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Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 16 - Asociación Belenista de Valladolid (2021)

Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

26 Nov 21
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Valladolid, tierra de San José

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 16 (2021) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEl Año de San José que propuso y estableció el papa Francisco para el tiempo que ha trascurrido desde el 8 de diciembre de 2020 hasta la misma fecha de 2021, nos ha permitido reflexionar acerca de su papel evangélico pero también de sus presencias. Y utilizando la clásica expresión de “España y Andalucía, tierra de María” que un semanasantero de aquellas tierras usa sin miramientos, podemos afirmar que “Valladolid es tierra de San José”, por las vinculaciones históricas que a continuación vamos a destacar, lo que no impide que en otros lugares encontremos numerosas coincidencias de estas circunstancias. Será en Ávila y en 1562, donde la madre Teresa de Jesús -vecina de honor de esta ciudad del Pisuerga- fundó el primer convento puesto bajo la advocación del patriarca San José, en un momento de revitalización o de impulso como nunca había existido de su devoción. Tras aquellos cinco años, que la reformadora carmelita considerará de gran importancia para su vida espiritual, será Medina del Campo la segunda localidad, villa de las ferias, donde se establezca un nuevo convento de San José, en 1567: “y tomé por abogado y señor al glorioso San José -escribía en el Libro de la Vida (6,6)-, y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido […] pero a este glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuánto le pide”.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

San José y el Niño, 1623,
de Gregorio Fernández,
en la cuarta Fundación Teresa de Jesús

No ocurrirá lo mismo, con respecto a San José, en la cuarta fundación teresiana, la de Valladolid, porque ésta dispuso de la advocación de la Concepción del Carmen. Sin embargo, si nos acercamos a la pequeña iglesia de este convento -el edificio actual lo ocupan las monjas desde febrero de 1569-, en un retablo presidido por la Inmaculada Concepción, a su lado se encuentra la magnífica obra de Gregorio Fernández en la cual San José se convierte en “custodio y ayo” del Niño Jesús. Una talla realizada en 1623, -después encontraremos en ella el modelo para la Sagrada Familia de los expósitos-, de acuerdo a la documentación que de ella pudo analizar en el archivo conventual el historiador carmelita fray Juan Luis Rodríguez: “digo yo gregorio fernández […] rrecibí quatrocientos rreales de nuestra madre Juana de Jesús priora de las madres carmelitas descalças desta ciudad para en quenta de un San Josef questoy aciendo”; “entendí que tenía mucha obligación de servir a San José –escribía la madre Teresa—; porque muchas veces yendo perdida del todo; por sus ruegos me tornaba Dios a dar salud” (Cuentas de conciencia, 30).

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

San José del Carmen Extramuros,
realizado en el siglo XVIII

Los frailes carmelitas descalzos no tardaron en fundar en Valladolid -en 1581 con un traslado dos años más tarde-. Lo conoció la madre Teresa de Jesús, dentro de una ciudad universitaria como a ella le gustaban, mucho más alejado del espíritu rigorista que estaba triunfando entre la reforma masculina del Carmelo, gracias al convento de San Pedro de Pastrana. Lo que el convento vallisoletano estaba alejado era del núcleo urbano más poblado. Bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, ya en el siglo XVIII habría de contar con una magnífica imagen de San José, esta vez con el Niño Jesús casi recién nacido, en sus brazos, como sucedía en aquella centuria de revitalización ilustrada de la infancia y de las relaciones paternofiliales. Como hemos aprendido de la bibliografía josefina de Teófanes Egido, el protagonismo del padre en las escenas del nacimiento fue aumentando desde el humanismo, así como acercándose al Niño en gestos de afecto. Se le representa joven y vigoroso, repleto de ternura hacia su hijo, y recibe también la de Jesús que extiende los brazos hacia el rostro paterno. Procedía de la antigua capilla de este convento de frailes dedicada a San Joaquín, Santa Ana y Nuestra Señora de la Mano, que fue fabricada en 1739. Por eso se piensa que esta imagen pudo ser realizada hacia 1740 y se le pone en relación con el círculo de Luis Salvador Carmona, natural de Nava del Rey. Sobre su cabeza lleva una corona con resplandor, que fue donada en 1868 por Mariana Brochado, cuando los carmelitas habían sido exclaustrados y desamortizados.

No dejamos a Gregorio Fernández, para definir devociones en el Valladolid del seiscientos, porque para la cofradía de San José de los Niños Expósitos, realizó el magnífico paso –para el 19 de marzo de 1621– de la Sagrada Familia, muy documentada desde los días de las investigaciones de José Martí y Monsó. En la antigua y tristemente derribada iglesia de San Lorenzo, desde la que se conocía como nave de la Virgen del Pozo, se accedía a la capilla propia de esta cofradía de San José, Nuestra Señora de la Gracia y Niños Expósitos. El grupo procesional fue realizado en 1620. Puso mucho interés el escultor en detallar los recursos que debía aportar la policromía, perfectamente establecidos para con su amigo, el pintor Diego Valentín Díaz… “y dixere el dicho Gregorio Fernández como persona que desea sus figuras luzcan bien y salgan como cosa de sus manos”. La cofradía de los expósitos fue muy importante en la asistencia social hacia una población tan desatendida, tan abundante, tan esencial para proporcionar con su bautismo primero, con su cuidado físico después, la salvación que no era un “negocio” baladí. Estos expósitos eran los “hijos de San José”.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

Sagrada Familia de Jesús,
atribuida a Alonso de Rozas y Juan de Ávila,
en el Real Colegio de los Ingleses

Será una iconografía con notable éxito, ésta de la Sagrada Familia, la Trinidad terrenal como podemos comprobar en escultores seguidores del maestro Fernández, en la iglesia que impulsó para el seminario de Ingleses el jesuita Manuel de Calatayud, muy probablemente con la participación de Alonso de Rozas y Juan de Ávila. Se disponían en retablos frontales, en un espacio central arquitectónico: por una parte la Sagrada Familia de Jesús y por otra la Sagrada Familia de María, esta última con Santa Ana y San Joaquín. Esta presencia doble la volvemos a encontrar en los medallones de los retablos colaterales de la iglesia penitencial de Jesús, sede de aquella cofradía, hoy del Cristo del Despojo y del propio San José, de nuevo con el Niño en sus brazos. Fue el cofrade Pedro González el que expuso la necesidad de que se hiciese un “San Joseph de bulto del tamaño natural” en correspondencia a la imagen de la Virgen María en el misterio de la Navidad para los retablos barrocos que fueron sustituidos por los neoclásicos actuales. Una realización encomendada a Manuel de Ávila, de familia de escultores -hijo de Juan de Ávila-, también cofrade, el cual se ofreció a realizarla gratuitamente con todas sus habilidades, mientras se le eximiese de servir en el cargo de alcalde, concediéndole honores de diputado. Hasta entonces, ese colateral en la iglesia estaba ocupado con el anterior Cristo del Despojo. La cofradía le abonó los gastos de la madera. En los primeros días de la “Guerra de la Independencia”, este San José fue situado en el balcón de las antiguas Casas Consistoriales, junto al estandarte de la Fe del Tribunal de la Inquisición de Valladolid, como símbolo de la primera resistencia frente a los ejércitos franceses invasores.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

