tan nueva que los poderes públicos nunca se han enfrentado a nada semejante. Improvisan, aciertan y fracasan en una rueda experimental cuyo resultado aún desconocemos. En definitiva, estamos todos con la espada sobre nuestras cabezas, pendiente de un hilo, sin que nadie se sienta a salvo.

Este año muchos habrán renunciado a poner el belén, o quizás lo hagan para que, al igual que en tiempos de guerra, los pequeños no perciban la angustia y el miedo de los mayores. Porque estamos en manos de la muerte, que es como decir, para el creyente, en manos de Dios.

Me pregunto cómo serían las Navidades en Europa cuando caían miles de vidas segadas durante la Peste Negra o la gripe mal llamada española. El alejamiento del grupo, la necesidad de aislarse, el dolor por familiares fallecidos o enfermos, el terror de los vivos frente a lo maligno y desconocido quizás se manifestara, con relación a la Navidad, de forma similar a aquellos famosos “Cristos de la peste”, representados en el paroxismo del sufrimiento.

De hecho, la unión personal con la figura e imagen de Cristo doliente ha sido una constante en la literatura mística cristiana, difícil de entender para quien no conoce (o desprecia por primitiva) la mentalidad de las sociedades del pasado, para las que la creencia religiosa era una realidad indiscutible.

En ese contexto, recordemos un dato básico de la historia del Belén, como es el hecho de su origen dramático, la representación teatral, de la que el propio Nacimiento es una imagen a pequeña escala y petrificada.

La relación sufrimiento-curación, destrucción-salvación, resignación-esperanza, está presente en la religiosidad cristiana, sea popular u ortodoxa. Profetas y sibilas anuncian la llegada de Jesús, pero también su pasión y muerte, es el león poderoso que, convertido en débil cordero, se dirige voluntariamente al ara de sacrificio, lavando con su sangre los pecados humanos.

Es el rey que nace entre las bestias del establo, es el que muere y finalmente resucita, con toda su gloria y majestad.

Por eso, los belenes antiguos solían estar acordes con lo que se predicaba desde los púlpitos, y, desde al menos el siglo XV en nuestras tierras y hasta hoy en la Europa Central, se introducían elementos penitenciales y pasionales en los nacimientos, además de información adicional que hiciera visible, a la primera hojeada, el argumento completo de la historia de Salvación humana que en ellos se relataba.

Episodios como Adán y Eva en el Paraíso, la Expulsión o el Sacrificio de Isaac, representaban la antigua Alianza, mientras que la vida de Jesús se complementaba con escenas significativas, además de las básicas del ciclo de la Infancia (Natividad, Adoración de los pastores, Epifanía, Degollación de los inocentes, Huida a Egipto…). Estas escenas se elegían por su carácter simbólico, subrayando conceptos no tan evidentes, como la Divina Sabiduría (Jesús entre los Doctores), la Gracia (Jesús y la samaritana), la Eucaristía (las Bodas de Canaán, la Última Cena), etc., para finalizar con los cuadros propios de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús.

Imágenes de eremitas, como la Magdalena, san Antonio o san Jerónimo (o simplemente un ermitaño), cobijados en sus cuevas, además de una serie de animales y plantas simbólicas, completaban estos escenarios cada vez más complejos.

La lectura de todo ello era simple y reconfortante: sufres, pero no será para siempre; el dolor es pasajero pero la alegría es duradera. Hoy, la muerte reina en el mundo, pero mañana será vencida definitivamente. Te lo garantiza el propio Dios, que ha ofrecido su vida a cambio de la tuya.

Las inquietudes actuales, tales como el desarraigo, la emigración y la pobreza, han llamado la atención de algunos sectores al identificarlas con ciertas escenas del belén, a las que se añade un discurso que, a veces, supera el ámbito religioso para adquirir connotaciones políticas.

Por el contrario, la situación de las comunidades nativas en algunas zonas geográficas, especialmente América Latina, han creado híbridos de belenes indigenistas, con su expresionismo reivindicativo. La situación de los católicos africanos o naturales de zonas en conflicto como Oriente Medio, o grandes países donde son minoría, caso de China o la India, también se refleja en sus interpretaciones, a veces ofrecidas en comercio como meros productos artísticos o decorativos, en los que muy pocos pueden atisbar la dura situación de los autores o sus paisanos. Basta una mirada superficial para condenarlos al silencio.