Muerte de San José, 1668,
de Diego Díez Ferreras,
en la Capilla de San José de las Angustias

En el ámbito gremial también encontraremos al santo patriarca con la cofradía de los entalladores que pudo ser establecida a finales del XVI, muy representativa en la realidad josefina según Sandra de Arriba -autoridad en la iconografía de San José-. Inicialmente, integró a los oficiales carpinteros de todos los rangos aunque, desde 1692, se observa una mayor asociación con los maestros entalladores e imagineros. Coincidía con su nueva ubicación en la penitencial de las Angustias y desde la parroquia de Santiago, gracias al impulso del entallador Antonio López. Aquella capilla del lado del Evangelio del templo penitencial se dispuso para su enterramiento y el de su esposa Isabel de Valcárcel. El propio maestro realizó la escultura siguiendo el modelo de Fernández. Diego Díez Ferreras pintó dos escenas encantadoras de la cotidianidad de la Sagrada Familia en el taller de Nazareth o la muy devocional de la muerte de San José, acompañado de Cristo y de su esposa María, que para algo era patrono de la Buena Muerte -advocación de una Congregación vinculada con los jesuitas del colegio de San Ignacio y con su imprenta, en la actual parroquia de san Miguel-.

Sin embargo, la gran obra con esta temática de la “Muerte de San José” será la que realizó Francisco de Goya para la nueva iglesia monástica de las monjas bernardas de San Joaquín y Santa Ana -en uno de los retablos de la Epístola-, el templo encomendado por Carlos III a su arquitecto real Francisco Sabatini, con pinturas del mencionado maestro aragonés y de su cuñado Ramón Bayeu, igualmente encargadas por el rey.

Artículo - Valladolid, tierra de San José, por Javier Burrieza Sánchez

Grabado de la disposición original de
San José en la Iglesia de Jesús con el
Medallón de la Sagrada Familia de Jesús

A San José lo encontraremos encima de la puerta de la iglesia del Colegio de la Compañía de María, Orden de Nuestra Señora, templo neogótico bendecido a finales del siglo XIX. Con la calle de San José nos referimos al Asilo de su advocación que tenían las Hermanitas de los Pobres entre esa vía y la antiguamente denominada de García Morato. Estas religiosas se establecieron en la ciudad, en febrero de 1881, para atender a los ancianos desvalidos, como relata Juan Agapito y Revilla, gracias a la protección de Clara Flaquer, esposa del marqués de la Vega Inclán, capitán general de Castilla la Vieja -los padres del muy prestigiado impulsor del turismo cultural, Benigno de la Vega Inclán-. Tuvieron varias ubicaciones hasta el proyecto del edificio por Jerónimo Ortiz de Urbina en el llamado “Campo de Béjar”. Hermanitas de los Pobres que se fiaron de la protección del Santo Patriarca que, para entonces, ya era “patrono universal de la Iglesia” -por deseo del papa Pío IX en 1870-. Presidió la sencilla capilla de estas monjas y también el patio. Un edificio que fue concluido con los dineros de un senador del Reino, José de la Cuesta y Santiago. Algo tendría que ver el nombre de este nuevo protector. Después este Asilo de San José se trasladó a la salida de las Delicias. Precisamente a ese barrio pertenecía la Hermandad ferroviaria de la Sagrada Familia, con gran importancia en la cofradía penitencial de la Exaltación de la Cruz (desde 1944), ambas en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de las Delicias y con un bellísimo estandarte donde se representaba el trabajo del Taller de Nazareth.

Volvemos con sumo gusto a los frailes carmelitas pero esta vez a los que se establecieron desde finales del siglo XIX, y por iniciativa de los terciarios, en el antiguo monasterio de San Benito el Real. Allí, y de la mano de fray José Antonio del Niño Jesús Carrasco, se fundó el Centro Josefino Español en los años cuarenta del siglo XX. Entonces, era una parte esencial de la muy floreciente Asociación Josefina -que también tuvo desde 1946 una cofradía penitencial en la del Santo Sepulcro-. Se trata de un ámbito único en el conocimiento, análisis, investigación y publicación acerca del patriarca San José, con dos revistas, la científica “Estudios Josefinos” y la devocional y propagandística “Mensajero de San José”. Así pues, en este Centro Josefino, podemos encontrar desde el primer libro sobre San José que se imprimió, hasta un notable número de folletos devocionales, tratados, sin olvidar el estudio de la iconografía. Todo ello será una parte, importante de esta presencia josefina, porque en los días de la Navidad, San José se encontrará en todos los belenes de los hogares cristianos.

Javier Burrieza Sánchez
Profesor Titular de Historia Moderna de la Universidad de Valladolid

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 16 - Asociación Belenista de Valladolid (2021)

San José en el nacimiento de Jesús, por P. Román Llamas OCD

26 Nov 21
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San José en el nacimiento de Jesús

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 16 (2021) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidSan José con su esposa María ha llegado a Belén, obedeciendo la orden del Emperador romano de que todos los ciudadanos de su imperio se empadronasen cada uno en su ciudad de origen. José era descendiente de David.

Y estando en Belén le llegó a María la hora de dar a luz al fruto que llevaba en su vientre. Se puso el bueno de José a buscar casa, pero no había lugar para ellos en el alojamiento. Y encuentra una pobre cueva en los entornos de Belén. La limpia, la adereza, la prepara -José era carpintero-, la asea, para que, aunque en lugar pobre, el Hijo de Dios nazca en una casa limpia y reluciente. El que va nacer es la Hermosura, la Belleza de Dios Padre.

San José vive el misterio del nacimiento de Jesús en una intimidad muy íntima con María, su esposa, y abundan en los mismos sentimientos de pasmo y asombro y de alegría y gozo. Aunque el ángel le ha dicho que imponga el nombre de Jesús al niño recién nacido de María, porque salvará su pueblo de sus pecados, al tenerle delante de sí no puede menos de pasmarse y maravillarse junto con María, y caer de rodillas en una actitud gozosa de adoración y en un éxtasis de amor ante la Grandeza, la Belleza y la Fuerza de aquel Niño, amor de sus amores, hijo suyo por serlo de su esposa María, que absorbe totalmente todas las aspiraciones, deseos y sentimientos de su corazón de padre.

Ha bajado al mundo en carne humana la bondad, la benignidad, la ternura infinita de Dios, y él es su padre por designio de Dios, que le casó con la Virgen María antes que naciese el Niño. Caen en un silencio adorante y profundo, lleno y largo que es la más bella alabanza, porque es la que se canta eternamente en el seno de la beatísima Trinidad y vale más que mil palabras. San José se sabe y se siente el padre más feliz del mundo.

Y en la pobreza de la cueva y la ausencia de allegados y conocidos reina una alegría inmensa e indescriptible en los corazones de José y de María. Ha nacido el Salvador del mundo y con su nacimiento, como canta la Kalenda de Navidad, el Padre bueno del cielo ha consagrado al mundo con su misericordiosísima Natividad. Con el nacimiento de Jesús se ha borrado el pecado del mundo. Ha nacido el AMOR. Aquella noche oscura y fría queda calentada e iluminada por la Luz eterna, que es aquel Hijo, más luminosa que mil soles. Y no importa que el Niño llore. Sus lágrimas producen pasmo y maravilla en el corazón de ambos al ver el trueque que se hacía: el llanto del hombre en Dios y en el hombre, en ellos mismos, la alegría desbordada.

Artículo - San José en el nacimiento de Jesús, por el Padre Román Llamas, OCD

«El sueño de san José»» (1791-1792)
Vicente López Portaña
Óleo sobre papel pegado en cartón, 27 x 19 cm
Museo Nacional del Prado

José toma al Niño de manos de María, se lo come a besos, se explaya con él. ¿Qué cosas le diría al Niño, hijo suyo, con la certeza de que el Niño le entiende? Te quiero, amor mío… le besaría y abrazaría tiernamente; no llores, cariño, que tu madre está durmiendo… me gustaría que en lugar de un establo esto fuese un palacio, y rápidamente cae en la cuenta de que en palacio es donde está el rey y este establo es un palacio porque en él está el Rey Jesús. Entre las muchas y hermosísimas cosas que de San José describe José de Valdivieso, gran devoto del Santo, en su Josefina, encontramos esta estrofa admirable: “Adora, reverencia, abraza, besa,/ gorgea, requiebra, alegra y enamora,/ al Niño pobre que por Dios confiesa,/ y el rico Dios que entre pañales mora./ Gózase la bellísima Princesa,/ viendo a José que de contento llora,/ y tomando al infante soberano,/ volvió a las pajas al precioso grano” (Canto 14).

De su corazón y de sus labios sale el nombre de Jesús, nombre que tenía que imponerle, según la revelación del ángel: Jesús mi vida, Jesús mi amor… y del corazón y los labios de María. Escribe San Juan de Ávila: “Contó el uno al otro el dulce nombre de Jesús que el ángel les había dicho que pusiesen al Niño después de nacido; y fue un particular gozo entre ellos de oír nombre tan excelente y consolativo, como Jesús, que quiere decir Salvador… Salvador de los pecados” (Sermón de San José). Y este nombre sobre todo nombre es al corazón jubiloso de ambos más dulce que un panal de miel, más armonioso que mil melodías, más deleitable que todos los contentos del mundo.

¡Oh la Navidad de San José!, prolongada por muchos días, vivida toda interiormente en el corazón con una actitud de pasmo y maravilla, de intensidad de alegría y gozo inefables y de adoración extática en profundo silencio amoroso.

Padre Román Llamas, OCD

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 16 - Asociación Belenista de Valladolid (2021)

Un Niño nos ha nacido, por D. Ricardo Blázquez Pérez

26 Nov 21
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Un Niño nos ha nacido

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 16 (2021) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEn nuestro entorno hay señales que anuncian la proximidad de Navidad. Las luces de las ciudades se encienden para llamarnos la atención y disponer los ánimos, para poner el “nacimiento” en las casas, para soñar con los regalos y preparar las comidas de familia. La fiesta de Navidad anticipadamente emite sus señales. Estas señales son irradiación de un foco de luz que no debe pasar inadvertido. ¿Quién ha nacido para que celebremos tantos su nacimiento? Según la Liturgia “un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado”, que es el Hijo de Dios y el salvador de los hombres.

Navidad es particularmente una fiesta de familia y de modo singular de los niños. Preparamos sobre todo los regalos para los niños y también los adultos agradecemos el recuerdo testificado con un obsequio. Pues bien, yo quiero dirigirme con estas líneas especialmente a los niños para felicitarles por sus regalos, para invitarles a pensar en los niños pobres y sin hogar, y para anunciarles que en el pesebre del establo de Belén hay recostado un Niño, que es en persona un regalo de Dios. “Pues hacemos alegrías / cuando nace uno de nos, / ¿qué haremos naciendo Dios?, cantamos con un entrañable villancico. No olvidéis, queridos niños, que Jesús es el Regalo que da sentido a todos los regalos e ilumina las fiestas de Navidad. Os felicito, queridos amigos pequeños, y a vuestros padres.

En el ámbito de Navidad celebramos también la fiesta de la Sagrada Familia, formada por José, María y Jesús y, por ello, ejemplo de las familias cristianas. Deseamos que nuestras familias reciban luz en sus oscuridades, calor en la intemperie y fortaleza en la debilidad que durante la pandemia hemos palpado y todavía debemos vigilar y estar atentos. Pedimos a Dios que la luz encendida en Belén, con el Niño Jesús pobre y frágil, ilumine las tinieblas que nos envuelven. Pido a los papás y abuelos que antes de la cena de Navidad lean el pasaje del evangelio de San Lucas en que se narra el nacimiento de Jesús como luz en medio de la noche y como canto de paz (cf. Lc. 2, 8-20). Porque Navidad es fiesta de Luz, encendemos luces en nuestras ciudades y pueblos; porque es fiesta de alegría, cantamos villancicos niños y adultos, porque es fiesta de paz, nos unimos fraternalmente. El nacimiento de un niño es gozo en la familia; y el nacimiento del Niño Jesús es gozo para todas las familias. Queridos niños, Jesús es vuestro hermanito que viene a vivir con vosotros; acogedlo con el corazón y con un beso de vuestros labios. Las fiestas de Navidad son una preciosa oportunidad para que los padres y abuelos inicien a los niños y nietos en la relación con el Niño Jesús y con su madre la Virgen María. ¡Que los signos familiares y sociales de Navidad sean comprendidos como derivación del nacimiento de Jesús que es su origen!