En resumen, saco a colación todo esto para recordar al lector que, tras la apariencia idílica del belén, se esconde mucho dolor. Y mucha esperanza.

¿Cómo serán nuestros belenes 2020?

¿Iguales a los de todos los años, en busca de la normalidad, es decir, como siempre? ¿Intentado con su presencia que se olvide la situación dolorosamente excepcional que estamos viviendo, amenazada nuestra salud, nuestro pan y nuestro futuro?

¿Recordaremos en ellos lo que ya no ha de volver o miraremos hacia adelante?

¿Seremos capaces de unirnos con la Humanidad doliente y crear lazos de esperanza?

Lector, tú decides.

Sea como sea, una cosa está clara: los belenes 2020 no serán belenes de una campaña más: formarán parte de la Historia.

Letizia Arbeteta Mira
Doctora en Historia del Arte

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

El belenista, un modo de vivir la fe, por José Andrés Cabrerizo Manchado

27 Nov 20
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El belenista, un modo de vivir la fe

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEl belenista ¿nace o se hace? Quizá la pregunta no esté bien formulada, porque la respuesta es obvia: no nacemos siendo belenistas. Pero pienso que en muchos casos también es evidente que, siendo un acto voluntario, frecuentemente tiene mucho que ver con el nacer, con algo que alguien ha puesto en nosotros como una semilla y que nosotros hemos de desarrollar. En este sentido podemos establecer, salvando las distancias, un paralelismo con el bautismo, donde está claro que la gracia se transmite con la administración del sacramento, pero la vivencia de la fe depende en gran medida de lo que los padres trasmitan a los hijos.

Ciertamente, muchos llegan al mundo de los nacimientos por un algo estético o cultural: un día, por casualidad, entran en una iglesia o una sala de exposiciones y se ven impactados por un monumental montaje que recrea las escenas del nacimiento de Jesús y eso puede llevarle a desear más, a ver más pesebres, a leer sobre el cómo surge y se desarrolla esa tradición, cuáles son sus momentos más importantes, etc. En el mejor de los casos esa persona incluso puede acabar instalando en su casa un nacimiento, de mayor o menor calidad dependiendo de las habilidades de cada uno y de las posibilidades económicas.

Belén popular

Otro tipo de belenistas es aquél que desde siempre ha vivido esa tradición, ese paralelismo que decía que existe con el bautismo. Lo más normal es que en este caso el nacimiento sea un fenómeno netamente religioso, de fe, vinculado a una vivencia generalmente familiar y también eclesial, donde lo importante de la Navidad no es tanto el aspecto social y convivencial (¡cuánto lo vamos a echar de menos en este año del Covid!), sino el saber que esa representación del nacimiento de Cristo nos habla de la cercanía de Dios. Estoy convencido que el verdadero belenista corresponde a este tipo de persona que ha mamado la importancia de ese encuentro de Dios con el hombre casi desde que tiene memoria. Voy a narrar mi experiencia personal.

Recuerdo perfectamente cuándo y cómo se inició el montaje del nacimiento en mi casa. Tenía entonces seis años y una tarde de aquellos diciembres de entonces, de niebla y frío, mi madre decidió que íbamos a montar un nacimiento en casa. Compramos en una pequeña papelería que había en la calle Mantería un misterio de plástico, los reyes con sus camellos y pajes, cinco pastores, tres ovejas y dos patos (todo eso existe todavía). Hizo dos casas con cartón rizado de embalaje y un pequeño redil con palillos e hilo; la cueva y las montañas con aquellas escorias de la caldera de carbón. Para mi hermano y para mí fue el gran acontecimiento de aquel año… y de los años siguientes. Puntualmente, el día que nos daban las vacaciones de Navidad, al llegar del colegio por la tarde, encontrábamos a mi madre poniendo el nacimiento en la entrada de casa. Las vacaciones se pasaban moviendo las figuras y jugando con ellas, intentando colocarlas después en su sitio.