Jesús, nacido en Belén, es muestra viviente del amor de Dios Padre; es el fruto bendito de la Virgen María. Cuando se agosta o congela el amor, Navidad es fuente de frescura y calidez, de gozo y alegría, de perdón y de reconciliación, de paz y de esperanza. Navidad es una fuente de donde brota el amor que renueva nuestro corazón. “Noche de Dios, noche de paz; / claro sol brilla ya”. “Nos ha nacido un niño; un hijo se nos dio; / hoy brilla la esperanza de nuestra salvación”.

Queridos niños, queridas familias, os deseo una Navidad feliz, llena de concordia y de alegría.

Valladolid, Navidad de 2021

+ Cardenal Ricardo Blázquez Pérez
Arzobispo Metropolitano de Valladolid

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 16 - Asociación Belenista de Valladolid (2021)

Oración a San Francisco, por César de Pedro García

26 Nov 21
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Oración a San Francisco

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 16 (2021) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidPAZ Y BIEN

Santo por su buen hacer ayudando a todos sin interés
Amante de todo lo creado: personas, flores, animales, enemigos
Nada le turbaba, era decidido, valiente

Fue un hombre muy introvertido, supo escuchar a Jesucristo
Renunció a la vida fácil, para darse a los demás
Aceptó todo lo que el Señor le indicaba
Nada le importaba, orar toda la noche por lo que amaba
Cuando el Señor le dice que repare la Iglesia, él la arregla
Iglesia no era el edificio, si no, enseñar el bien
Sólo Francisco es capaz de hacer pensar, si lo sabemos escuchar
Como San Francisco nos enseña a todos nosotros la…
Orden franciscana seglar, debemos tener todo esto en cuenta

Dedicarnos de todo corazón a imitar en lo posible al Santo
Entender a las demás personas, que están contigo sin criticar

Ayudar en lo posible a la Iglesia y feligreses que lo necesiten
Siempre tener una palabra amable en el momento necesario
Inspirar confianza y amor, para todos los que nos rodean
Seguro que haciendo esto, sin orgullo, con humildad, como lo hacia nuestro San Francisco, seríamos mucho más felices. Hermanos, imitémoslo

César de Pedro García

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

La imagen de San José en los belenes, por Monserrat Aguado Maté

27 Nov 20
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La imagen de San José en los belenes

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidCuando llegan las fechas próximas a la Navidad, los que nos consideramos católicos y creyentes nos afanamos por buscar un lugar “relevante” en nuestros domicilios para colocar nuestro “belén o nacimiento”.

Tenemos noticias de cómo san Francisco dio comienzo a esta costumbre, preparando el primer belén que se afanaron en contemplar extasiados los lugareños de aquella comarca. Es cierto que han cambiado mucho las cosas y que ahora no siempre se contemplan los belenes desde una perspectiva de fe. La cultura y la tradición intervienen mucho en esta actividad. Llama la atención que, en muchos lugares la preparación del pesebre ha dejado de hacerse en las iglesias, y ha pasado a organizarlo las concejalías de cultura de los ayuntamientos.

Imagen de San JoséMuchos nos proponemos crear un belén majestuoso, que llame la atención de nuestras visitas, con grandes paisajes, castillos y cuantas más figuras, mejor. Es suficiente una tarde de paseo por uno de los mercadillos navideños para darnos cuenta de toda la decoración, arquitectura, paisajes y personajes que se van añadiendo cada año a los belenes. Hemos de reconocer que algunos totalmente descontextualizados y fuera de lugar. Prima la creatividad, en el mejor de los casos, o el más puro espíritu consumista.

Nos olvidamos en muchas ocasiones que lo importante es recrear las Sagradas Escrituras para enseñar a nuestros pequeños de dónde viene nuestra fe. Los motivos navideños deben ser catequesis sobre los escasos relatos que se nos han transmitido de los primeros años de la vida de Jesús. Cuando entramos en las iglesias antiguas solemos ver magníficos retablos con alusiones al titular de las mismas, a milagros que realizó o facetas de su vida. También en muchos retablos aparecen momentos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, o de la Virgen María.

Cuando ponemos el “misterio” de nuestro motivo navideño, solemos dar prioridad a la Virgen y al Niño Jesús, pero no hacemos lo mismo con San José. Parece que José aparece como en un segundo plano, un poco por detrás de María y Jesús. También esta disposición puede ser un motivo catequético, como dando a entender que José asume la responsabilidad de cuidar y proteger a Jesús niño, pero que no lo hace desde una realidad de paternidad directa.

José era de familia humilde y el Señor le tenía reservado un papel sobradamente importante en la historia católica. “San José fue, como dice la escritura, ese hombre fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia de la cual también todos formamos parte. Dios lo escogió y lo llenó de gracias para que cumpliera una misión singular y entrañable: la de cuidar del Niño y de su madre.”

Hablamos de María como la primera creyente, porque se fio de la palabra del arcángel y dijo un SÍ con mayúsculas a la voluntad de Dios. En esta misma situación se encuentra José. Es el evangelista Mateo el que nos narra las dudas de José y el propósito que tenía de abandonar a su esposa al enterarse de que estaba esperando un hijo. En este caso es un ángel del Señor el que le invita a fiarse de Dios, a aceptar que el embarazo de María no ha surgido por causas naturales. Y José, hombre de fe, al despertar hizo lo que le había indicado el ángel del Señor.

“Hablar de san José es hablar de fidelidad: siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor” serían las palabras que Dios le diría el día de su tránsito al cielo. Porque nada desvió a san José de su misión en la tierra. ¿Qué otra cosa fue su vida sino una entera dedicación al servicio para el que había sido llamado?”.

En la figura de san José deberían de fijarse muchos padres de familia. Él era un hombre amable y protector con su familia. Por eso creemos que debe dársele la importancia que se merece en nuestros belenes.

Nos llama la atención algún “misterio” en el que aparece san José con el Niño Dios en sus brazos. Lo habitual es que sea la Virgen María quien lo sostenga en su regazo.

Todos los que leemos alguna vez la Biblia sabemos de las dudas que le surgieron cuando el ángel se le apareció en sueños para decirle que confiara en María. Hay que pensar que en aquella época la figura del hombre no era “sumisa” precisamente. Él confió en el Señor y en María.

Son pocos los pasajes de la Biblia en los que se hace referencia a la figura de José pero, en la mayoría de ellos, demuestra la preocupación que tenía por su familia: la persecución de Herodes, huida a Egipto, Jesús perdido en el templo. Se muestra preocupado como cualquier padre.

Monserrat Aguado Maté

La Sagrada Familia

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

Protejamos el belén, por Jesús Enríquez Tauler

27 Nov 20
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Protejamos el belén

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidDentro de las categorías de bienes protegibles, como son los bienes muebles e inmuebles de interés: artístico, histórico, arquitectónico, paleontológico, arqueológico, etnológico, científico o técnico y la riqueza documental, bibliográfica y lingüística, se encuentran también las actividades, usos, costumbres y tradiciones, que identifican un modo de ser y de sentir de grupos y personas que, por su especial significación, merecen la intervención de los poderes públicos para su preservación.

La Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), considera este tipo de elementos como “crisol de la diversidad cultural y garante del desarrollo sostenible”.

En su artículo segundo los define como:

“…los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural.

Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.

A los efectos de la presente Convención, se tendrá en cuenta únicamente el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible.”

Las Naciones Unidas, hasta la fecha, han reconocido 549 de estas actividades como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, procedentes de 127 países. Entre ellas 19 españolas, desde el flamenco y la dieta mediterránea, pasando por el silbo gomero y el canto de la Sibila mallorquín, hasta las Fallas, las tamboradas, los “castells” o el Misterio de Elche.

A final de año, si el virus que nos asola, emboza y confina lo permite, un comité de la UNESCO decidirá nuevas incorporaciones a la lista.

“Presepe” en piedra policromada de Stefano da Putignano, Grottaglie (TA). Foto: Gianluca Ferrulli

“Presepe” en piedra policromada de Stefano da Putignano, Grottaglie (TA)
Foto: Gianluca Ferrulli

En este contexto proteccionista de las más variadas expresiones humanas se pretende, desde Italia, la inclusión del “presepe” en esa selecta relación.

El primero en reivindicarlo ha sido el senador Piero Liuzzi cuando, en las Navidades de 2017, escribiera al presidente del “Senatus” del país transalpino, para abogar por esta noble causa de hacer del belén una muestra de ese acervo intangible a nivel mundial.

En su particular epístola senatorial, el exalcalde de Noci -municipio del área metropolitana de Bari, en el tacón de la península itálica-, reclamaba la acción conjunta de las instituciones del estado y de la propia sociedad italiana para lograrlo.

Belén napolitano

Belén napolitano

Junto al copyright franciscano, el político de la región de Puglia, destacaba las manifestaciones artísticas del belenismo monumental de esta región sureña italiana, en pleno rinascimento adriático, rememorando las figuras de Stefano da Putignano y de Paolo Catalano da Cassano, que inmortalizaron el nacimiento mediante esculturas en piedra calcárea policromada, como el que podemos contemplar en la Iglesia del Carmen en Grottaglie, obra del primero de ellos en el Cinquecento.

A su iniciativa se han sumado las del Comune de Greccio, de la provincia de La Campania -para la exaltación del belén napolitano- y el impulso del propio papa Francisco, con su carta apostólica sobre el significado y el valor de la representación del nacimiento de Jesús, titulada “Admirabile signum” (dada en el Santuario del Pesebre el 1 de diciembre de 2019).

Mientras llega esa declaración internacional, creo que no estaría de más impulsar la protección del belén en nuestra comunidad autónoma. La ley 12/2002, de 11 de julio, de Patrimonio Cultural de Castilla y León, también permite declarar como Bien de Interés Cultural (BIC) el patrimonio inmaterial de nuestra región, a la que sin duda alguna pertenece la tradición belenística.

Reúne todos los requisitos para ello. Es una tradición absolutamente relevante y singular que, de innegable raigambre cristiana, ha sido capaz de trascender el hecho religioso para convertirse en uso y costumbre, cuasi universal, tanto en el ámbito privado como público, con motivo de las fiestas navideñas.

Más aún, se trata de una expresión que ha superado su originaria concepción figurativa, para llegar a personificarse mediante la escenificación humana del misterio, en forma de belenes vivientes en no pocas poblaciones y en múltiples ámbitos como las escuelas, las calles y las plazas, sirviendo incluso de reclamo turístico y dinamización de la economía.

No parece que en Castilla ni en León se pueda hablar a lo largo de la historia de una industria de especial relevancia artística, asociada a la producción de los elementos propios del arte figurativo del belén, ni por la calidad de los materiales ni por el valor intrínseco de sus creaciones. Lo cierto es que no hace falta para su declaración como BIC.

Lo en verdad esencial es la actividad en sí. Su significación y arraigo social a través de los siglos. Su mixtión con la forma de exteriorizar sentimientos y celebraciones de nuestra comunidad.

Al contrario de lo sucedido en Andalucía o en el levante español tras la llegada al trono de Carlos III y, con él, “la moda” del belén napolitano, la creación de figuras y otros elementos complementarios de la representación del nacimiento del hijo de Dios en nuestras tierras, siguió siendo el propio de una alfarería tosca y asociada en gran medida al mundo rural.

En casi todos los alfares había este tipo de producción, generalmente de barro crudo, para abastecer un mercado local que demandaba, cada año, la reposición de piezas rotas o la incorporación de otras nuevas.

En nuestra provincia se tienen presentes en la memoria los de Alaejos, Portillo o Tiedra, entre otros, al igual que en diferentes lugares a lo largo y ancho de la meseta norte, como el municipio leonés de Jiménez de Jamuz, el segoviano de Coca y ciertas poblaciones de la provincia de Zamora, por citar algunos de los más significados.

Tan solo algunas familias acomodadas adquirían piezas de mayor valor para sus belenes domésticos. Una veces importadas de Italia, otras compradas en España, hechas por lo común en cerámica policromada e incluso entreveradas con tejidos y ropajes.

Hoy en día, sólo unos pocos alfares de los más de treinta que se conservan activos, mantienen creaciones belenísticas.

Belén de Pilar Tirados. Foto: Gianluca Ferrulli

Belén de Pilar Tirados. Foto: Gianluca Ferrulli

Pilar Tirados en Coladilla (León) es una de estas “artesanas modernas”, que hacen perdurar esta costumbre manufacturera en su taller de cerámica de la Plaza del Caño, de una forma tan simpática como renovada, cuasi naíf.

La declaración de Bien de Interés Cultural del Belén la puede promover cualquier persona física o jurídica, además de la propia administración autonómica.

Desde esta tribuna que me brinda esta noble asociación, hago un llamamiento público para promover la declaración del Belén como BIC. Corren tiempos de tentaciones iconoclastas. Momentos de paradojas y confusiones, que lo mismo invitan a retirar crucifijos de los colegios, que a vestir a los hijos de San José, de Virgen o Niño, en nombre de un laicismo excluyente difícilmente compatible con la tolerancia que predica la UNESCO y un elemental sentido de concordia.