Uno se hace mayor y aquel nacimiento “infantil” dio paso a la colocación del Misterio de Ortigas; pero siempre quedó el recuerdo de aquel nacimiento de la infancia y el deseo de volver a vivir y hacer vivir esa escena del Dios con nosotros en la humildad de nuestra carne. Tras un cursillo que la Asociación Belenista Castellana nos dio en mi cofradía de N. P. Jesús Resucitado y María Santísima de la Alegría, comencé a montar el nacimiento en la iglesia de las Calderonas, tarea en la que estuve unos diez años. Después, en el Seminario, durante el tiempo que pasé estudiando allí, lo montaba en el pasillo de los mayores”; al año siguiente ya pusieron otro “los pequeños” en el vestíbulo. Paralelamente, en mi casa, aquel Misterio de Ortigas fue poblándose de más personajes, pastores, reyes y animales y sigue creciendo hasta hoy. La misma tradición se ha instalado en casa de mi hermano desde que formó su familia.

Detalles de un belén popular

Como sacerdote, he intentado fomentar todo lo posible el cultivo del nacimiento allí donde he sido destinado, en la mayoría de los lugares ya existía su montaje. Cómo olvidar a Mari y a Mari Carmen y su belén del “huevo frito” en el Pedroso de la Abadesa; Conchita del Montico en San Miguel del Pino; Angelines y Mari Nieves en Villamarciel; Ino (q.e.p.d.) y Lorenzo con su nacimiento de ferralla en Santo Domingo de Guzmán; Fernando en la Parroquia del Salvador… En los últimos años el empeño ha sido ir montándolo en la Catedral, comprando poco a poco figuras de José Luis Mayo y contando con la inestimable ayuda de la Asociación Belenista de Valladolid.

Estoy convencido de que esta pasión por el Nacimiento ha sido uno de los grandes regalos que Dios ha querido hacerme y que es un instrumento privilegiado de evangelización, que hace salir del secularismo y consumismo al que tantas veces reducimos la Navidad. También es un modo de vivir la fe, ya que durante el tiempo en el que las figuras, el musgo y el serrín se encuentran en un rincón de casa, éste se convierte en una capilla donde orar y sentir más de cerca al Dios que se ha hecho carne por nosotros.

José Andrés Cabrerizo Manchado
Deán de la Santa Iglesia Catedral de Valladolid

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

La cuna de Jesús fue un pesebre, por D. Ricardo Blázquez Pérez

27 Nov 20
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La cuna de Jesús fue un pesebre

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidTodo nacimiento de un niño es alumbramiento; la madre lo da a luz. El niño abre los ojos a la luz del día y los papás quedan deslumbrados por el hijo que les ha nacido. Navidad es la celebración del nacimiento de un Niño único, el Salvador del mundo.

El nacimiento y la muerte de Jesús son ante celebrados en la Liturgia; por su parte, la piedad ha ampliado su irradiación en los «nacimientos» o «belenes», y en las procesiones de la Semana Santa, El nacimiento de Jesús fue narrado por el Evangelio en los siguientes términos: «María dio a luz a su hijo, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2, 7). Los nacimientos que podemos visitar en el tiempo de Navidad orientan nuestra mirada al establo donde está acostado Jesús, atendido por María y protegido por José.

Dos circunstancias del nacimiento de Jesús quiero hoy subrayar: Jesús nació como un niño de una familia pobre, no tuvo donde reclinar la cabeza (cf. Lc 9, 52) y murió despojado en la cruz. Siendo rico como Hijo de Dios eligió ser pobre por nosotros (cf.2 Cor 8, 9). Y sobre la otra circunstancia nos dice el Evangelio que fue perseguido por Herodes apenas nacido, que fue rechazado y que fue condenado a muerte como un malhechor. En el horizonte lejano del Niño Jesús se vislumbra la cruz (cf. Lc 2, 34-35). El Evangelio, en medio del encanto de un niño recién nacido, cuyo lenguaje es la sonrisa y el llanto, nos muestra a Jesús pobre y entregado a la muerte. Desde el comienzo de su vida nos enseña el Evangelio como fue la misión de Jesús, nuestro Salvador.

Yo deseo que cuantos adoramos al Niño en Navidad, aprendamos la doble lección que nos da: sobriedad ante el dinero y ayuda a los que padecen hambre, soledad y desamparo de cara al futuro. Recordando la huida a Egipto de José y María para salvar al Niño amenazado, acojamos a los que vienen hasta nosotros pidiendo trabajo y protección (cf. Mt 2, 13-18).

Agradezco a los “belenistas» que con su arte y piedad nos prestan un precioso servicio en la celebración de Navidad. También este año de pandemia podemos felicitarnos porque ha nacido el Salvador.

+ Monseñor Ricardo Blázquez Pérez
Cardenal Arzobispo de Valladolid