Los bienes declarados de interés cultural gozan de la máxima protección y tutela, y su utilización está siempre subordinada a que no se pongan en peligro sus valores.

Con estas garantías, se pondría fin a las muestras de intransigencia e intolerancia de algunas minorías, que pretenden acabar con una de nuestras tradiciones más entrañables haciendo mofa del nacimiento con “descomposiciones,” que tan solo pretenden dividir a la sociedad y ridiculizar nuestras costumbres.

Sobran argumentos. ¡Protejamos el Belén!

Jesús Enríquez Tauler
Abogado y amante de Valladolid

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

San José el Justo, por Juan Giner Pastor

27 Nov 20
Presidencia FEB
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San José el Justo

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEn el relato evangélico de la concepción virginal de María el evangelista Mateo atribuye a José el título de justo (Mt 1, 19). ¿Cómo se manifiesta la justicia en José? En otras palabras, ¿qué sentido tiene el título justo dado al padre de Jesús? Los padres de la Iglesia discrepan cuando tratan de explicar la justicia de José. San Justino dice que José mereció el título de justo por el hecho de observar la ley. La ley obligaba a repudiar a María, su esposa, considerada como adúltera. José encubre esa justicia legal, que tanto le atormentaba, haciendo uso de su bondad natural: «resolvió repudiarla en secreto».

San Jerónimo escribe cómo José sabía que María era virgen y casta, pero se sorprendió al saber que estaba encinta. La justicia de José consistió en defender la reputación de María. Otros padres de la Iglesia opinan que José era justo por haber acatado la palabra de Dios que le fue dirigida por medio del ángel: «José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido por ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús» (Mt 1, 20).

José, descendiente del rey David, recibió el encargo de hacerse padre del Niño, es decir, de adoptarle legalmente, dándole el nombre de Jesús y haciéndole participar de la descendencia de David.

Detalle de un diorama realizado por Juan Giner y figuras a palillo de M. Castells, con san José sujetando a un perro con una herida en la pata derecha, que el Niño Jesús está lavando y la Virgen lleva un ánfora con agua

Detalle de un diorama realizado por Juan Giner y figuras a palillo de M. Castells, con san José sujetando a un perro con una herida en la pata derecha, que el Niño Jesús está lavando y la Virgen lleva un ánfora con agua

Hay en José una gran capacidad para escuchar en su interior. Por eso surge dentro de él la lógica y la fuerza para afrontar las grandes decisiones y pone enseguida a disposición de los designios divinos su libertad, su legítima vocación humana, su fidelidad conyugal. Su aceptación de Dios se traduce en disponibilidad para las cosas que se refieren a su servicio.

Así, la Justicia de José consiste en haber entrado en el plan de Dios, prestando obediencia a la orden recibida de Dios por medio del ángel: «a quien pondrás por nombre Jesús». En efecto, el privilegio de dar nombre al recién nacido incumbía al padre.

José es el jefe de la Sagrada Familia. Muy pronto los célebres sueños, en los que se le aparece el ángel del Señor, cederán el lugar al trabajo cotidiano en Nazaret, que asegurará al Hijo de Dios hecho hombre el sustento diario. José trabaja en Nazaret para procurar el pan de cada día. En aquel tiempo Nazaret era una aldea perdida, un oscuro lugarejo. Así y todo, Nazaret, cuando Dios lo quiso, llegó a ser el centro del mundo y de la Historia. Allí ocurrió el misterioso momento de la Encarnación del Verbo. Allí, durante treinta años, vivió Jesús con María y José, el carpintero. José fue un modesto obrero de aldea que vivía del trabajo de sus manos. Y a Jesús se le conocía por el «hijo del carpintero».

No deja de ser realidad que la pobreza y el trabajo manual fueron elegidos voluntariamente por Dios para su Hijo hecho Hombre. Con miras a esto, el hogar, donde había de nacer para la Historia, fue el de un humilde artesano. Jesús aprendió el mismo oficio que su padre, José. Y el clima doméstico que vivió, la estrechez económica y el rudo trabajo tuvieron más tarde su proyección sobre el mensaje y las obras de Jesús: predilección por los humildes, por los económicamente débiles. En esto algo debió a su padre legal, José, y a su madre María. Ahí está uno de nuestra sangre, un hombre a secas, José, para decirnos con su vida que el área de trabajo no ha sido excluida del cultivo de la mirada de Dios, y que las manos encallecidas merecen gratitud.

Juan Giner Pastor
Maestro Mayor Belenista, Medalla UN-FOE-PRAE 2000,
Insignia de Oro FEB 2004 y Trofeo FEB 1981

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

Alegría y dolor en unas navidades atípicas, por Letizia Arbeteta Mira

27 Nov 20
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Alegría y dolor en unas navidades atípicas

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidDesde hace varios años la dirección de esta revista me invita a escribir algún breve artículo en sus páginas, y procuro escoger temas distintos, que no hayan sido publicados, temas siempre relacionados con la naturaleza original del belén como tradición secular de la Europa cristiana y católica, vistos desde la mirada imparcial del investigador, que toma nota de los hechos sin proyectar en ello sus creencias personales.

Llegado diciembre, el belén se instala en nuestras casas, los templos y las calles, pero su razón de ser y su presencia son cada vez más difíciles de explicar a generaciones cuya educación en Humanidades ha sido sustituida por aprendizajes que se consideran más útiles en este mundo cambiante.

Ya he relatado en diferentes ocasiones cómo esta representación -en principio didáctica y simbólica- de hechos que son la base de una creencia religiosa, ha ido perdiendo con el tiempo su conexión con el espectador, incapaz de leer su mensaje visual, lo que ha llevado a una simplificación progresiva de su guion original (que no es otro que el relato de los evangelios), al tiempo que proliferan detalles y soluciones plásticas que se alejan cada vez más de lo que antes era fundamental, la visualización de que la Humanidad tenía un valedor, un Redentor, en definitiva, que no estaba sola, por lo que el belén era un recordatorio de que no debemos dejarnos vencer por el mal y la desgracia, una puerta abierta a la esperanza y la alegría.

Siguiendo con ese papel de fiel notario que se atribuye todo estudioso de un fenómeno, creo que los belenes de este año 2020 han de pasar a la historia, pues nuestra sociedad, al igual que la mayoría de las del globo, ha padecido una dura prueba que afecta a todas las actividades y pensamientos de la especie humana en su conjunto. Son tiempos de cambio y de cambio profundo.

Alegría y dolor en unas navidades atípicasLa pandemia se ha llevado más de un millón de muertos y sigue amenazando nuestras vidas y las de nuestros seres queridos. La situación es tan nueva que los poderes públicos nunca se han enfrentado a nada semejante. Improvisan, aciertan y fracasan en una rueda experimental cuyo resultado aún desconocemos. En definitiva, estamos todos con la espada sobre nuestras cabezas, pendiente de un hilo, sin que nadie se sienta a salvo.

Este año muchos habrán renunciado a poner el belén, o quizás lo hagan para que, al igual que en tiempos de guerra, los pequeños no perciban la angustia y el miedo de los mayores. Porque estamos en manos de la muerte, que es como decir, para el creyente, en manos de Dios.

Me pregunto cómo serían las Navidades en Europa cuando caían miles de vidas segadas durante la Peste Negra o la gripe mal llamada española. El alejamiento del grupo, la necesidad de aislarse, el dolor por familiares fallecidos o enfermos, el terror de los vivos frente a lo maligno y desconocido quizás se manifestara, con relación a la Navidad, de forma similar a aquellos famosos “Cristos de la peste”, representados en el paroxismo del sufrimiento.

De hecho, la unión personal con la figura e imagen de Cristo doliente ha sido una constante en la literatura mística cristiana, difícil de entender para quien no conoce (o desprecia por primitiva) la mentalidad de las sociedades del pasado, para las que la creencia religiosa era una realidad indiscutible.

En ese contexto, recordemos un dato básico de la historia del Belén, como es el hecho de su origen dramático, la representación teatral, de la que el propio Nacimiento es una imagen a pequeña escala y petrificada.

La relación sufrimiento-curación, destrucción-salvación, resignación-esperanza, está presente en la religiosidad cristiana, sea popular u ortodoxa. Profetas y sibilas anuncian la llegada de Jesús, pero también su pasión y muerte, es el león poderoso que, convertido en débil cordero, se dirige voluntariamente al ara de sacrificio, lavando con su sangre los pecados humanos.

Es el rey que nace entre las bestias del establo, es el que muere y finalmente resucita, con toda su gloria y majestad.

Por eso, los belenes antiguos solían estar acordes con lo que se predicaba desde los púlpitos, y, desde al menos el siglo XV en nuestras tierras y hasta hoy en la Europa Central, se introducían elementos penitenciales y pasionales en los nacimientos, además de información adicional que hiciera visible, a la primera hojeada, el argumento completo de la historia de Salvación humana que en ellos se relataba.

Episodios como Adán y Eva en el Paraíso, la Expulsión o el Sacrificio de Isaac, representaban la antigua Alianza, mientras que la vida de Jesús se complementaba con escenas significativas, además de las básicas del ciclo de la Infancia (Natividad, Adoración de los pastores, Epifanía, Degollación de los inocentes, Huida a Egipto…). Estas escenas se elegían por su carácter simbólico, subrayando conceptos no tan evidentes, como la Divina Sabiduría (Jesús entre los Doctores), la Gracia (Jesús y la samaritana), la Eucaristía (las Bodas de Canaán, la Última Cena), etc., para finalizar con los cuadros propios de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús.

Imágenes de eremitas, como la Magdalena, san Antonio o san Jerónimo (o simplemente un ermitaño), cobijados en sus cuevas, además de una serie de animales y plantas simbólicas, completaban estos escenarios cada vez más complejos.

La lectura de todo ello era simple y reconfortante: sufres, pero no será para siempre; el dolor es pasajero pero la alegría es duradera. Hoy, la muerte reina en el mundo, pero mañana será vencida definitivamente. Te lo garantiza el propio Dios, que ha ofrecido su vida a cambio de la tuya.

Las inquietudes actuales, tales como el desarraigo, la emigración y la pobreza, han llamado la atención de algunos sectores al identificarlas con ciertas escenas del belén, a las que se añade un discurso que, a veces, supera el ámbito religioso para adquirir connotaciones políticas.

Por el contrario, la situación de las comunidades nativas en algunas zonas geográficas, especialmente América Latina, han creado híbridos de belenes indigenistas, con su expresionismo reivindicativo. La situación de los católicos africanos o naturales de zonas en conflicto como Oriente Medio, o grandes países donde son minoría, caso de China o la India, también se refleja en sus interpretaciones, a veces ofrecidas en comercio como meros productos artísticos o decorativos, en los que muy pocos pueden atisbar la dura situación de los autores o sus paisanos. Basta una mirada superficial para condenarlos al silencio.

En resumen, saco a colación todo esto para recordar al lector que, tras la apariencia idílica del belén, se esconde mucho dolor. Y mucha esperanza.

¿Cómo serán nuestros belenes 2020?

¿Iguales a los de todos los años, en busca de la normalidad, es decir, como siempre? ¿Intentado con su presencia que se olvide la situación dolorosamente excepcional que estamos viviendo, amenazada nuestra salud, nuestro pan y nuestro futuro?

¿Recordaremos en ellos lo que ya no ha de volver o miraremos hacia adelante?

¿Seremos capaces de unirnos con la Humanidad doliente y crear lazos de esperanza?

Lector, tú decides.

Sea como sea, una cosa está clara: los belenes 2020 no serán belenes de una campaña más: formarán parte de la Historia.

Letizia Arbeteta Mira
Doctora en Historia del Arte

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

El belenista, un modo de vivir la fe, por José Andrés Cabrerizo Manchado

27 Nov 20
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El belenista, un modo de vivir la fe

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidEl belenista ¿nace o se hace? Quizá la pregunta no esté bien formulada, porque la respuesta es obvia: no nacemos siendo belenistas. Pero pienso que en muchos casos también es evidente que, siendo un acto voluntario, frecuentemente tiene mucho que ver con el nacer, con algo que alguien ha puesto en nosotros como una semilla y que nosotros hemos de desarrollar. En este sentido podemos establecer, salvando las distancias, un paralelismo con el bautismo, donde está claro que la gracia se transmite con la administración del sacramento, pero la vivencia de la fe depende en gran medida de lo que los padres trasmitan a los hijos.

Ciertamente, muchos llegan al mundo de los nacimientos por un algo estético o cultural: un día, por casualidad, entran en una iglesia o una sala de exposiciones y se ven impactados por un monumental montaje que recrea las escenas del nacimiento de Jesús y eso puede llevarle a desear más, a ver más pesebres, a leer sobre el cómo surge y se desarrolla esa tradición, cuáles son sus momentos más importantes, etc. En el mejor de los casos esa persona incluso puede acabar instalando en su casa un nacimiento, de mayor o menor calidad dependiendo de las habilidades de cada uno y de las posibilidades económicas.

Belén popular

Otro tipo de belenistas es aquél que desde siempre ha vivido esa tradición, ese paralelismo que decía que existe con el bautismo. Lo más normal es que en este caso el nacimiento sea un fenómeno netamente religioso, de fe, vinculado a una vivencia generalmente familiar y también eclesial, donde lo importante de la Navidad no es tanto el aspecto social y convivencial (¡cuánto lo vamos a echar de menos en este año del Covid!), sino el saber que esa representación del nacimiento de Cristo nos habla de la cercanía de Dios. Estoy convencido que el verdadero belenista corresponde a este tipo de persona que ha mamado la importancia de ese encuentro de Dios con el hombre casi desde que tiene memoria. Voy a narrar mi experiencia personal.

Recuerdo perfectamente cuándo y cómo se inició el montaje del nacimiento en mi casa. Tenía entonces seis años y una tarde de aquellos diciembres de entonces, de niebla y frío, mi madre decidió que íbamos a montar un nacimiento en casa. Compramos en una pequeña papelería que había en la calle Mantería un misterio de plástico, los reyes con sus camellos y pajes, cinco pastores, tres ovejas y dos patos (todo eso existe todavía). Hizo dos casas con cartón rizado de embalaje y un pequeño redil con palillos e hilo; la cueva y las montañas con aquellas escorias de la caldera de carbón. Para mi hermano y para mí fue el gran acontecimiento de aquel año… y de los años siguientes. Puntualmente, el día que nos daban las vacaciones de Navidad, al llegar del colegio por la tarde, encontrábamos a mi madre poniendo el nacimiento en la entrada de casa. Las vacaciones se pasaban moviendo las figuras y jugando con ellas, intentando colocarlas después en su sitio.

Uno se hace mayor y aquel nacimiento “infantil” dio paso a la colocación del Misterio de Ortigas; pero siempre quedó el recuerdo de aquel nacimiento de la infancia y el deseo de volver a vivir y hacer vivir esa escena del Dios con nosotros en la humildad de nuestra carne. Tras un cursillo que la Asociación Belenista Castellana nos dio en mi cofradía de N. P. Jesús Resucitado y María Santísima de la Alegría, comencé a montar el nacimiento en la iglesia de las Calderonas, tarea en la que estuve unos diez años. Después, en el Seminario, durante el tiempo que pasé estudiando allí, lo montaba en el pasillo de los mayores”; al año siguiente ya pusieron otro “los pequeños” en el vestíbulo. Paralelamente, en mi casa, aquel Misterio de Ortigas fue poblándose de más personajes, pastores, reyes y animales y sigue creciendo hasta hoy. La misma tradición se ha instalado en casa de mi hermano desde que formó su familia.

Detalles de un belén popular

Como sacerdote, he intentado fomentar todo lo posible el cultivo del nacimiento allí donde he sido destinado, en la mayoría de los lugares ya existía su montaje. Cómo olvidar a Mari y a Mari Carmen y su belén del “huevo frito” en el Pedroso de la Abadesa; Conchita del Montico en San Miguel del Pino; Angelines y Mari Nieves en Villamarciel; Ino (q.e.p.d.) y Lorenzo con su nacimiento de ferralla en Santo Domingo de Guzmán; Fernando en la Parroquia del Salvador… En los últimos años el empeño ha sido ir montándolo en la Catedral, comprando poco a poco figuras de José Luis Mayo y contando con la inestimable ayuda de la Asociación Belenista de Valladolid.

Estoy convencido de que esta pasión por el Nacimiento ha sido uno de los grandes regalos que Dios ha querido hacerme y que es un instrumento privilegiado de evangelización, que hace salir del secularismo y consumismo al que tantas veces reducimos la Navidad. También es un modo de vivir la fe, ya que durante el tiempo en el que las figuras, el musgo y el serrín se encuentran en un rincón de casa, éste se convierte en una capilla donde orar y sentir más de cerca al Dios que se ha hecho carne por nosotros.

José Andrés Cabrerizo Manchado
Deán de la Santa Iglesia Catedral de Valladolid

Portada de la revista ¡Aleluya! n.º 15 - Asociación Belenista de Valladolid (2020)

La cuna de Jesús fue un pesebre, por D. Ricardo Blázquez Pérez

27 Nov 20
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La cuna de Jesús fue un pesebre

Artículo publicado en la revista ¡Aleluya! nº 15 (2020) de la Asociación Belenista de Valladolid

Imagotipo de la Asociación Belenista de ValladolidTodo nacimiento de un niño es alumbramiento; la madre lo da a luz. El niño abre los ojos a la luz del día y los papás quedan deslumbrados por el hijo que les ha nacido. Navidad es la celebración del nacimiento de un Niño único, el Salvador del mundo.

El nacimiento y la muerte de Jesús son ante celebrados en la Liturgia; por su parte, la piedad ha ampliado su irradiación en los «nacimientos» o «belenes», y en las procesiones de la Semana Santa, El nacimiento de Jesús fue narrado por el Evangelio en los siguientes términos: «María dio a luz a su hijo, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2, 7). Los nacimientos que podemos visitar en el tiempo de Navidad orientan nuestra mirada al establo donde está acostado Jesús, atendido por María y protegido por José.

Dos circunstancias del nacimiento de Jesús quiero hoy subrayar: Jesús nació como un niño de una familia pobre, no tuvo donde reclinar la cabeza (cf. Lc 9, 52) y murió despojado en la cruz. Siendo rico como Hijo de Dios eligió ser pobre por nosotros (cf.2 Cor 8, 9). Y sobre la otra circunstancia nos dice el Evangelio que fue perseguido por Herodes apenas nacido, que fue rechazado y que fue condenado a muerte como un malhechor. En el horizonte lejano del Niño Jesús se vislumbra la cruz (cf. Lc 2, 34-35). El Evangelio, en medio del encanto de un niño recién nacido, cuyo lenguaje es la sonrisa y el llanto, nos muestra a Jesús pobre y entregado a la muerte. Desde el comienzo de su vida nos enseña el Evangelio como fue la misión de Jesús, nuestro Salvador.

Yo deseo que cuantos adoramos al Niño en Navidad, aprendamos la doble lección que nos da: sobriedad ante el dinero y ayuda a los que padecen hambre, soledad y desamparo de cara al futuro. Recordando la huida a Egipto de José y María para salvar al Niño amenazado, acojamos a los que vienen hasta nosotros pidiendo trabajo y protección (cf. Mt 2, 13-18).

Agradezco a los “belenistas» que con su arte y piedad nos prestan un precioso servicio en la celebración de Navidad. También este año de pandemia podemos felicitarnos porque ha nacido el Salvador.

+ Monseñor Ricardo Blázquez Pérez
Cardenal Arzobispo de Valladolid